jueves, 18 de mayo de 2023

Ascensión del Señor (A)

21-5-23                   DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR (A)

Hch. 1, 1-11; Slm. 46; Ef. 1, 17-23; Mt. 28,16-20

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Homilía en audio

Queridos hermanos:

            - Si leemos los periódicos o escuchamos la radio o vemos la televisión, percibiremos que algunos de los problemas que tiene el mundo son el terrorismo, la inseguridad ciudadana, el paro, las enfermedades, etc. A estos hay que sumar los ‘pequeños-grandes’ problemas de cada uno de nosotros.

            Hace un tiempo, era un domingo, a las 7 de la mañana recibía la llamada telefónica de una mujer, cuya hija, de 28 años y con la carrera recién terminada, había sido operada de un cáncer. Éste se descubrió sorpresivamente. Parece ser que lo cogieron a tiempo. Me contaba la madre de esta chica que fue a visitarla una joven amiga, que también tuvo cáncer y le decía que en la vida había un antes y un después de la enfermedad. Cuando llega esto, uno se replantea muchas cosas. Quita importancia a cosas que hasta entonces eran irrenunciables y pasa a disfrutar de otras que uno no se daba ni cuenta.

Voy a transcribir a continuación una poesía, titulada: ‘La marioneta’, y que, durante algún tiempo se atribuyó a Gabriel García Márquez, el cual (se decía) la habría escrito hacia 1999, cuando fue diagnosticado de un cáncer linfático. Se trata de un poema de despedida, que quizás algunos de vosotros conozcáis:

“Si por un instante Dios se olvidara que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más; entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen. Escucharía cuando los demás hablan, y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!

            Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando al descubierto no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas, y el encarnado beso de los pétalos...

            Dios mío, si yo tuviera un trozo de vida... No dejaría pasar un solo día de decirle a la gente que quiero, que la quiero. Convencería a cada mujer u hombre de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.

            Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado para siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.

            Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, que realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo”.

            - Alguien me puede preguntar: ¿Qué tiene esto que ver con la Ascensión de Jesús que hoy celebramos? En la segunda lectura de hoy hay una frase que va dirigida a todos nosotros. Dice así: Que Dios “ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama". Y es que Cristo quiere llevarnos al Cielo con Él y con su Padre Dios, pero… no sólo cuando nos muramos. Jesús quiere que ahora mismo estemos abiertos a la vida, a lo que nos rodea, a lo bello, a lo sencillo y que miremos todo esto con ojos de niño, con ojos de asombro, con los ojos de Dios. Dios quiere que miremos el presente y que no nos angustiemos por el futuro incierto o nos culpabilicemos por el pasado inamovible.

            “Ascender al cielo” no es subir más allá de la estación espacial o de la luna o de las estrellas. “Ascender al cielo” tiene como finalidad ver a Dios allá cara a cara, pero sólo será posible si somos capaces de ver a Dios cara a cara en el día a día, aquí en la tierra, de nuestra vida mortal,

            ¿Por qué sólo valoramos la vida cuando la perdemos? ¿Por qué sólo valoramos la salud cuando la perdemos? ¿Por qué sólo valoramos la familia cuando la perdemos? ¿Por qué sólo valoramos el trabajo cuando lo perdemos? ¿Por qué sólo valoramos las piernas cuando no podemos caminar? ¿Por qué sólo valoramos…?

            - Como decía la poesía de ‘La marioneta’, la felicidad no está simplemente en haber llegado a la cima de la montaña, sino y sobre todo en ir ascendiendo por la falda de la montaña.

La santidad (del cielo) sólo se alcanza cuando uno es capaz de luchar y vencer (CON LA GRACIA DE DIOS) al pecado en medio de tantas derrotas. La santidad es la cima de la montaña, las luchas, victorias y derrotas son la ascensión por la falda de la montaña.

            La paz interior (del cielo) sólo se alcanza y se disfruta cuando uno es capaz de transitar ‘por los infiernos y los purgatorios’ de la vida ordinaria sin dejarse aplastar ni poseer (CON LA GRACIA DE DIOS) por ellos.

            Si logramos esto, entonces es que estamos ascendiendo al cielo poco a poco y lo estamos haciendo CON LA GRACIA DE DIOS.

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