27-7-2025 DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (C)
Gn. 18, 1-10a; Slm. 14; Col. 1, 24-28; Lc. 10, 38-42
Queridos hermanos:
La primera lectura que acabamos de escuchar nos habla de la INTERCESIÓN. Intercede Abraham por los malvados habitantes de Sodoma y Gomorra: “Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él?, ¿cuarenta, treinta…?” Intercedió asimismo Moisés por el pueblo de Israel ante Dios cuando fabricó un becerro de oro diciendo: “Este es tu dios, Israel, que te ha sacado de la tierra de Egipto”. Intercedió María ante Jesús en las bodas de Caná por los recién casados: “No tienen vino […] Haced todo lo que Él os diga”. Intercedió Jesús ante el Padre por sus discípulos, por todos los hombres: “Mas no ruego solamente por estos, sino por los que han de creer en mí por la palabra de estos […] He rogado por ti para que tu fe no desfallezca (a Pedro) […] Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
La oración de petición se divide en dos grandes grupos: 1) Petición por uno mismo. 2) Petición por los demás. Esta oración es la que se conoce como la oración de INTERCESIÓN, la cual cuenta con las siguientes características:
A) Como cristianos, estamos llamados a imitar a Cristo en este acto de amor. La intercesión no es una opción, sino una parte esencial de nuestra vida de fe. Cuando intercedemos, nos unimos a la obra de Cristo, extendiendo su amor y su gracia a aquellos que lo necesitan.
B) En efecto, el amor por los demás forma parte de la intercesión, pues destruye o arrincona un poco nuestro egoísmo. No miro para otro lado, no me pongo de perfil, no me digo a mí mismo que no es mi problema, sino que, ante la conmoción interior que experimento por la angustia o el sufrimiento de otras personas, soy llamado a intervenir, a interceder.
C) Cuando intercedo ante otros por las penalidades de las personas que me rodean, estoy confesando mi impotencia para poder ayudar, aliviar o solucionar el problema, el dolor desgarrador del otro. Yo no puedo hacer nada; no puedo solucionar nada…
D) Cuando ejercito la intercesión, estoy buscando el modo y la manera de ayudar a la persona doliente, y encuentro la solución en una tercera persona que interviene para que el necesitado encuentre un trabajo, o que se hable con su hijo problemático o su pariente, o se intercede para que el médico conocido por mí mire con atención a un paciente…, y en muchas ocasiones solo me queda Dios, ante quien intercedo por las personas que sufren.
E) La intercesión no siempre se realiza con palabras. En muchas ocasiones la intercesión consiste simplemente en una vela encendida, en unas lágrimas, en un silencio... En la Misa de 10 de san Lázaro, en ocasiones, viene una mujer que ha perdido a su joven hija. Asiste a la Misa con la foto enmarcada de su hija y abrazándola todo lo que dura la celebración.
F) La intercesión nos transforma en hermanos de todos; nos ablanda el corazón; nos hace solidarios; nos hace ‘perder’ nuestro tiempo con los otros; nos hace mejores personas; nos hace compasivos con los otros y servidores de los otros.
G) En la intercesión se pide, se suplica, pero nunca se exige, pues la intercesión supone fiarse de Dios. Sí, interceder significa confiar. Yo pido, no exijo, lo que creo que es mejor para un necesitado. Pero Él lo dará si conviene y cuando convenga y a quien convenga. En efecto, la intercesión debe de estar inserta en la fe y no en la magia. La magia conlleva el intento de querer manipular a Dios para que haga lo que yo quiero y cuando yo quiero. La fe pone todo en las manos de Dios, porque Él sabe lo que más nos conviene. ¿Cómo sé yo si practico magia o fe en la intercesión? Por la reacción que tenga ante los resultados: Si no sale o no se me da lo que yo quiero o pido, y me enfado, eso es magia. Si me quedo en paz, eso es fe. La fe alimenta la auténtica intercesión.
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