18-4-2019 JUEVES SANTO (C)
Dios
es nuestro Creador, es nuestro Padre. Es lo más grande que hay en el mundo
entero, en el universo entero. Dios es lo más grande que hay en el pasado, en
el presente y en el futuro. Quien tiene a Dios, lo tiene todo. Quien no tiene a
Dios, no tiene nada.
Pero este Dios, tan grande e
inalcanzable para los hombres, quiso acercarse del todo a los hombres y lo hizo
enviando a la tierra a su propio Hijo, que era Dios como Él, que era tan Dios
como Él. Por lo tanto, Dios no solo nos entregó su amor, sino que hizo algo más
(mucho más), nos entregó a su propio Hijo.
Cuando Jesús estuvo entre nosotros,
nos predicó el Evangelio y nos enseñó quién era Dios y cómo era Dios. Jesús
quiso permanecer entre nosotros hasta el final de los tiempos, aunque de un
modo distinto a como había estado durante los 33 años de su vida terrena. Jesús
quiso estar para siempre entre nosotros y no solo en una determinada parte de
la tierra, sino en toda la tierra, en todas partes y con todos los hombres a la
vez. Es en este momento cuando Jesús instituye la Eucaristía, es decir, hace la
última Cena en la que nos entrega su Cuerpo para ser comido y su Sangre para
ser bebida. ¡Atención!, el Cuerpo y la
Sangre de Jesús es el mismo Jesús. Y este sacramento[1],
que no es un símbolo ni una imagen, sino que es el mismo Jesús, es lo más
grande que tenemos nosotros los cristianos en la tierra y de esto somos
especialmente conscientes. Hace poco robaron un copón del sagrario de Figueras.
Lo más grave, lo que nos hace más daño a los cristianos no es que nos roben un
copón de plata, de oro, de hojalata…, sino que nos roben las hostias
consagradas, que son el mismo Jesús.
Sí, Jesús está realmente presente en
el pan y el vino después de la consagración por parte del sacerdote en la Misa.
Solo el sacerdote puede consagrar ese pan y este vino. Si faltaran los
sacerdotes, no habría modo de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la
Sangre de Jesús.
Sí, Jesús está realmente presente en
esta Hostia consagrada y, para poder comulgarla y meterla en nuestro pecho,
hemos de confesarnos y hemos de estar en gracia, es decir, limpios de todo
pecado grave, pues no podemos mezclar lo santo con el pecado, lo puro con lo
sucio.
Sí, Jesús está realmente presente en
el sagrario. Por eso, iluminamos con una vela roja esa presencia. Por eso, nos
arrodillamos y hacemos una genuflexión ante Jesús presente en el sagrario. ¿Por
qué razón creéis que dejo la iglesia de Tapia de Casariego abierta de la mañana
a la tarde-noche? No es para que se puedan hacer visitas turísticas, o para
disfrutar de la belleza de las imágenes, o para estar en un lugar silencioso y
tranquilo. La iglesia está abierta para que los fieles puedan entrar, orar y
adorar a Jesús presente en el sagrario. Solo eso da sentido a esta apertura de
la iglesia.
Sí, nosotros los cristianos
católicos creemos realmente que Jesús está entre nosotros a través de la
Eucaristía, en su Cuerpo y en su Sangre. Cualquier daño que hacen a este Jesús
Eucaristía, nos lo hacen a nosotros y nos lo hacen de la manera más vivísima.
Por este Cristo Eucaristía tenemos que estar dispuestos a dar nuestra vida. Ahí
tenemos el ejemplo de Tarsicio, un niño que, en tiempos de las persecuciones de
los emperadores romanos, llevaba la Comunión a los encarcelados, pues los
guardias no sospechaban de él, al ser tan pequeño. Pero un día unos mozalbetes,
intuyendo que llevaba esa Comunión consigo, quisieron arrebatársela, mas
Tarsicio no se lo permitió y por eso lo mataron a pedradas.
Si
un día fuéramos plenamente conscientes de que Dios mismo está entre nosotros
a todas horas, que lo podemos adorar, que le podemos hablar, suplicar,
agradecer…, que podemos comerle y alimentar nuestro ser más íntimo de Él, sería algo extraordinario. Hace un
tiempo estuve celebrando Misa en una parroquia. Hacía unos dos meses que no había
podido ir por allí y en ese tiempo la iglesia estuvo cerrada, sin ser visitada
por los feligreses de la parroquia. Las flores delante del altar estaban
podridas. Pensé en celebrar la Misa y vaciar el sagrario. ¡Total, no lo
visitaban! Pero, de repente, sentí en mi interior que se me decía: ‘Andrés,
déjame. Yo quiero estar a su lado’. Y lo dejé.
En definitiva, la Eucaristía para
nosotros los cristianos es lo más sagrado que tenemos: es Jesús mismo, el Hijo
de Dios, que ha querido quedarse con nosotros, es el gran regalo de Dios Padre.
Por lo tanto, la Eucaristía es presencia verdadera de Dios.
La Eucaristía es alimento para
nuestros espíritus hambrientos. No podemos ni debemos jugar con ello, pues es
su verdadero Cuerpo y su verdadera Sangre. Y todo esto lo celebramos en el día
de hoy, Jueves Santo, día en que Jesús instituyó la Eucaristía.
[1] Sacramento
significa ser signo visible de algo invisible. Es decir, el pan y el vino son
visibles a nuestros sentidos, pero no se quedan simplemente en eso: en ser un
pan común y un vino común, sino que en realidad es el verdadero Cuerpo de
Cristo y la verdadera Sangre de Cristo.
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