19-4-2019 VIERNES SANTO (C)
Decía ayer lo que significaba para
nosotros, los cristianos, la Eucaristía: es Dios con nosotros, es presencia de
Dios, es Alimento Divino.
Hoy, día de Viernes Santo, vamos a
seguir profundizando sobre lo que significa la Misa, la Eucaristía. Hoy
nos detendremos en otro aspecto: Eucaristía
como sacrifico y entrega. Sacrificio de uno mismo. Entrega a los demás.
Durante la Misa, el sacerdote repite
las mismas palabras de Jesús en la Última Cena: “Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será
entregado por vosotros.
Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y
por muchos para el perdón de los pecados”.
Es
decir, Jesús mismo en esa Última Cena, en esa única y eterna Misa del Jueves
Santo anunció y, al mismo tiempo, hizo realidad lo que iba a pasar físicamente con
Él unas horas más tarde, en el Viernes Santo.
Sí,
la Misa es (por así decir) la repetición de la pasión de Jesús: de
los insultos, de los golpes, de los escupitajos, de la burla, de la
flagelación, de la coronación de espinas, del atravesamiento de manos y pies
por los clavos, del descoyuntamiento de huesos, del desgarramiento de músculos
y de la agonía de seis horas en la cruz. Cuando Jesús en la Última Cena dijo: “Cuerpo entregado por nosotros” y,
cuando el sacerdote repite en cada Misa: “Cuerpo
entregado por nosotros”, significa todo eso, todos esos dolores, esos
sufrimientos, esa pasión. Para nosotros estas palabras (“Cuerpo entregado por nosotros”) no son palabras vacías, no son un
espectáculo en el cine… En efecto, cada vez que un sacerdote dice estas
palabras: “esto es mi Cuerpo, que será
entregado por vosotros”, está haciendo presente esa pasión, esos tremendos
dolores de Jesús en la cruz y todo ello por amor a nosotros, los hombres de
todos los tiempos y de todos los lugares.
Del
mismo modo, cada vez que el sacerdote dice en la Misa que la Sangre de Cristo “será derramada por vosotros y por muchos
para el perdón de los pecados”, se está diciendo que Jesús dio hasta la
última gota de su flujo sanguíneo por nosotros. Para que nosotros vivamos, Jesús muere, y su muerte es violenta. Para
que a nosotros se nos perdonen los pecados, Jesús es ajusticiado y desangrado.
Por
todo esto decimos que la Misa, que la Eucaristía es la re-presentación de la
pasión y muerte de Jesús en aquel día de Viernes Santo, hace ya casi 2.000
años. Cuando se separa el prefijo ‘re’ de la expresión que le sigue:
‘presentación’, LO QUE SE QUIERE INDICAR ES QUE ESA PASIÓN Y MUERTE SE HACE
PRESENTE DE NUEVO EN CADA MISA. Por eso, la
Misa es un acto de sufrimiento atroz (revivimos los dolores de Jesús y
su muerte), pero al mismo tiempo es un acto de salvación, pues ahí está
el perdón total de nuestros pecados y la apertura de las puertas del Reino de
Dios para nosotros. En este sentido, la Misa es también un acto de alegría
total y sin fin.
Pero
igualmente podemos decir que, lo mismo que en la Misa se reviven los dolores de
Cristo Jesús, también esa pasión se revive en la vida de tantos cristianos que
son perseguidos, insultados y asesinados por su fe. Y de la misma manera esa
pasión se revive en tantos cristianos…
que
entregan su vida en el cuidado de enfermos (familiares suyos o no),
que
atienden a personas necesitadas,
que
escuchan a los que el Papa llama los hombres invisibles de nuestra sociedad (es
decir, los que no cuentan),
que
hacen una labor callada o ante los ojos de todo el mundo (como la M. Teresa de
Calcuta) a fin de dar esperanza,
que
se privan de cosas, materiales o no, para compartirlas con otros.
En
definitiva, lo que trato de explicar es que la pasión de Cristo se vive, se
revive y se hace presente en la Misa de cada parroquia o de cada templo, pero
también en la vida diaria de los cristianos que se sacrifican por Dios y por
los demás. O podemos decirlo también al revés: la pasión de Jesús se hace
presente en la vida diaria de los cristianos que se sacrifican por Dios y por
los demás, e igualmente en la Misa de cada parroquia o de cada templo. Las dos
formas son distintas caras de la misma moneda.
Todo
esto, y mucho más, es la Eucaristía para nosotros los católicos. ¡Bendito sea
Dios que nos ha dejado tan gran tesoro en nuestras manos!
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