jueves, 25 de julio de 2024

Domingo XVII del Tiempo Ordinario (B)

28-7-2024                   DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (B)

2Re. 4, 42-44; Sal. 144; Ef. 4, 1-6; Jn. 6, 1-15

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Durante todos estos domingos anteriores hemos estado leyendo el evangelio de San Marcos; pues bien, durante los próximos cinco domingos interrumpi­mos su lectura y pasamos al evangelio de San Juan. Más concretamente al capítulo 6, en donde se nos habla del Pan de Vida, de Cristo Eucaristía.

            Vamos a titular esta homilía así: PROFETAS DE DESGRACIAS. Para empezar con ella comenzaré con un cuento:

- “Ocurrió durante un verano muy caluroso. Una bandada de miles y miles de flamencos, volaba en busca de agua. Pero todos los ríos y lagunas estaban secos. Hacía tanto calor que se habían secado. Llevaban semanas volando y las fuerzas comenzaban a fallar. Si no encontraban pronto agua, todos morirían de sed.

Pero mientras atravesaban un desierto, sucedió la tragedia. Se levantó un fortísimo viento que acabó con las pocas fuerzas de los flamencos. Todos cayeron sobre las arenas del desierto y allí quedaron tirados bajo el ardiente sol. Nadie tenía fuerzas para volar. Era casi imposible que pudieran salvarse de aquella situación. Las gentes que vivían en el desierto, al ver lo sucedido, vieron que era imposible ayudarles. Lo único que se podía hacer, era esperar a que murieran bajo el sol. La noticia recorrió el mundo entero. Vinieron las televisiones de todos los países para retransmitir aquellas imágenes. Todos se lamentaban de lo sucedido, pero nadie hacia nada para ayudarles.

Sólo un niño, que se llamaba Yumbé, hizo algo por ellos. A tres kilómetros de donde se encontraban los flamencos, había un oasis lleno de agua. Cogió a uno de ellos entre sus brazos y lo llevó andando hasta el oasis. Luego, volvió a coger otro e hizo lo mismo. Y así una y otra vez. Yumbé no dejaba de hacer viajes llevando flamencos al oasis. Un hombre, al ver lo que estaba haciendo, se le acercó y le dijo: ‘Pero niño, ¿qué estás haciendo?’ ‘Pues salvando a los flamencos’, respondió Yumbé. Y el hombre con voz muy seria, dijo: ‘¿Pero no te das cuenta de que eso es imposible? Son miles los que están agonizando en la arena. No conseguirás nada salvando a unos pocos. No vale la pena. Anda, vete a tu casa y no gastes fuerzas inútilmente’.

Pero el niño contestó: ‘Pregúntele a los siete flamencos que están bebiendo en el oasis, si vale la pena que yo les haya salvado’. Y el niño continuó su camino llevando el octavo flamenco entre sus brazos. El hombre quedó muy sorprendido por esta respuesta y, después de pensarlo un poco, se puso a hacer lo mismo que estaba haciendo Yumbé. Ya eran dos personas salvando flamencos.

Esto empezó a llamar la atención a los que lo veían. Pronto fueron tres, más tarde ocho, y al final, eran cientos y cientos de personas, las que estaban haciendo lo mismo que Yumbé. En un día, todos los flamencos fueron llevados al oasis. No hubo ninguno que muriera de sed. Gracias a un niño que comenzó haciendo su parte, toda la bandada pudo salvarse”.

            También en el evangelio que acabamos de escuchar observamos que hay dos profetas de desgracias entre los discípulos de Jesús: los apóstoles Felipe y Andrés; “Felipe contestó: ‘Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo’. Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: ‘Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?’”

            - ¿Quiénes son los profetas de desgracias? Los que ponen pegas a todo y a todos; los que se quejan de todo y de todos; los que protestan  de todo y de todos; los que ven siempre la parte negativa; los que están derrotados antes de comenzar la batalla; los que están muertos antes de tener la enfermedad; los que ‘en el tren de la vida’ son vagones de lastre y no locomotoras; los que son como el perro del hortelano, que ni comen ni dejan comer; los que consumen y gastan, pero no producen; los que se justifican a sí mismos en todo, pero no justifican a los demás; los que ven los toros desde la barrera; los que juegan todos los partidos de fútbol desde el sofá de su casa, pero nunca en el campo… Éstas son algunas de sus palabras: ‘Esto no se puede hacer; esto no sirve para nada; ése no vale; ése no sabe; no merece la pena; si tuviéramos más medios y más dinero; si fuese con otras personas; si no fuese uno tan joven o tan viejo; si estuviéramos en otro tiempo o en otro país…’

            Y estos profetas de desgracias están paralizados (y no hacen nada), pero lo peor es que entorpecen a los que quieren hacer algo. Estos profetas de desgracias son contagiosos y, aquellos que son débiles de carácter, se dejan contagiar por ellos.

            En el cuento de hoy y en el evangelio de hoy se nos da un antídoto perfecto contra estos profetas de desgracias: la seguridad en uno mismo, la convicción en lo que uno piensa y hace, el ver la necesidad de los otros sin pararse a escuchar a pájaros de mal agüero. Así en el cuento Yumbé dice: “Pregúntele a los siete flamencos que están bebiendo en el oasis, si vale la pena que yo les haya salvado”. Y a continuación “el niño continuó su camino llevando el octavo flamenco entre sus brazos”. Y en el evangelio ante las ‘sabias palabras’ de los apóstoles Felipe y Andrés, Jesús también dijo e hizo: “Jesús dijo: ‘Decid a la gente que se siente en el suelo’. Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil. Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: ‘Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie’. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido”.

            - ¡¡Ya está!! La homilía y las ideas de la homilía ya están dichas. Ahora sólo falta una cosa: que cada uno de nosotros se revise a sí mismo y reconozca a su alrededor cuántos profetas de desgracias hay.

            También que reconozcamos las muchas veces que hemos sido y somos en la vida profetas de desgracias.

            De igual manera hemos de reconocer las veces en nuestra vida en que íbamos a decir o a hacer algo bueno y/o en favor de los demás, pero nos hemos dejado arrastrar por los profetas de desgracias… por cobardía, para que no nos señalasen con el dedo, por miedo al ridículo, por miedo al fracaso, por comodidad…

            Finalmente, hemos de ver qué personas a nuestro alrededor han actuado como Yumbé, como Cristo Jesús y, a pesar del vaticinio de desgracias, han hecho algo por los demás o han seguido sus convicciones, aunque en un primer momento o en un segundo momento aquello condujera al fracaso o a un fracaso aparente.

            Hemos de tener claro que a muchos de los flamencos que llevamos al oasis para que beban y sigan viviendo, no los veremos salvados. No, no veremos los resultados durante nuestra vida o veremos muy pocos resultados. Hemos de tener claro que muchas de las personas que alimentamos, como hizo Jesús, no serán agradecidas, como no lo fueron con Jesús cuando éste estuvo clavado en la cruz. Pero nosotros, como Jesús, hemos de hacer y de decir las cosas no buscando aplausos y reconocimiento y éxito, sino que hemos de seguir los dictados de la conciencia, la cual nos indica dónde y cuándo es la VOLUNTAD DE DIOS.

jueves, 18 de julio de 2024

Domingo XVI del Tiempo Ordinario (B)

21-7-2024                              DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (B)

Jr. 23, 1-6; Sal. 22; Ef. 2,13-18; Mc. 6, 30-34

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Cuando leí este evangelio que acabamos de escuchar y sobre todo esa parte que dice que Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma, me acordé de un artículo[1] que había recogido hace unos años y que habla de la educación de los hijos. Éste es un tema que siempre me ha preocupado. El artículo dice así: La educadora Noelia López-Cheda cree que estamos criando niños cómodos que no aprenden lo que es la responsabilidad.

Saltó a la palestra digital por un post, uno más de su blog que, sin saber muy bien el porqué, la ha hecho famosa entre muchas de las madres actuales que retransmiten las andanzas de sus hijos a través de los grupos de Whatsapp del cole.

Noelia, apasionada por la educación, se rebeló una tarde ante las exigencias de su hija de 10 años de que mandara un 'guasap' a las madres de su clase para preguntar qué deberes tenía que hacer. Se le habían olvidado en clase. ‘Enma, cariño, no es mi responsabilidad que se te hayan olvidado los deberes. Es tuya; por lo tanto, mañana le dices a la profesora que se te olvidaron y que la próxima no se te olvidará’, le contestó. Enma protestó porque la profesora la iba a reñir y a poner mala nota, pero su madre creyó que ésta era la mejor forma de educar no sobreprotegiendo a su hija y dejando que se equivocase para aprender de este error.

Todo se hubiera quedado ahí si Noelia no hubiera escrito esta anécdota en su blog personal. ‘Me niego a ser la agenda de mi hija’, tituló su post. Y al día siguiente, tenía más de 100.000 visitas, convirtiéndose en viral y superando en pocos días el millón de seguidores. ‘Me niego a ser la agenda de mi hija por el grupo del Whatsapp de madres, me niego a resolver en casa los problemas de los deberes, me niego a regresar al colegio y me niego a ser tan sobreprotectora que asuma la responsabilidad de ellos’, son algunas de las frases que han causado furor entre madres y educadores.

‘Estamos haciendo niños cómodos’, afirma con rotundidad esta experta en formación. ‘Es bueno que cometan errores, que prueben, que les salgan las cosas bien o mal, que se aburran...’, continúa. Noelia apuesta por fomentar en los más pequeños la capacidad de asombro y la curiosidad y trabajar con ellos su inteligencia emocional, lo cual implica autoestima, autocontrol, iniciativa, autoconfianza, empatía y relaciones sociales. Considera que ‘otra educación es posible’.

Explica Noelia que uno de los errores que más cometen los padres es ‘no dejar a sus hijos ser lo que son’. Especifica que esto no implica no corregir, sino que implica respetar su propia naturaleza. ‘Intentamos que ellos lleven la vida que no hemos llevado nosotros y nos olvidamos de que son personas diferentes a nosotros, con diferentes motivaciones y diferentes deseos’, reivindica.

Encantada con la proliferación de libros sobre educación e incluso la creación de escuelas de padres, defiende no obstante que ‘aprendes a ser padre siéndolo’, por lo que invita a todos los progenitores a no agobiarse, puesto que ‘tenemos un instinto natural que nos ayuda a serlo y debemos dejarnos guiar por él. Todo resulta más fácil cuando lo hacemos así, cuando confiamos en nosotros como padres’.

Sus consejos clave para los padres:

- Mirad a los ojos a vuestros hijos cuando habléis con ellos, demostradles que son importantes.

- Marcad los límites (reglas de juego con firmeza y cariño a la vez). No cedáis, pero acompañad en esa dificultad.

- Respetad sus tiempos: cada niño es diferente y muestra una personalidad distinta. Los manuales están bien, pero hay una sabiduría mayor que tenemos dentro y nos indica el camino adecuado.

- Fomentad el contacto con la naturaleza y el asombro. Ayudad a descubrir la belleza que tiene el mundo a través de compartir experiencias.

- Ayudadles a que comprendan el uso responsable de la tecnología como herramienta fabulosa que ayuda a los seres humanos y facilita la vida.

- No se lo deis todo, por mucho que sea fácil. Hay que valorar lo que tenemos y eso se hace valorando los momentos en que NO tenemos.

Como he dicho tantísimas veces, para enseñar e inculcar lo espiritual en los hombres, es necesario antes que esos mismos hombres hayan crecido y madurado en los valores humanos. Lo mismo que, antes de las ecuaciones y de las integrales, vienen las sumas y las restas; lo mismo que, antes de la universidad, viene el bachiller y antes la escuela; lo mismo que, antes que el aprobado, viene el estudio y el esfuerzo; lo mismo que, antes de ganar un partido de fútbol, viene el entrenamiento continuado durante meses; lo mismo que, antes de recibir la 1ª Comunión, viene todo el tiempo de catecismo; lo mismo que, antes que la boda, viene el noviazgo… Pues del mismo modo, antes de la certeza de la fe, antes de la luz del evangelio, antes de la gracia de Dios…, vienen las dudas, los pecados, la reflexión y lectura constante y serena de la Palabra de Dios. Así nos lo enseña Jesús en la famosa parábola del hijo pródigo: antes del regreso a la casa del padre, vino el arrepentimiento y la decisión de pedir perdón; antes del arrepentimiento, vino el hambre, la sed, la humillación de estar cuidando cerdos (el oficio más bajo para un judío); antes de pasar estas necesidades, vino la pobreza más absoluta; antes de la pobreza más absoluta, vino el gastar desmesuradamente y sin control los dineros que no había uno ganado con su propio esfuerzo; antes de agarrar esos dineros, vino el reclamárselos a su padre con agresividad y exigencias; antes de esa agresividad, vino la soberbia y creerse con derecho a todo y sin obligaciones de nada.

En efecto, Jesús nos ve cómo somos y a dónde vamos a llegar. Ve que estamos perdidos en tantas ocasiones y sin norte ni metas adecuadas en nuestras vidas. Por eso, cualquier dificultad nos puede hundir: perder el trabajo, fracasar en nuestras relaciones familiares (como esposos o como padres), si nos sobreviene una enfermedad grave como un cáncer…

Sí, en tantas ocasiones Jesús nos mira, y nos ve como ovejas sin pastor ni rumbo alguno en nuestras vidas. Así, hoy y siempre, Él está detrás de nosotros para enseñarnos. Pero, para aprender de Dios,

1) tenemos primero que crecer en virtudes y valores humanos, como esa buena madre del principio de la homilía hace con sus hijos;

2) después tenemos que ir haciendo el recorrido del hijo pródigo: recogimiento, reflexión, reconocimiento de nuestros pecados y errores, dudas y oscuridades…

3) hasta que un día la luz llega a nosotros y nos damos cuenta que todo el tiempo Dios ha estado a nuestro lado, como el Buen Pastor, enseñándonos y alimentándonos.


[1] Tomado del ABC (18-1-2015).

jueves, 11 de julio de 2024

Domingo XV del Tiempo Ordinario (B)

14-7-2024                              DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (B)

Amós7, 12-15; Sal. 84; Ef. 1, 3-14; Mc. 6, 7-13

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            - Hace un tiempo predicaba a unas monjas en Madrid que, fundamentalmente, hay dos formas de relacionarse el hombre con la parte espiritual que existe en el universo. La primera forma de relacionarse es a través de la magia y la segunda a través de la religión. Todos los que estamos ahora mismo en este templo somos creyentes, es decir, sabemos que no existe sólo lo que vemos y lo que tocamos, sino que, además de las cosas materiales existentes, hay también realidades espirituales. Nosotros nos relacionamos con esas realidades espirituales, pero –repito- podemos hacerlo a través de la MAGIA o a través de la RELIGIÓN.

            Básicamente, en la MAGIA[1] existen estos elementos: 1) es el hombre quien toma la iniciativa de dirigirse a lo espiritual; 2) el hombre realiza una serie de actos (ritos determinados) o dice una serie de palabras determinadas 3) a fin de conseguir la protección de esa parte espiritual, o un favor de esa parte espiritual. Es decir, el hombre procura manipular en su favor a esa realidad espiritual, ya que busca un interés egoísta con su comportamiento o con su acción. Por supuesto, 4) en la magia el hombre no tiene por qué cambiar su comportamiento o pensamiento; puede seguir actuando y hablando del mismo modo que antes.

            RELIGIÓN es una palabra que proviene del latín ‘religare’, que significa unir. Por lo tanto, la religión sería la unión del hombre con esa parte espiritual, que nosotros llamamos Dios, el cual, para nosotros, es un ser personal; Dios no sería una fuerza cósmica ni serían unos espíritus inmateriales. En la RELIGIÓN existen estos elementos: 1) es Dios quien toma la iniciativa de dirigirse, acercarse y hablar al hombre; 2) es Dios quien entrega todo su amor, su perdón, su salvación… al hombre; 3) esa unidad entre Dios y el hombre conlleva que éste ha de cambiar de comportamiento y de concepción de la vida, y esto es lo que se llama una conversión, de tal manera que, dejando de hacer el mal, comienza a actuar el bien; 4) los ritos del hombre no tienen la finalidad de conseguir de Dios una serie de frutos por un interés egoísta del hombre, sino que esos ritos son expresión de la relación de amor entre Dios y el hombre, y de la relación entre el hombre y Dios.

            En las lecturas de hoy vemos cómo el profeta Amós nos cuenta que él era un pastor, y fue Dios mismo quien se dirigió a él y le pidió que fuera profeta suyo en medio del pueblo de Israel. Dios entregó su Palabra, su fuerza, su mensaje de salvación a Amós para que éste trasladase todo esto a sus hermanos israelitas a fin de conseguir una conversión, es decir, un cambio de vida según la voluntad de Dios. O sea que vemos claramente que la relación entre Dios y Amós era una relación de religión y no de magia. Asimismo nos narra el evangelio cómo es Jesús quien se dirige a los apóstoles, los escoge y los elige para vayan a las gentes de Israel a salvarles de las enfermedades y de los demonios, pero sobre todo (y esto lo pone en primer lugar) a exhortarles a la conversión, al cambio de vida. Por eso vemos que estamos nuevamente en una relación de religión y no de magia entre Jesús y los apóstoles.

            Según esta descripción que acabo de hacer más arriba hemos de reflexionar si nuestra relación con Dios es de magia o es de religión:

            * ¿Percibimos cómo es Dios mismo quien nos busca, nos protege, nos abraza, nos perdona, nos enseña, nos guía…?

            * Con los ritos sagrados que hacemos (oraciones, Misas, funerales, procesiones, peregrinaciones, sacrificios…), ¿buscamos conseguir una serie de objetivos que convienen a nuestros intereses, o más bien son fruto del amor que tenemos a Dios o del amor que percibimos que Dios nos tiene?

            * Esta relación que tenemos con Dios, ¿nos está ayudando poco a poco a convertirnos, es decir, a cambiar de vida, de comportamientos, de pensamientos, en lo que decimos? ¿O la relación con Dios no nos sirve para cambiar nada nuestra vida, ya que una cosa es lo que rezamos y otra lo que vivimos, una cosa es en lo que creemos y otra cosa es lo que vivimos en nuestra vida ordinaria? ¿Procuro adecuar mi vida a lo que me dice el evangelio con el perdón, con la generosidad, con el compartir, con la paciencia…?

            Repito: Hemos de mirar y reflexionar bien sobre nuestras respuestas, porque así podemos llegar a alguna conclusión. Por ejemplo, si la relación que establecemos con Dios es de magia o de religión.

            - En la segunda lectura de este domingo se dice: “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espi­rituales y celestiales”. Fijaros en la exclamación de san Pablo. Él pasó hambre, sed, le lapidaron, le apalearon, le escupieron, naufra­gó y le mataron cortándole la cabeza y, sin embargo, dice: ‘Bendi­to sea Dios que nos ha bendecido con toda clase de bienes...’

            Cuando uno se encuentra con Dios, no importa si tiene que trabajar mucho o poco, si está sano o enfermo; no importa si uno tiene problemas o no. Importa sólo Dios. Quien encuentra a Dios tiene problemas, más que antes, pero Dios los lleva con Él; por eso los problemas se hacen ligeros como plumas. Quien encuentra a Dios vive, ya aquí, en el cielo. Por eso surge la exclamación de san Pablo: “Bendito sea Dios...” Pero fijaros que todo esto nos viene por Jesucristo. Sólo por Cristo podemos encontrar a Dios.

            Cuando preparaba esta homilía y, al llegar a esta parte de bendecir a Dios, me acordé de la ‘última que armó’ el chico este de Senegal que tenía esas afecciones a la piel al finalizar hace años un curso escolar. Tengo que contar algunos antecedentes. En su aldea, cuando uno suspende en la escuela o en el instituto, toda la gente se coloca en dos filas y el que ha suspendido tiene que pasar entre ella mientras todos le golpean. Es como un castigo por no haber aprovechado el tiempo. Así, Este chico sentía una gran responsabilidad de aprobar este curso académico. Le costó muchísimo, tanto por el idioma español, como por los conceptos académicos tan extraños para él. De hecho, suspendió algunas asignaturas y tuvo que repetir exámenes, que fue aprobando… hasta que llegó a una asignatura que fue incapaz de aprobar, él y otros compañeros de curso. De repente, todos estos alumnos suspensos tuvieron la oportunidad de conocer algunas preguntas que podían caer en el examen de recuperación. Todos se aprovecharon de dichas preguntas, menos este chico. Él se negó en redondo, porque eso iba en contra del esfuerzo personal y de su honestidad. Al final, este chico fue el único que suspendió. Conclusión: cuando yo lo supe exclamé una bendición al Señor por su comportamiento y hoy digo una vez más, y refiriéndome a este chico: “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espi­rituales y celestiales”.


[1] Conjunto de conocimientos y prácticas con los que se pretende conseguir cosas extraordinarias con ayuda de seres o fuerzas sobrenaturales