viernes, 4 de febrero de 2011

Domingo V Tiempo Ordinario (A)

6-2-11 DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 58, 7-10; Slm. 111; 1 Cor. 2, 1-5; Mt. 5, 13-16



Homilía de audio en MP3

Queridos hermanos:

En el evangelio de hoy Jesús nos muestra qué es ser cristiano y lo hace utilizando tres parábolas: sal de la tierra, luz del mundo y ciudad visible en lo alto de un monte.

- Voy a basar la homilía sobre la imagen primera usada por Jesús. La sal es un elemento muy familiar a cualquier cultura. Se ha empleado desde siempre para dar sabor a la comida y, hasta la aparición del frío industrial, era prácticamente el único medio para preservar a los alimentos de la corrupción, especialmente la carne. Además, en la cultura judía y bíblica la sal significaba también la sabiduría. De hecho en las lenguas que se derivan del latín los vocablos sabor, saber y sabiduría pertenecen a la misma raíz semántica. Con lo dicho hasta ahora y comúnmente sabido por todos los israelitas, era normal que las palabras de Jesús fueran enseguida comprendidas por todos los que le escucharon. Releemos las palabras del evangelio: “Dijo Jesús a sus discípulos: vosotros sois la sal de la tierra”. Por todo ello, la sal tiene una gran fuerza significativa para expresar la tarea del discípulo de Cristo dentro de la sociedad:

* La sal es sabor. La presencia discreta de la sal en la comida no se detecta; en cambio su ausencia no puede disimularse. La sal se disuelve por completo en los alimentos y se pierde en sabor agradable. Ésta es la condición de la sal: pasar desapercibida, pero actuar eficazmente. Así ha de ser la tarea de un cristiano en el mundo: ser sal de la tierra, sal humilde, fundida, sabrosa, que actúa desde dentro, que no se nota, pero que es indispensable.

* La sal conserva. Sí, la sal preserva los alimentos y evita que se pudran, ya que la sal mata a los gérmenes que pueden dañar tales alimentos. ¡Cuánta hambre ha quitado la sal al haber conservado tantos comestibles, como el pescado o la carne! Así ha de ser el cristiano, como esa sal pletórica de capacidades para conservar la comida para los otros; igualmente el cristiano ha de ser como esa sal pletórica de capacidades para identificar los gérmenes y acabar con ellos, antes de que ellos acaben las semillas de Dios en los hombres.

* La sal significa sabiduría. Antes de la reforma del rito del bautismo auspiciada bajo el Concilio Vaticano II se ponía al recién bautizado un poco de sal en la boca. Con esto se quería significar que el sacramento del bautismo otorgaba el gusto por las cosas de Dios. Sólo gusta de las cosas de Jesús el que es sabio ante Dios.

Es Jesús la verdadera sal de Israel, de toda la tierra, de todo el universo, del pasado, del presente y del futuro. Es Jesús verdadera sal, ya que Él es quien da verdadero sabor a todos los hombres. Suavemente se va introduciendo en el corazón de los hombres y da sentido a sus vidas.

Jesús es verdadera sal, puesto que Él conserva al hombre por entero y no deja que los gérmenes del pecado le destruyan.

Jesús es verdadera sal, que nos da sabiduría eterna y nos da el gusto por las cosas de Dios. Jesús nos da la verdadera sabiduría, nos hace distinguir lo que vale de lo que no vale, lo bueno de lo malo.

- ¿Qué sucede cuando la sal se vuelve sosa y se estropea? Si la sal se volviera sosa, no serviría de nada. La sal… sirve o no sirve. No admite términos medios. Las palabras de Jesús en el evangelio son terribles: “Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente”.

- ¿Soy yo sal de la tierra? Es decir, ¿cumplo con la tarea que Jesús me encomendó de ser sal: dar sabor en los hombres, de preservar y de conservar a los hombres alejándoles del mal, de darles la sabiduría auténtica y eterna?

El otro día me decía un seminarista que le gusta mucho hablar con la gente, escuchar a la gente. Me decía este seminarista que la Iglesia tenía que cambiar en muchas cosas, que la Iglesia no estaba con los tiempos actuales. Me decía este seminarista que, al hablar con la gente y escucharla, le daba la razón a esta gente en muchas cosas, aunque ello fuese en contra del criterio y de la doctrina de la Iglesia. Entonces esta gente aplaudía al seminarista, porque era moderno y tenía realmente los pies en el suelo.

Cuando una persona creyente, sea seminarista, seglar, religiosa o sacerdote, escucha a la gente, a la sociedad que nos rodea, la televisión, la radio o lee los periódicos y sus opiniones son directamente contrarias a la doctrina de la Iglesia… ¿A quién tiene que hacer caso y seguir el creyente: a la gente o a la Iglesia, a la sociedad o a la Iglesia? Esta misma pregunta se la hice al seminarista y le contesté yo mismo la pregunta: le dije que el hombre de fe debía de escuchar a la gente, pero, antes de responder o de tomar partido, tenía que escuchar a Dios. La gente espera de nosotros respuestas de Dios, no respuestas que nos hacen quedar bien con ellos o respuestas que son una repetición de lo que ellos ya piensan.

Hace años leí un libro de una mujer española: Lilí Alvarez. Ella fue una famosa deportista española allá en la primera mitad del siglo XX. Ella era una mujer de fe. Escribió un libro y en una de sus páginas decía que iba a distintos templos a escuchar a los sacerdotes y, cuando no le daban “sal auténtica”: sal de sabor de Cristo, sal de conservación del alimento de Dios y preservación del mal, sal de sabiduría divina, decía ella: “nada, aquí no hay nada”, y se marchaba.

¿Soy sal de la tierra, soy sal de Jesucristo para los demás? Lo seré cuando se cumpla en mí el salmo 111 y la profecía de Isaías que acabamos de escuchar:

- Repartir limosnas y compartir los bienes. Partir el pan con el hambriento.

- Tener caridad para con todos en las palabras, en los gestos, en las acciones.

- No temer las malas noticias, pues nuestro corazón está firme en el Señor.

- Desterrar de mi vida la opresión hacia los otros, las malas palabras hacia los otros.

- Vestir al desnudo…

Que así sea

4 comentarios:

  1. Hola Padre:
    Me ha gustado mucho la homilia. Nunca había escuchado comparar la sal con la sabiduría. Me gustó, ya que la sal se debe usar con medida, con discernimiento. Si se pasa, queda muy salado y, si no tiene sal, no tiene buen gusto. Asi es la respuesta al Señor en la mision.

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  2. ¡Qué lecturas tan preciosas nos presenta hoy la iglesia!!
    Al preparar las lecturas, ubicándolas en S.Mateo me dió luz, el ver el evangelio de hoy, precisamente en el Sermón de la montaña, justo después de las Bienaventuranzas. Ciertamente pensé, y leer la homilía me lo confirmó, que solo intentando vivir el espíritu de las Bienaventuranzas, lograremos en nuestro seguimiento de Jesús, ser Luz y Sal del mundo.
    Hemos oído a Jesús decirnos: “Yosoy la Luz del mundo”, y hoy nos hace partícipes de Su Luz a nosotros: “Vosotros sois la Luz del mundo”, dándonos su misma misión como discípulos suyos. Y es que, ¡son tantas las luces falsas que nos deslumbran en el mundo!, que tenemos que estar muy cerquita de Él, nuestra Luz para ser también luz nosotros.
    ¡Cómo podrá fiarse de mi!, pensé, porque lo hace. Pero luego recordé Sus palabras a San Pablo: “Mi gracia te basta” y me las apropié. Su Luz, que es Él mismo, será quien alumbre mi pequeño cirio cada día. Recuerdo la preciosa ceremonia de la noche del Sábado de Pascua, cuando tomamos luz del Cirio Pascual, iluminando el templo-, y parece que me anima.
    ¡Qué bonitas las palabras del evangelio, cuando profundizamos un poco!! Tiene tanto significado la sal que no sé como Jesús mismo nos envía “como sal de la tierra”, porque da por hecho que lo somos: “Vosotros sois la sal de la tierra”, no dice que podamos llegar a serlo, sino que lo somos. Para ello nos ha capacitado: somos Luz del mundo y, somos Sal de la tierra.
    Orando el apartado de “La sal es sabor”, recordé una conversación con un amigo en que me decía que él a veces no sabía cómo actuar, porque hay un pasaje del evangelio en que Jesús dice -que tu mano derecha no debe saber lo que hace tu mano izquierda-, pero luego vemos que es bueno que los demás sepan de nuestras buenas obras, porque puede valerles de ejemplo. No sé como terminó aquella conversación, pues hace tiempo, pero hoy me respondo a mi misma, que cuando está en un corazón recto el actuar con los demás por amor a Dios y para darle gloria sólo a Él –no quitársela nosotros apropiándonos de ella-, el Señor hace que los demás lo vean cómo realmente es; entonces “nuestras buenas obras dan gloria a nuestro Padre que está en el cielo”. Y esa Sal humilde, pasa desapercibida, pero se nota: da sabor, un sabor agradable. Me ha gustado mucho esa expresión de ser sal humilde… Lo mejor de todo es que nosotros no nos enteramos de que lo somos en ocasiones y los demás dan gloria a Dios, que es lo único que importa.
    Volvemos a encontrarnos con un Jesús que nos pide radicalidad evangélica, o sí o no; es así el seguimiento del que desea ser su discípulo. Porque realmente los que nos acercamos a este Blog o bien al Grupo de las once (en la Misa), es porque deseamos y encontramos esa “sal auténtica”. Gracias, Pater, y buén viaje. Disfrútalo, aunque seguirás curando en este extenso Reino de Dios. No tienes remedio.
    Luz y sal; las tomaremos del Único que nos la puede dar.
    Buena semana amigos.
    Siento haberme extendido tanto amigos, me entusiasmé con la Luz y la Sal.

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  3. Me ha parecido hermosísima esta catequesis sobre la sal, y quiero decir que yo la veo hecha realidad precisamente en la persona que la estaba transmitiendo; ese es el motivo por el cual acudo cada domingo a la catedral, ávida de escuchar la palabra de Dios, para guardarla en mi corazón, meditarla y ayudada por la forma de compartirla del presbítero, y claro está, del E. S. tratar de ponerla en práctica.
    Es una inquietud que siempre tengo, el no saber transmitir toda la riqueza que recibo de la Stª Madre Iglesia, y llegar al final con las manos vacías; y que sea yo la que llore y los demás rían.
    Que Dios me conceda su gracia para ser sal, esa sal que da sabor, que hace que el alimento resulte sabroso y deseable, sin que nadie pueda ver ese ingrediente tan necesario.
    La palabra de Dios es siempre rica, pero a mi esta parte del Sermón de la Montaña, me encanta; ya el comienzo me p'arece una carta de amor por parte de Jesús, en la cual nos va relatando el "premio" que alcanzaremos si optamos por Él, lo que nos ofrece, y la promesa de la verdadera felicidad.
    Y todo lo que sigue es una maravilla, nos dice lo que espera de nosotros, y lo importantes que somos para la extensión del Reino. Esto me parece un gran "detalle " por su parte; Que Dios cuente conmigo para algo
    tan serio e importante, me parece increíble, ya que mirándome me veo insignificante y que no valgo para nada; pero aquí me tiene, y está claro que quiere contar conmigo, y que yo cuente con Él.
    Muchas gracias Andrés, que Dios te bendiga, y haga fructífero este viaje.
    Un abrazo a todos los hermanos, y que el Señor nos ayude a ser SAL, en medio de este mundo, obreros de la mies.
    BENDITO SEA DIOS.

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  4. Me han gustado mucho los elementos que has escogido para acercarnos un poco más a Dios. Yo creo que todos somos sal. Ahora bien, unos nos pasamos y otros no llegamos. Por eso se dice que en el termino medio está la virtud.
    Pero no me cabe duda de que todos trasmitimos algo a los demás, sólo que ¡ay Dios!, hay veces que el cocido está tan sosín tan sosín que no sabe a nada pero lo importante es saber que soy SAL y que tengo una tarea por delante, para conmigo y para con los demás.
    Gracias Andrés por tanta dedicación.
    Un abrazo para cada un@

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