jueves, 30 de diciembre de 2021

Homilías semanales EN AUDIO: semana de la Octava de Navidad

1ª Juan 1, 1-4; Salmo 96; Juan 20, 2-8

Homilía de san Juan Evangelista



1ª Juan, 1, 5-2, 2; Salmo 123; Mateo 2, 13-18

Homilía de los Santos Inocentes

 

 

1ª Juan 2, 3-11; Salmo 95; Lucas 2, 22-35

Homilía del día V dentro de la Octava de Navidad



1ª Juan 2, 12-17; Salmo 95; Lucas 2, 36-40

Homilía del día VI dentro de la Octava de Navidad

Domingo II después de Navidad (C)

2-1-2022                     DOMINGO SEGUNDO DESPUES DE NAVIDAD (C)

Eclo. 24, 1-2.8-12; Sal. 147; Ef.1, 3-6.15-18; Jn. 1, 1-18

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Seguimos celebrando estos días de Navidad. El significado de estas fiestas es muy rico y en cada homilía trato de exponer brevemente algunas ideas de un aspecto de la Navidad.

            Ante tantos fracasos matrimoniales, de los que hablaba ayer mismo, ante tanto sufrimiento atroz provocado por unos hombres contra otros hombres… ¿de verdad existe en este mundo algo que merezca la pena, de verdad tiene sentido seguir celebrando el nacimiento del Niño Jesús, de  verdad tiene sentido que los cristianos sigamos predicando el evangelio de Jesús y tratemos de vivirlo en nuestras vidas?

            Un año recibí una felicitación navideña de Julita, una misionera en África. Aquí tenéis la fotografía que me mandó de sí misma. Tiene en brazos un niño como de unos cuatro o cinco años. Y en su felicitación Julita cuenta la historia de este niño. Yo os la repito:

              “Me gustaría compartir con todos vosotros la historia de este niño que llevo en brazos: Se llama FARA lo que quiere decir ‘último’; tiene un hermano mayor y  su madre se murió al nacer él. Su padre es minusválido de nacimiento; tiene las piernas completamente deformes, lo que le obliga a desplazarse en silla de ruedas.

                A pesar de quedarse solo con sus dos hijos muy pequeños, nunca quiso darlos ni a la familia de su mujer ni a la suya. Este niño no conoce otra vida que la de pedir limosna. Los he visto a menudo salir a pedir: el padre en su silla de ruedas con Fara sentado delante y el mayor, Zaka, cogido a los puños de la silla por detrás de pie en unas barras que salen de cada lado al interior de las ruedas. Fara, desde muy pequeño, cuando una persona se le acercaba, automáticamente tendía el sombrero en el que, supuestamente, se le daba una limosna. No recuerdo haberles dado gran cosa, pero sí que con frecuencia los saludaba. Un buen día los niños llegaron a casa junto con otros niños ya más conocidos. Merendaron con los demás niños un día y otro día. Poco a poco aceptaron ser bañados, cambiar de ropa, cortar el pelo…, pero la relación no era demasiado espontanea. Un día cogí  a Fara en brazos y le di un beso, me miró con asombro y le dije ‘¿quieres otro?’ ‘¡Sí!’ A partir de aquel día, en cuanto me veía extendía los brazos para que lo cogiera y le diese un beso. Se ve que no tenía muchas ocasiones de que una mujer le diese cariño...

Cuando un niño como Fara da su sonrisa, su confianza y se acerca sin miedo, es ‘el regalo’ de los regalos. Ese regalo es para todas las personas que nos acompañáis en esta misión, si los niños de este barrio vienen a jugar, si podemos ayudarles en los estudios, si podemos darles la merienda todos los días…, es que hay gente que está con nosotras, que cree en nuestra pequeña labor y presencia en medio de esta gente.  GRACIAS. Como cada año, tendremos la Navidad con los pobres del pueblo, con los niños del barrio y con los enfermos. Con las alumnas cantaremos la misa de Navidad en el hospital y pasaremos saludando los enfermos con alguna golosina. Pasar estas fiestas con gente más o menos marginada es sentirse un poco como aquellos PASTORES que fueron a ver un niño en un pesebre con sus padres que no comprendían muy bien lo que estaba pasando. Llevar un poco de alegría y amistad: poco, pero que suene a ‘Navidad’.

Os damos cita en el pesebre. FELICES FIESTAS, BUENA CELEBRACION, FELIZ AÑO 2022”.

            Con los hechos narrados en las homilías de Navidad y de la Sagrada Familia, con los hechos narrados por Julita, podemos decir que el evangelio que acabamos de escuchar se está cumpliendo cada día y cada año entre nosotros. El evangelio decía así: La Palabra (Jesús) era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre […] Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

            En efecto, Jesús viene al mundo y una serie de personas no lo reciben (no lo recibimos). Eso dicen de modo claro nuestras acciones y nuestras palabras. No recibimos a Jesús a pesar de que Él nos has creado. No recibimos a Jesús a pesar de que nuestro corazón es su corazón, nuestra alma es su alma, nuestra vida es su vida, nuestras cosas son sus cosas. No recibimos a Jesús, porque, como dice el evangelio de hoy, no lo conocemos ni lo reconocemos: ni en los hombres (nuestros hermanos y sus hermanos), ni en el mundo que nos rodea, ni presente en el sagrario, ni en su Iglesia.

            Sin embargo, como bien nos dice también el evangelio de hoy y como nos dice la vida de Julita, la misionera, otros sí que conocieron y reconocieron a Jesús, sí que le abrieron su casa, su corazón, su alma, su vida, su ser. Otros sí que creen en Jesús y estas personas sí que son capaces de contemplar cosas maravillosas: a Dios mismo, a un niño necesitado de ser abrazado, besado, lavado, cambiado de ropa, alimentado, en definitiva, a un niño necesitado de ser querido y amado.

Y ahora Jesús nos dice, como cuando termina la parábola del buen samaritano: “Vete y haz tú lo mismo” (Lc. 10, 37). Sí, en estos días de Navidad (y siempre) vete, y conoce y reconoce a Jesús como tu Dios, tu Señor y tu Amado. Sí, vete y recibe a Jesús en tu casa. Ábrele tu corazón, tu alma, tu espíritu, tu cartera, tu salud, tu enfermedad, tu vejez, tu juventud… Sí, cree en su evangelio, en lo que te dice, en lo que sabes que está bien; cree en su persona. Sí, en estos días de Navidad (y siempre) déjate llenar de Jesús, que es la Verdad auténtica y la Gracia auténtica.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Santa María, Madre de Dios (C)

1-1-2022                                SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (C)

Num. 6, 22-27; Slm. 66; Gal. 4,4-7; Lc. 2, 16-21

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Celebramos hoy a Santa María, la Madre de Dios, la Madre de nuestro Salvador. Pero también hoy es el primer día del año 2022. Ayer terminó el 2021. María es Madre y Esposa. En el día de hoy quisiera hacer alguna referencia al amor esponsal. Y lo haré tomando como base una carta de amor entre esposos; concretamente una carta que un esposo dirige a su esposa. Confieso que tengo guardada esta carta desde hace años y siempre quise utilizarla en la homilía de una boda, pero, o no me parecía oportuno, o no iba a ser entendida. Ya aviso que es una carta dura, si se reflexiona un poco. Esta carta fue la ganadora del III Concurso Antonio Villalba de ‘Cartas de Amor’. No sé si fue tomada de la realidad o si fue un puro invento. Allá va:

“CARTA DE AMOR: Estimada Cristina:

Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al Notario y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal.

Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo.

Cosas a conservar:

- La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina.

- El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra.

- El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar.

- La mancha de rímel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.

- La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.

- El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.

- Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.

- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).

Cosas que puedes conservar tú:

- Los silencios.

- Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.

- El sabor acre de los insultos y reproches.

- La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.

- Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa.

- El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.

- Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu espalda.

- Jorge y Cecilia. Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.

Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc.) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo solo son eso: objetos.

Por último, recordarte el nº de teléfono de mi abogado (...) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento.

Afectuosamente, 

Roberto”.

¿Por qué fracasan los matrimonios? Yo he asistido a muchas bodas; he conocido a muchos novios… y todo es tan maravilloso…, o lo parece. ¿Por qué fracasan los matrimonios si se quieren tanto, si todo parece tan color de rosa, si hay tanto ilusión, si les avisas de posibles y futuros problemas en la relación y dicen que pueden afrontar con éxito eso que les dices…?

Los matrimonios fracasan por causas muy diversas. Cada pareja y cada matrimonio es un mundo. Además, lo que hoy se vive de un modo determinado, el año siguiente puede ser vivido de otro modo o puede no ser aguantado por uno de ellos o por ninguno de ellos. Lo que se vive de un modo determinado aquí (en Oviedo), pueden vivirlo de un modo muy distinto en otro lugar. Las personas cambian, los tiempos cambian, los lugares cambian, y el amor, el cariño, la pasión, lo que une a un hombre y a una mujer dura sólo un tiempo. Algunos dicen: “No hay por qué atarse para siempre. Eso no es humano, sino que es inhumano”.

Algunos matrimonios y relaciones entre un hombre y una mujer fracasan… porque nunca tenían que haberse casado, porque él o ella, o ambos no ‘valen’ para casados con esa persona o con ninguna persona.

Otros matrimonios y relaciones fracasan por no poner ambos los medios para profundizar y crecer juntos en su mutuo amor. Ah, es muy importante que, a la primera crisis o grieta entre los esposos, ambos se pongan manos a la obra para reparar el daño causado. En caso contrario, una pequeña gotera en el tejado, si no se repara, puede hacer que éste se venga abajo con toda la casa.

¿Cómo puede un matrimonio crecer al unísono en su mutuo amor? San Pablo da unas pautas concretas, que, si los matrimonios trataran de seguirlas, muchas rupturas no se producirían. “Vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro […] Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón […] La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza”. Sí, esta última recomendación de san Pablo es muy importante. Los esposos son seres humanos, limitados y pecadores. Su matrimonio solo lo pueden vivir si son ayudados en todo momento por la Gracia de Dios. Y esta Gracia viene muy especialmente si ambos esposo procuran vivir la fe y el amor a Dios, tanto individualmente como unidos entre sí.

 

jueves, 16 de diciembre de 2021

Domingo IV de Adviento (C)

19-12-2021                            DOMINGO IV DE ADVIENTO (C)

Miq. 5, 2-5a; Slm. 79; Hb.10, 5-10; Lc. 1, 39-45

Queridos hermanos:

            - Le dice Isabel a su prima María en el evangelio: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. ¿A qué se refería Isabel? Pues se refería al episodio narrado por san Lucas unos versículos antes sobre cómo el arcángel Gabriel se acercó a María y le dijo que Dios se había fijado en ella, que iba a tener un Hijo de Dios, que no hacía falta que se acostara con un hombre para quedar encinta, que el Espíritu Santo la fecundaría con esperma divino… Si viene una hija vuestra o una vecina o una conocida con esta “historia”. ¿Cómo reaccionarías vosotros? María sí que discernió que realmente aquello era cierto, que aquello era de Dios, y creyó y aceptó aquel embarazo. María fue recibiendo enseguida varias pruebas de la veracidad de lo anunciado por el arcángel: 1) se quedó realmente embarazada sin intervención de un hombre; 2) una prima suya, Isabel, nada más verla, cuando María fue a visitarla, le dijo: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”. Pero seguramente en nuestro caso, en nuestra vida ordinaria no tengamos tanta suerte como tuvo María en esa ocasión, es decir, probablemente no recibamos tantas pruebas de que es Dios quien está con nosotros o quien nos habla.

            Sigamos profundizando en este tema y para ello vamos a fijarnos ahora en la primera lectura. Es un trozo de la profecía de Miqueas, el cual fue un profeta que vivió unos 700 años antes de Jesucristo. Miqueas recibió una Palabra de Dios y se la creyó. Y, como se la creyó y creyó que venía de Dios, no se la guardó para sí, sino que la proclamó a sus contemporáneos. En aquellos momentos el pueblo de Israel estaba en una guerra civil entre el reino del norte y el del sur. En esta guerra hubo unos 120.000 muertos en el reino del sur. Y, más o menos, los mismos habría en el reino hermano. Pero es que, además, poco después el reino de Asiria aplastó al reino del norte y cogió a todos sus habitantes y los desterró para siempre por otros territorios conquistados, y el lugar vacío que dejaron los habitantes del reino del norte fue ocupado por otros desterrados por Asiria: los samaritanos. De aquí viene el origen de ellos y su mención en el evangelio. Pues bien, en medio de tanto odio y tanta devastación Miqueas recibe una Palabra de Dios, la que hoy acabamos de escuchar y que dice así: “Pero tú, Belén de Éfrata, pequeña entre las aldeas de Judá, de ti saldrá el jefe de Israel [...] Los entrega hasta el tiempo en que la madre dé a luz, y el resto de sus hermanos retornará a los hijos de Israel […] Habitarán tranquilos, porque se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y éste será nuestra paz”. ¿Creerían a Miqueas las madres, esposas e hijos de los muertos en la guerra civil? ¿Creerían a Miqueas los parientes y conocidos de los que habían sido llevados por Asiria como desterrados? ¿Creerían a Miqueas todos aquellos que sólo veían guerra, destrucción, hambre cuando el profeta les anunciaba que Dios traería la paz? Esta profecía de Miqueas se cumplió 700 años después de haber sido proclamada. De hecho, cuando los reyes magos se acercaron al rey Herodes para preguntarle dónde habría de nacer el futuro rey de los judíos, Herodes consultó a los sabios y le citaron este pasaje del profeta, pues sí hubo hombres y mujeres que habían creído a Miqueas y habían escrito sus palabras, y esperaban que el liberador de Israel viniera un día y naciera en un pequeña aldea: Belén.

            Y ahora nos toca hacer presente la Palabra de Dios en nosotros. Hoy, 2721 años después de predicada esta profecía por Miqueas, Dios nos vuelve a decir que una mujer da a luz a un Niño, que ese Niño será el pastor de todos los hombres de la tierra, que ese Niño hará que todos los hombres retornen a Dios para siempre, que ese Niño nos traerá la paz. ¿Creemos esto? ¿Creemos esto cuando los templos están vacíos y casi todos somos gente mayor? ¿Creemos esto cuando los musulmanes avanzan más y más, y la fe cristiana retrocede? ¿Creemos esto cuando nos vemos débiles, frágiles, pecadores y más viejos cada día? Y es que el tiempo de Navidad puede ser tomado como un aniversario de un hecho cosa que ocurrió hace muchos años, o más bien como algo cierto que está ocurriendo aquí y ahora, y en nuestra vida concreta. Si hoy estuviera Isabel, la prima de la Virgen María, delante de nosotros, ¿nos podría decir como a ella: “¡Dichosa tú que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”?

            - En la segunda lectura se nos dice que Jesús vino a este mundo para cumplir la voluntad de Dios Padre: “Aquí estoy yo para hacer tu voluntad”. ¿Estoy yo cumpliendo la voluntad de Dios en mi vida, o se está cumpliendo su voluntad en mi vida? Hace poco una persona comentaba que estaba asustada de lo ingrata que era para con Dios. Decía que se había dado cuenta de esa ingratitud un día que reflexionó un poco en su relación con Dios. Se dio cuenta que, en tantas ocasiones Dios le había pedido en su vida ordinaria un poco de tiempo para hablar con Él, pero esta persona le había contestado tantas veces que estaba muy ocupada, que en ese momento no podía, que ya hablaría con Él dentro de un rato, o por la tarde, o por la noche, pero al final del día nunca encontró ese momento o ese rato para hablar con Dios. Al mismo tiempo esta persona se había dado cuenta que, tantas veces estando ella haciendo alguna cosa en casa, vino alguien y le pidió un favor, y al momento dejó de lado la tarea que estaba realizando entonces para hacer ese favor. Y en otras ocasiones estando ocupada en casa alguien llegaba a su casa a pasar un rato de conversación, y ella paraba de hacer las cosas que estaba haciendo y se ponía a hablar con la visita. Con lo cual se daba cuenta que en su vida Dios era el “último mono”. Para los demás estaba siempre dispuesta, pero para Dios casi siempre sacaba disculpas y lo dejaba para después...

            Estoy preocupado con estas Navidades que están a la vuelta de la esquina y, como sacerdote de mi Señor Jesucristo, no quisiera que nos pasaran desapercibidas; no quisiera que las viviéramos como paganos. Por eso, voy a daros algunas pautas:

* En estos días procurar no faltar a los cultos cristianos. El sábado 25, día de Navidad. El domingo 26, día de la Sagrada Familia. El sábado 1, día Santa María, Madre de Dios. El día 6, jueves, fiesta de la Epifanía (manifestación) del Señor a los Reyes y a todos los hombres. El domingo 9, día del Bautismo del Señor y último día de las celebraciones navideñas. Asimismo podemos proponernos acudir a alguna Misa entre semana o, al menos, hacer alguna visita al Santísimo deteniéndonos unos minutos con el Señor, Jesús.

            * María se puso en camino para atender a su prima Isabel en las labores de casa y en el parto. Ella se preocupó por los demás. También en este tiempo debemos preocuparnos de otras personas. Dios nos guiará hacia ellas.

            Procuremos que no nos pase a nosotros como a esa persona de la que hablaba más arriba, cuando se dio cuenta que Dios para ella era el “último mono”.

Homilías semanales EN AUDIO: semana III de Adviento

Número 24, 2-7.15-17a; Salmo 24; Mateo 21, 23-27

Homilía de santa Lucía



Sofonías 3, 1-2.9-13; Salmo 33; Mateo 21, 28-32

Homilía de san Juan de la Cruz



Isaías 45, 6b-8.18.21b-25; Salmo 84; Lucas 7, 19-23

Homilía del miércoles III de Adviento

jueves, 9 de diciembre de 2021

Domingo III del Adviento (C)

12-12-2021                            DOMINGO III DE ADVIENTO (C)

Sof. 3, 14-18a; Is. 12; Flp. 4, 4-7; Lc. 3, 10-18

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Este tercer domingo de Adviento es el domingo de la alegría: las lecturas nos hablan de gozo, de júbilo, de estar alegres… Hoy, sin embargo, quiero hablaros de lo contrario: de la tristeza. Sí, Dios quiere que estemos alegres, contentos y jubilosos. Y esto solo lo logramos si estamos a su lado. Pero…, quien se aparta de Dios, es una persona de la que la tristeza se adueña. No hablo aquí de cualquier clase de tristeza, sino de la tristeza provocada por la lejanía de Dios.

            La idea central de esta homilía, por lo tanto, es esta: La lejanía de Dios nos deja una tristeza profunda. La cercanía de Dios nos da una alegría profunda, duradera, que contagia y que es invencible ante cualquier situación de salud o enfermedad, de pobreza o de riqueza, de éxito o de fracaso. Esto solo lo puede experimentar quien ha sentido de verdad la presencia de Dios.

            Veamos un ejemplo de la tristeza que mencioné más arriba tomado de un periódico, ‘El Mundo’: “Ferrán Pla movía maletines llenos de billetes ordenados en fajas; llegó a ganar 10.000 euros a la semana, fue un tiburón inmobiliario y montaba fiestas salvajes donde amanecías vestido con la ropa de otro. O de otra. Su historia es bien conocida en los albergues de Barcelona, donde la crisis (de 2008 a 2012) ha alumbrado una nueva tipología de pobres. Tipos que llegan con traje, pero sin nada más. Tipos que piensan que ellos no deberían estar allí. Por algo le llamaban ‘el Señorito’ en el año y medio que ha vivido dentro. Por algo nos pide una cosa: que le compremos una cajetilla de tabaco de las baratas. Cuando hace no demasiado tiempo podría haberse encendido un Cohiba de los caros, echarnos el humo a los ojos y tirarlo a la mitad. ‘Entonces era muy fácil ganar dinero en el mundo inmobiliario. Porque se compraba todo lo que se edificaba. Todo se vendía. Sé de gente que fue al banco a pedir 175.000 euros y salió con 250.000... Yo valía para ese negocio. Me di cuenta’. Esta es la crónica de un subidón fulgurante y el relato de una lenta caída. Tocó el cielo en la era del ladrillo y aterrizó en 2012 en el aeropuerto de Barcelona. Con 100 euros en el bolsillo como todo capital, una cartera y una corbata. Arruinado. Se quedó a vivir en el aeropuerto.

‘En la época de las vacas gordas hacíamos cosas ilegales, como cobrarle al comprador de la casa un 6% de comisión; algo que era ilegal. Yo movía maletines llenos de billetes. Vivía en el barrio de Salamanca. Mi perdición fue la coca, el alcohol y el buen yantar. A lo mejor me daba el punto y me iba a cenar a Nueva York, Estambul o por ahí. Con chicas. Nunca menos de dos’. Su ruina no sucedió de repente. Fue poco a poco. ‘La cosa iba a peor. La gente dejó de comprar. En 2012 ya había vendido todo: los muebles, la televisión, el ordenador... para pagar las deudas que tenía. No me quedaba nada. Así que dejé Madrid para regresar a Barcelona’. ‘Como no tenía adónde ir, decidí quedarme en El Prat (aeropuerto). Porque la estación (de ferrocarril) de Sants cierra por la noche y es mucho más insegura. Era diciembre y fuera llovía. Allí en el aeropuerto estaba bajo techo, protegido. Cuando me gasté el último de los 100 euros que llevaba, me tuve que buscar la vida. Para comer robaba sándwiches del bar. Me afeitaba con las maquinillas que cogía de la tienda. Me aseaba en el baño de los discapacitados, porque había más espacio y me apañaba mejor. Lavaba los calzoncillos a mano en el lavabo. Caminaba. Me sentaba. Dormía en los sofás de la cafetería... Cuando venían los seguratas a la T-1, yo me iba a la T-2. Cuando iban a la T-2, yo me iba a la T-1. Y allí me veías siempre con mi maleta y mi corbata. Aunque estaba sin un duro, era un señor’. Hablamos con frío. En esta casa de la calle Provençals donde el Ayuntamiento de la ciudad le paga a Ferrán el alquiler de una habitación hace frío. También te provoca frío su dormitorio. Frío saber que en diciembre de 2014 se le acabó la renta de 426 euros que cobraba. ‘La vida es una mierda. No tengo ni un euro para comer, pero creo que lo peor ya ha pasado. A los albergues no quiero volver a ir porque el ambiente es muy jodido, lleno de pringaos. Cada vez hay gente más jodida, cada vez están más llenos los albergues, cada vez hay más españoles que se han ido a la mierda... Un día, allí dentro, me hice una pregunta importante: '¿Pero qué hago yo aquí?'. Y con el tiempo encontré la respuesta: 'Si estoy aquí dentro es porque soy igual que ellos'”.

En este caso concreto nos encontramos con la vida de tristeza de un hombre que solo vivió para sí, que robó, que estafó, que malgastó, que se dio a todos los vicios, y que esa misma vida lo devoró. Fue un hombre que no pensó nunca en los demás, sino en sí mismo. Fue un hombre en el que Dios no tenía cabida. Sí que tenían cabida la soberbia, el orgullo, la prepotencia, la avaricia, la gula, la lujuria, el lujo desenfrenado…, pero Dios y los demás hombres no. ¿Dónde están ahora todos aquellos con los que Ferrán se corría sus juergas, con los que hacía negocios? ¿No tiene Ferrán familia que mire ahora por él? Cuando estaba en la cresta de la ola con todo su dinero y con sus éxitos, ¿miró él por su familia? Este artículo se escribió en enero de 2015, ¿qué habrá pasado con Ferrán desde entonces hasta aquí?

Es muy fácil ver en la vida de Ferrán su tristeza, su vida en soledad y sin horizontes, y descubrir las causas de todo lo que le está pasando. Pero resulta más difícil descubrir esa tristeza sin Dios en las personas que no tienen necesidades materiales. Hace un tiempo, en Oviedo, conocí a una señora de Cabo Verde, que me decía que un día fue a África, al poblado donde vivía su padre y este le dijo: “Hija, en Europa tenéis de todo, pero no sois felices. ¿Qué os pasa?”

La actriz Claudia Koll se hizo popular en Italia, hace algunos años, por su participación en películas pornográficas.

Dice Claudia de sí misma y de su vida: “El mundo del espectáculo me ha utilizado; el mundo en general utiliza nuestra debilidad y nos golpea allí donde somos más débiles, cuando tenemos un gran deseo de amor. Yo quería probar emociones fuertes. Nadie realmente me había enseñado a vivir. Nada me bastaba, no estaba contenta de verdad con nada, siempre estaba buscando algo más. Nadie me había enseñado la fidelidad y ni siquiera era capaz de expresar gestos de amor, no sabía amar”. Claudia tenía de todo, pero no era feliz. Le faltaba algo en lo más profundo de su ser. Claudia, como el salmista, se preguntaba: “¿Por qué estás triste, alma mía?” (Slm. 42, 6). Y esto mismo lo gritaba también el rey David, el cual tenía oro, fama, hombres a su mando, tierras, propiedades, pero no era feliz porque se había alejado de Dios por sus pecados: pecado de adulterio, pecado de asesinato, pecado de prepotencia, pecado de engaño… con Urías el hitita y su mujer. Por eso, gritaba el rey David a Dios: “Devuélveme la alegría de tu salvación” (Slm. 51, 14).

Termino con la historia de Claudia, porque ella ahora sí que es feliz, porque ha encontrado a Jesús. O mejor dicho, Jesús la ha encontrado a ella. “Después de cometer muchos pecados, después de haber herido el corazón de Dios, he sentido que Él, en el momento en el que más lo necesitaba, venía a socorrerme”. ¿Cómo se produjo su conversión? Hace algunos años, Claudia entró ‘por casualidad’ en una iglesia de Roma. Esta pequeña iglesia, Santa Anastasia, tiene exposición perpetua del Santísimo. Un grupo de la Renovación Carismática estaba rezando justo en ese momento. Ella decidió quedarse. Humanamente hablando daba la impresión de haber sido sacada de otro lugar, con su aspecto archimundano, junto a ese grupo de gente tan sencilla. De repente, Claudia comenzó a llorar copiosamente: Jesús estaba realmente allí; ella lo comprendía desde lo profundo de su corazón. Describirá luego esta revelación como ‘fulgurante’. Jesús le señalaba todo su pecado y al mismo tiempo le manifestaba el amor que Él le profesaba. Cuando Claudia salió de la iglesia era otra, no era la misma que cuando entró. Su insatisfacción con la vida y su tristeza profunda habían desaparecido. Ahora ella es feliz con Jesús y haciendo su obra. Claudia renunció a poseer millones, a una fortuna considerable. Su dinero, lo destina íntegramente a unos misioneros de África, a favor de los enfermos de SIDA y de los niños abandonados a quienes apadrina.