domingo, 30 de junio de 2024

Domingo XIII del Tiempo Ordinario (B)

30-6-2024                   DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO (B)

Sb.15, 13-15; 2, 23-24; Sal. 29; 2 Co. 8, 7-9.13-15; Mc. 5, 21-43

Homilía en audio

Queridos hermanos:

            Quiero comentar unas de las últimas palabras de Jesús en el evangelio de hoy: “Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate)”.

            Hace pocos días fui a llevar la Comunión a una persona anciana. Siempre que la había visitado tenía la mente muy despejada y mucho ánimo. Sin embargo, ese día, a pesar de seguir con la cabeza bastante despejada, estaba muy alicaída y con pérdida de fuerzas para todo. ¿Qué es lo que siente y experimenta un enfermo (con cualquier tipo de enfermedad)? ¿Qué es lo que pudo haber sentido aquella niña, de unos 12 años de edad, cuando veía que la vida se le escapaba por entre los dedos? ¿Qué es lo que siente cualquier persona cuando experimenta que ha perdido su trabajo, su empresa, su casa, su familia, su fama…?

            Sí, en tantas ocasiones nosotros somos como Jairo, ese padre al que se le está muriendo su hija. En tantas ocasiones nosotros somos como esa niña que, teniendo toda una vida por delante, nos aplastan la enfermedad o los problemas y no nos dejan vivir ni disfrutar de la vida. En tantas ocasiones nosotros somos como cualquier persona en el mundo que tienen decenas de problemas y que no vemos ningún tipo de salida. Por eso, esa niña moribunda y postrada en la cama… somos nosotros; ese padre, Jairo, destrozado… somos nosotros. Entonces, clamamos y pedimos ayuda a Dios, y Dios se acerca a nosotros y nos dice: “Talitha qumi (que significa: contigo hablo, niña, levántate)”.

            ¿Qué significa ‘Talitha qumi’ para nosotros?

* Significa, no simplemente que nos desaparezcan todos los problemas con un chasquido de dedos, sino que significa que veamos (que Dios nos haga ver) la vida de otra manera, como aquel anciano que decía que sólo se había quejado una vez en toda su vida: Cuando era muy joven e iba con los pies descalzos y no tenía dinero para comprar zapatos. Entonces vio un hombre feliz que no tenía pies. Y nunca volvió a quejarse. Sí, Jesús nos dice que no nos andemos quejando por lo que nos falta y no valoremos lo que ya tenemos. LA VIDA NO ES ESTO O AQUELLO, SINO CÓMO NOS SITUAMOS ANTE ESTO O AQUELLO. Dios nos dice: ‘Contigo hablo: ¡¡¡Levántate y mira a tu alrededor!!! Mira tu cuerpo, mira tus ojos, tus pies, tus riñones que funcionan perfectamente, tu piel tapada para el frío o tu estómago que puede alimentarse, tu cama para descansar, tu mejilla besada, tu alma llena del amor de Dios… Sí, levántate y no te hundas porque las cosas no te salen como quieres o como te dicen que tienen que salir. Mira la vida de otra manera’. Como dice aquel sabio dicho: las cosas tienen la importancia que tienen, pero sobre todo tienen la importancia que les demos.

            * Hace muchos años la Peste se dirigía a Damasco y pasó velozmente junto a la tienda del jefe de una caravana del desierto. Éste le preguntó: ‘¿A dónde vas con tanta prisa?’ ‘A Damasco, a cobrarme un millar de vidas’. De regreso de Damasco la Peste encontró de nuevo al jefe de la caravana y éste le dijo: ‘¡Ya sé que te cobraste 50.000 vidas y no mil como habías dicho!’ ‘No, yo sólo me he cobrado mil vidas. El resto se los ha llevado el Miedo’, respondió la Peste. Sí, nos dice Dios: ‘Talitha qumi’. Levántate, no tengas miedo. No estés lleno de complejos, de temores al qué dirán, al qué pensarán, al se van a reír, a qué me pasará… Jesús te levanta de tu postración, de tu cama, de tu habitación-refugio, de tu egoísmo, de tu ira, de tu mediocridad, de tu mal pensar siempre de los demás, del destino…

* Dos ángeles que viajaban pararon a pasar la noche en el hogar de una familia rica. La familia era grosera y rechazó la estancia de los ángeles en el cuarto de huéspedes de la mansión. En su lugar los huéspedes fueron hospedados en un espacio frío del sótano. Hicieron su cama en el suelo puro; entonces, el ángel más viejo vio un agujero en la pared y lo reparó.  Cuando el ángel más joven le preguntó por qué lo hizo, el ángel viejo le contestó: “Las cosas no son siempre lo que parecen”.

La noche siguiente, los ángeles se hospedaron en un hogar muy pobre, pero el granjero y su esposa eran muy hospitalarios. Después de compartir el poco alimento que tenían, los esposos dejaron dormir a los ángeles en la cama de ellos para que estuvieran cómodos el resto de la noche. Cuando el sol salió a la mañana siguiente los ángeles encontraron al granjero y a su esposa llorando desconsolados: su única vaca, de la cual obtenían dinero por su leche, estaba muerta en el campo.

El ángel joven se enfureció y le preguntó al ángel viejo por qué permitió que esto sucediera. “El primer hombre tenía todo y le ayudaste tapando el hueco de su pared; la segunda familia tenía muy poco y estaban dispuestos a compartir todo y dejaste morir a su única vaca”. “Las cosas no siempre son lo que aparentan”, le contestó el viejo ángel. “Cuando permanecíamos en el sótano de la mansión, noté que había oro en ese agujero de la pared. Puesto que el propietario era tan avaro y poco dispuesto a compartir su buena fortuna, sellé la pared para que él jamás lo encuentre. Sin embargo, ayer en la noche cuando nos dormimos en la cama de los granjeros, el ángel de la muerte vino por su esposa. Y le di la vaca en lugar de ella”.

Efectivamente, “las cosas no son siempre lo que parecen”. Esto es a veces exactamente lo que sucede cuando las cosas no resultan de la manera que esperamos. Si tienes fe, necesitas confiar en ese resultado y ésta será tu única ventaja. Puede ser que no lo sepas hasta tiempo más adelante.

Piensa esto: Si te es difícil conseguir dormir esta noche,  recuerda a la familia sin hogar que no tiene ni una cama para dormir.

            Si tienes un mal día en el trabajo, piensa en el hombre que lleva tres meses buscando trabajo.

Si te desesperas por lo mal que te ha ido con tu cónyuge, piensa en la persona que nunca ha conocido el amor.

Si te afliges porque se acabó ya el fin de semana, piensa en la persona que está trabajando doce horas al día, siete días a la semana por 50 euros semanales para alimentar a su familia.

Si tu coche te deja tirado a unos kilómetros de la ciudad, piensa en el paralítico que amaría la oportunidad de darse esa caminata.

Si notas un pelo gris nuevo en el espejo, piensa en el paciente con cáncer que desea tener pelo.

Si te encuentras perdido en tu vida y preguntándote cuál es tu propósito, sé agradecido. Hay gente que no vivió lo suficiente para conseguir esa oportunidad.

Pensar de esta manera es ‘Talitha qumi’. Es levantarse, que no te aplaste el mal humor, el mal pensar, el pecado, la desidia, la desgana, los múltiples fracasos de tu vida, la falta de fe, la poca fe, el ambiente hostil a tu alrededor... Sí, Dios nos dice a todos y a cada uno de nosotros en el día de hoy y cada día de nuestra existencia: ‘Contigo hablo, levántate’ ‘Talitha qumi’.

jueves, 20 de junio de 2024

Domingo XII del Tiempo Ordinario (B)

23-6-2024                               XII DOMINGO T. ORDINARIO (B)

LOS MILAGROS

Homilía de vídeo

Homilía en audio

Queridos hermanos:

            Acabamos de escuchar el relato del evangelio en que se nos cuenta cómo Jesús calmó un huracán. Este es uno de los muchos milagros que en los evangelios se nos narra de Jesús.

¿Vosotros creéis en los milagros que se encuentran en los evangelios? ¿Creéis que fueron verdad o no? Después de todo lo que he estudiado, leído y escuchado, puedo resumir a tres las posturas sobre los milagros de Jesús: 1) Según Celso, un autor pagano aproximadamente del siglo III, Jesús era hijo de María, una mujer de Nazaret, y de un soldado romano. Jesús estuvo en Egipto de pequeño con su madre y allí, como tenía una inteligencia despierta, aprendió de los magos egipcios trucos de magia que, cuando fue mayor y habiendo regresado a Israel, realizó delante de los judíos, unos hombres crédulos e ignorantes, y llegó a convencerles de que él era un ser superior. Esto lo logró sobre todo con algunos, que se convirtieron en sus discípulos. Y éste es el origen de los milagros de Jesús: trucos de magia. 2) Jesús era un hombre normal y corriente que, como muchos otros en aquellos tiempos en Israel, se autoproclamó el Mesías de Dios, pero fue ajusticiado y sus seguidores lo divinizaron después de su fallecimiento. Así los discípulos, en los escritos que hicieron posteriormente, inventaron y adornaron hechos como, por ejemplo, los milagros, que, por supuesto, son falsos todos ellos. 3) Los milagros son hechos reales que hizo Jesús, el Hijo de Dios, y los apóstoles se limitaron a escribir lo que ellos mismos y otros muchos habían visto y oído.

¿Con cuál de las tres posturas os quedáis vosotros? Si nos quedamos con la última, entonces he de hacer una nueva pregunta: ¿los milagros son hechos del pasado o también pueden estar en el presente? O dicho de otra manera, ¿realmente es Dios TODOPODEROSO hoy día? Voy a contaros un chiste, que es muy viejo y conocido, pero que ilustra lo que deseo deciros: había una vez un hombre que tenía una moto. Cierto día por la mañana fue a arrancarla para ir al trabajo, pero no le arrancaba. Empezó a echar blasfemias y tacos por su boca, pero… la moto seguía sin arrancar. En esta situación pasó por allí una monja que iba a la Misa de la mañana y, al ver la situación, le dijo al hombre aquel: “Buen hombre, no diga Vd. esas palabras sucias. Verá, diga Vd.: ‘¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!’”. Al hombre aquel le pareció una tontería, pero como estaba tan desesperado aceptó y dijo: “¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!” Y la moto arrancó. Entonces se montó en ella, le dio las gracias a la monja y se marchó. Pero lo mejor, o lo peor, fue que la monja exclamó al ver que la moto había arrancado: “¡Si no lo veo, no lo creo!” A lo mejor, así nos pasa a nosotros: que leemos los evangelios, que decimos creer lo que en ellos se dice, pero que no creemos realmente en que aquí y ahora Dios se puede manifestar en nuestras vidas. Porque los milagros no son otra cosa que la manifestación palpable de Dios, entre otras muchas maneras, en medio de nosotros.

¿Queréis que veamos milagros hoy día entre nosotros? ¿Queréis que Dios haga milagros hoy día a través nuestro? ¿Sí? Atención para ver milagros o para hacer milagros (recordad que estos son acción de Dios y no de los hombres) no podemos tener la mentalidad de la lámpara de Aladino. Es decir, lo mismo que Aladino frotaba la lámpara y pedía un deseo y éste se cumplía, quizás los cristianos pensemos que Dios actúa del mismo modo: “Yo te pido que me toque la bonoloto o el cuponazo de la ONCE”; “yo te pido que se le cure el cáncer a mi abuelo”; “yo te pido que apruebe los exámenes”; “yo te pido quedar embarazada”; “yo te pido encontrar trabajo en Oviedo para no tener que irme lejos de mi familia”… y ¡¡¡ZAS!!!, se realiza el milagro y el deseo es cumplido. Y, si no es cumplido, es que esto no funciona y no existen hoy los milagros, y estos, o fueron cosas del pasado o fueron cosas que nunca sucedieron.

Repito las preguntas anteriores: ¿Queréis que veamos milagros hoy día entre nosotros? ¿Queréis que Dios haga milagros hoy día a través nuestro? ¿Sí? Entonces tenemos que mirar y actuar como los santos: Lo que hemos de hacer es entrar en la corriente divina de la santa voluntad del Padre, es decir, ser uno con Dios para que El sea uno en y con nosotros. Esta identidad debe ser tal que su voluntad sea la nuestra, y entonces nuestra voluntad será la suya. Los ojos de Dios deben ser nuestros ojos, sus labios nuestros labios, sus manos nuestras manos, sus pies nuestros pies, su corazón nuestro corazón. No puede haber nada de amor propio dentro de nosotros. No debemos querer o anhelar nada que Él no quiera. No podemos desear nada que Él no desee. No podemos amar nada que Él no ame. Y al contrario, desearemos y amaremos todo lo que Él desee y ame. Y así, cualquier cosa que nos pida, la haremos. Y así, cualquier cosa que le pidamos, la hará, porque buscaremos su gloria, su voluntad, y no nos buscaremos en nada a nosotros mismos.

Con esto, una vez más, os estoy queriendo decir que no importan los milagros: ni que los haya ni que no los haya. Importa sólo Dios y Él se manifiesta cerca de nosotros o a través nuestro.

jueves, 13 de junio de 2024

Domingo XI del Tiempo Ordinario (B)

16-6-2024                              DOMINGO XI TIEMPO ORDINARIO (B)

Ez. 17, 22-24;Sal. 91; 2 Co. 5, 6-10; Mc. 4, 26-34

Homilía de vídeo

Homilía en audio

Queridos hermanos:

            - Nuestra época, nuestro tiempo es propicio al pesimismo en todos los niveles, ya que los problemas nos abruman: ¿Qué pasará con lo de Cataluña? ¿Qué hará este nuevo gobierno? ¿Putin, Ucrania, Gaza, falta de expectativa laboral para tantos jóvenes y para tantas familias, situaciones familiares muy problemáticas…?

            Y este pesimismo que nos rodea a nivel político, social, familiar y personal también se contagia, con frecuencia, en la Iglesia, en los cristianos: Son pocos los que vienen a Misa, casi ningún joven; no surgen vocaciones de sacerdotes o religiosas; parece que va a desaparecer la fe católica; etc. Además, si miramos para nosotros mismos vemos muchas veces que estamos muy lejos de Dios, que no cumplimos como debiéramos, rezamos porque sí, hay pecados y defectos que los tenemos durante años y no somos capaces de superarlos. A veces dudamos si existirá Dios (¿por qué no se nos muestra con gran poder, y que haga milagros y así todos creerían en Él?). Otras veces dudamos si habrá algo más allá, si no habrán sido los curas los que han inventado todo este entramado.

            También los primeros discípulos tenían sus dudas: 1) Se habían juntado a Jesús para medrar (Santiago-Juan, los cuales querían estar al lado de Jesús, pero… en su trono; Pedro, que no quería que Jesús muriese, ya que si moría Él, entonces todos los proyectos de Pedro se derrumbarían y, por eso Jesús tuvo que decirle aquello de ‘apártate de mí, Satanás. Tú piensas como los hombres y no como Dios’); 2) para lograr su revolución sangrienta (como Santiago el Menor: zelotes); 3) pero los discípulos fueron viendo que nada de sus anhelos llegaba, sino que cada vez estaban más lejos; 4) los familiares tomaron a Jesús por loco; 5) los fariseos dijeron que Jesús era Satanás; 6) luego Jesús dijo que había que comer su carne y beber su sangre; 7) y que iba a morir. Entonces, ¿dónde estaba el Reino de Dios, en qué se notaba que había comenzado, dónde estaban sus fronteras, su bandera, su ejército, sus ministros?

            Muchos de los seguidores de Jesús tenían sus propias pretensiones, que no eran las mismas que las de Dios: buscaban sólo saciarse de pan, o curarse de sus enfermedades, o ver un espectáculo a base de milagros. En aquellos tiempos había muy pocos que siguieran de verdad a Jesús. También hoy hay poca gente que crea en Jesús de verdad y que intente cumplir de verdad su mensaje.

            - Jesús nos dice en el evangelio de hoy que el Reino de Dios es algo muy pequeño. Su crecimiento es obra de Dios. Este crecimiento sucede, como en las semillas que se plantan en los campos, también de noche, sin que sepamos cómo. Tenemos que continuar sin verlo, guiados por la fe, como se nos dice en la segunda lectura.

            Hemos de ver el Reino de Dios, no en grandes cosas, sino en pequeñas cosas (Jesús no nace en palacio de Herodes, sino en cuadra; a Jesús sólo lo reconocieron los Reyes Magos y unos pastores ignorantes, pero no los poderosos ni los sabios de Israel). El Reino de Dios está en la alegría que Jesús me da para vivir, para creer; en los hombres y mujeres que, sin grandes aspavientos, fueron fieles a Dios a lo largo de la historia; en cualquiera de noso­tros que abandona su pereza y su egoísmo, y realiza un acto de servicio a los demás.

            El Reino crece en nosotros, no ahoguemos su semilla. Tengamos paciencia. Esta historia, que narro a continuación ilustra muy bien la idea que Dios desea transmitirnos. Se titula esta historia así:

ORACIÓN DE UNA TAZA. ‘AGUANTA UN POCO MAS’

“Se cuenta que en Inglaterra había una pareja que gustaba de visitar las pequeñas tiendas del centro de Londres. Al entrar en una de ellas se quedaron prendados de una hermosa tacita. ‘¿Me permite ver esa taza?’ preguntó la señora, ‘¡nunca he visto nada tan fino!’

En las manos de la señora, la taza comenzó a contar su historia: ‘Usted debe saber que yo no siempre he sido la taza que usted está sosteniendo. Hace mucho tiempo yo era solo un poco de barro. Pero un artesano me tomó entre sus manos y me fue dando forma. Llegó el momento en que me desesperé y le grité: ¡Por favor... ya déjeme en paz! Pero mi amo sólo me sonrió y me dijo: «Aguanta un poco más, todavía no es tiempo»

Después me puso en un horno. ¡Nunca había sentido tanto calor! Toqué a la puerta del horno y a través de la ventanilla pude leer los labios de mi amo que me decían: «Aguanta un poco más, todavía no es tiempo».

Cuando al fin abrió la puerta, mi artesano me puso en un estante. Pero, apenas me había refrescado, me comenzó a raspar, a lijar. No se cómo no acabó conmigo. Me daba vueltas, me miraba de arriba a abajo. Por último me aplicó meticulosamente varias pinturas. Sentía que me ahogaba.  Por favor déjame en paz, le gritaba a mi artesano; pero él sólo me decía: «Aguanta un poco más, todavía no es tiempo».

Al fin, cuando pensé que había terminado aquello, me metió en otro horno, mucho más caliente que el primero. Ahora si pensé que terminaba con mi vida. Le rogué y le imploré a mi artesano que me respetara, que me sacara, que si se había vuelto loco. Grité, lloré; pero mi artesano sólo me decía: «Aguanta un poco más, todavía no es tiempo».

Me pregunté entonces si había esperanza. Si lograría sobrevivir aquellos tratos y abandonos. Pero por alguna razón aguanté todo aquello. Fue entonces que se abrió la puerta y mi artesano me tomó cariñosamente y me llevó a un lugar muy diferente. Era precioso. Allí todas las tazas eran maravillosas, verdaderas obras de arte, resplandecían como sólo ocurre en los sueños. No pasó mucho tiempo cuando descubrí que estaba en una fina tienda y ante mi había un espejo. Una de esas maravillas era yo. ¡No podía creerlo! ¡Ésa no podía ser yo!

Mi artesano entonces me dijo: «Yo sé que sufriste al ser moldeada por mis manos, mira tu hermosa figura. Sé que pasaste terribles calores, pero ahora observa tu sólida consistencia, sé que sufriste con las raspadas y pulidas, pero mira ahora la finura de tu presencia.  Y la pintura te provocaba nauseas, pero contempla ahora tu hermosura. Y, ¿si te hubiera dejado como estabas? ¡Ahora eres una obra terminada! ¡Lo que imaginé cuando te comencé a formar!»

Querido hermano que lees. Tú eres una tacita en las manos del mejor alfarero: Dios. Confíate en Sus amorosas manos, aunque muchas veces no comprendas por qué permite tu sufrimiento.

            Dios hace en nosotros ese crecimiento de su Reino, y nos pide esa paciencia para dejar que la semilla crezca a su ritmo, y produzca frutos a su tiempo.

jueves, 6 de junio de 2024

Domingo X del Tiempo Ordinario (B)

9-6-24                         DOMINGO X TIEMPO ORDINARIO (B)

Gn. 3, 9-15; Slm. 129; 2ª Co. 4, 13-5, 1; Mc. 3, 20-35

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Celebramos hoy el domingo X del tiempo ordinario. Comenzamos la serie de los domingos ‘verdes’, llamados así por el color de la casulla, cuyo significado es el de… ESPERANZA. Y así estaremos hasta el tiempo de Adviento, a primeros de diciembre.

            En el día de hoy quisiera hacer la homilía mayormente sobre la segunda lectura, es decir, sobre el texto que acabamos de escuchar de la segunda carta que san Pablo escribió a los cristianos de la ciudad griega de Corinto.

* Todos nosotros vamos a morir, somos personas que, desde nuestro nacimiento, estamos caminando hacia la muerte. A medida que pasan los años vemos síntomas de todo esto: las canas van apareciendo, el pelo se va cayendo, aparecen dolores reumáticos, nos cansamos mucho más rápidamente, el tiempo pasa mucho más rápidamente, etc. A esto se refiere san Pablo en la segunda lectura cuando dice que se desmorona nuestra morada terrestre[1] (se refiere a nuestro cuerpo).

            Ante esta situación, ¿qué podemos hacer? Hace un tiempo vi un reportaje en donde se hablaba la gran proliferación de clínicas de estética[2]. En ella quitan las arrugas, reimplantan cabellos en cabezas calvas, quitan grasa sobrante de los cuerpos, etc. Todo ello para ‘ganar’ unos pocos de años en nuestro cuerpo. Pero nosotros sabemos, como dice el refrán castellano, que, ‘aunque la mona se vista de seda, mona se queda’. O sea, que aunque podamos aparentar menos edad, nuestra edad es la que es… por mucho peluquín, lifting, maquillajes o demás cosas que hagamos a nuestro cuerpo.

            ¿Cuál debe ser la postura del cristiano ante la muerte que se le va acercando, ante las ‘goteras’ que van apareciendo en nuestro cuerpo? Antes de contestar a esta pregunta me gustaría traer aquí a colación la conversación que hubo el otro día entre unos hermanos, a los que les había fallecido su padre. Estos hombres no eran creyentes, eran ateos. A mí siempre me ha gustado saber lo que pasa en el interior de las personas ateas. Estaban en el tanatorio y en un determinado momento los empleados de la funeraria pidieron a los hijos del fallecido que se acercaran al ataúd, pues iba a proceder a la incineración y antes había que reconocer el cadáver, a fin de cerciorarse de que en el horno iban a meter al cadáver adecuado. Destaparon el ataúd y se produjo el siguiente diálogo entre los hijos: Uno exclamó “Ahí va el paisano”. Otro dijo: “Es verdad. Ahí va”. Un tercero dijo: “Así son las cosas. Ahora nadie le va a preguntar si fue trabajador u holgazán, si anduvo deprisa o despacio, si fue bueno para los demás o si fue malo como un perro”. Después de asentir todos los presentes, hubo un silencio total. Para un ateo… TODO SE TERMINA CON LA MUERTE. La muerte es el muro en el que nos estrellamos todos. DESPUÉS… NO HAY NADA.

* Y ahora de nuevo repito la pregunta: ¿Cuál debe ser la postura del cristiano ante la muerte que se le va acercando? Entiendo que lo primero que debemos hacer es no angustiarnos y aceptar nuestra situación. Somos así, somos perso­nas que estamos destinados a la muerte. Este cuerpo que vemos, que tocamos y que tenemos se morirá un día. Segundo, los cristianos debemos poner nuestra esperanza en otra ‘cosa’ distinta de ese muro en que todo finaliza para los ateos. San Pablo nos descubre esa ‘cosa’ en la que tenemos que poner nuestra esperanza: “Aunque se desmorone la morada terrestre en que acampamos, sabemos que Dios nos dará una casa eterna en el cielo, no construida por hombres”. Tercero, es totalmente necesario que los cristianos cambiemos de perspectiva: no podemos mirar esta vida terrena como la mirarían los hombres sin fe. Para nosotros no debe de haber una vida antes de la muerte y otra vida después de la muerte. No. Se trata de una misma vida. ¿Por qué digo esto? Pues porque, para Dios, es la misma vida ésta de ahora y la de después de nuestra muerte. No pongamos el acento en la vida, sino en nosotros[3]; no pongamos el acento en la vida, sino en Dios. Quiero decir que lo que importa es Dios y nosotros, y no tanto si nosotros estamos en esta vida terrena o en la vida eterna. Para quien está en Dios y con Dios, esto es lo importante y lo otro (lo de estar en la vida terrena o en la vida eterna) es más accidental.

            * Pero, seguimos preguntando, ¿qué debemos hacer en nuestra vida para que Dios nos dé una casa eterna en el cielo, como dice san Pablo? Fijaros que es la misma pregunta que el joven rico le hizo a Jesús: ‘Maestro, qué tengo que hacer para heredar la vida eterna’.

            Para contestar a esta pregunta nos puede ayudar el evangelio que acabamos de escuchar hace un momento. En la escena María, la madre de Jesús, y algunos parientes habían ido a buscarlo y parece que Jesús les da un desaire[4]. “Y paseando la mirada por el corro, dijo: ‘Estos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi herma­na, y mi madre’”.

            De aquí podemos sacar las siguientes consecuencias:

            - María no es grande por el hecho de haber sido la madre de Jesús; ello, en sí mismo y aisladamente considerado, no tiene mayor valor para Jesús. Lo que sí tiene valor es que María haya cumplido la voluntad de Dios; aquí está la verdadera maternidad divina de María. Hubo una vez un joven abandonado por sus padres y que luego fue adoptado por un matrimonio. Años más adelante sus padres bioló­gicos le fueron a buscar para llevárselo consigo, pero él ya no quiso ir con ellos. Decía que sus verdaderos padres eran los que le habían atendido, los que no habían dormido por la noche cuando él tenía fiebre, los que le había reñido y querido en el día a día.

            - Finalmente, si nosotros queremos que Dios nos dé una casa eterna en el cielo cuando se acabe este cuerpo que ahora tenemos y tocamos, debemos dejar que se cumpla en nosotros su santa voluntad: ‘Señor, ¿qué es lo que quieres hacer en mí cada día?’ Hagamos revisión de nuestra vida y, en silencio, preguntemos a Dios si está contento con nosotros, si tenemos que cambiar en algo. Si muriéramos ahora mismo, ¿podría Jesús decirnos que somos su hermano, y su hermana, y su madre, porque en nosotros se está cumpliendo la voluntad de Dios?


[1] “… aun cuando nuestro hombre exterior se vaya desmoronando…”.

[2] Por si no lo sabéis, el gran regalo en Polonia a las niñas que hacen la primera Comunión es que se hagan una operación de estética: en labios, o cejas, o pómulos, o… ¿’Mola’, eh?

[3] Nosotros somos los mismos antes y después de la muerte física. José, Julia, Fernando, Rosa… no se acaban con la muerte. Siguen siendo ellos mismos después de la muerte. Continúa la misma persona.

[4] Una señora conocida mía siempre me decía, al hablar de este pasaje del evangelio que, si un hijo suyo le contestaba así, que le daba un guantazo...