martes, 6 de septiembre de 2022

Santina de Covadonga

8-9-2022                     SANTINA DE COVADONGA (C)

                           Cant. 2, 10-14; Lc. 1, 46-55; Ap. 11, 19a; 12, 1.3-6a.10ab; Lc. 1, 39-47

Homilía en vídeo

Homilía de audio.

Queridos hermanos:

Este día de la Santina de Covadonga quiero predicar de la de la mano de unas palabras que el Papa Juan Pablo II dijo hace ya más de 30 años, cuando vino a Covadonga, a visitar a la Santina.

La primera idea es la siguiente. Me parece que os conté que hasta los 23 años yo no tenía devoción propiamente a la Virgen María: que si la Virgen del Carmen, que si la Virgen de los Dolores, que si la Virgen de Fátima... Sin embargo, muy poco tiempo antes de ordenarme sacerdote Jesús me hizo el regalo de darme esa devoción hacia su Madre, María. Sí, me dio un amor muy grande hacia la Virgen María. Desde ese día la tengo muy dentro de mi corazón. Y sufro cuando alguna persona me dice que no tiene devoción, ni amor a la Virgen María. Sufro porque se pierde lo que yo me perdí durante los 23 primeros años de mi vida. Por eso dice el Papa en aquella homilía: “La presencia de María es garantía de autenticidad de una Iglesia en la que no puede estar ausente la Madre de Dios”.

En efecto, nuestra fe tiene una serie de elementos, pero uno de ellos es la devoción y el amor a la Virgen María. Mirad a cualquier santo. Leed la vida de cualquier santo. Todos los santos tienen un amor muy grande a la Virgen María. Por lo tanto, si os falta a alguno de vosotros esa devoción, ese amor concreto a la Virgen María… Es un déficit, una carencia importante. Y hay que pedirle a su Hijo, Jesucristo, que os dé ese amor concreto a la Virgen María. Siempre recuerdo aquel episodio, que a mí siempre me enterneció, cuando a principios del siglo XX el gobierno mejicano decidió cerrar por ley todas las actividades de la Iglesia Católica y todos los templos de la Iglesia. El ejército fue cerrando una a una todas las parroquias e impidiendo que se celebraran las Misas públicamente. Asimismo el ejército fue con fusiles, bayonetas, pistolas a cerrar el santuario de la Virgen de Guadalupe. Pero no pudieron. ¿Sabéis qué pasó? Pues que delante de la puerta del santuario se plantaron una muchedumbre inmensa de niños, mujeres y ancianos diciendo: ‘Si queréis podéis cerrar el santuario de Nuestra Madre, pero antes tenéis que pasar por encima de nuestros cadáveres, pues nosotros no nos vamos a mover de aquí’. Y los soldados no se atrevieron a matar a aquella muchedumbre. Hoy, en muchos lugares, la devoción a la Virgen María, el amor a la Virgen María es lo que sostiene la fe católica. Esto mismo es lo que sostiene el Papa Juan Pablo II y yo también os predico.

Segunda idea: Decía también el Papa en aquella homilía: “Para poder anunciar esta verdad acerca de la Madre de Jesús es necesario hacer un recorrido de la fe. El itinerario de la fe”, dice el Papa. Es verdad, nuestra fe tiene que existir en movimiento. No podemos estar estancados. Tenemos que dar pasos. Fijaros en el itinerario de la fe de la Virgen María. Nos dice el evangelio que, estando recién embarazada, fue a ver su prima Isabel. Más adelante, estando embarazadísima, fue hasta Belén para dar a luz. Con el niño recién nacido, marchó con tantos kilómetros hasta Egipto. Después caminó por todo Jerusalén para buscar a su Hijo, cuando este se había perdido. También caminó con su Hijo durante tres años cuando este predicó la Buena Nueva y anunció el Reino de Dios por todo Israel de arriba abajo. Y, finalmente, acompañó a los miembros de la Iglesia los primeros años de existencia de esta. Este fue el peregrinaje de la fe, el camino de la fe.

¿Cuál es el camino de vuestra fe? El camino de nuestra fe tiene que ser con la Misa, con las confesiones, con el rezar, con la Palabra de Dios y… con nuestras acciones. Voy a poneros un ejemplo que me pasó hace un tiempo. Es un ejemplo de mi caminar en la fe: Estando yo de párroco en Tapia de Casariego, tenía que llevar 6 parroquias. Los sábados por la tarde celebraba, por lo menos cuatro Misas. Pues bien, un sábado bajaba de la casa rectoral de Tapia para coger el coche e ir a la primera Misa. Eran las 15,45 horas. Al entrar en la sacristía un momento para coger algo, tenía la ventana abierta para que saliera la humedad y vi en el suelo tirado un trozo de envoltorio de un helado. Enseguida me hice una composición: uno que pasaba al lado de la sacristía e iba comiendo un helado, al ver la ventana abierta, cogió y tiró para dentro el trozo del envoltorio. “Esto para el cura”. Cuando yo vi este trozo de envoltorio, cuando me di cuenta de lo que podía haber pasado, yo sentí tres cosas:

Primera, RABIA. ¿A quién se le ocurre tirar esto por la venta para adentro? Hay ahí al lado una papelera. ¿Por qué no lo tiró en la papelera? ¿Le gustaría que yo tirara mi basura en su habitación, dentro de su casa? Esto fue el primer sentimiento.

Segunda, fuel un IMPULSO DE AGACHARME, COGER EL ENVOLTORIO Y TIRARLO AFUERA, A LA ACERA. Tirarlo a la calle.

Tercera, sentí unas palabras en mi interior, que decían esto. Fijaros: “Ganas tú más que el otro”. Repito: “Ganas tú más que el otro”.

¿Qué quería decir esto? Quería decir lo siguiente con estas palabras, que para mí venían del Espíritu Santo: “Andrés, no les tengas rabia. No merece la pena”. Además, quería decir también: “No tires eso a la calle. Llévalo, pero no a la papelera, sino a un contenedor de reciclaje de plástico”.  Y pensé en hacer eso que me decía el Espíritu de Dios, y salí de la sacristía e iba al contenedor a tirar allí el envoltorio del helado. Cuando salí a la calle, sentí una alegría interior tan grande, que tuve que santiguarme para dar gracias a Dios. ¿Por qué? Fijaros, porque en ese momento se me había quitado totalmente la rabia y solo tenía ganas de llegar al contenedor y tirar allí el envoltorio. Sentí, además, un aumento de fe, de alegría, de humildad, de paz interior. Y entendí totalmente las palabras de Jesús: Pues obedeciendo al Espíritu Santo, ganaba yo. ¿Ganó el que tiró el envoltorio en el interior de la sacristía? No lo sé, no creo… No creo que ganara nada. Y yo, sin embargo, con su Gracia y por la obediencia, gané en fe, en alegría, en paz y en humildad con ese gesto tan sencillo. Bueno, pues esto forma parte de mi camino de fe.

En tantas ocasiones, estoy seguro, que sentimos la mordedura de Satanás para lanzarnos contra los demás, y a la vez sentimos al Espíritu de Dios, que nos indica por dónde debemos de ir. Somos nosotros los que hacemos una cosa u otra, los que hacemos caso de uno o de Otro. Yo, por pura Gracia de Dios, aquel día pude seguir las indicaciones del Espíritu Santo y estuve toda la tarde con paz y con alegría. Bueno, pues este es mi camino de fe. Que vale para mí. Yo os lo digo a vosotros por si sirve para alguien en su propio peregrinaje por este mundo.

Y ya la última y tercera idea son las palabras finales del Papa Juan Pablo II en aquella homilía que pronunció ante la Virgen de Covadonga. Decía así: “Covadonga, a través de los siglos, ha sido como el corazón de la Iglesia de Asturias. Cada asturiano tiene muy dentro de sí el amor a la Virgen de Covadonga”. Y es verdad. Cuando vamos cada año peregrinando desde las parroquias hasta Covadonga, a vivir allí un día de la novena de la Santina, cómo estamos detrás de ella con ese impulso y ese amor tan grande por ella. Por eso decía el Papa: “Si queréis construir una Asturias más unida y solidaria, haced que aquella fuente de hace más de 12 siglos siga en vuestros corazones. ¡Cuántos hijos asturianos han rezado ante la imagen de la Madre, cuántos enfermos han subido a Covadonga a dar gracias por los favores recibidos, y cuántos emigrantes han vuelto su corazón hacia la Virgen de Covadonga desde lugares tan lejanos!” Y esto es verdad. De esto soy yo testigo: cuando caminé por Alemania, por Suiza… y me encontraba con asturianos, me decían: ‘Andrés, hace muchos años que no he ido a Covadonga. Cuando vayas a la Santina, dale un beso de mi parte y dile que me sigo acordando de ella’. Muchas personas se sostienen en ese amor a la Virgen de Covadonga. Tenía mucha razón el Papa. Pues bien, hoy voy a implorar a Dios que bendiga a todos los que estamos aquí, a todos mis feligreses, que les bendiga con esa bendición de la Virgen de Covadonga.

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