2-3-2025 DOMINGO VIII TIEMPO ORDINARIO (C)
Eclo 27, 4-7; Slm. 91; 1ª Cor. 15, 54-58; Lc. 6, 39-45
Queridos hermanos:
Hoy quiero comentaros estas primeras palabras de Jesús en el Evangelio de hoy. Dice así: “¿ACASO PUEDE UN CIEGO GUIAR A OTRO CIEGO? ¿NO CAERÁN LOS DOS EN EL HOYO?”
Efectivamente hay dos clases de ceguera. La primera ceguera es aquella persona que no ve. ¿Veis? Yo ahora cierro los ojos, tapo mis ojos y no veo. No veo absolutamente nada ni a nadie. Esta es una ceguera y, si yo voy caminando de esta manera, tropiezo y caigo. Y si yo voy guiando a alguien, pues nos caemos los dos. Esta es una forma de ceguera.
Pero hay otra forma de ceguera, que es más peligrosa, porque es menos evidente y es la ceguera de quien tiene los cristales sucios. Voy a poner un ejemplo de esto; es una especie de cuento, pero que quizás algunos lo conozcáis, pero ejemplifica muy bien lo que quiero decir: Hace unos años se casó una joven pareja y fueron a vivir a una casa que tenía un poco de prado. Había unos vecinos de ellos, que tenían otra casa. Bueno, pues un día vino el marido, aquel joven marido, vino a casa después de trabajar y, según entra en casa, le dice la mujer: ‘Oye, nuestros vecinos, la verdad es que son muy buenos, serviciales como los que más, pero ahí tienes a la vecina que está tendiendo la ropa y la tiende sucia. Yo creo que no la lava’. Y el marido, el joven marido, meneaba la cabeza y hacía un gesto como diciendo: ‘¡Vaya!’ Al día siguiente volvió otra vez la joven esposa a decir a su joven marido cuando volvió del trabajo: ‘Pero mira, mira’. Y el joven marido volvía a menear la cabeza. Por tercera vez volvió a pasar lo mismo y varios días pasó hasta que un día al joven marido limpió los cristales de la ventana de su casa. Y entonces dijo ya aquella mujer: ‘Oye, mira, hoy ya puso la ropa limpia para tender’. Claro, claro, si yo tengo los cristales sucios, pues lo que veré será suciedad.
¿De qué puedo tener yo los cristales sucios? Pues de rencor, de rabia, de odio. Cuando yo miro a los demás a través de mis cristales sucios de rabia y de rencor, lo que tengo y lo que observo es desconfianza; ‘No me fío de ti. Sí, sí. Ya me lo has armado varias veces. ¿Qué crees que no lo he pensado?’ Y tengo desconfianza de esa persona. Luego murmuro: ‘Porque esta es de etcétera’. En definitiva, por mis cristales sucios de odio, caigo en el hoyo del odio. Por mis cristales sucios de desconfianza, caigo el hoyo de la desconfianza; y el que me siga por esos cristales sucios caerá en los mismos hoyos en los que yo he caído.
Asimismo, yo puedo tener los cristales sucios de codicia. Por eso, cuando tengo estos cristales sucios, buscaré todas las cosas materiales: un coche nuevo, aquel viaje, aquella comida, aquella ropa, una casa, y estos cristales sucios de codicia me llevarán al ansia de tener, a la envidia del que tiene más que yo, a la soberbia, porque yo tengo y tú no tienes en el miedo en el hoyo del miedo a perder lo que tengo en el hoyo de querer acumular más cosas en el hoyo de la envidia del que tiene más y en el hoyo de la soberbia. Y caeré en esos hoyos: en el hoyo del miedo a perder lo que tengo, en el hoyo de querer acumular más cosas, en el hoyo de la envidia porque otros tienen más que yo, o en el hoyo de la soberbia, porque yo tengo más que los demás. Y los que copien de mí, los que se dejen guiar por mí, caerán también en esos hoyos.
Asimismo, yo puedo tener las gafas sucias de egoísmo. Quien tiene las gafas sucias de egoísmo, buscará únicamente su propio provecho. Los demás no les importarán. Voy a contaros un caso que me pasó hace un tiempo. Habiendo fallecido mi madre, yo ocupaba del papeleo de la herencia de ella. Un día fui al banco y estaba allí arreglando con una empleada de banco los papeles, y en esto entra una señora, como de unos 70 años, en la oficina bancaria y, sin encomendarse ni a Dios, ni al diablo, ni pedir permiso, se entromete aquí, físicamente entre la empleada y yo, y con este tono de voz dice: ‘¡¡Oiga. Quiero hablar con la directora. Tengo un asunto que arreglar!!’ ‘Mire, es que la directora está ahí, pero no pueda atenderla. Tiene que marchar.’ ‘Oiga, que yo no veo que tenga a nadie. Yo soy cliente. A mi tiene que atenderme, como a todo el mundo’. La señora fue hasta el despacho de la directora, picó y desde dentro la directora preguntó qué quería y, al ver que deseaba ser atendida, le dijo: ‘Mire, es no puedo atenderla. Tengo que marchar inmediatamente’. Dijo la señora: ‘Nunca me ha pasado, esto que no me quieran atender. Miren, mírenlo todos. Ven, no tiene a nadie’. Lo dijo en voz alta para que todos en la oficina nos enteráramos. Y añadió: ‘Aquí no me pillan más’. Y se marchó. ¿Sabéis cuál fue la táctica que utilizó esta mujer? La táctica de la manipulación, la táctica del chantaje emocional. Además, se veía muy experta. ¿No veis cuando un crío quiere conseguir algo y empieza a llorar en medio de la calle para conseguirlo, y el padre o la madre, para callarle, le da lo que pide? Pues está mujer estaba acostumbrada a utilizar este chantaje y le debía funcionar, porque lo debía de hacer en bancos, supermercados, en el médico, con familiares, con conocidos y siempre le había funcionado. Quien utiliza esta táctica de manipulación o chantaje emocional, tiene los cristales manchados de egoísmo. ‘Lo único que me importa soy yo’. A los demás que les den por el saco. Y, como no consigo lo que yo quiero, entonces marcho, dejando con perdón, mi ‘cagadita’ para que se vea bien claro que no me quisieron atender. No es que no podían, es que no quisieron.
Igualmente, voy a poneros otro ejemplo del ‘cristal’ del egoísmo: Hace unos años leí la siguiente noticia en un periódico: “No hace mucho tiempo saludé a un viejo conocido. Actualmente tiene alrededor de 40 años y es asesor financiero. Como tenía algunos años de no verlo, le pregunté si se había casado y me contestó:
-Casado, en estricto sentido, no. Vivo en un departamento con una compañera de trabajo de 34 años. Y formamos una pareja “dink”.
-¿En qué consiste eso? –le pregunté.
-Muy sencillo –me respondió. En inglés se dice: ‘Double Income, No Kids’ (DINK: dos ingresos, sin tener hijos). De este modo nadie se compromete a nada. Estamos ‘a prueba’. Si nuestra relación funciona, quizá con el tiempo podríamos llegar a casarnos. Si no, nos diremos adiós y asunto concluido. La razón es porque no queremos tener ‘crisis’ en nuestra unión y sobre el tema de tener hijos, ¡ni pensarlo, son una complicación! Además, como los dos ganamos buen dinero, nos divertimos mucho: viajamos con frecuencia, hemos comprado varios coches, una moto… ¡Ah, y un par de cachorros preciosos! (Hasta aquí llegaba el relato del encuentro de los dos amigos. A continuación seguía el artículo periodístico).
¿Por qué fracasan las uniones ‘dink’? Porque son una burda caricatura del matrimonio. No tienen un profundo sentido ni para vivir la fidelidad ni menos para tener hijos. En esas relaciones todo es provisional. Luego entonces se pierde fácilmente el ‘para qué’ y las rupturas son casi inevitables porque impera la esclavitud del egoísmo.
¿Qué actualmente muchos matrimonios han terminado en la separación? Sin lugar a dudas. Pero por fortuna existen un inmenso número de esposos, que no son ‘noticia’, como se suele decir, que día a día son fieles y no desean otra cosa que la felicidad y alegría de los miembros de su familia. Esto es lo que no hay que perder de vista y precisamente son los valores que hemos de tratar de conservar y promover en nuestro entorno familiar y social”.
Después de estos ejemplos y razones, creo que entenderemos un poco mejor a qué puede referirse Jesús con eso de… “¿ACASO PUEDE UN CIEGO GUIAR A OTRO CIEGO? ¿NO CAERÁN LOS DOS EN EL HOYO?”
Pidamos en la Misa de hoy no dejarnos guiar por ciegos y así no caeremos en el hoyo. Pidamos también a Dios no ser ciegos para caer nosotros mismos en el hoyo, ni guiar a otros a tantos hoyos como hay en la vida: hoyo del odio, hoyo de la codicia, hoyo del egoísmo, hoyo de la falta de fe, hoyo de no tener esperanza, hoyo de no encontrar sentido a la vida, hoyo…
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