jueves, 6 de junio de 2019

Domingo de Pentecostés (C)


9-6-2019                                PENTECOSTES (C)
Homilía en vídeo
Homilía de audio
Queridos hermanos:
            - ANTES DE LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
            Hemos estado escuchando estos días de atrás que los apóstoles y todos los discípulos de Jesús, tras la muerte de Este, se metieron en los sótanos, en madrigueras, huyeron lo más lejos que pudieron y procuraron disimular su creencia en Jesús. Estaban asustados, avergonzados de un Jesús fracasado y derrotado. Se habían llenado de miedo y de cobardía; estaban igualmente llenos de dudas. ¡Los milagros de Jesús parecían tan lejanos! Las palabras maravillosas de Jesús eran como sueños, que habían desaparecido al despertar en la dura realidad.
Estos discípulos se sentían engañados y también fracasados. Habían abandonado sus trabajos, sus casas, sus familias y no habían escuchado a la gente ‘prudente’ y no habían seguido el ejemplo de la gente sensata que se había quedado en casa, rezando a Dios, pero… en casa. Estos discípulos ya no se fiaban de Dios, pues les había engañado. Tenían el corazón endurecido y ya no veían a ese Dios como Padre, ya no escuchaban sus Palabras, ya no entendían nada.
            Aquellos discípulos que aún quedaban en Jerusalén eran personas que irían perdiendo la fe poco a poco, volverían a sus casas, a sus trabajos, a sus familias… con el rabo entre las piernas y se volverían unos descreídos. ¡Nadie más iba a engañarlos de nuevo con palabras bonitas! Ya se conoce el refrán: ‘Gato escaldado, huye del agua’.
            Así es como estaban los discípulos tras la muerte de Jesús. Varios textos del Nuevo Testamento nos lo indican: “…estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos…” (Jn. 20, 19); “…dos de los discípulos iban (huían) a un pequeño pueblo llamado Emaús…” (Lc. 24, 13).
            - VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
            Nos dice la primera lectura de hoy: “Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu Santo…”
            Estos discípulos de Jesús y que estaban en estas condiciones de miedo, de cobardía, de falta de fe, con dudas y con el corazón endurecido son los que recibieron el día de Pentecostés el Espíritu Santo. ¿Qué fue lo que pasó entonces con los discípulos? ¿Siguieron como antes o cambiaron en algo?
            - DESPUÉS DE LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
            Nos dice la primera lectura que, tras la venida del Espíritu Santo, los discípulos de Jesús “empezaron a hablar en otras lenguas”. ¿Qué significa esto? Pues significa que los discípulos se llenaron de parresía. ¡Vaya ‘palabreja’! ¿Qué significa esta palabra? En el sentido etimológico, parresía significa ‘hablar libremente’, ‘hablar atrevidamente’. Parresía implica no sólo a) la libertad de expresión, sino también b) la obligación de hablar con la verdad para c) el bien común, incluso d) frente al peligro individual.
Con la parresía, el que habla usa su libertad y 1) elige la franqueza en vez de la persuasión, 2) elige la verdad en vez de la falsedad o el silencio, 3) elige el riesgo de muerte en vez de la vida, una vida tranquila, y la seguridad, 4) elige la crítica en vez de la adulación y 5) elige el deber moral en vez del auto-interés y la apatía moral.
Quien recurre a la parresía, sostiene una relación creíble hacia la verdad garantizada por ciertas cualidades morales; así mismo, quien recurre a la parresía, es un crítico de sí mismo, de la opinión popular, y de la cultura imperante o circundante; revelar la verdad lo coloca en una posición de peligro, pero insiste en hablar de la verdad, pues considera que es su obligación moral, social y/o política.
Cuando el Espíritu Santo te llena, estás lleno de Dios y de parresía espiritual. Si estás lleno de Dios y de su parresía, entonces:
1) las dudas se desvanecen, porque la certeza y la verdad de Dios se manifiestan en ti plenamente,
2) los miedos huyen de ti, porque con Él no temes a nada ni a nadie,
3) los fracasos no importan, pues los fracasos a los ojos de los hombres son frecuentemente éxitos y victorias a los ojos de Dios,
4) los que tienen el corazón endurecido y no ven, ni oyen, ni entienden, de repente… ven, oyen y comprenden todo, porque su corazón es de carne y no de piedra, su corazón es de Dios y no solo de hombre,
5) eres libre ante la mentira, ante la ‘prudencia’, ante la adulación, ante el egoísmo, ante el propio interés,
6) eres valiente para hablar y para comportarte, sin que te importen las consecuencias de lo que digan los demás de ti o lo que hagan los demás contigo.
7) tienes la sabiduría de Dios y ves todo con unos ojos nuevos. Estoy leyendo el libro de Ángeles González Méndez (Mántaras-Tapia de Casariego), que nos dejó hace menos un año por el cáncer que padecía. Escribió un libro, que ha sido publicado tras su fallecimiento (con 48 años). En uno de sus párrafos dice: “Cuando te dicen que tienes CÁNCER todo tu mundo se te viene abajo. De repente, pasas a tener pasado y presente, el futuro desaparece, pienso que para siempre. Empiezas a plantearte la vida de otra manera y valoras mucho más, momentos que antes pasaban desapercibidos” [1]. Sí, lo mismo que el sufrimiento y la enfermedad te da una sabiduría nueva, Dios también te la da.
Y TODO ESTO FUE LO QUE PASÓ CON AQUELLOS DISCÍPULOS DE JESÚS, LLENOS DE MIEDO Y DE TERROR.
            - ¿TENEMOS CON NOSOTROS EL ESPÍRITU SANTO?
            Cuando en nuestra vida ordinaria u ocasionalmente hablamos con verdad, por el bien común y sin importarnos nuestra propia integridad o interés, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
            Cuando en nuestra vida ordinaria u ocasionalmente las dudas y los miedos huyen de nosotros, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
            Cuando en nuestra vida ordinaria u ocasionalmente nuestro corazón se reblandece y se abre a las personas que nos rodean, y las vemos, las escuchamos y las entendemos, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
            Cuando en nuestra vida ordinaria u ocasionalmente no miramos tanto el triunfar o el fracasar, cuando somos libres y valientes, cuando no nos dejamos llevar por lo políticamente correcto y no nos importa lo que los demás digan o piensen de nosotros, sino la verdad, la justicia y la voluntad de Dios, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
            Cuando en nuestra vida ordinaria u ocasionalmente Dios es lo más importante para nosotros, más que nosotros mismos, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
            Por lo tanto, la parresía no es simplemente la valentía que procede de la propia fuerza o conocimiento, sino que procede de Dios, que hace al débil fuerte, al ignorante sabio, al pecador santo,…

[1] GONZÁLEZ MÉNDEZ, A., Sueños de ébano. Flamencos rosas, Círculo Rojo, 2019, 25.

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