jueves, 30 de junio de 2022

Domingo XIV del Tiempo Ordinario (C)

3-7-2022                     DOMINGO XIV TIEMPO ORDINARIO (C)

                                                 Is. 66, 10-14a; Slm. 65; Gal. 6, 14-18; Lc. 10, 1-12.17-20

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Hace unos años el Papa Francisco quiso celebrar en toda la Iglesia el Año Santo de la Misericordia. En su carta inaugural el Papa Francisco nos exhortaba a vivir las obras de misericordia, las corporales y las espirituales. Ahora, durante este verano, he pensado en ir desmenuzando durante los domingos de julio y de agosto los ejercicios espirituales que impartí hace algún tiempo sobre las obras de misericordia. Los dos primeros domingos de julio haré una introducción y los restantes domingos iré explicando dos obras de misericordia de cada vez.

            En el día de hoy quisiera hablaros sobre la misericordia y sus obras en la Biblia, primero en el Antiguo Testamento y luego en el Nuevo Testamento.

1.- La misericordia en el Antiguo Testamento

            Para el pueblo de Israel el concepto de ‘misericordia’ comprendía varios significados: amor, ternura, piedad, compasión, clemencia, bondad, don de Dios… En toda la Escritura Dios manifiesta su ternura ante la miseria humana: “Dios, Señor de la misericordia” (Sab. 9, 11), o también “Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias” (2 Co. 1, 3). En definitiva, la misericordia bíblica expresa el sentimiento que se experimenta ante una necesidad o infortunio, así como la acción que surge de ese sentimiento. La misericordia es como un triángulo de tres caras: 1º: la cara de la necesidad grave; 2º: la cara del sentimiento que suscita esa necesidad; 3º: la acción que completa esa misericordia. Si falta alguna de estas caras, no hay misericordia.

            El Dios de Israel es un Dios misericordioso desde el primer momento en que se muestra a su pueblo. Así se explicita en el Sinaí: “El Señor es un Dios compasivo y bondadoso, lento para enojarse, y rico de misericordia y fidelidad. Él mantiene su misericordia a lo largo de mil generaciones y perdona la culpa, la rebeldía y el pecado” (Ex. 34, 6-7a). Se podrían aludir más textos, pero termino con uno que compendia lo dicho por los profetas y en la Ley: (contenido de este ‘sentimiento’) “El Señor es 1º bondadoso y 2º compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia; no acusa de manera inapelable ni 3º guarda rencor eternamente; 4º no nos trata según nuestros pecados ni nos paga conforme a nuestras culpas […] 5º Como un padre cariñoso con sus hijos, así es cariñoso el Señor con sus fieles” (Sal. 103, 8-10.13).

            Con el tiempo en el Antiguo Testamento empiezan a aparecer listas de obras y actos concretos de misericordia que visibilizan la bondad sobre los que sufren: (ejemplos de acciones de misericordia) “Este es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne” (Is. 58, 6-7). “Tiende la mano también al pobre, y serás plenamente bendecido; sé generoso con todos los vivientes y no niegues tu piedad a los muertos; no des la espalda a los que lloran y comparte la aflicción de los que sufren; no dejes de visitar al enfermo” (Eclo. 7, 32-35). En tiempos de Tobías se añadió otro acto concreto de misericordia: el ‘enterrar a los muertos’ (cf. Tob. 1, 16-18).

2.- La misericordia en el Nuevo Testamento

            En varios momentos del evangelio se nos dice que Jesús se compadecía y sentía misericordia ante la multitud: Mt- 9,36; 14, 14; 15, 32. En Lucas también se nos dan casos concretos, como el hijo único de la viuda de Naín (Lc. 7, 13) o los padres desconsolados (Lc. 8, 42). De ahí la recomendación de Jesús: “sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc. 6, 36) y la bienaventuranza en el Sermón de la Montaña: “bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5, 7).

En el texto paradigmático de Mt. 25, 31-46 se recoge que, para Jesús, sus hermanos son todas las personas marginadas y necesitadas de nuestro mundo, a lo largo de toda la tierra y de toda la historia, de los lugares y de los tiempos. Se trata, por tanto, de una visión universal de las necesidades y de la misericordia. La lista de Mateo está en sintonía con lo contenido en otras partes del Antiguo Testamento: Is. 58, 6-9 (encadenados, oprimidos, hambrientos, vagabundos, desnudos, heridos), Is. 61, 1-2 (pobres, desgarrados, cautivos, prisioneros), Job 22, 6s (desnudos, hambrientos, sedientos), Job 31, 17.19.21.31s (huérfanos, desnudos, pobres, inocentes, extranjeros), Tob. 1, 16-17 (hambrientos, desnudos, muertos), Eclo. 7, 34s (afligidos, enfermos)…, pero también del Nuevo Testamento: 1 Pe. 3, 8: “sed solidarios en el sufrimiento, quereos como hermanos, tened un corazón compasivo y sed humildes”, Rm. 12, 8.15: “el que exhorta, ocupándose de la exhortación: el que comparte sus bienes, que dé con sencillez; el que preside, con la solicitud; el que hace obras de misericordia, con alegría […] Alegraos con los que estén alegres, llorad con los que lloran”, Heb. 13, 3: “acordaos de los presos, como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si estuvierais en su carne”.

Para Jesús la razón fundamental que subyace en todo el texto del juicio final está en dos versículos: “Y el Rey les responderá: ‘Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo hicisteis conmigo’ […] Y él les responderá: ‘Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicisteis conmigo’” (Mt. 25, 40.45). En efecto, no es esta la única vez que Jesús utiliza esta razón como fundamento del obrar de sus discípulos. En otros momentos de su vida también Jesús dijo lo mismo con palabras parecidas: “Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado” (Lc. 10, 16, Mt. 10, 40). En la misma línea están las palabras que Jesús dirige a san Pablo camino de Damasco: “¿Por qué me persigues?” (Hch. 9, 4).

Por esta razón los santos padres también identificaron en sus sermones y escritos a los necesitados con Jesús. San Agustín dice: “Cada uno espera encontrar a Cristo sentado en el cielo; pero miradlo acostado en el portal, miradlo en el que tiene hambre, en el que tiene frío, en el que no tiene nada, en el que es extranjero”.

Finalmente, decir que es con santo Tomás de Aquino cuando se consolida la doble lista de las obras de misericordia, las corporales y las espirituales.

miércoles, 22 de junio de 2022

Domingo XIII del Tiempo Ordinario (C)

26-6-2022                              DOMINGO XIII TIEMPO ORDINARIO (C)

                                              1Re. 19, 16b.19-21; Slm. 15; Gal. 5, 1. 13-18; Lc. 9, 51-62

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            En el evangelio de hoy se nos cuenta que Jesús quiso ir a Jerusalén. Para ello tenía que pasar por una aldea y hacer noche allí, “pero no lo recibieron”. Asimismo en otra parte del evangelio Jesús dijo a sus discípulos que Él tenía “que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado”. En definitiva, hoy quiero hablaros un poco de las persecuciones que sufren Jesús y sus discípulos a lo largo y ancho de la geografía mundial y de la española.

            Veamos algunos casos en España:

            - Hace tiempo conocíamos el asalto a la capilla de la universidad complutense de Madrid. Dentro de la capilla había pintadas a favor del aborto libre y de la educación laica. Un símbolo feminista acompañaba los mensajes en el interior de la sala. Además, los autores han teñido con spray rojo parte del suelo, las paredes, los bancos, el rostro de la Virgen María y el sagrario.

            - No obstante, este tipo de acciones no se dan solo en ámbitos públicos. También acontecen en las familias. Hace un tiempo supe de este hecho: Un niño con siete años y sin bautizar pidió a sus padres ‘hacer la 1ª Comunión’. El niño estaba sin bautizar, porque los padres, que se consideran muy modernos y respetuosos, decidieron que el niño conociera primero por sí mismo varias religiones o el ateísmo y luego, más adelante, su hijo optara por lo que él quisiera. Pues bien, un día el niño pidió ‘hacer la 1ª Comunión’. La madre le preguntó la razón de ello y el niño respondió que quería comulgar para ser tan bueno como Jesús, como Dios (el niño iba a clase de religión en el colegio). La madre le dijo que, para hacer la 1ª Comunión, tenía que ir a la catequesis y el niño preguntó entonces: “Mamá, ¿y eso duele?” La reacción del padre al conocer el deseo de su hijo fue la siguiente: “Si no haces la 1ª Comunión, te llevo a Eurodisney a París”. A lo que la mujer le replicó que eso era hacer chantaje al niño, y que este podía hacer la 1ª Comunión, no hacer la comida en el restaurante e ir a Eurodisney entonces. ¿En qué quedó la cosa? Pues la verdad es que no lo sé.

            - Cuando el Papa Juan Pablo II vino a Valencia, a primeros de julio de 2004, unas 6.000 personas se dieron de baja (apostataron) de la Iglesia Católica. Por aquellos días se me acercaron un señor y su mujer, que llevaban en los Testigos de Jehová unos 30 años. Quería salirse de los Testigos, pero estos no les dejaban. Les han quitado el teléfono fijo y el móvil. Este matrimonio me llamó para volver a la Iglesia Católica, y tenían que llamar cuando salían a la calle y, además, desde una cabina telefónica. No sabían qué tenían que hacer para volver a la Iglesia Católica, si se tenían que bautizar otra vez o no. Tenían una hija, que fue bautizada únicamente por los Testigos de Jehová y no sabían si ella tenía que ‘bautizarse en católico’ también. Pregunta: ¿A quién les costó más dejar su religión: A los 6000 católicos españoles o esta familia de los Testigos de Jehová? Respuesta: En la Iglesia Católica se ha de entrar libremente, se ha de permanecer libremente y, consecuentemente, se puede uno marchar también libremente, cuando se quiera.

            - Termino con una carta del doctor José Manuel López, especialista en Oncología en el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla de Santander (Cantabria). Hace tiempo publicó un curioso artículo en la sección de opinión del Diario Montañés, en el que aseguraba que marcaba por convencimiento todos los años la X en la casilla de la Iglesia Católica en su Declaración de la Renta. Y eso a pesar de declararse ateo: “Mi pensamiento y mi vida discurren ajenos a los dioses, en general, y al Dios de los católicos en particular. No comulgué ni fui confirmado, me casé por lo civil, mis dos hijos no fueron bautizados y han estudiado en escuelas laicas, como su padre. Por lo breve, digo, ni soy católico ni aguardo orientación de ninguna fe religiosa, la que fuere. ¿A qué viene, entonces, mi chocante postura de destinar la X del IRPF a la Iglesia Católica? Algunos la tildarán de gracieta simplona, otros de contradicción incomprensible, de inane provocación, etcétera. Nada opongo a tales opiniones, menos aún si sustentan la idea, más o menos refinada, de que seré aproximadamente un gilipollas. Pero si alguien desea curiosear en por qué un ateo marca su X a favor de la Iglesia, quizá le interesen mis tres razones principales:  

1. La Iglesia católica es históricamente la organización benéfica más eficiente. No estableceré un ranking de altruismo, pero yo, siendo ateo, dudo que los recursos administrados por la Iglesia sean desdeñables o necesariamente sustituibles: voto por mantenerlos.

2. Europa está obviando el catolicismo. Asistí recientemente a la misa dominical en un convento de clarisas, con su olor inefable a musgo e incienso. A mediodía, las monjas ocupan un coro, allá por el ábside; los fieles llenan la pequeña nave y el cura lee sugestivos textos, y lo hace bien, y por un momento me siento parte de algo más grande y más permanente que yo, algo que sosiega la respiración y atempera el pulso, sin necesidad de lapidar a nadie. Y luego visité otra iglesia, donde se cantaban bellísimas habaneras de tema religioso. Voto por ese espíritu de paz y concordia, aunque yo no sea creyente.

3. Estoy harto de la beligerancia que existe contra la Iglesia Católica en nuestra sociedad española. Justo por no serlo, me parece inexplicable el furor obsesivo por bajar los crucifijos de los colegios. No veo qué daño causan los símbolos de una fe que no me asiste, pero sí ilustra mi paisaje histórico y emocional. Me espanta el fanático que se jactaba de clausurar escuelas católicas o quemar frailes. No concibo que un absurdo revanchismo haga saludar a gobernantes infames  y ningunear al Papa, líder espiritual de muchos compatriotas. A mi juicio de ateo, es lógico y deseable que el Estado sea laico, pero sucede que España no lo es. Hay vida inteligente fuera del Estado, así que pongo la X para la Iglesia Católica. Doctor José Manuel López”.

            ¿Qué postura debemos mantener los católicos ante las persecuciones y desprecios que sufrimos? Los apóstoles Santiago y Juan lo tenían claro, según el evangelio de hoy: “Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?” Pero Jesús rechaza esta postura categóricamente. Bien, si Jesús no quiere el ojo por ojo, ni el diente por diente, entonces ¿qué hacemos o qué debemos hacer? En el libro de los Hechos de los apóstoles se cuenta cómo estos fueron perseguidos, encarcelados y golpeados. ¿Qué hicieron ellos al ser perseguidos? ¿Clamar venganza o destrucción para sus enemigos? No. Ellos dijeron esto: “Ahora, Señor, mira sus amenazas, y permite a tus servidores anunciar tu Palabra con toda libertad: extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodigios en el nombre de tu santo servidor Jesús” (Hch. 4, 29-30).

            Por lo tanto, debemos estar muy unidos a Jesús. Solo cogidos de su mano seremos capaces de afrontar persecuciones y desprecios sin caer en el miedo, la cobardía, pero tampoco sin caer en el odio y la venganza.

            Debemos estar muy unidos entre nosotros. Debemos procurar vivir en fidelidad y coherencia con el evangelio en el que creemos. Debemos ser firmes y dar razón de nuestra fe sin acomplejarnos. Finalizo esta homilía con algunas pautas que san Pablo nos da en el capítulo doce de la carta a los romanos. Es un capítulo que a mí me gusta mucho: “Bendecid a los que os persiguen, bendecid y no maldigáis nunca […] No devolváis a nadie mal por mal. Procurad hacer el bien delante de todos los hombres […] Y en otra parte está escrito: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Haciendo esto, le sacarás los colores. No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien (Rm. 12, 14.17.20-21).

miércoles, 15 de junio de 2022

Domingo del Corpus Christi (C)

 19-6-2022                                          CORPUS CHRISTI (C)

Gn. 14,18-20; Slm. 109; 1 Co. 11, 23-26; Lc. 9, 11b-17

Procesión del Corpus Christi en san Lázaro.

Homilía de vídeo

Homilía en audio

Queridos hermanos:

            Celebramos hoy el día del Corpus Christi, también conocido como el día de la Caridad. Por eso, la colecta que recojamos hoy en la Eucaristía la destinaremos a Caritas, a fin de que sean atendidos los más desfavorecidos de entre nosotros.

            En otros años hablé en el día de hoy sobre la presencia de Cristo en el pan y el vino, sobre la adoración a Jesús ante el sagrario, sobre el alimento espiritual que recibimos al comulgar, sobre el sacrificio que hizo Jesús al entregarnos su cuerpo y su sangre…. Pero en este año quiero hablar en este día del Corpus Christi de la ayuda que debemos prestar los cristianos a las personas más desfavorecidas. Vamos allá:

            - En una ocasión san Juan Crisóstomo llegó a una población de su diócesis y se enteró de que había muerto un méndigo por descuido de los vecinos. Entonces el obispo advirtió: “Me niego a celebrar la Eucaristía hasta que no hagáis penitencia por tan gran pecado, porque no sois dignos de participar en la Cena del Señor”. Del mismo modo el Papa Juan Pablo II decía: “La Eucaristía nos conduce a vivir como hermanos. Quienes comparten frecuentemente el pan eucarístico deben comprometerse a construir juntos, a través de las obras, la civilización del amor… No se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos.

            - Hasta aquí, creo que todas aquellas personas de fe y que tienen sensibilidad para con los más desfavorecidos estarán de acuerdo con estas afirmaciones de san Juan Crisóstomo y del Papa Juan Pablo II. Pero hoy yo quiero dar un paso más. Y voy a plantear una pregunta, que para mí es fundamental: ¿En qué consiste estar cerca de los que tienen hambre y sed, de los que son explotados o son extranjeros, de los que están encarcelados o se encuentran enfermos? O también podemos formular la pregunta así: ¿En qué consiste construir esa civilización del amor? Soy consciente de que el tema que pretendo plantear aquí no puede ser contestado, ni mucho menos resuelto, en el espacio de una homilía.

Parto de una realidad tantas veces constatada: se entrega dinero a hijos necesitados, a personas necesitadas y, aparentemente, no se arregla nada, pues siguen con las mismas necesidades; por otra parte, se aconseja y se acompaña a personas que tienen problemas (hablo de drogadictos, de ludópatas, de personas que no son capaces de mantener un trabajo, de mantener una relación afectiva…) y, sin embargo, estas personas caen una y otra vez en los mismos errores… En definitiva, trato de decir que en tantas ocasiones la mejor manera de ayudar a una persona no es dándole cosas materiales. ¿Por qué? Porque le falta cabeza para saber administrar y usar esas cosas materiales, e incluso les falta cabeza para saber manejar su propia vida. Pongo varios ejemplos de esto bien claros: si a una persona que tiene el problema de la ludopatía…, se le entrega 1.000 € al mes, ¿pensáis que con eso soluciona sus problemas de deudas y de la dependencia del juego? ¿Y si se le entregan 3.000 € al mes? Si a una persona, que no es capaz de ser constante en sus trabajos, que es un vago y que siempre procura escaquearse de sus responsabilidades…, se le busca cada semana un puesto de trabajo, ¿pensáis que con eso se soluciona su problema de inmadurez, de inconstancia, de falta de responsabilidad, de pereza…?

            Siempre me llamó la atención el comportamiento del padre en la parábola del hijo pródigo. Aquél permite que su hijo se marche con la mitad de los bienes familiares. Conociendo al hijo, el padre sabe que muy pronto va a malgastarlo todo y se va a quedar en las más espantosas de las ruinas. Sin embargo, el padre no va detrás del hijo para vestirlo, para darle de comer, para reconvenirle… No. Deja que el hijo experimente toda clase de necesidades: hambre, frío, desnudez, humillación, trabajos pesados… ¿Por qué? ¿Por qué el padre, que ama tanto a su hijo y le perdona todo y lo acoge otra vez en su casa, –repito- por qué no salió de su casa y lo buscó para asistirlo y convencerlo de que volviera para casa? ¿Por qué tuvo que dejar que su hijo se hundiera en la miseria?

            Recuerdo un caso en Asturias en que un padre tenía tres hijas. Dos eran trabajadoras y tenían la madurez propia de su edad. La otra hija era vaga, derrochadora, inmadura, irresponsable… Esta tercera hija se juntaba con diversos hombres, que lo único que hacían era gastar el dinero que le mandaba su padre al sur de España, a donde se había ido a vivir. El padre montó a su hija varios negocios, que fracasaron uno tras otro por falta de atención y de cabeza… de la hija y del ‘acompañante de turno’. El padre tenía que enviarle siempre dinero mensualmente a su hija para que comiera y tuviera donde residir: unos 2.000 €. El padre debió de darle en total, entre negocios que le montó y dinero que le envío, unos 200.000 €. Al final el padre murió, las tres hermanas se repartieron la herencia y esta tercera hija recogió unos 48.000 €. Sus hermanas no quieren saber nada de ella. Cuando termine con el dinero que le tocó, ¿quién va a mirar para ella? Pregunta: ¿Actuó el padre correctamente con ella? ¿Qué tenía que haber hecho el padre para ayudar en verdad a su hija?

            Sí, he descubierto a lo largo de mi vida que la mayor de las pobrezas no es la falta de medios materiales (siendo esto muy importante), sino la falta de cabeza para saber administrarse, la falta de cabeza para saber adecuarse a las circunstancias que a cada uno le toca vivir, la falta de cabeza para querer vivir por encima de nuestras posibilidades…

            Hay un refrán castellano que dice que es mejor enseñar a pescar que dar peces. Cuando los padres dan dinero a sus hijos necesitados, ¿los enseñan a pescar o les están dando peces? Cuando ayudamos mes tras mes, año tras año a diversas personas y familias, ¿les estamos enseñando a pescar o les estamos dando peces?

            En definitiva, entiendo que tenemos que ayudar a las personas, pero ayudar a las personas NO ES PRINCIPALMENTE DARLES COSAS MATERIALES, sino que ayudar a las personas significa construir a dichas personas en su integridad: no solo en su hambre, o en su desnudez, o en sus necesidades más evidentes. Por supuesto, en esto también, pero sin perder nunca de vista que la comida para el hambriento, el vestido para el desnudo…, son medios para lograr un fin aún mayor y mejor: el crecimiento y desarrollo pleno de la persona. Y esto mismo lo afirmo respecto a la educación de los hijos o en las escuelas o en otros ámbitos: pienso que en ocasiones damos demasiadas cosas, pero no ayudamos a madurar a las personas. Sí, lo más fácil es dar algo material. Es mucho más cómodo entregar una limosna al mes que dedicar tiempo y paciencia y compañía y cariño y escucha a una persona.

A esto nos llama el día de hoy, día del Corpus Christi, día de la Caridad: a ayudar a la persona íntegramente, y no solo a quitarles el hambre.

jueves, 9 de junio de 2022

Domingo de la Santísima Trinidad (C)

12-6-2022                              SANTISIMA TRINIDAD (C)

Prov. 8, 22-31; Slm. 8; Rm. 5,1-5; Jn. 16, 12-15

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Hace unos años en Alemania hubo una encuesta en la que preguntaban si sabían lo que se celebraba el día de Pentecostés (en Alemania es una gran solemnidad con tres días seguidos festivos). Un porcentaje alto de encuestados contestaron que no sabían lo que se celebraba y, entre los que dijeron que sí lo sabían, al pedirles que se explicaran, lo hicieron erróneamente. Pues bien, hoy celebramos la Santísima Trinidad. Si hiciera una encuesta a continuación entre vosotros sobre lo que significa o es la Santísima Trinidad, ¿qué me contestaríais?

            A continuación voy a decir algunas ideas sobre Dios, que nos ayuden a profundizar en Él:

            - Con frecuencia he oído a gente que todos los hombres creyentes adoramos al mismo Dios y que es lo mismo que lo llamemos ‘Alá’, ‘Jehová’, ‘Jesús’ o de cualquier otro modo, pues no estamos refiriendo a la misma realidad. Y esto es cierto en parte, pero en otra parte es falso. Veréis, cuando los musulmanes dicen ‘Alá’ se están refiriendo más bien a lo que nosotros llamamos Dios Padre. Lo mismo pasa con los testigos de Jehová. Para ellos (y por desgracia para muchos cristianos o católicos) Cristo sería solo un hombre extraordinario o como mucho un dios de segunda categoría; y lo mismo pasaría con el Espíritu Santo.

            Nosotros los cristiano-católicos creemos en un solo Dios, pero que tiene tres personas distintas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Son tres personas diversas, pero con una única naturaleza: la divina. Tan Dios es el Padre como el Hijo o como el Espíritu Santo. En el prefacio de la Misa de hoy se dice muy claramente esto: “Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza. Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que, al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.

            - Además, no hay jerarquía entre las personas divinas, en el sentido de que uno sea mayor que otro, sino que las tres Personas tienen “misiones” distintas. En el credo niceno-constantinopolitano se profesa esto: Del Padre se dice que es “todopoderoso, creador del cielo y tierra, de todo lo visible y lo invisible”; del Hijo se dice que por Él “todo fue hecho; por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajo del cielo, se encarnó en María y se hizo hombre, por nuestra causa fue crucificado, resucitó y subió al cielo, y está sentado a la diestra del Padre para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin”; del Espíritu Santo se dice que “es dador de vida y que habló por los profetas”.

            - Cuando oramos, ¿a quién nos referimos en nuestra oración? ¿A Dios Padre, a Dios Hijo, a Dios Espíritu Santo, o a Dios simplemente? Lo correcto es, creo yo, ir pasando en nuestra oración por las distintas etapas y en distintos momentos dirigirse a uno y a otro, hasta que en nuestra mente, en nuestra experiencia, en nuestra fe distingamos perfectamente la acción de una persona divina o de otra, y seamos creyentes trinitarios y, por tanto, tengamos la fe que Cristo nos ha anunciado en su evangelio y después nos ha predicado la Iglesia.

            - Pero ya, para terminar, os voy a narrar un cuento y un episodio verídico sobre diversas personas que se relacionan con Dios y, pienso yo, que están más cerca de Él que otros que sabemos más teología de Dios. A ver si os gustan:

* “Cuando el barco del obispo se detuvo durante un día en una isla remota, decidió emplear la jornada del modo más provechoso posible. Deambulaba por la playa cuando se encontró con tres pescadores que estaban reparando sus redes y que, en su elemental inglés, le explicaron cómo habían sido evangelizados siglos atrás por lo misioneros. ‘Nosotros ser cristianos’, le dijeron, señalándose orgullosamente a sí mismos. El obispo quedó impresionado. Al preguntarles si conocían la oración del Señor (el Padrenuestro), le respondieron que jamás la habían oído. El obispo sintió una auténtica conmoción: ‘¿Cómo podían llamarse cristianos si no sabían algo tan elemental como el Padrenuestro?’ ‘Entonces, ¿qué dicen cuando rezan?’ ‘Nosotros levantar los ojos al cielo. Nosotros decir: Nosotros somos tres, Tú eres tres, ten piedad de nosotros’. Al obispo le horrorizó el carácter primitivo de su oración. De manera que empleó el resto del día en enseñarles el Padrenuestro. Los pescadores tardaban en aprender, pero pusieron todo su empeño y, antes de que el obispo zarpara al día siguiente, tuvo la satisfacción de oír de sus labios toda la oración sin un solo fallo. Meses más tarde el barco del obispo acertó a pasar por aquellas islas y, mientras el obispo paseaba por la cubierta rezando sus oraciones vespertinas, recordó con agrado que en aquella isla remota había tres hombres que, gracias a sus pacientes esfuerzos, podían ahora rezar como era debido. Mientras pensaba esto, sucedió que levantó los ojos y divisó un punto de luz hacia el este. La luz se acercaba al barco y, para su asombro, vio tres figuras que caminaban hacia él sobre el agua. El capitán detuvo el barco y todos los marineros se asomaron por la borda a observar aquel asombroso espectáculo. Cuando se hallaban a una distancia desde donde podían hablar, el obispo reconoció a sus tres amigos, los pescadores. ‘¡Obispo!’, exclamaron, ‘nosotros alegrarnos de verte. Nosotros oír tu barco pasar cerca de la isla y correr a verte’. ‘¿Qué desean?’, les preguntó el obispo con cierto recelo. ‘Obispo’, le dijeron, ‘nosotros tristes. Nosotros olvidar bonita oración. Nosotros decir: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino... Después olvidar. Por favor, decirnos otra vez toda la oración’. El obispo se sintió humillado. ‘Vuelvan a sus casas, mis buenos amigos’, les dijo, ‘y, cuando recen, digan: Nosotros somos tres, Tú eres tres, ten piedad de nosotros’”. ¿Por qué dijo esto el obispo? Pues porque comprendió que, con toda su teología, aquellos pobres ignorantes tenían una fe más sencilla y fuerte que él, y por eso su fe les permitía caminar sobre las aguas y, sin embargo, ser humildes para pedir ayuda y aprender oraciones.

            * Y ya para terminar quiero leeros un trozo de una carta de una mujer de mediana edad sin cultura y con la EGB simplemente para que veamos cómo actúa en ella el Dios trinitario y la va llevando en esta vida. Ella cumple en evangelio al pie de la letra (piso que tiene en una ciudad y que deja a unos primos, que no miraron para ella, pero que ahora lo necesitan y no les cobra nada. Cuando yo le pregunté que por qué hacía eso, me contestó que el evangelio decía que hay que dar a quien te pide y no volver la espalda a quien pide prestado). Queriendo cumplir así el evangelio y ser fiel a Dios, este la va iluminando y de ahí estas letras que me escribió el día de Pentecostés:

“Yo quiero escuchar lo que la gente me diga, pero sin disculparme, sino más bien analizarme en lo que soy juzgada, pues aunque yo lo no vea, puede ser que los demás tengan razón. Pues yo ahora me doy cuenta que cada uno ve con verdad lo que vive y, cuanto más sienta su verdad y más seguro esté de sí mismo, más está frenando la acción de Dios, su luz, su verdad. Por eso, para mí ahora, procuro siempre desconfiar de mí, analizarme y dejarme reprender, con paz y amor. No sé si me explico [...] Mucho deseo tengo de Dios. Si vieras las cosas que le digo. ´Él es mi centro; estoy enamorada de Él. ¡Cómo me gustaría ser buena! A veces me ocurre ver a personas que sin querer no sé qué fealdad veo en ellas. Yo no las juzgo, rezo por ellas. Lo mismo hago por los que me juzgan, me critican o no me quieren. Yo las amo, las quiero de corazón. No me cuesta nada quererlos, pues siento amor por ellas”.