9-11-14 DOMINGO
XXXII TIEMPO ORDINARIO (A)
Sb. 6, 12-16; Slm. 62;
1 Tes. 4, 13-17; Mt. 25, 1-13
Queridos hermanos:
En
este domingo y en los dos siguientes se nos proclaman tres evangelios
escatológicos, es decir, evangelios de los últimos días (se trata de la
parábolas de las diez doncellas, de la parábola de los talentos y de la
parábola del juicio final). Estos ‘últimos días’ pueden ser tomados por el fin
del mundo y/o por el fin de nuestros días terrenos debido a la muerte física de
cada uno de nosotros.
*
En la parábola de hoy se alude a un banquete de bodas en que diez doncellas
acompañan a la novia esperando al esposo que venga al tálamo nupcial. La
simbología de la parábola y su significado es el siguiente:
– El banquete
de bodas es el Reino de Dios.
– El Esposo,
cuya venida se espera, es Cristo.
– El retraso
del esposo es la demora del fin de los tiempos y la demora que cada uno de
nosotros y tanta gente experimenta ante tantas injusticias, dolores y
enfermedades (‘¿Por qué, Señor, permites esto?’)
– Las diez
doncellas del cortejo es la comunidad de fieles que aguarda la venida del único
Esposo verdadero: Cristo Jesús.
– La llegada
repentina a medianoche es la hora imprevisible del Señor.
– La admisión
o el rechazo de las doncellas es la sentencia favorable o desfavorable del
juicio final.
Las cinco
doncellas sensatas y finalmente admitidas al banquete habían velado y,
cansadas, se habían dormido al igual que las cinco doncellas necias y
rechazadas; pero las primeras entraron a la sala del banquete, porque fueron
previsoras y se equiparon de aceite suficiente para sus lámparas. Ésta es la
diferencia entre las sensatas y las necias. Por tanto, la conclusión es que debemos estar preparados, bien equipados, pues no
sabemos el día ni la hora en que vendrá el Esposo hasta nosotros.
* Hoy también
tendríamos que decir que, en vez de diez doncellas, son quince: cinco sensatas
y cinco necias, que tienen en común que esperan al esposo, pero hay otras cinco doncellas que no esperan para nada al esposo. Sí,
en el día de hoy hay personas que no esperamos la venida del Esposo. Digo
‘que no esperamos’, porque entre estas últimas doncellas podemos estar gentes
que no tienen fe, gentes que tienen fe, pero viven como si no la tuvieran,
sacerdotes y religiosas que viven (o vivimos) totalmente mundanizados. Recuerdo
que en cierta ocasión me dijo una chica que se había interesado por ser
religiosa de vida activa en un Instituto de Vida Consagrada de la enseñanza.
Pasó unos días de prueba en un colegio de religiosas y salió diciendo que ya no
quería regresar, pues, para vivir lo que o como vivían ellas, que no le hacía
falta entrar dentro.
* ¿De qué se compone ese ‘aceite’ de las
lámparas de las doncellas? De la lectura sosegada y constante de la Palabra
de Dios; de la meditación y oración persistente sobre la Palabra de Dios; de la
práctica de las buenas obras; de la práctica de la misericordia; de la
obediencia a la voluntad divina; de la petición invariable de perdón ante Dios
por nuestros pecados; de la confianza absoluta en Dios, tanto ante lo bueno
como ante lo malo[1]…
* Hay en la
parábola dos detalles sorprendentes:
1º. El
aparente egoísmo y falta de solidaridad de las cinco doncellas que tienen
provisión de aceite y no quieren compartirlo con las otras.
2º. El rechazo
inflexible del novio que no abre la puerta a las necias.
* ¿Qué significan estos dos detalles? Sin
olvidar que lo que importa es la enseñanza global, es evidente que la negativa
a compartir el aceite es un artificio literario de la parábola al servicio del
desenlace final. Ante la seriedad del
momento, Jesús trata de destacar en esta parábola una responsabilidad personal
que no es sustituible por nadie. ¿Qué difícil es educar en la
responsabilidad en el día de hoy? Pero, cuando se hace bien, se puede hacer
mucho bien. Escuchad este hecho sucedido ya hace unos años: “Yo
tenía 18 años y vivía con mi familia en las afueras de la ciudad. No teníamos
vecinos y a mis dos hermanas y a mí nos entusiasmaba el poder ir a la ciudad a
visitar amigos o ir al cine. Un día mi padre me pidió que le acompañara a la
ciudad, pues tenía que dar una conferencia. Mi madre me dio una lista de cosas
para comprar en el supermercado. Además, al llegar mi padre me pidió que
llevara el coche al taller para una revisión. Cuando me despedí de mi padre, me
dijo que nos veríamos en un determinado sitio a las 17 horas para regresar a
casa. Después de hacer las compras y llevar el coche al taller, me fui
rápidamente al cine más cercano. Me concentré en la película de tal modo que me
olvidé del tiempo. Eran las 17,30 horas cuando me di cuenta de la hora que era.
Corrí al taller, cogí el coche y me apuré hasta donde mi padre me estaba
esperando. Eran casi las 18 horas. Mi padre me preguntó con ansiedad: ‘¿Por qué
llegas tarde?’ Me sentía mal y no le podía decir que había estado viendo una
película. Por eso, le dije que el coche no estaba aún listo y tuve que esperar.
Esto lo dije sin saber que mi padre ya había llamado al taller. Cuando se dio
cuenta de que había mentido, me dijo: ‘Algo
no anda bien en la manera en que te he educado: no te he dado confianza para
decirme la verdad. Voy a reflexionar qué es lo que hice mal contigo. Voy a
caminar los 27 kilómetros hasta casa y pensar sobre esto’. Así que vestido
de traje y con sus zapatos elegantes, empezó a caminar hasta la casa por
caminos de tierra, sin iluminación. No lo podía dejar solo…, así que conduje
durante cinco horas y medio detrás de él. Veía
a mi padre sufrir la agonía de una mentira estúpida que yo había dicho. Decidí
desde ese momento que nunca más iba a mentir”. Si el padre le hubiera abroncada y luego
castigado por la mentira, no hubiera hecho tanto efecto como esas cinco horas y
media caminando en la oscuridad y el hijo yendo detrás con el coche. Le dolió
más al hijo su sentada en el coche que al padre su caminata de 27 kilómetros.
El hijo fue consciente de su mentira y de la consecuencia de su mentira.
Además, el padre no echó la culpa al hijo, sino que la derramó sobre sí. De
esta manera, el hijo aprendió a derramar también sobre sí la culpabilidad de su
mentira.
[1] Por eso el profeta Habacuc podía
exclamar: “Aunque la higuera no eche sus
brotes, ni den su fruto las viñas; aunque falle la cosecha del olivo, no
produzcan nada los campos, desaparezcan las ovejas del aprisco y no haya ganado
en los establos, yo me alegraré en el Señor, tendré mi gozo en Dios mi
salvador. El Señor es mi señor y mi fuerza; él da a mis pies la ligereza de la
cierva y me hace caminar por las alturas” (Hab. 3, 17-19).
Buenos días ! Qué maravilla como nos has enseñado en esta homilia ....meres un excelente Maetro de la palabra ...gracias Andrés
ResponderEliminarQue bien explicado está ,A mi me gustaría ser previsora,aunque es difícil,lo intento,pero en este mundo que vivimos no nos ayuda para nada.Yo le doy a las cosas muchas vueltas,El hambre en el mundo,el no compartir mucho más,los inmigrantes,los motivos que les hace perder su vida en muchos casos,el tener una vida cómoda.Esas y más cosas,no me dejan ser la persona que Cristo le gustaría .Pero también tengo cosas buenas,y sé que Jesús me quiere mucho porqué lo siento en mi corazón y me da mucha alegría.Ayer mismo ,me preguntó una dependienta ,de donde eres,y yo le conteste de Asturias,y me dice conozco a tres o cuatro personas asturianas,tienen una alegría y son encantadores y tu eres la quinta,la cara lo dice todo.Me vine riendo y se lo conté a mi familia al llegar a casa,y mi hijo m dijo es verdad mami,esa alegría la contagias,le dije es Jesús que está conmigo,y espero que no me deje fuera de su casa.
ResponderEliminarQuería comentarte que no paro de hablar de la experiencia deese chico que contaste en la homilia. La verdad es que a todo el mundo le gusta y yo creo que hace mucho bien. A mí me ha encantado y desde luego menudo padre que tiene ese chico! Qué sabio!
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