miércoles, 29 de enero de 2025

Dominigo IV del Tiempo Ordinario (C)

2-2-2025                                 DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (C)

Jer. 1, 4-5.17-19; Slm. 70; 1ª Cor. 12, 31-13, 13; Lc. 4, 21-30

Homilía en vídeo

Homilía  de audio. 

Queridos hermanos:

            En el día de hoy quisiera comentar algunas cosas sobre el tema de la segunda lectura: el amor. Es ese bello texto que está impregnado de ternura, de sabiduría y de Dios. Porque solo Dios puede amar de ese modo y el hombre que esté lleno de Dios.

            Quiero hablar hoy de este tema de la mano de la M. Teresa de Calcuta. ESCUCHAD:

- En el muro de Shishu Bhavan, la Casa Infan­til que las Misioneras de la Caridad de la M. Teresa tienen en esa ciudad están escritas estas palabras:

“Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas, ámalas de todos modos.

Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoís­tas. Haz el bien de todos modos.

Si tienes éxito y te ganas amigos falsos y enemigos verdade­ros, lucha de todos modos.

El bien que hagas hoy será olvidado mañana, haz el bien de todos modos.

            - La M. Teresa de Calcuta en un retiro que dio en Roma a sacerdotes en 1984 contó que, en cierta ocasión, un hombre entró en una casa de las hermanas Misioneras y pasó por delante de la M. Teresa sin decir ni una sola palabra y fue hasta una religiosa joven que en ese momento estaba atendiendo a una persona que había sido recogida por una ambulancia de las calles de Calcuta. La persona estaba llena de suciedad y de gusanos, que le estaban comiendo el cuerpo. La religiosa joven limpiaba en silencio a esta persona. El hombre miraba la escena, pero sobre todo se fijó en los ojos de la religiosa, en sus manos, en su rostro, en su postura y, al cabo de un tiempo, salió este hombre de allí y se dirigió a donde estaba la M. Teresa y le dijo: “Cuando yo llegué a esta casa hace unos minutos venía incrédulo, ateo, lleno de ira y de rabia. Ahora me voy de esta casa con un conocimiento de la presencia de Dios en mi corazón. Sé que Dios nos ama. He visto ese amor de Dios en el tacto de esa hermana. He visto ese amor de Dios en los ojos de esa hermana, y cómo miraban a aquella persona sucia y llena de gusanos creyendo que era el mismo Jesús a quien servía”.

- También en este retiro, contó la M. Teresa que en otra ocasión el ministro de bienestar social de la India le dijo a ella: “M. Teresa, Vds. y nosotros hacemos la misma labor social, pero hay una gran diferencia entre Vds. y nosotros. Vds. lo que hacen, se lo hacen a Alguien. Nosotros lo hacemos por algo”. Por eso, la M. Teresa decía a los sacerdotes que ese hombre, esa mujer o ese niño que vienen a ellos son Alguien. “Necesitamos de vosotros, sacerdotes, que nos enseñéis a darnos cuenta de la presencia de ese Alguien, de Jesús en cada persona. Necesitamos que nos enseñéis cómo ser santos. Pero antes de eso necesitamos que nos enseñéis cómo rezar, pues el fruto de la oración es un corazón limpio. Y un corazón limpio puede ver a Dios. Y el fruto de la oración es una fe cada vez más profunda. Y el fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es el servicio. Pero no podéis dar nada de esto si antes no lo tenéis vosotros”.

- Igualmente narra la M. Teresa que una vez sacó a una señora de un cubo de la basura. La mujer estaba ardiendo de fiebre y no hacía más que decir: “Mi hijo me ha hecho esto. Mi hijo me ha hecho esto”. En realidad se estaba muriendo aquella mujer. Ella no reparaba en aquello: ni en sus dolores, ni en su fiebre, ni en que se moría. Solo le importaba que su hijo la hubiera sacado de casa y la había tirado a un cubo de la basura. La M. Teresa se la llevó a su casa. Y le llevó un gran tiempo antes de que muriera aquella mujer diciendo: “Perdono a mi hijo”. Decía la M. Teresa que esta mujer “tenía una herida tan grande, porque su hijo la había echado fuera de casa. Esto lo he visto en Londres, en Nueva York. No en la India o en África, pero sí que lo he visto en otros muchos lugares. Merece la pena dar este consuelo, ayudar a que perdone una persona así herida”.

- Contó también la M. Teresa que una niña de Estados Unidos le había escrito y le había mandado dinero. Esta niña estaba a punto de hacer su 1ª Comunión. Y le dijo a sus padres: “Por favor, no compréis el vestido de mi 1ª Comunión, no me compréis nada, ni hagamos una fiesta en nuestra casa para mí. (Ella era la hija única en su familia). Dadme ese dinero. Se lo daré a M. Teresa para sus niños. Y yo haré mi 1ª Comunión con mi uniforme del colegio”. “¡Qué valor la de esta niña!”, decía la M. Teresa. “Todas las demás niñas vestidas bellamente y esta pequeña niña, por amor de los pobres de Dios, por los pequeños de Calcuta, fue en su uniforme de colegio. Esto tocó mucho a sus padres. Su madre dejó de fumar y él de beber; así que los tres hicieron un fruto de amor. ¿Dónde está Calcuta y dónde está Estados Unidos? Lejos, pero la ternura del amor de Dios ha tocado a esa pequeña y, a través de esa niña, a sus padres y ahora ha traído la unidad y la paz a esta familia por medio de ese pequeño acto”.

- En otra ocasión la M. Teresa encontró en África a una niña con mucho hambre y le dio un trozo de pan y le dijo que comiera. La niña empezó a comer miga a miga. La M. Teresa le instó a que comiera sin miedo y la niña contestó: “Tengo miedo de que se acabe”. Decía la M. Teresa: “Tanta experiencia de hambre tenía esta pequeña niña en tantos días de su vida, que temía que aquel pan se acabara enseguida y desapareciera de entre sus manos, de entre sus dientes, de entre su boca y volviera a sentir hambre de nuevo. Ahí, decía la M. Teresa, ahí veremos a Dios. Pero esa falta de pan también la encuentro, no solo entre los pobres, sino en las casas de los ricos, en las que falta el calor humano, y hay tanta soledad…”

            Termino leyendo otra vez palabras de la segunda lectura de san Pablo: Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.

Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.

Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.

Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.

El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.

miércoles, 22 de enero de 2025

Domingo III del Tiempo Ordinario (C)

26-1-2025                   DOMINGO III TIEMPO ORDINARIO (C)

Nehm. 8, 2-4a.5-6.8-10; Slm. 18; 1ª Cor. 12, 12-30;Lc. 1, 1-4; 4, 14-21

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            El evangelio de hoy nos invita a reflexionar sobre varios puntos:

            Nosotros creemos en un Jesús liberador. Así se presenta Él en el evangelio de hoy: Dios Padre “me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista. Para dar li­bertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor”. Por lo tanto, la misión de Cristo es la de anunciar una Buena Noticia a todos los hombres y también la de liberar a todos los hombres de diversos males, pero esta liberación que nos promete y que nos da Jesús es INTEGRAL.

Hace unos años (en 2010) entrevistaron a Monseñor Munilla, el obispo entonces de San Sebastián, y con ocasión del terremoto de Haití dijo que había desgracias tan grandes o peores que esta. La gente se escandalizó, algunos salieron enseguida a atacarle y le llamaron el ‘obispo sin alma’. Entonces Monseñor Munilla publicó un comunicado en el que decía que sus palabras fueron tergiversadas, manipuladas y sacadas de contexto. Cuando decía que había (y hay) desgracias tan grandes o peores que el terremoto de Haití, hablaba en un plano teológico en el que el pecado es mucho peor aún que la enfermedad física[1] o que la misma muerte física y terrena[2]. Pues esta acaba ahí, y el pecado nos puede llevar a la muerte eterna y a apartarnos para siempre de Dios. Y ya sobre la situación vivida en Haití, se ha de recordar que Monseñor Munilla había dado instrucciones a Caritas diocesana de San Sebastián para que donasen 100.000 € para las víctimas de Haití. Igualmente os recuerdo el caso que contaba una misionera, a la que una vez la invitaron a hablar en una universidad estatal de la India sobre Cristo y sobre los Evangelios, y que al terminar le dijeron a la misionera: “Conocemos misioneros que trabajan en la enseñanza o en hospitales; Vd. se ocupa de las mujeres del campo. Admiramos esto. Pero no trabaje sólo para mejorar el nivel de vida de otras personas. Por favor, transmítales la energía que toma de Jesu­cristo y su Mensaje. Ayúdeles a caminar hacia ese mismo Dios, para que también ellas tengan esa misma fuerza interior.

Por lo tanto, hemos de repetir que la liberación de Cristo es INTEGRAL. Jesús nos salva de la esclavitud del pecado, pero también de las miserias físicas del hombre como las enferme­dades, de las miserias sociales como la pobreza y la cárcel, de las miserias psicológicas como la depresión, etc. Ante todas estas mise­rias Jesús se presenta como el liberador.

La libertad o la liberación siempre ha sido un mensaje atrayente para todos los hombres. En la primera mitad del siglo XX Hitler se presentó ante los alemanes como un libertador en medio de su miseria y de su humillación. Luego Hitler usó a los alemanes para sus fines de megalomanía, de odio y de destrucción. Jesús libera realmente al hombre de todas sus ataduras, de sus esclavitudes. Pero no se aprovecha de él ni le pasa factura. La prueba de que Jesús no se aprovechó de nadie es que prefirió morir Él a que cayesen algunos de sus compañeros, por ejemplo, en el huerto de los Olivos. Jesús no es como el ‘capitán Araña’ que enrola una tripulación para el barco y él se queda en el puerto, mientras son los demás los que tienen que arrostrar los peligros y tormentas. Jesús es el que libera a costa de su propia vida.

            Bien, Jesús nos ofrece a nosotros la libertad verdadera, total e integral. Pero, ¿nosotros nos sentimos necesitados de la liberación de Jesús? He tratado algo con personas que padecen trastornos psicopatológicos (neurosis o psicosis) y ¿sabéis qué es lo peor?, pues que, cuando tratas de llevarlos a un médico o especialista, dicen que no lo necesitan, que no están enfermos. Dicen que ellos están bien, que vayamos los demás. Igual pasa con los alcohólicos y con los drogadictos. Vuelvo a preguntar: ¿Nos sentimos necesitados de la liberación que nos ofrece Jesús? ¿Me siento esclavo de algo, de mi físico porque me gusta o porque no me gusta; de mis miedos, de mis inseguridades, de lo que diga la gente, de la moda, de mi trabajo, de mis depre­siones, de mis pertenencias, de mi mujer o marido o hijos, de mi enferme­dad, del alcohol, del tabaco? Pues bien, os anuncio que CRISTO ES EL UNICO QUE PUEDE LIBERARNOS DE TODAS NUESTRAS ESCLAVITU­DES.

Os narraré algunas cosas de un caso extremo, pero que es un buen ejemplo de lo que llevo dicho hasta ahora. El obispo vietnamita Van Tuan, fue arrestado y metido en una cárcel en 1975. Estuvo 13 años allí, y de ellos 9 en total aislamiento. Sin embargo, él fue capaz de vivir libre en medio de su cárcel, pues Dios es más fuerte que todas las circunstancias que nos rodean. Celebraba la Misa cuando podía con un poco de pan que le pasaba alguna vez alguna persona y una gota de vino en su mano, que hacía las veces de cáliz. No tenía libros para celebrar y lo hacía de memoria. Fue capaz de convertir a la fe en Jesucristo a guardianes comunistas terribles con su gran ejemplo de entereza, de paz y alegría interior. Sí, en medio de su cárcel llena de barro e insectos, de frío y de calor, de soledad y de malos tratos, Van Tuan fue hecho libre por Jesús. Al salir y ser expulsado de Vietnam escribió varios libros. Uno de ellos se titula “Oraciones de esperanza”. Si podéis, leerlo.


[1] Recordad el pasaje del evangelio que leímos a mitad de enero, en que cuatro hombres presentan a Jesús un paralítico en una camilla para que lo curara y lo que se le “ocurre” a Jesús decirle al paralítico es lo siguiente: “Hijo, tus pecados quedan perdonados” (Mt. 9 2). Estas palabras pueden parecer un sarcasmo; también se podría decir aquí que Jesús es un ‘hombre sin alma’ o un ‘Dios sin alma’. ¿Por qué Jesús habrá perdonado los pecados al paralítico antes de curarlo de su parálisis? Pues porque, para Jesús, era mucho más grave su situación espiritual que su situación física: un hombre postrado en una cama para el resto de sus días.

[2] En otro lugar del evangelio dice Jesús: “No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no puede quitar la vida; temer más bien al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno (Mt. 10, 28).

miércoles, 15 de enero de 2025

Domingo II del Tiempo Ordinario (C)

19-1-2025                              DOMINGO II TIEMPO ORDINARIO (C)

Is. 62, 1-5; Slm. 95; 1ª Cor. 12, 4-11; Jn. 2, 1-12

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Ya estamos en el tiempo ordinario, tiempo de la esperan­za. Hasta la Cuaresma (5 de marzo), la Iglesia nos irá presentando la ac­tuación de Jesús (sus obras y sus palabras) en su vida pública. En Navidad nos presenta el nacimien­to y la vida oculta hasta los 30 años. En la Cuaresma y Semana Santa se nos presentan los últimos días de Jesús en la tierra. En la Pascua se nos presentan las actua­ciones de Cristo resucita­do. Y, como decía antes, en todo el tiempo Ordinario se nos presenta a Jesús en los tres años que duró su vida pública.

En la catedral de Oviedo se dice que hay un cántaro de las bodas de Caná. Aquí podéis ver la ‘hidria’, como se la conoce en Oviedo y el lugar en donde está guardada de la catedral.

            En el evangelio de hoy, de las bodas de Caná, hay dos figu­ras principales: Jesús y María. Vamos a analizar a cada una de ellas. En los pueblos de esta época la gente era muy pobre, casi no tenía dinero y no podía encargar a un restaurante la comida de bodas. No había dinero. Entonces lo que hacía la gente era ir guardando parte de la cosecha de vino para cuando llegasen las bodas de los hijos. También los animales que tenían, como ovejas, ca­bras, etc., las tenían destinadas para estas fiestas. Por tan­to, la boda se cele­braba en las casas y duraba varios días en los cuales los familiares y la gente del pueblo pasaba a comer y beber allí. También lo hacían los vecinos de las aldeas cercanas. Era la oca­sión de quitar el hambre. (Me contaba una vez un minero que se había casado hacia el año 1930 que la boda se comía en casa y la gente no se marchaba y les estaban acabando con todas las existencias. Ya llevaban tres días y la gente no hacía ademán de marchar, por lo que los novios dijeron que salían unos días de luna de miel a León y fue la forma de echar de casa a todos aquellos ‘fartones’). Pues bien en esta boda de Caná o los novios no calcularon bien o vino más gente de la esperada; el caso es que el vino se acababa. Si esto sucedía les iba a que­dar un estigma que pasaría de padres a hijos y a nietos. Se­rían siempre los novios a los cuales se les acabó el vino y María sabía lo que esos motes y palabras hirientes suponían en un pueblo. Por eso avisa a Jesús y Él se preocupó de ayudar a los recién casados. Es un problema poco importante, que no tiene relevancia en la historia de la Salvación. Parece una broma de mal gusto: que el Hijo de Dios, el primer signo o milagro que hace sobre la tierra es convertir agua en vino para que la gente se embo­rra­che. Es usar mal de las cosas sagradas; sería como cuando un cura deja una sotana o una casulla a unos chicos para disfra­zarse en el Carnaval.

            Algunas conclusiones:

- Jesús no hace milagros para que la gente crea en Él o en Dios. Jesús solo vino a ayudar a que la gente se encuentre con Dios y con los demás hombres; por ello se preocupa de sus cosas más sencillas. Lo que es importante para los hombres es importante para Jesús, para Dios. En aquel mo­mento lo importante para los novios era que no tenían vino y la gente se iba reír de ellos. En definitiva, no temáis, pues para Dios todas vuestras cosas, situaciones y personas son muy importantes. Dios está pendiente de nosotros en todo momento. Él cuida de nosotros.

- Lo que está en juego en las bodas de Caná no es el hambre o la sed, sino su fiesta y su alegría. María se preocupa de la alegría de aquellas gentes, y Jesús la hace realidad a través del vino. A través del vino, es decir, de nuestra fe en Dios podemos alcanzar ese gozo y esa alegría. Hay una película muy famosa: ‘El nombre de la rosa’ ambientada en la Edad Media. En un momento de la película aparece una discusión entre dos frailes, pues uno quería esconder un libro de Aristóteles que hablaba de la risa, de la alegría alegando que Dios no era amigo de risas y de gozos, pues eran cosas del diablo. El otro fraile decía todo lo contrario. En efecto, el gozo y la alegría forman parte de la vida del hombre, de la vida de un cristiano, del Reino de Dios y, por tanto, de Dios. Dios quiere la alegría del hombre y Jesús hace su primer milagro sobre la tierra fomentando esa fiesta.

            - En este evangelio se recogen las últimas palabras que tene­mos de María: “Su madre dijo a los sirvientes: -Haced lo que él os diga”. María aparecerá más veces en el evangelio, pero ya no serán recogidas sus palabras. Estas son como el mensaje que nos deja a todos los hombres, a todos los cristianos: “Ha­ced lo que él os diga”. Antes, María misma nos había dado ejemplo: cuando se le apareció el arcángel, ella le dijo: “Hágase en mí según tu palabra” y ahora nos lo dice a nosotros.

Sí, aparecen una serie de personajes al comienzo del evangelio: Zacarías, Isabel, Ana, Simeón, José, Juan Bautista, María. Pero ahora desaparecen. El único que importa es Jesús y María nos dice: Jesús va a hablar de parte de Dios, hacedle caso. Durante este año litúrgico estemos muy atentos a lo que Él nos diga.

jueves, 9 de enero de 2025

Homilías semanales EN AUDIO: semana después de Epifanía

1ª Juan 3,22–4,6; Salmo 2; Mateo 4,12-17.23-25

Homilía martes después de Epifanía

 

 

1ª Juan 4, 7-10; Salmo 71; Marcos 6, 34-44

Homilía miércoles después de Epifanía



1ª Juan 4, 11-18; Salmo 71; Marcos 6, 45-52

Homilía jueves después de Epifanía

Bautismo del Señor (C)

12-1-2025                               BAUTISMO DEL SEÑOR (C)

Is. 42, 1-4.6-7;Slm. 28; Hch. 10, 34-38; Lc. 3, 15-16.21-22

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Celebramos en el día de hoy el Bautismo del Señor. Y quisiera profundizar un poco en algunos aspectos de este sacramento, pues a veces damos por supuestas cosas en la vida de fe, que, no es que no sean aceptadas por algunos cristianos, sino que ¡son ignoradas! Por ejemplo, el otro día me contaban de una adolescente bautizada, que hizo la primera Comunión, y que entró en una iglesia en la que en ese momento se estaba rezando el rosario, y salió disparada del templo, porque aquello le sonaba… “a palabras de una secta satánica” (¡¡!!).

            - Anuncio, catecumenado y catequesis

            Bien, vamos allá. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que, “desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristiano se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: el anuncio de la Palabra, la acogida del Evangelio que lleva a la conversión, la profesión de fe, el Bautismo, la efusión del Espíritu Santo, el acceso a la comunión eucarística” (número 1229). En efecto, el camino ordinario para acceder a la Iglesia, a los sacramentos, a la fe en Jesucristo… debería de ser este: escuchar la Palabra de Dios y que algo se conmoviera en nuestro corazón y en nuestra alma, que sintiéramos cómo Dios nos abría el entendimiento y la voluntad para aceptar su mensaje. En ese momento, el oyente quiere cambiar de vida y dejar que Dios sea su luz y su guía. A partir de aquí, el oyente se acerca a la comunidad de fe y pide ser admitido dentro de ella. Y la comunidad inicia un camino con esta persona para instruirle en las verdades de la fe, en el evangelio, en la familiaridad con Dios, con su Palabra y con sus sacramentos.

            Así es como se hacía en los primeros siglos de existencia de la Iglesia. Este proceso, que podía durar varios años o meses, según las circunstancias se denominaba “catecumenado” (número 1230). Por supuesto, este catecumenado era realizado por adultos, los cuales se sentían llamados a la fe cristiana, tomaban la iniciativa de acercarse a la Iglesia y entraban en este proceso.

            Con el paso del tiempo todo cambió. En el proceso anterior se escuchaba el anuncio, uno sentía su corazón tocado y llamado por Dios a la fe, uno era instruido en la fe y, finalmente, se recibían los tres sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Más adelante, sin embargo, cuando el sacramento del Bautismo se impartía habitualmente a los niños (a los bebés), se hacía un catecumenado postbautismal, también llamado ‘catequesis’. El objetivo de esta catequesis era lograr lo que antes conseguía el catecumenado, e incluso lo anterior al catecumenado, es decir, conocer el anuncio del evangelio, abrir el corazón y el espíritu a la fe, orientar toda la vida conforme a la voluntad de Dios y de los contenidos evangélicos, la instrucción en los contenidos de la fe, la familiaridad con Dios y con sus sacramentos, y la participación activa en la vida de la Iglesia como un miembro corresponsable (número 1231).

- Fe y Bautismo

            Uno de los más graves problemas que tenemos en nuestras Iglesias de Asturias, de España y de Europa occidental es que tenemos millones de personas ‘con todos los sacramentos’, pero sin fe o con una fe, que no es la fe de Jesucristo ni la fe de la Iglesia.

            En el número 1253 del Catecismo de la Iglesia Católica se dice muy claramente que “el Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16)”. Es decir, solo podría recibir este sacramento quien confesara y profesara la creencia y la fe en Jesucristo y su evangelio. “Pero la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Solo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: ‘¿Qué pides a la Iglesia de Dios?’ y él responde: ‘¡La fe!’”. Por ello, “en todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo. Por eso, la Iglesia celebra cada año en la vigilia pascual la renovación de las promesas del Bautismo” (número 1254).

            Para que esta fe crezca, se desarrolle, se profundice, se agrande, se purifique, se haga adulta…, es necesaria la comunidad eclesial, representada en gran medida por los padres y los padrinos. El Catecismo lo explica así: Para que la gracia bautismal pueda desarrollarse es importante la ayuda de los padres. Ese es también el papel del padrino o de la madrina, que deben ser creyentes sólidos, capaces y prestos a ayudar al nuevo bautizado, niño o adulto, en su camino de la vida cristiana (cf CIC can. 872-874). Su tarea es una verdadera función eclesial. Toda la comunidad eclesial participa de la responsabilidad de desarrollar y guardar la gracia recibida en el Bautismo” (número 1255).

            - Los padrinos

            ¿Cuál es la misión de los padrinos? Asistir en su iniciación cristiana al adulto que se bautiza, y, juntamente con los padres, presentar al niño que va a recibir el bautismo y procurar que después lleve una vida cristiana congruente con el bautismo y cumpla fielmente las obligaciones inherentes al mismo (canon 872 del Código de Derecho Canónico).

            ¿Cuáles son algunas de las condiciones que pone la Iglesia para que uno pueda ejercer como padrino en el sacramento del Bautismo? Nos lo dice el canon 874:

            1.- “Que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla”.

            2.- “Que haya cumplido dieciséis años, a no ser que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción”.

            3.- “Que sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir”.

            Habiendo leído todo esto, nos damos cuenta que el padrino (o la madrina) no es aquel que se encarga del niño, si los padres mueren. Padrino no es el que regala el día de Reyes. NO.

Padrino es aquel que vive la fe, que confía en Dios, que está dentro de la Iglesia y participa en la vida de ella de un modo muy activo. Por eso no vale cualquiera para ser padrino, pues nadie da lo que no tiene: Si el padrino no tiene fe, no puede dar fe. Si el padrino no confía en Dios y ora a Dios, no puede enseñar a su ahijado a confiar en Dios y a orar a Dios. Si el padrino no vive de modo activo en la parroquia y en la Iglesia, no podrá introducir a su ahijado de un modo eficaz y convencido en algo en lo que él no está.

Debido a todo lo anterior, se exigen las condiciones apuntadas más arriba. Aquí la casuística es mucha: padres que nos traen como padrinos a gente sin bautizar o ya bautizados, pero sin fe, etc.