miércoles, 4 de septiembre de 2024

Santina de Covadonga (B)

8-9-2024                                NTRA. SRA. DE COVADONGA

1ª Lect: Cant. 2, 10.14; Responsorial: Lc. 1, 46-55;

2ª Lect: Ap. 11, 19ª; 12, 1.3-6ª.10ab; Evang: Lc. 1, 39-47

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Queridos hermanos:

            Hoy es la fiesta del nacimiento de María Virgen. En la Iglesia católica cuando se celebra el día de un santo, por ejem­plo, S. Francisco de Asís o Sta. Teresa de Jesús, se refiere al día de su muerte, que es cuando nació para Dios. Por eso el día de nuestra muerte será algo muy grande, en ese momento nacemos para la eternidad, para la vida verdadera. Sin embargo, en la Iglesia católica hay tres excepciones a esto. Hay tres santos de los que celebramos no sólo el día de la muerte, sino también el día de su nacimiento en la tierra. Estos santos son: Jesucristo, el día 25 de Diciembre; S. Juan Bautista, el día 24 de Junio; y la Virgen María, el día 8 de Septiembre.

            Antes de nacer Jesús el hombre estaba irremediablemente caído, su destino era la perdición. El pecado había hundido al hombre en el abismo. Los judíos intentaban salvarse queriendo hacer cosas muy perfectas: unas determinadas oraciones, algunas limosnas, no contaminarse con alimentos impuros (no podían comer el cerdo ni serpientes, etc.). Otros hombres de otras religio­nes intentaban calmar la ira y la justicia de Dios con sacrifi­cios de animales o de personas (en Hawái, el dios era el volcán y cada vez que entraba en erupción se le echaba por el cráter abajo a una chica virgen para calmar a ese dios). Los romanos y los griegos tenían mil dioses. En Nueva Guinea tenía miedo a los dioses hasta que llegaron los misioneros y les hablaron de una religión donde Dios es amor.

            Ante toda esta desastrosa situación, Dios Padre tuvo miseri­cordia de los hombres y les envió a su Hijo para su salvación. Quiso hacerlo de un modo muy sencillo. No quiso presentarse Dios en medio de truenos y terremotos, sino por medio de una mujer. Así también entramos cada uno de nosotros en este mundo. Y Dios eligió una mujer. El estaba presente en el momento en que Joaquín y Ana se unieron y Ana concibió en su seno a María. Dios estaba presente durante los nueve meses de gestación. Dios estaba pre­sente en el momento que María, la que iba a ser madre de Jesús, nació. Y aquí sucedió un milagro que celebramos el 8 de Diciem­bre: María nació sin pecado original. El pecado es lo más contra­rio a Dios. Si María iba a llevar en su seno al Hijo de Dios, a Dios mismo, no tenía en ella el pecado, por eso la preservó de ese pecado original.

            Hasta que nació María estuvo 9 meses en el vientre de su madre. Pues bien, hasta que nació Jesucristo -María tendría por entonces unos 14 o 15 años- la Virgen tuvo que estar preparándose para ser Madre de Dios. Y aquí fue interviniendo la gracia de Dios. Enseñándola cosas: a preocuparse por los demás, a orar, a sentir la presencia de Dios, a desear la salvación de los hom­bres. Y por fin, un día un ángel se le presentó. Pero esto es ya otro momento que meditaremos en Navidad.

            Hoy, día del nacimiento de María, celebramos también en Asturias a nuestra patrona: la Santina de Covadonga. ¿A cuántas personas acompañó en su soledad, en sus dolores, en sus alegrías, en su muerte? Y lo sigue haciendo. Mucha gente fue este verano ante la Santina; allí hubo gente, que haciendo una confesión general, abandonaron su tibieza y comenzaron una vez más el camino de Dios. Ella sabe mucho de eso. Estos son milagros que se están produciendo. Aclamemos ahora a nuestra Santina con su canto: ¡¡BENDITA LA REINA...!!

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