8-6-2025 PENTECOSTES
(C)
Hch. 2, 1-11; Slm. 103; 1 Co. 12, 3b-7.12-13; Jn. 20,19-23
Homilía de vídeo.
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
- ANTES DE LA VENIDA DEL ESPÍRITU
SANTO.
Hemos estado escuchando estos días
de atrás que los apóstoles y todos los discípulos de Jesús, tras la muerte de
Este, se metieron en los sótanos, en madrigueras, huyeron lo más lejos que
pudieron y procuraron disimular su creencia en Jesús. Estaban asustados,
avergonzados de un Jesús fracasado y derrotado. Se habían llenado de miedo y de
cobardía; estaban igualmente llenos de dudas. ¡Los milagros de Jesús parecían
tan lejanos! Las palabras maravillosas de Jesús eran como sueños, que habían
desaparecido al despertar en la dura realidad.
Estos
discípulos se sentían engañados y también fracasados. Habían abandonado sus
trabajos, sus casas, sus familias y no habían escuchado a la gente ‘prudente’ y
no habían seguido el ejemplo de la gente sensata que se había quedado en casa,
rezando a Dios, pero… en casa. Estos discípulos ya no se fiaban de Dios, pues
les había engañado. Tenían el corazón endurecido y ya no veían a ese Dios como
Padre, ya no escuchaban sus Palabras, ya no entendían nada.
Aquellos discípulos que aún quedaban
en Jerusalén eran personas que irían perdiendo la fe poco a poco, volverían a
sus casas, a sus trabajos, a sus familias… con el rabo entre las piernas y se
volverían unos descreídos. ¡Nadie más iba a engañarlos de nuevo con palabras
bonitas! Ya se conoce el refrán: ‘Gato
escaldado, huye del agua’.
Así es como estaban los discípulos
tras la muerte de Jesús. Varios textos del Nuevo Testamento nos lo indican: “…estando cerradas las puertas del lugar
donde se encontraban los discípulos, por
temor a los judíos…” (Jn. 20, 19); “…dos
de los discípulos iban (huían) a un pequeño pueblo llamado Emaús…” (Lc.
24, 13).
- VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
Nos dice la primera lectura de hoy: “Al cumplirse el día de Pentecostés, estaban
todos juntos en el mismo lugar. De repente, se produjo desde el cielo un
estruendo, como de viento que soplaba fuertemente, y llenó toda la casa donde
se encontraban sentados. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se
dividían, posándose encima de cada uno de ellos. Se llenaron todos de Espíritu
Santo…”
Estos discípulos de Jesús y que
estaban en estas condiciones de miedo, de cobardía, de falta de fe, con dudas y
con el corazón endurecido son los que recibieron el día de Pentecostés el
Espíritu Santo. ¿Qué fue lo que pasó
entonces con los discípulos? ¿Siguieron como antes o cambiaron en algo?
- DESPUÉS DE LA VENIDA DEL ESPÍRITU
SANTO.
Nos dice la primera lectura que,
tras la venida del Espíritu Santo, los discípulos de Jesús “empezaron a hablar en otras lenguas”. ¿Qué significa esto? Pues significa que los discípulos se llenaron de
parresía. ¡Vaya ‘palabreja’! ¿Qué
significa esta palabra? En el sentido etimológico, parresía significa ‘hablar libremente’, ‘hablar atrevidamente’. Parresía
implica no sólo a) la libertad de expresión, sino también b) la obligación de
hablar con la verdad para c) el bien común, incluso d) frente al peligro
individual.
Con
la parresía, el que habla usa su
libertad y 1) elige la franqueza en vez de la persuasión, 2) elige la verdad en
vez de la falsedad o el silencio, 3) elige el riesgo de muerte en vez de la
vida, una vida tranquila, y la seguridad, 4) elige la crítica en vez de la
adulación y 5) elige el deber moral en vez del auto-interés y la apatía moral.
Quien
recurre a la parresía, sostiene una
relación creíble hacia la verdad garantizada por ciertas cualidades morales;
así mismo, quien recurre a la parresía,
es un crítico de sí mismo, de la opinión popular, y de la cultura imperante o
circundante; revelar la verdad lo coloca en una posición de peligro, pero
insiste en hablar de la verdad, pues considera que es su obligación moral,
social y/o política.
Cuando el Espíritu Santo te
llena, estás lleno de Dios y de parresía
espiritual. Si estás lleno de Dios y de su parresía, entonces:
1)
las dudas se desvanecen, porque la
certeza y la verdad de Dios se manifiestan en ti plenamente,
2)
los miedos huyen de ti, porque con
Él no temes a nada ni a nadie,
3)
los fracasos no importan, pues los
fracasos a los ojos de los hombres son frecuentemente éxitos y victorias a los
ojos de Dios,
4)
los que tienen el corazón endurecido y no ven, ni oyen, ni entienden, de
repente… ven, oyen y comprenden todo, porque su corazón es de carne y no de piedra, su corazón es de Dios y no solo
de hombre,
5)
eres libre ante la mentira, ante la
‘prudencia’, ante la adulación, ante el egoísmo, ante el propio interés,
6)
eres valiente para hablar y para
comportarte, sin que te importen las consecuencias de lo que digan los demás de
ti o lo que hagan los demás contigo.
7)
tienes la sabiduría de Dios y ves
todo con unos ojos nuevos. Estoy leyendo el libro de Ángeles González Méndez
(Mántaras-Tapia de Casariego), que nos dejó hace unos años por el cáncer que
padecía. Escribió un libro, que ha sido publicado tras su fallecimiento (con 48
años). En uno de sus párrafos dice: “Cuando
te dicen que tienes CÁNCER todo tu mundo se te viene abajo. De repente, pasas a
tener pasado y presente, el futuro desaparece, pienso que para siempre.
Empiezas a plantearte la vida de otra manera y valoras mucho más, momentos que
antes pasaban desapercibidos”.
Sí, lo mismo que el sufrimiento y la enfermedad te da una sabiduría nueva, Dios
también te la da.
Y
TODO ESTO FUE LO QUE PASÓ CON AQUELLOS DISCÍPULOS DE JESÚS, LLENOS DE MIEDO Y
DE TERROR.
- ¿TENEMOS CON NOSOTROS EL ESPÍRITU
SANTO?
Cuando en nuestra vida ordinaria u
ocasionalmente hablamos con verdad, por el bien común y sin importarnos nuestra
propia integridad o interés, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
Cuando en nuestra vida ordinaria u
ocasionalmente las dudas y los miedos huyen de nosotros, entonces tenemos al
Espíritu Santo y a su parresía.
Cuando en nuestra vida ordinaria u
ocasionalmente nuestro corazón se reblandece y se abre a las personas que nos
rodean, y las vemos, las escuchamos y las entendemos, entonces tenemos al
Espíritu Santo y a su parresía.
Cuando en nuestra vida ordinaria u
ocasionalmente no miramos tanto el triunfar o el fracasar, cuando somos libres
y valientes, cuando no nos dejamos llevar por lo políticamente correcto y no
nos importa lo que los demás digan o piensen de nosotros, sino la verdad, la
justicia y la voluntad de Dios, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
Cuando en nuestra vida ordinaria u
ocasionalmente Dios es lo más importante para nosotros, más que nosotros
mismos, entonces tenemos al Espíritu Santo y a su parresía.
Por
lo tanto, la parresía no es
simplemente la valentía que procede de la propia fuerza o conocimiento, sino
que procede de Dios, que hace al débil fuerte, al ignorante sabio, al pecador
santo...
GONZÁLEZ MÉNDEZ, A., Sueños de ébano. Flamencos rosas,
Círculo Rojo, 2019, 25.