viernes, 13 de septiembre de 2024

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario (B)

15-9-2024                   DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO (B)

                                                        Is. 50, 5-10; Sal. 114; Sant. 2, 14-18; Mc. 8, 27-35

Homilía en vídeo.

Homilía de audio

Queridos hermanos:

La 2ª lectura nos habla de la fe. Concretamente dice así: ¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? […] Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te probaré mi fe. Vamos a profundizar un poco en el tema de la fe. Se pueden decir muchas cosas; aquí sólo se harán unos apuntes.

            Hay visiones parciales, defectuosas o falsas de la fe. Veamos algunas:

            - Hay quien vive con una fe empequeñecida. Su fe sólo vale para la propia salvación eterna. Y aquí hay diversos modelos: + Dios es un dios castigador que lleva exacta cuenta de nuestras acciones, omisiones y pensamientos. Por eso, estas personas aguantan todo lo que sea, lo que venga en la vida con tal de ir al cielo. +Gente que piensa que la religión es para salvarse en la otra vida. Con vivir la religión ahora te compras un boleto para el cielo. Dios nos hace felices, pero sólo después de muertos. +Gente que busca salvarse sólo ella y los demás que hagan lo que quieran.

            - Hay quien vive con una fe ritualista. Mantienen con Dios una relación distante. Sólo la ejercen en actos oficiales, o sociales, o folclóricos, y con frialdad. Confunden la fe con la simple religio­sidad. Llegan a Misa tarde o en punto. Están en la Misa como un banco: "Predícame cura, predícame fraile..." No les interesa la marcha de la parroquia, ni de la Iglesia, ni lo que ellos pudie­ran hacer por ella. Reniegan cuando al final el cura da avisos y no les deja salir, y salen inmediatamente que el cura da la bendición. No se quedan ni un segundo. Hasta la semana que viene, que ya han cumplido. Se casan por la Iglesia, van a funerales, etc. Pero la fe cristiana, el mensaje de Jesús no tratan de vivirlo. Tratan de no robar y no matar y ya está. Es la ley del mínimo esfuerzo.

            - Hay quien vive con una fe utilitarista. “Do ut des”. A Dios le compro su protección. Hago a Dios una serie de cosas para que me dé a cambio otra serie de ellas, y me enfado con Él si no cumple su parte del contrato, que, por otra parte, lo he redactado yo. Ejemplos: +Natalia: “-¿De qué me valieron las misas a que fui, las limosnas que di, oraciones que hice si ahora a mis 70 y pico años estoy enferma?” Pepe: “-Pero, ¿Vd. hacía eso para que no le pasase nada?” Natalia: “-¡Hombre, claro!” +Madre de torero. +Señora soltera que no limpiaba a san Antonio, si éste no le daba un novio.

            Vamos ahora a ver la fe cristiana verdadera. Ante todo hemos de decir que LA FE ES LA RESPUESTA DEL HOMBRE A LA DONACIÓN AMOROSA DE DIOS A ESE HOMBRE.

            - Sin embargo, la iniciativa de nuestra vida de fe parte siempre de Dios. "Él nos amó primero" (1 Jn. 4, 19), y nos "dio su Hijo Unigénito para que todo el que crea en El, no perezca, sino que tenga la vida abundante" (Jn. 3, 16). Yo no puedo creer si, de algún modo, no me siento amado primero por Dios. Y cuanto más percibo su amor, más crece mi fe. El paso primero de la fe lo da Dios, no nosotros. Incluso si un hombre sin fe se plantea en un momen­to comenzar a buscarlo es porque Dios ya le está amando e inquietan­do de un modo misterioso y maravilloso en su interior.

            - Por tanto, la fe es un don de Dios y, al mismo tiempo, la fe es un acto libre del hombre. Yo no puedo creer, si Él no me da la fe; Él no me puede dar la fe si yo no quiero creer. En cierta medida, se trata de conjugar el problema de la libertad humana y de la acción de Dios. Nosotros debemos afirmar los dos extremos contradictorios; el cómo se da o se desenvuelve este misterio nos es aún desconocido. Este acto libre del hombre consiste en una respuesta positi­va del hombre a Dios.

            - La fe no es algo abstracto: “Yo creo en una mano poderosa que tuvo que crear esto”. “Yo creo en un principio espiritual que impulsa el universo y que dio unas leyes por las que se rige, pero Él está allí y yo aquí” (Como me decía un chico español en Alemania). No, nosotros creemos en un ser personal al que llamamos Dios. Pero nuestro Dios es el Dios de Jesucristo. El que nos ha revelado Jesucristo, no el que nos ha revelado Mahoma ni Buda, sino Jesu­cristo. Los árabes no creen en Mahoma, sino en Alá; ni los budis­tas en Buda. Nosotros creemos en Dios y en Jesucristo. Creer en Jesucristo es, no sólo reconocer que Él es el enviado y el Hijo del Padre, y aceptar un conjunto de verdades que Él nos enseña, sino también -y sobre todo- una entrega de corazón a Cristo con todas sus consecuen­cias. ¿Qué consecuencias pueden ser éstas? Voy a poneros dos ejemplos: +Me contaban que en unas convivencias a las que había ido una pareja de novios, en ellas la chica descu­brió que era llamada por Cristo a la vida religiosa. Se lo dijo a su novio y lo dijo allí en público. El chico lloraba, pero ella se sentía llamada por Dios y tenía que entregarse a su Amado, a su Novio Eterno. +Chico de unos 28 años que rechazó un trabajo bien remu­nerado porque allí se explotaba a otras personas y que, además, una vez al año invita a sus amigos a cenar en la Cocina Económica de Oviedo y paga él la comida de todos. Repito: Creer en Cristo es entregar el corazón a Cristo con todas sus consecuencias.

            - La fe es un encuentro personal y amistoso con Dios. Esa fe no puede ser empequeñecida, es decir, que sólo me salva a mí y después de muerto. Me salva con los demás y todo mi ser: cuerpo, mente y espíritu. Dios no me salva sólo el espíritu y sólo después de mi muerte. Me salva el cuerpo, la mente y el espíritu, y me salva aquí y ahora. A mí Dios me hace feliz aquí y ahora. Si no es así, entonces ése no es Dios, es el opio del pueblo. No sería todopoderoso.

            Vemos los ejemplos de María, de Abrahán y Pablo, cómo fueron salvados ya aquí y ahora en medio de todos sus padecimientos. Pablo decía 2 Co. 11, 22-29; Flp. 3, 5-9. ¿Qué será el encuentro con Cristo para que miles de hombres y mujeres a lo largo de la historia se hayan dejado matar y perseguir sólo por amor a Él? ¿Qué tendrá ese encuentro que hace que una chica se meta a monja de clausura para toda la vida y viva feliz? (Lerma).

            Las características de esta fe en Cristo son las siguientes:

+ En este encuentro con Cristo se nos confía una misión que compromete la vida entera. No sólo media hora de los domingos o los domingos o 5 minutos diarios de oración. Compromete mi vida en casa-familia, estudio-trabajo, ocio, enfermedad, salud, vida, muerte. Yo soy cristiano siempre y en todo mi ser.

            + La fe siempre es misionera (Mt. 28, 19-20). Conozco una señora casada, que antes llevaba una relación buena con los demás: su casa, su familia, su misa dominical. Desde que se encontró con Dios, su mundo ha crecido: trata en la calle y fuera con personas con graves problemas: una que tiene depresiones, otra que su marido la engañó, otra que el novio la deja, otra que su marido está de cáncer. Lleva limosnas en dinero y especie a la Cocina Económica; ha cambiado su comportamiento con su marido y sus hijos.

            + La fe es liberadora. De complejos, de miedos, egoísmos.

            + La fe nos une a Dios, con nosotros mismos, con los demás, con el mundo que nos rodea. Este mundo no es hostil. Es obra de Dios y, por tanto, la amo y la cuido.

¡ALIMENTA TU FE Y LA DUDA MORIRÁ DE HAMBRE!

Homilías semanales EN AUDIO: semana XXIII del Tiempo Ordinario

1ª Corintios 9,16-19.22b-27; Salmo 83; Lucas 6, 39-42

Homilía viernes XXIII del Tiempo Ordinario

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Santina de Covadonga (B)

8-9-2024                                NTRA. SRA. DE COVADONGA

1ª Lect: Cant. 2, 10.14; Responsorial: Lc. 1, 46-55;

2ª Lect: Ap. 11, 19ª; 12, 1.3-6ª.10ab; Evang: Lc. 1, 39-47

Homilía en vídeo

Homilía en audio.

Queridos hermanos:

            Hoy es la fiesta del nacimiento de María Virgen. En la Iglesia católica cuando se celebra el día de un santo, por ejem­plo, S. Francisco de Asís o Sta. Teresa de Jesús, se refiere al día de su muerte, que es cuando nació para Dios. Por eso el día de nuestra muerte será algo muy grande, en ese momento nacemos para la eternidad, para la vida verdadera. Sin embargo, en la Iglesia católica hay tres excepciones a esto. Hay tres santos de los que celebramos no sólo el día de la muerte, sino también el día de su nacimiento en la tierra. Estos santos son: Jesucristo, el día 25 de Diciembre; S. Juan Bautista, el día 24 de Junio; y la Virgen María, el día 8 de Septiembre.

            Antes de nacer Jesús el hombre estaba irremediablemente caído, su destino era la perdición. El pecado había hundido al hombre en el abismo. Los judíos intentaban salvarse queriendo hacer cosas muy perfectas: unas determinadas oraciones, algunas limosnas, no contaminarse con alimentos impuros (no podían comer el cerdo ni serpientes, etc.). Otros hombres de otras religio­nes intentaban calmar la ira y la justicia de Dios con sacrifi­cios de animales o de personas (en Hawái, el dios era el volcán y cada vez que entraba en erupción se le echaba por el cráter abajo a una chica virgen para calmar a ese dios). Los romanos y los griegos tenían mil dioses. En Nueva Guinea tenía miedo a los dioses hasta que llegaron los misioneros y les hablaron de una religión donde Dios es amor.

            Ante toda esta desastrosa situación, Dios Padre tuvo miseri­cordia de los hombres y les envió a su Hijo para su salvación. Quiso hacerlo de un modo muy sencillo. No quiso presentarse Dios en medio de truenos y terremotos, sino por medio de una mujer. Así también entramos cada uno de nosotros en este mundo. Y Dios eligió una mujer. El estaba presente en el momento en que Joaquín y Ana se unieron y Ana concibió en su seno a María. Dios estaba presente durante los nueve meses de gestación. Dios estaba pre­sente en el momento que María, la que iba a ser madre de Jesús, nació. Y aquí sucedió un milagro que celebramos el 8 de Diciem­bre: María nació sin pecado original. El pecado es lo más contra­rio a Dios. Si María iba a llevar en su seno al Hijo de Dios, a Dios mismo, no tenía en ella el pecado, por eso la preservó de ese pecado original.

            Hasta que nació María estuvo 9 meses en el vientre de su madre. Pues bien, hasta que nació Jesucristo -María tendría por entonces unos 14 o 15 años- la Virgen tuvo que estar preparándose para ser Madre de Dios. Y aquí fue interviniendo la gracia de Dios. Enseñándola cosas: a preocuparse por los demás, a orar, a sentir la presencia de Dios, a desear la salvación de los hom­bres. Y por fin, un día un ángel se le presentó. Pero esto es ya otro momento que meditaremos en Navidad.

            Hoy, día del nacimiento de María, celebramos también en Asturias a nuestra patrona: la Santina de Covadonga. ¿A cuántas personas acompañó en su soledad, en sus dolores, en sus alegrías, en su muerte? Y lo sigue haciendo. Mucha gente fue este verano ante la Santina; allí hubo gente, que haciendo una confesión general, abandonaron su tibieza y comenzaron una vez más el camino de Dios. Ella sabe mucho de eso. Estos son milagros que se están produciendo. Aclamemos ahora a nuestra Santina con su canto: ¡¡BENDITA LA REINA...!!