19-10-2025 DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (C)
Ex. 17, 8-13; Slm. 120; 2 Tim. 3, 14-4, 2; Lc. 18, 1-8
Homilía en video.
Homilía de audio.
Queridos
hermanos:
En este día celebramos la
jornada del Domund, en donde la Iglesia nos recuerda que la fe en Jesús ha de
ser transmitida, tal y como él nos mandó al ascender al Cielo: “Id, y haced que
todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he
mandado” (Mt.
28, 19-20). Todos los miembros de la Iglesia tenemos esta tarea. De modo
especial este mandato de Jesús lo están haciendo a tiempo completo los
misioneros, que dejan sus casas, sus familias, sus planes… para irse muy lejos,
a otros países a predicar el Evangelio de Jesús. Hoy Jesús y su Iglesia quieren
que recordemos esta encomienda que nos da a todos, que oremos especialmente por
los misioneros y que les ayudemos con nuestras ofrendas. En la homilía de hoy
quisiera presentaros a tres de estos misioneros y que escuchemos lo que nos
tienen que decir:

1) Almudena
Ríos, misionera en Bunda-Tanzania. Esta misionera madrileña se encuentra
como pez en el agua en una diócesis tanzana, a orillas del Lago Victoria. “La verdad es que desde pequeñita yo sí
decía que quería irme a África. Creo que lo de misionera tampoco sabía lo que
era, pero quería irme a África. Lo primero que recuerdo al llegar a Tanzania es
el calor, el bochorno. Allí te despojas de la tecnología, te pones en contacto
de tú a tú con la gente. Hay muchos problemas de malnutrición. La comida base
allí se llama ‘ugali’, que es una masa de harina cocida que sacia y llena
muchísimo. Pero faltan proteínas, faltan vitaminas. En cuanto a la realidad de
la evangelización allí en Bunda-Tanzania. Celebramos, en el 2021, 125 años de
la llegada de los primeros misioneros a la diócesis. Hace falta una
evangelización de arraigar bien la fe, porque está un poco cogida con alfileres.
Cuando el obispo va a las visitas pastorales en una parroquia, mínimo hay 400
personas para la confirmación, que incluso tuvo que poner un límite de que no
le pusiesen más de 250 personas por día. Hubo un día que tuvo 700. Ese día creí
que nos iba a dar algo. Y bueno, es que hay niños, hay muchísimos.
En Tanzania hay 123 tribus reconocidas. Cada tribu
es un mundo, tiene su cultura, su costumbre. Por ejemplo, la tribu Kara es
monógama. Eso para el tema de la evangelización ayuda mucho. Mientras que en la
parte continental, la tribu predominante son las tribus Jita y Sukuma, que son
tribus polígamas. Ahí arraiga mejor el Islam y sectas protestantes que son un
poco más laxas. Entonces, a la hora de evangelizar, tienes que tener en cuenta
que sí, este es tanzano, pero ¿de qué tribu? Porque si es de tradición
ancestral, lo que está bien visto es la poligamia, y meter aquí el catolicismo
es muy complicado. Y puedes tener gente en la parroquia que a lo mejor es el
director del consejo pastoral, pero no está bautizado. ¿Por qué? Porque es
polígamo. A nivel pastoral es un reto.
¿Cómo lo lleva mi familia? Se lo tendrías que
preguntar a ellos, porque hay veces que la procesión puede ir por dentro. A
nivel externo y cuando hablamos yo les veo bien. Porque a mí me ven bien. A
ver, los padres son siempre los padres, aunque tengas 50 años. La preocupación
es normal, porque estoy muy lejos. Las condiciones de vida de allí no son las
de aquí, pero creo que están contentos, sobre todo porque a mí me ven contenta”.
2)
Rosa y Eduardo (misioneros en Costa Rica)
se conocieron en unas misiones de juventud que se hacían en el norte de España
y, cuando se casaron, ambos reconocieron que Dios les llamaba a la misión ad gentes, pero no sabían cómo se podía
concretar esa llamada. Su primer año de casados lo pasaron en Londres por
trabajo, y allí les hablaron de que existían las familias misioneras, y para
ellos fue como poner nombre y apellido al anhelo que tenían en su corazón. Entonces
con un bebé en camino, decidieron irse a la India como familia misionera. “Yo recuerdo el temor de todo el mundo, de
que me fuera embarazada a la India”, cuenta Rosa Lobo. “Pero realmente Dios quería que tuviéramos esa experiencia de familia,
no solo de dos jóvenes, porque ya con un bebé la cosa cambia”. Eduardo
explica lo que significó para ellos este año en el país asiático. “Para nosotros la India fue absolutamente
clave, porque descubrimos lo que era una familia misionera”, afirma. “Descubrimos la fecundidad de lo que Dios
puede hacer a través de ella”. Aunque su deseo era quedarse allí, no pudieron
y tuvieron que regresar a España, pero ya con el convencimiento de su vocación ad gentes. Tras años de búsqueda, al
final se marcharon a Costa Rica. Allí, junto con sus siete hijos, han iniciado
una nueva realidad misionera que se llama Ignis
Mundi (Fuego del Mundo), a la que se han ido sumando otras seis familias –y
esperan llegar a 20-.
Ignis Mundi
es definido por Rosa como “una familia de
familias que quiere llegar a los más alejados de la Iglesia”. Ignis Mundi se encarna en el barrio de
Los Guido, en la periferia de San José, la capital de Costa Rica. Allí se
hacinan 33.000 personas en 10 kilómetros cuadrados, en un asentamiento con muy
pocas infraestructuras. Los problemas principales son el consumo de drogas, la
desestructuración familiar, el abuso sexual –con un 60-70% de mujeres que lo
han sufrido–, una alta tasa de suicidio… Y todo esto no se arregla solo con
bienes materiales: la única solución que ven Rosa y Eduardo es anunciarles el
amor de Dios, la Buena Noticia. “Lo que
pasa es que esas personas, en situaciones de verdadera vulnerabilidad, no van a
poder conocer el amor si no viene acompañado de una serie de acciones,
herramientas y oportunidades. Ahí es donde nosotros tratamos de acompañar ese
anuncio con todo tipo de acciones, más desde el punto de vista humano: apoyo
psicológico y de salud, emprendimiento, deporte…”, explica Eduardo. Y a
partir de ahí, ir estableciendo vínculos en la cotidianidad de la vida
familiar, ir enseñando una nueva forma de relacionarse, vestirse, decorar la
casa… hasta que muchos de ellos, finalmente, quieren ser cristianos como ellos
y piden el bautismo, y comienzan con ellos un catecumenado de adultos. El
protagonismo de los niños en la misión es absoluto, no son un añadido a los
matrimonios, sino que ellos también hacen misión en su día a día: van a la
misma escuela del barrio, juegan al fútbol, se hacen amigos, les invitan a
casa… “Se da una dinámica muy natural”,
afirma Eduardo. “Una buena parte de
nuestra misión es transmitir el amor de Dios a través de la irradiación: cuando
parece que nada pasa, todo se transforma por irradiación”. En el contacto
con ellos, los más alejados entienden lo que significa ser padre, amar a los
hijos, no pegarles… “Una persona que no
ha oído nunca hablar de Dios o de la Iglesia Católica, o no tiene la mejor de
las experiencias de ella, es muy difícil que se acerque a la Iglesia por la
puerta normal, ¿no?”, explica Rosa. “Ahora,
a tu casa, es más fácil que quiera ir. Entonces ahí es donde entramos las
familias”.