20-2-11 DOMINGO VII TIEMPO ORDINARIO (A)
Lv. 19, 1-2.17-18; Slm. 102; 1 Cor. 3, 16-23; Mt. 5, 38-48
Homilía de audio en MP3
Queridos hermanos:
- En la primera lectura se dice: “Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo”. Y a continuación se señalan algunas acciones que han de realizar los santos como, por ejemplo, no odiar de corazón al prójimo, aconsejar y reprender al que se equivoca, no vengarse ni guardar rencor, y amar al prójimo como a uno mismo.
En el evangelio, que acabamos de escuchar es todo muy parecido: Jesús nos dice que no hagamos frente al que nos hiere de algún modo. También nos dice que hemos de amar al prójimo, pero no basta con esto: además, hemos de amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos odian y rezar por los que nos persiguen o calumnian. Y termina Jesús el evangelio como empieza la primera lectura: “Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
Años atrás se hablaba más de santidad que ahora. Podría parecer que tener fe puede ser cosa de muchos, pero ser santos es sólo para algunos privilegiados, escogidos o ya predestinados a ello. Sin embargo, esto no es así. La santidad es una tarea de todo cristiano, de todo bautizado y a la vez es un don y regalo, que Dios quiere entregarnos a cada uno de nosotros. Tarea y don: regalo de Dios y esfuerzo nuestro. Así se nos dice en las lecturas que acabamos de escuchar, pero también en el concilio Vaticano II se nos dice: “Todos los fieles cristianos, de cualquier condición y estado son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre” (Lumen Gentium 11).
Es muy importante lo que se nos dice en el concilio: 1) La santidad es para todos, y no sólo para unos pocos. 2) La santidad ha de ser buscada por todos los discípulos de Jesús, independientemente de su estado: casado, soltero, célibe, viudo, divorciado. Igualmente da igual que uno sea viejo o joven, esté sano o enfermo, sea rico o pobre, listo o tonto, viva solo o acompañado… 3) No hay 2, 4 ó 10 caminos de santidad. NO. Hay tantos caminos y modelos de santidad como discípulos de Jesús hay en el mundo. No tenemos que imitar a nadie, no tenemos que ir a ningún sitio. NO. Sólo tenemos que dejar que Dios nos muestre cuál es nuestro propio camino de santidad y ser fiel a él. 4) La santidad consiste en ser… como Dios: santo como Dios es santo, puro como Dios es puro, perfecto como Dios es perfecto. 5) Recordad: la santidad es tarea nuestra y don de Dios. Uno no tiene que hacer todo; sólo ha de empezar a caminar y enseguida se encontrará en ese camino con Dios, que le acompaña, que le guía y que le lleva en sus brazos amorosos.
- Sí, pero (insistiréis vosotros)… ¿es difícil ser santo? ¿Es algo irrealizable para la mayoría de nosotros? En el cielo sólo entrarán los que hayan alcanzado la santidad, pues al lado de Dios no puede haber nada oscuro ni impuro. Si esto es así, parece que el cielo es algo inalcanzable para la inmensa mayoría de los que estamos aquí.
Venía yo desde Alemania el lunes pasado y en el avión coincidí con los seguidores de un equipo de fútbol alemán, en el que juega ahora Raúl (exjugador del Real Madrid). Aquellos aficionados venían a ver cómo jugaba su equipo en Valencia. Dejaron su casa, su comodidad, cogieron días de sus vacaciones, se gastaron un dinero, pasaron apuros por no poder entender el español, malcomieron o “maldurmieron”… y todo esto para ver a su equipo favorito durante 90 minutos… y luego vuelta para casa. Podían haber visto el partido de fútbol cómodamente desde sus casas y sin tanto gasto de tiempo, de dinero y de energías.
Algunos de vosotros me diréis: ¿A qué viene este ejemplo de los aficionados alemanes? Pues a que…, si buscáramos y procurásemos nosotros de este modo la santidad de vida, ¡cuán pronto la hallaríamos! “Si buscáis la virtud y la perfección, que es la verdadera sabiduría, con la diligencia y el cuidado que los hombres del mundo buscan el dinero y cavan las minas y tesoros, sin duda las encontraréis” (Prov. 2, 4). ¿Quiénes de nosotros deja unos días libres al año para estar a solas con Dios, para hacer unos ejercicios espirituales? ¿Cuántos de nosotros dejamos un tiempo al día para estar a solas con Dios y con su Palabra sagrada? ¿Cuántos de nosotros tratan de cumplir el evangelio de hoy? Hace ya muchos siglos el abad de un convento en Egipto llegó hasta la ciudad de Alejandría y se encontró con una prostituta. “El abad vio que esta mujer iba muy compuesta y aderezada, y comenzó a llorar y a gemir: ‘¡Ay de mí! ¡Ay miserable de mí!’ Le preguntaron los discípulos: ‘Padre, ¿por qué lloras?’ Y él les contestó: ‘¿No queréis que llore, que veo a esta mujer que pone más cuidado en componerse para agradar a los hombres, que yo para agradar a Dios; veo que trabaja más ella para enredar a los hombres y llevarlos al infierno, que yo para llevarlos al cielo?’” (P. Alonso Rodríguez, Virtudes cristianas, Ed. Testimonio, 51-52). Asimismo se cuenta de San Francisco Javier “que se avergonzaba de ver que primero habían ido los mercaderes al Japón a llevar sus mercancías caducas y perecederas que él a llevar los tesoros y riquezas del Evangelio para dilatar la fe y ensanchar y amplificar el reino de los cielos. Pues confundámonos y avergoncémonos nosotros que los ‘hijos de este mundo son más prudentes y diligentes en las cosas del mundo’ que nosotros en las de Dios” (P. Alonso Rodríguez, Virtudes cristianas, Ed. Testimonio, 52).
- Termino esta homilía con un acto concreto de santidad. Yo he aprendido mucho leyendo a los santos. Ellos me han enseñado, me ha enfervorizado en amor a Dios y a los hombres. Voy a narraros un caso que recuerdo haber leído siendo seminarista, y que me hizo mucho bien. Éste y otros muchos me hicieron anhelar y buscar a Dios y la santidad de vida. Ahí os va el hecho: En la vida de San Juan de
¡Señor, concédeme, por amor a tu Hijo Jesucristo, el don de la humildad para contigo y para con mis hermanos! ¡Concédeme el don de la mansedumbre ante la violencia de los hombres y también ante mi propia violencia e ira! ¡Concédeme el don de la santidad, porque Tú eres santo, y dámela en la misma medida que Tú la tienes, ya que, si Tú no me la das, yo nunca la podré alcanzar!
AMEN
Excelente homilía Andrés. Bien enfocada. Se me ocurre pensar que la anécdota del monje y la prostituta es un claro ejemplo de que debemos utilizar todos los medios para ser santos. Juan Pablo II es un claro ejemplo del evangelio de hoy: Perdonó a quien le disparó y rezaba siempre por los que le maldecían. Visitó en la cárcel a su asesino y le ofreció su perdón. Cuando fue herido por la bala de un sicario en Roma: “Yo lo perdono”. Y a uno que le preguntó porque había sido tan pronto en pronunciar su perdón, respondió: “ Cada noche antes de acostarme, le digo a Nuestro Señor que yo perdono a todos los que me han ofendido, sin excluir ni siquiera a uno solo y que para todos ellos pido bendiciones y ayudas celestiales. Con eso me aseguro de que mi Dios me perdone también mis faltas, y consigo una gran paz para mi alma”.
ResponderEliminarBendiciones...
Querido D. Andrés y demás hermanos:
ResponderEliminarEs nuestro gran error la conformidad el dejarlo todo para mañana a Dios le ponemos con las demás cosas. El espera algo más de nosotros y Satanás pone lastres en nuestra vida, distracciones que nos alejan del motivo principal, nos lo pone tan a mano y nos dejamos caer, preocupaciones, pecados, pasatiempos, un sin fin de obstáculos que nos desvían del camino que Dios quiere.
Un abrazo a todss
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. (San Mateo 6,33)
Es preciosa en verdad la palabra que hoy se ha proclamado, así como la homilía que hemos escuchado.
ResponderEliminarComienza el Señor haciéndonos una promesa "Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo". Lo afirma con rotundidad, por lo que me hace pensar que, es algo que se realizará, algo que Él va a hacer. Solo depende de si yo quiero y le dejo la puerta abierta para que Él pueda entrar, y hacer y deshacer a su antojo.
Tras aseverar que seremos santos, nos da una pautas a seguir, porque aunque es cierto que será Él quién lo realice, yo por mi parte he de poner mi granito de arena.
Es cierto que en muchas ocasiones a lo largo de mi vida, sentí este deseo, pero otras tantas me pareció que no era para mi, cuando yo ´leía o escuchaba la vida de los santos, porque me miraba a mi, y no me sentía capaz de renunciar a todo, a mi vida, para entregársela al Señor, me ataban demasiadas cosas aquí abajo que me atraían, y lo de ser santa me daba cierto temor, ¡necia de mi!. No obstante, sí deseaba ir al cielo, y me horrorizaba la idea de condenarme, por tanto este deseo llevaba implícito ese otro de santidad; ya que pensaba yo que en el cielo todos son santos; con mas o menos "categoría" pero santos.
Hoy si puedo testificar que, el Señor se encarga de llevar a cabo esta obra, pues Él tiene su proyecto para cada uno de nosotros mediante el cual, nos va purificando, santificando. Así hoy puedo decir que Él ha desmostado totalmente mi vida, que no se parece en nada, a como yo la tenía prevista, y puedo asegurar, que está bien, que lo ha hecho muy bien, para ir apagando mi soberbia que creo que en definitiva, es lo que mas me impide dejar a Dios actuar, y darme cuenta de que para mi es totalmente imposible llegar a la categoría de ser santa; mas si echo la vista atrás he de reconocer que el Señor poco a poco va preparándome para esta realidad.
Muchas cosas podría añadir, pero reconozco que soy un tanto pesada y me alargo demasiado en mis comentarios, por lo que os pido perdón.
Muchas gracias Andrés, por avivar mi esperanza, y recordarme una vez mas que no estoy sola, que el Señor mi Dios, me acompaña todos los días de mi vida, y con Él, todo lo puedo; como le decía a S. Pablo: Te basta mi gracia. Que así sea para todos nosotros.
BENDITO SEA DIOS.
Un saludo Andrés¡¡ y a todos los demás hermanos del blog¡¡
ResponderEliminarMe doy cuenta con esta esperanzada homilía de cuanto nos quiere Dios.
De como espera incansable que nos echemos en sus brazos todos los dias..
Pero yo en concreto hago bien poco por ganarme la santidad.
Vivo acomodada con mi vida diaria y le dedico poco tiempo a Él..
Sin embargo siento como Él me espera todos los dias en la puerta de mi corazón con la esperanza de que yo le abra el candado de mi puerta..
¿porque no me conmueve lo suficiente su Amor por mi?
Él se muestra siempre tan transparente conmigo y yo tan opaca..
Pero no quiero lamentarme mas..Quiero poner mi llave y dejarte entrar de una vez¡¡
Por eso Señor te pido que me des esa constancia que necesito todos los dias de mi sencilla vida para dedicarte ese ratito que puedo quitar de otras cosas que no son necesarias pero que estar contigo si..Me hace tanto bien..
En éste momento que estoy escribiendo estas líneas ha empezado..estoy dando un pequeño pasito a la santidad..
Y todo gracias a Ti.Que antes que te diga hazme un regalo ya me lo das Señor. si, te hablé de querer constancia y me la has dado.
La constancia de nuestro amigo Andrés que no nos falla ninguna semana regalándonos sus homilías y a la vez siendo un gran ejemplo de caminante a la santidad. Porque siempre está ahí, todas las semanas le contestemos con nuestros comentarios o no..
Que ese espíritu de contagio constante llegue a mi alma para enriquecer mi camino y que la Bendición tuya recaiga sobre Andrés y sobre todos los hermanos del blog.
Un abrazo a todos.
Hola amigos, al regresar esta tarde de Covadonga donde pasé el fin de semana, me encontré con este correo enviado un buen amigo y creo que hoy le va muy bien a nuestra homilía.
ResponderEliminarDOS LOBOS
Una mañana un viejo Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que ocurre en el interior de las personas.
El dijo, "Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de todos nosotros.
"Uno es Malvado - Es ira, envidia, celos, tristeza, pesar, avaricia, arrogancia, autocompasión, culpa, resentimiento, inferioridad, mentiras, falso orgullo, superioridad y ego..
"El otro es Bueno - Es alegría, paz amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, benevolencia, empatía, generosidad, verdad, compasión y fe."
El nieto lo meditó por un minuto y luego preguntó a su abuelo: “¿Qué lobo gana?”
El viejo Cherokee respondió, "Aquél al que tú alimentes."
......................
Si acertamos a alimentar al lobo correcto, estaremos mas cerca de la Santidad que el Señor nos ofrece como Don. Dependerá de que cada uno realicemos nuestra Tarea; el regalo pensándolo bien, merece la pena.
Buena semana para todos.
pd.Os he tenido presentes a todos ante la Santina.
Queridos hermanos, os pido disculpas por volver a aparecer.
ResponderEliminarEsta homilía ha traído a mi recuerdo una hermosa y conmovedora vivencia, y quiero compartirla con vosotros.
Hace nueve años y medio que mi esposo nos dejó para caminar hacia una Vida Nueva.
Comenzaba el mes de agosto, y tras una larga enfermedad, nos dábamos cuenta de que su fin estaba cercano; el también era consciente de esa realidad, así un día hablando conmigo me dijo: Chony, ya tengo ganas de irme, a donde le pregunté, a donde tu sabes, y yo no quisiera, era fácil de entender a lo que se refería; a continuación prosiguió: ¿sabes? quiero ser santo; tengo que confesar que me conmoví, ¡claro! lo que debes hacer es ofrecer al Señor todo tu sufrimiento, asintió con la cabeza y se quedó callado.
Cinco días mas tarde abandonaba este mundo, sereno y tranquilo partía hacia el encuentro del Padre. Como es lógico la separación fue dolorosa, pero en mi interior me quedó una gran paz.
Hoy meditaba este hecho, y me llamaba la atención su frase: quiero ser santo; no dijo quiero ir al cielo, quiero salvarme, etc. quiero ser santo, así manifestó su deseo de encontrarse con el Padre al final de su carrera, deseo que según D. Andrés pone el Señor en nuestra alma.
Esto viene a ratificarme que, el Señor siempre está cerca, de manera especial en los momentos difíciles, y con los agonizantes; incluso parece tantas veces que nos habla a través de ellos.
Un abrazo a todos.
BENDITO SEA DIOS
Nunca me habia fijado en la frase: "¿Que hacéis de extraordinario?"
ResponderEliminarY me ha llamado la atencion. Quizás nos vendria bien hacérnosla todos los días o, por lo menos, a mí. Creo que me he acostumbrado a creer, a ser cristiana, a trabajar en la Iglesia, y esa normalidad se ha metido en mi vida y muchas veces caigo en la rutina. Pienso que realmente soy cristiana cuando la fe y el amor a la Iglesia influyen en mi vida, sino no soy nada. ¿Estoy en lo cierto ó equivocada?
El trabajo para esta para semana es intentar hacer lo ordinario, extraordinario. Y así seré más consciente en mis actos