jueves, 4 de abril de 2024

Domingo II de Pascua o Domingo de la Misericordia (B)

7-4-2024                                 DOMINGO II DE PASCUA (B)

Hch. 4, 32-35; Sal. 117; 1 Jn. 5, 1-6; Jn. 20, 19-31

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Queridos hermanos:

            - En el evangelio de hoy se nos narra el encuentro que tuvo Jesús con sus discípulos 8 días después del domingo de Pascua. En este día sucedió el episodio del apóstol Tomás y de Jesús. Cuando, finalmente, Tomás cree y acepta la resurrección de Jesús, y esto solamente porque lo ha visto con sus propios ojos y lo ha tocado con sus propias manos, es entonces cuando dice Jesús aquellas palabras tan famosas y que sirven para todos nosotros: “Jesús le dijo: ‘¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto’”.

            Está claro que ninguno de los que estamos aquí hemos estado físicamente al lado de Jesús, ni hemos escuchado sensiblemente sus palabras en nuestros oídos, ni le hemos tocado físicamente, pero, sin embargo, todos los que estamos aquí creemos en Jesús como nuestro Dios, como nuestro Señor y como nuestro Salvador. Por lo tanto, en nosotros se están cumpliendo estas palabras del evangelio de hoy: “Dichosos los que crean sin haber visto.

            A  finales del siglo XIX hubo una serie de avances técnicos, que hicieron creer a muchos que tales avances iban a solucionar todos los problemas de los hombres. La confianza en el hombre y en sus posibilidades se volvió ilimitada. Se llegó a creer que iban a desaparecer todas las enfermedades, toda el hambre, etc. La religión sería ya algo inútil. La religión se miraba como algo oscurantista, de la Edad Media y a los creyentes como pobres hombres: incultos y que vivían engañados. De esta época procede una anécdota, que ahora os narro: Ocurrió en 1892. Un señor de unos 70 años viajaba en el tren, teniendo a su lado a un joven universitario, que leía su libro de Ciencias. El caballero, a su vez, leía un libro de portada negra. El joven percibió que se trataba de la Biblia y que estaba abierta en el Evangelio de Marcos. Sin mucha ceremonia, el muchacho interrumpió la lectura del caballero y le preguntó: - Señor, ¿usted todavía cree en ese libro lleno de fábulas y cuentos? - Sí, mas no es un libro de cuentos, es la Palabra de Dios. ¿Estoy equivocado? - Pero claro que lo está. Creo que usted, señor, debería estudiar Historia Universal. Vería que la Revolución Francesa, ocurrida hace más de 100 años, mostró la miopía de la religión. Solamente personas sin cultura todavía creen que Dios hizo el mundo en 6 días. Usted, señor, debería conocer un poco más lo que nuestros científicos dicen de todo eso. - Y... ¿es eso mismo lo que nuestros científicos dicen sobre la Biblia? - Bien, como voy a bajar en la próxima estación, no tengo tiempo de explicarle, pero déjeme su tarjeta con su dirección para mandarle material científico por correo con la máxima urgencia. El caballero entonces, con mucha paciencia, abrió cuidadosamente el bolsillo derecho de su bolso y le dio su tarjeta al muchacho. Cuando éste leyó lo que allí decía, salió cabizbajo, sintiéndose peor que una ameba.  En la tarjeta decía:

Profesor Doctor Louis Pasteur

Director General del Instituto de Investigaciones Científicas

Universidad Nacional de Francia

            De Louis Pasteur es esta frase: “Un poco de ciencia nos aparta de Dios. Mucha, nos aproxima”.

            Tomás y tanta gente tienen las cosas ‘claras’. Existe lo que vemos, lo que tocamos, lo que comprendemos. Lo demás no existe. De acuerdo. Entonces, ¿por qué tenemos todo y de todo, pero no somos felices? ¿Qué nos falta? ¿Por qué, cuando Dios entra en nuestro corazón, nos damos cuenta de que todo lo demás es corto, temporal y no sacia? Nos lo dice Jesús: dichosos seremos si creemos. Dichosos seremos si creemos sin haber visto. Dios lo cambia todo. Decía Severo Ochoa a su mujer que él quisiera tener fe como ella, pero que no podía. Nosotros tenemos este privilegio de la fe sin mérito alguno de nuestra parte, y no lo valoramos suficientemente. No abandonemos el gran privilegio que tenemos con nuestra fe. Perderíamos lo mejor que tenemos.

Hay una frase que me ha gustado mucho desde la primera vez que la escuché y que dice así: ¡Alimenta tu fe y la duda morirá de hambre!” Sí, si tenemos dudas de fe, quizás es porque no hemos alimentado suficientemente nuestra fe con dedicación, entrega y búsqueda de Dios. Pero si alimentamos nuestra  fe cada día, nada ni nadie nos la podrán arrebatar.

            - En la primera lectura se nos dicen hoy también unas palabras preciosas, que describen la vida de los primeros discípulos de Jesús: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común […] Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor […] Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. Es muy importante que nos miremos en este espejo, pues aquí se nos dice cómo se comportaban los cristianos hace 2000 años, cómo tenemos que comportarnos hoy y cómo se han de comportar los cristianos del futuro. No podemos desviarnos de este modelo, pues perderíamos el núcleo de nuestro seguimiento de Jesús.

            1) Se nos dice que los primeros cristianos compartían sus bienes entre sí. Ninguno pasaba necesidad, pues los que tenían entregaban de lo suyo a quienes no tenían. Lo mismo que una familia atiende a los miembros de la misma más necesitados, lo mismo que unos padres atienden las necesidades de sus hijos, lo mismo que unos hijos atienden las necesidades de sus padres… Pues de igual manera, los cristianos, que formamos parte de la gran Familia de Dios, hemos de compartir lo que tenemos, que no es nuestro, sino de Dios, con aquellos hermanos que pasan hambre, sed, frío, soledad, sufrimiento, desnudez. Esto nos lo recuerda el evangelista san Juan, cuando nos dice: quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1ª Jn. 4, 20).

            2) Los primeros cristianos no tenían miedo a nada; sólo al pecado, pero no a los hombres ni a lo que dijeran los hombres. Por eso, los primeros cristianos decían y vivían la resurrección de Jesús abiertamente: el que había muerto estaba vivo, el fracasado había triunfado. Sí, Jesús vive y nos da vida, nos da luz, nos da calor, nos da fuerza, nos da paz, nos perdona y da sentido a nuestras vidas. Nuestros templos están medio vacíos, y sin gente joven, pero eso no quita fuerza y verdad a la resurrección de Jesús. Cuando Jesús entraba triunfante en Jerusalén el domingo de ramos, los discípulos gritaban y cantaban alborozados. Los sumos sacerdotes judíos quisieron callarlos y exigieron a Jesús que los acallara, pero Jesús les replicó: Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras (Lc. 19, 40). Sí, no debemos callarnos, pero, si lo hiciéramos, entonces gritarían sin miedo alguno las piedras y la creación entera.

            3) Cuando se dice en la primera lectura que los primeros cristianos pensaban y sentían lo mismo, no se refiere a que todos votaran al mismo partido político, o que tuvieran en común el mismo equipo de fútbol, o que les gustara la misma comida… No se refiere a esto. No. Cada uno tenía sus propias ideas y experiencias y gustos, pero todo ello quedaba en segundo lugar ante Dios y las cosas de Dios. Era más importante para ellos lo que les unía que los que les separaba. Esto era totalmente secundario, aquello era lo fundamental. Y lo que les unía era la misma fe y el mismo amor a Dios.

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