miércoles, 24 de mayo de 2023

Domingo de Pentecostés (A)

28-5-2023                              PENTECOSTES (A)

Hch. 2, 1-11; Slm. 103; 1 Co.12, 3b-7.12-13; Jn. 20, 19-23

Homilía en video

Homilía de audio.

Queridos hermanos:

     “En un pequeño pueblo, existía una diminuta carpintería famosa por los muebles que allí se fabricaban. Cierto día las herramientas decidieron reunirse en asamblea para dirimir sus diferencias. Una vez estuvieron todas reunidas, el martillo, en su calidad de presidente tomó la palabra.

-Queridos compañeros, ya estamos constituidos en asamblea. ¿Cuál es el problema? -Tienes que dimitir- exclamaron muchas voces.

-¿Cuál es la razón? – inquirió el martillo. -¡Haces demasiado ruido!- se oyó al fondo de la sala, al tiempo que las demás afirmaban con sus gestos. -Además -agregó otra herramienta-, te pasas el día golpeando todo.

El martillo se sintió triste y frustrado. -Está bien, me iré si eso es lo que queréis. ¿Quién se propone como presidente?

-Yo, se autoproclamó el tornillo -De eso nada -gritaron varias herramientas-.Sólo sirves si das muchas vueltas y eso nos retrasa todo.

-Seré yo -exclamó la lija- -¡Jamás!-protesto la mayoría-. Eres muy áspera y siempre tienes fricciones con los demás.

-¡Yo seré el próximo presidente! -anuncio el metro. -De ninguna manera, te pasas el día midiendo a los demás como si tus medidas fueran las únicas válidas – dijo una pequeña herramienta.

En esa discusión estaban enfrascados cuando entró el carpintero y se puso a trabajar. Utilizó todas y cada una de las herramientas en el momento oportuno. Después de unas horas de trabajo, los trozos de madera apilados en el suelo fueron convertidos en un precioso mueble listo para entregar al cliente. El carpintero se levantó, observo el mueble y sonrió al ver lo bien que había quedado. Se quitó el delantal de trabajo y salió de la carpintería.

De inmediato la Asamblea volvió a reunirse y el alicate tomo la palabra: ‘Queridos compañeros, es evidente que todos tenemos defectos pero acabamos de ver que nuestras cualidades hacen posible que se puedan hacer muebles tan maravillosos como éste’. Las herramientas se miraron unas a otras sin decir nada y el alicate continuó: ‘Son nuestras cualidades y no nuestros defectos las que nos hacen valiosas. El martillo es fuerte y eso nos hace unir muchas piezas. El tornillo también une y da fuerza allí donde no actúa el martillo. La lija lima aquello que es áspero y pule la superficie. El metro es preciso y exacto, nos permite no equivocar las medidas que nos han encargado. Y así podría continuar con cada una de vosotras’.

Después de aquellas palabras todas las herramientas se dieron cuenta que sólo el trabajo en equipo les hacía realmente útiles y que debían de fijarse en las virtudes de cada una para conseguir el éxito”.

            En el día de hoy celebramos Pentecostés, o sea, la venida del Espíritu Santo. Para comentar esta fiesta cristiana voy a utilizar este cuento[1], que supongo que muchos de vosotros ya conoceréis. Asimismo, con este cuento trataré de dar un poco de luz a las lecturas (sobre todo a la segunda lectura) que acabamos de escuchar.

            En efecto, en la Iglesia de Dios hay muchos cristianos y cada uno tiene su puesto, cada uno es un miembro de ese cuerpo magnífico que es la Iglesia. Todos tenemos una función dentro de esta comunidad de fe y de hermanos. Ya sabéis: nadie es más importante que nadie, nadie es mejor que nadie. Todos formamos la única Iglesia de Cristo y todo tenemos nuestras tareas. Para realizar esas tareas el Espíritu Santo nos ha dado una serie de carismas, de cualidades, de talentos, de capacidades… Lo podemos denominar como queramos. Estos carismas pueden ser:

- Carisma del profeta. Quien pone la palabra y la luz de Dios en medio de nuestras vidas y nos orienta y da sentido a nuestro caminar diario.

- Carisma del cantor. Quien sea capaz de contar y cantar aquello que todos creemos, y eleva nuestro espíritu con la música. El cantor alegra nuestro corazón.

- Carisma del médico. Todo grupo humano tiene heridas que curar y relaciones que sanar. Pero cuando la comunidad es más perfecta, las grietas son más finas y sutiles, por ello más peligrosas. A estas heridas, a veces imperceptibles e inconfesables, ha de llegar el médico. Éste pone paz en nuestro interior y no mete cizaña en nuestras relaciones.

- Carisma del que rige, coordina, gobierna. Es necesario que el grupo que crece desde dentro cuente con el don de ser coordinado y gobernado con autoridad. La autoridad ha de ejercerse desde espíritu de servicio para que no sea “como la de los señores de este mundo, que oprimen” (Mt. 20, 25).

            - Carisma del orante. Quien pone su corazón diariamente ante el Señor para suplicar perdón por los pecados de su Iglesia y del mundo entero, para suplicar alegría y fuerza en el día a día.

            Se podían seguir diciendo muchos más carismas que el Espíritu Santo regala a su Iglesia y a sus hijos.

            Pero no podemos ser ingenuos. Hay carismas falsos y carismas verdaderos. Y también hay carismas verdaderos mal usados o utilizados en provecho personal. ¿Cómo distinguir esto? San Pablo nos ofrece unos criterios a seguir para distinguir los verdaderos carismas de los falsos.

Primer criterio de discernimiento o distinción del auténtico carisma es su contribución a reforzar la fe en Cristo.

Segundo criterio, la colaboración de los diversos carismas al único designio de Dios (1Cor 12, 4-6). Siendo Dios la única fuente de carismas, entre estos no puede haber oposición.

Tercer criterio, su servicio al bien común y a la unidad del cuerpo (1Cor 12, 7ss). Todos los carismas tienen que dar vitalidad al cuerpo místico que es la Iglesia.

            Y estas realidades de los carismas y de los criterios de discernimiento se ven perfectamente reflejados en el cuento de la carpintería: hemos de fijarnos, no tanto en nuestros defectos (como decía el alicate), sino en nuestras cualidades; y el Espíritu Santo (que es el verdadero carpintero), si nos dejamos, nos utiliza para ‘fabricar’ la voluntad de Dios, que es lo mejor para el mundo, para la Iglesia y para todos los hombres del universo. Estas son dos tareas concretas para este día de Pentecostés: 1) fijarnos en lo bueno del que está a mi lado y 2) ser dócil a lo que el Espíritu Santo quiere hacer conmigo.


[1] Ya una vez usé esta historia, pero veo conveniente utilizarla de nuevo para dar luz en esta celebración de Pentecostés.

jueves, 18 de mayo de 2023

Ascensión del Señor (A)

21-5-23                   DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (A)

Hch. 1, 1-11; Slm. 46; Ef. 1, 17-23; Mt. 28,16-20

Homilía de vídeo

Homilía en audio

Queridos hermanos:

            - Si leemos los periódicos o escuchamos la radio o vemos la televisión, percibiremos que algunos de los problemas que tiene el mundo son el terrorismo, la inseguridad ciudadana, el paro, las enfermedades, etc. A estos hay que sumar los ‘pequeños-grandes’ problemas de cada uno de nosotros.

            Hace un tiempo, era un domingo, a las 7 de la mañana recibía la llamada telefónica de una mujer, cuya hija, de 28 años y con la carrera recién terminada, había sido operada de un cáncer. Éste se descubrió sorpresivamente. Parece ser que lo cogieron a tiempo. Me contaba la madre de esta chica que fue a visitarla una joven amiga, que también tuvo cáncer y le decía que en la vida había un antes y un después de la enfermedad. Cuando llega esto, uno se replantea muchas cosas. Quita importancia a cosas que hasta entonces eran irrenunciables y pasa a disfrutar de otras que uno no se daba ni cuenta.

Voy a transcribir a continuación una poesía, titulada: ‘La marioneta’, y que, durante algún tiempo se atribuyó a Gabriel García Márquez, el cual (se decía) la habría escrito hacia 1999, cuando fue diagnosticado de un cáncer linfático. Se trata de un poema de despedida, que quizás algunos de vosotros conozcáis:

“Si por un instante Dios se olvidara que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más; entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan, y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!

            Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de los pétalos...

            Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un solo día de decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

            Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.

            Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, que realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo”.

            - Alguien me puede preguntar: ¿Qué tiene esto que ver con la Ascensión de Jesús que hoy celebramos? En la segunda lectura de hoy hay una frase que va dirigida a todos nosotros. Dice así: Que Dios “ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama". Y es que Cristo quiere llevarnos al Cielo con Él y con su Padre Dios, pero… no sólo cuando nos muramos. Jesús quiere que ahora mismo estemos abiertos a la vida, a lo que nos rodea, a lo bello, a lo sencillo y que miremos todo esto con ojos de niño, con ojos de asombro, con los ojos de Dios. Dios quiere que miremos el presente y que no nos angustiemos por el futuro incierto o nos culpabilicemos por el pasado inamovible.

            “Ascender al cielo” no es subir más allá de la estación espacial o de la luna o de las estrellas. “Ascender al cielo” tiene como finalidad ver a Dios allá cara a cara, pero sólo será posible si somos capaces de ver a Dios cara a cara en el día a día, aquí en la tierra, de nuestra vida mortal,

            ¿Por qué sólo valoramos la vida cuando la perdemos? ¿Por qué sólo valoramos la salud cuando la perdemos? ¿Por qué sólo valoramos la familia cuando la perdemos? ¿Por qué sólo valoramos el trabajo cuando lo perdemos? ¿Por qué sólo valoramos las piernas cuando no podemos caminar? ¿Por qué sólo valoramos…?

            - Como decía la poesía de ‘La marioneta’, la felicidad no está simplemente en haber llegado a la cima de la montaña, sino y sobre todo en ir ascendiendo por la falda de la montaña.

La santidad (del cielo) sólo se alcanza cuando uno es capaz de luchar y vencer (CON LA GRACIA DE DIOS) al pecado en medio de tantas derrotas. La santidad es la cima de la montaña, las luchas, victorias y derrotas son la ascensión por la falda de la montaña.

            La paz interior (del cielo) sólo se alcanza y se disfruta cuando uno es capaz de transitar ‘por los infiernos y los purgatorios’ de la vida ordinaria sin dejarse aplastar ni poseer (CON LA GRACIA DE DIOS) por ellos.

            Si logramos esto, entonces es que estamos ascendiendo al cielo poco a poco y lo estamos haciendo CON LA GRACIA DE DIOS.

jueves, 11 de mayo de 2023

Domingo VI de Pascua (A)

14-5-23                                   DOMINGO VI DE PASCUA (A)

Hch. 8, 5-8.14-17; Slm. 65; 1 Pe. 3, 15-18; Jn.14, 15-21

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            - El 13 de mayo de 1917 se produjo la primera aparición de la Virgen de Fátima (Portugal) a los tres pastorcitos. Lo que quizás muchos no sepan (o recuerden) es que, para estos tres pequeños pastores, los hechos extraordinarios comenzaron un año antes. En efecto, antes de que se les apareciera la Virgen María, un ángel se les mostró en tres ocasiones:

La primera vez fue en la primavera de 1916. Lucía lo cuenta así: El ángel “dijo: ‘No tengáis miedo. Soy el ángel de la paz. Orad conmigo’. Él se arrodilló, doblando su rostro hasta el suelo. Con un impulso sobrenatural hicimos lo mismo, repitiendo las palabras que le oímos decir: ‘Dios mío, yo creo en Vos, yo os adoro, yo  espero y yo os amo. Os pido perdón por los que no creen, no os adoran, no  esperan y no os aman’. Después de repetir esta oración tres veces el ángel se incorporó y nos dijo: ‘Orad de esta forma. Los corazones de Jesús y María están listos para escucharos’. Y desapareció”.

En el verano de ese 1916 tuvo lugar una segunda aparición. Estaban los tres pastorcitos jugando y el ángel se les mostró de nuevo y les dijo: “‘¿Que estáis haciendo? ¡Tenéis que rezar! ¡Rezar! Los corazones de Jesús y María tienen designios misericordiosos para vosotros. Debéis ofrecer vuestras oraciones y sacrificios a Dios, el Altísimo’. ‘¿Pero cómo nos debemos sacrificar?’, pregunté. ‘En todas las formas que podáis ofrecer sacrificios a Dios en reparación por los pecados por los que Él es ofendido, y en suplica por los pecadores’”.

La tercera aparición ocurrió a finales de septiembre o de octubre de 1916. En esta ocasión el ángel se presentó después de que los pastorcitos habían tenido un día de mucha oración, pues, tras la segunda aparición, ellos fueron mucho más diligentes con sus prácticas religiosas. Nos lo narra Lucía así: “El ángel tenía en su mano izquierda un cáliz y sobre él, en el aire, estaba una hostia de donde caían gotas de sangre en el cáliz. El ángel dejó el cáliz en el aire, se arrodilló cerca de nosotros y nos pidió que repitiésemos tres veces una oración. Después se levantó, tomó en sus manos el cáliz y la hostia. La hostia me la dio a mí y el contenido del cáliz se lo dio a Jacinta y a Francisco”.

            Esta fue la tercera y última vez que el ángel se les apareció. Y el texto de donde saqué estos datos terminaba así: “Fue de esta forma en la que fueron catequizados en oración, sufrimiento por reparación, y en la doctrina de la Santa Eucaristía, y fortalecidos por el Pan de los Ángeles, como los niños de Fátima fueron preparados para la visita de la Reina de Portugal, la Inmaculada Virgen María”. En efecto, la Virgen no se apareció sin más a los tres pastores, sino que Dios les preparó previamente con las visitas del ángel para que se purificaran de sus pecados, para que adecentaran su alma para el inmenso regalo que iban a recibir, para que entraran en comunión con el mismo Dios, el cual sufría (y sufre) por las acciones de los pecadores en este mundo. Así, de este modo, los tres pastores estuvieron preparados para los mensajes divinos que les iban a venir en 1917. Todo esto que les sucedió a los pastores, ¿está en línea con escrito en la Palabra de Dios? SÍ. Así lo atestigua la Biblia: “La Sabiduría no entra en un alma que hace el mal ni habita en un cuerpo sometido al pecado” (Sab. 1, 4).

            Cuando me hablan de apariciones de ángeles o de la Virgen María o ante cualquier otro hecho extraordinario, siempre procuro aplicar ‘la prueba del algodón’, y ésta consiste en contrastar estos hechos con la Palabra de Dios. Si esos hechos o mensajes extraordinarios no pueden ser reconducidos o entendidos en la Palabra de Dios, entonces claramente se ha de decir que no son verdaderas tales apariciones o verdaderos tales mensajes.

            - Habiendo dicho todo lo anterior, es aquí donde quiero entroncar las ideas arriba expuestas con una frase del evangelio que acabamos de escuchar, e intentaré que podamos sacar una enseñanza de provecho para nuestra vida de fe. Dice Jesús en el evangelio: “El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él”. Jesús nos pide que aceptemos sus mandamientos, es decir, todo lo que nos ha ido revelando en su evangelio. Entonces, para aceptar sus mandamientos, primero tenemos que leer con atención la Palabra de Dios, concretamente los cuatro evangelios. En efecto, no podemos aceptar los mandamientos de Jesús si antes no los conocemos a través de la lectura, de la meditación y de la explicación que se nos haga de ellos. Una vez 1) conocidos dichos mandatos, 2) los acogemos en nuestro corazón, los amamos y los aceptamos. Y es entonces cuando 3) podemos comenzar a guardarlos y cumplirlos en nuestra vida ordinaria.

            Jesús da un paso más: quien conoce mis mandamientos, quien los acepta y quien los cumple, 4) esa persona ama a Jesús. Y quien ama a Jesús, 5) será amado por Dios Padre y 6) los dos morarán en el espíritu de esa persona.

            Todo esto fue lo que pasó con los tres pastores. Pero no pasó de la noche a la mañana, sino que, como he dicho más arriba, antes hubo una preparación en ellos para fueran capaces de conocer los mandamientos de Dios, para que fueran capaces de aceptar los mandamientos de Dios, de guardarlos, de amar a Dios, de ser amados por Jesús y por el Padre, y de que Éstos se mostraran en ellos. Si, la aparición del ángel y de la Virgen de Fátima no era más que el preámbulo para una APARICION mucho mejor y más extraordinaria: la APARICION de Dios en sus espíritus y en sus vidas.

            Esto les pasó a los tres pastores, pero nosotros también estamos llamados a lo mismo. ATENCION: No a que se nos aparezca un ángel o la Virgen María, sino a que se nos manifiesten Dios Padre y Dios Hijo…, si conocemos sus mandamientos, si los aceptamos, si los guardamos, si amamos a Dios. Para ello debemos prepararnos. 

jueves, 4 de mayo de 2023

Domingo V de Pascua (A)

7-5-23                                      DOMINGO V DE PASCUA (A)

Hch. 6, 1-7; Slm. 32; 1 Pe. 2, 4-9; Jn. 14, 1-12

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            El otro domingo examinábamos aquellos derechos y deberes que los fieles, por el hecho de haber sido bautizados, tienen en la Iglesia Católica. Hoy volvemos sobre el mismo tema y seguimos conociendo más…:

- Todos los fieles tienen el derecho de recibir los bienes espirituales de la Iglesia, especialmente los sacramentos y la Palabra de Dios (LG. 37) y, por lo tanto, los pastores tenemos la grave obligación de entregárselos. Hace un tiempo estuvo en Oviedo un sacerdote peruano, que había venido a aprender cómo se llevaban los tribunales eclesiásticos. Me contó que, estando tiempo atrás en una parroquia de Estados Unidos, habiendo celebrado una Misa en dicha parroquia y habiendo predicado en ella, fueron a la sacristía un grupo de fieles al terminar la Misa y le preguntaron que de dónde había sacado las ideas que había dicho en la homilía. Él contestó que del libro de un teólogo que había estado leyendo la semana anterior. A esto le replicaron los fieles que, por favor, otro día no hablase en la Misa de las ideas de ese teólogo o de otro, ni siquiera de sus propias ideas. La gente que iba a la Misa quería escuchar la Palabra de Dios y no ideas u ocurrencias de los hombres, aunque fuesen hombres eclesiásticos. También le dijeron que, si alguna vez querían escuchar esas ideas de teólogos, ya le pedirían que les diera una charla, pero fuera de la Misa. ¿Por qué narro este caso? Pues porque entiendo que nosotros, los que tenemos el sacerdocio ministerial, estamos al servicio de los fieles y sólo somos administradores de la Palabra de Dios, pero nunca somos propietarios de dicha Palabra. Por lo tanto, debemos comunicar a los fieles la Palabra de Dios y no “la nuestra, o a los fieles los sacramentos de Dios y nunca los nuestros, s propietarios de dicha gracia. ”. A veces existe la costumbre de sustituir en las liturgias la Palabra de Dios por poesías o trozos de escritos humanos. Estos podrán estar presentes en la liturgia, pero nunca podrán ni deberán sustituir a la Palabra de Dios. Del mismo modo se ha de afirmar que los ministros sagrados somos administradores de la gracia sacramental, pero nunca propietarios de dicha gracia. Así, debemos entregar a los fieles la gracia de Dios a través de los sacramentos, lo cual no significa que los pastores demos a los fieles todos los sacramentos sin necesidad de una preparación o disposición adecuada. NO. Se trata de un derecho de los fieles, pero no es un derecho absoluto, sino que este derecho está regulado por el Señor y por la experiencia de tantos siglos de la Iglesia. Habría que seguir matizando más cosas sobre este derecho de los fieles, pero creo que la idea central del mismo está clara., o a los fieles los sacramentos de Dios y nunca los nuestros, s propietarios de dicha gracia.

            - Todos los fieles tienen el derecho a elegir libremente su estado de vida (GS 29). El viernes por la mañana me llamó un sacerdote de Gijón para preguntarme cómo debía de hacer ante una mujer que le pedía “darse de baja de la Iglesia” (apostasía, la cual implica el rechazo de Dios y de la Iglesia o, al menos, el rechazo de la Iglesia y del Dios predicado por ésta). La Iglesia no es una secta: uno puede entrar libremente y puede salir libremente. Pero esta libertad exige e implica por parte de los fieles conocimiento, búsqueda, preparación, responsabilidad, coherencia… No puedo entrar en la Iglesia o salirme de ella, si antes no he hecho un proceso de profundización y de búsqueda de la verdad y del sentido de mi vida. Luego he de actuar responsablemente asumiendo las consecuencias. Después tengo que ser coherente con aquello que he decidido y hablado. Por ejemplo, no entiendo cómo unas personas critican la riqueza de la Iglesia y, a la hora de casarse, eligen los edificios más vistosos y “ricos” de la Iglesia para contraer matrimonio. No. Si critican la riqueza de la Iglesia y luego quieren casarse “por la Iglesia”, por favor, que lo hagan en los templos más humildes, pobres y de ladrillo que tiene esa Iglesia, por ejemplo, en el bajo comercial que sirve de templo en un barrio de Avilés  (El Pozón), en el que, cuando tiran de la cadena en el piso de arriba, se oye todo en el templo, en plena Misa.

Bien, una vez que uno ha buscado, ha profundizado, ha decidido… la Iglesia le reconoce la libertad para elegir su estado de vida. Por eso, nadie puede ser coaccionado para casarse o no casarse, para entrar en una congregación religiosa o en el seminario. Nadie debe ni puede coaccionar a los fieles para entrar o para salir de un grupo religioso o una asociación de fieles. Y aquí se han hecho y se hacen auténticas barbaridades. En nombre de Dios o de la dirección espiritual o de la obediencia, y todo ello mal entendido, se puede coaccionar la conciencia de la gente. Podemos y debemos ayudar a que los fieles busquen, profundicen, decidan…; podemos aconsejar, pero siempre, siempre la decisión última ha de quedar en manos de los fieles. Esta es la auténtica libertad que Cristo ha querido para nosotros. Ahí tenemos el ejemplo que nos dejó con la parábola del hijo pródigo: Dios le deja en libertad para marcharse y en libertad para volver. Esta es la manera de actuar de nuestro Dios y nosotros hemos de hacer del mismo modo.