domingo, 29 de octubre de 2023

Todos los Santos (A)

1-XI-23                                       TODOS LOS SANTOS (A)

Ap. 7,2-4.9-14; Sal.23,1-2.3-4ab.5-6; 1ª Jn. 3,1-3; Mt. 5,1-12

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            El día de hoy no es agradable. Nos acordamos de nuestros difuntos. Y surgen sentimientos de vacío, de soledad, de culpa, de no haber aprovechado el tiempo cuando estábamos con ellos, de orfandad. Pero en la homilía de hoy no quiero hablar sobre esto, sino sobre nuestra propia muerte. ¿Cuál será nuestro último pensamiento o nuestra última frase? (Escuchar esto y al final de la homilía en audio. Está más desarrollado).

            * En el día de hoy, en que estamos visitando los cementerios y acordándonos de los difuntos, deseo hablar de muertos, de la muerte. Y quiero fijarme en lo que dijeron algunas personas al morir, es decir, sus últimas palabras.

“Das ist absurd! Das ist absurd!" (‘¡Es absurdo!... ¡Esto es absurdo!), Sigmund Freud, famoso psiquiatra y fundador del método del psicoanálisis.

“Oh my God” (¡Dios mío!), Diana Spencer, princesa de Gales.

"El dinero no puede comprar la vida", Bob Marley.

"No quiero morir, por favor, no me dejen morir", Hugo Chávez, tras un infarto fulminante.

“Todas mis posesiones por un momento de tiempo", Isabel I de Inglaterra.

* Y ahora quiero reseñar hablar no de cualquier muerto ni de cualquier muerte, sino de aquellos que mueren con fe en Dios, con la fe de que su vida no se acaba aquí para siempre, sino que continúa en una vida sin fin. A mí las palabras de estas personas, de estos difuntos me han ayudado y ahora os las repito a vosotros por si a alguno de vosotros le pueden ayudar. Por lo tanto, la homilía de hoy será una homilía de testimonios.

            - “Gracias, Dios mío, por haberme creado”, Santa Clara de Asís.

- “Dejadme ir a la casa del Padre", Juan Pablo II.

            - En una carta que me escribió una monja, me relataba los últimos momentos de otra monja de la comunidad. La carta la recibí el 19-X-08, y decía así: “También quiero decirle que el día 14 de este mes falleció la hermana del cáncer, de la cual ya le hablé cuando estuvo aquí en el verano. ¡Qué muerte más envidiable, D. Andrés! El Señor se volcó espiritualmente en ella los últimos días. Sólo puedo decir: ¡Qué bueno es el Señor! ¡Cuánto nos ama! Sólo desea nuestro bien y nos espera siempre con una paciencia infinita. Si algo hubo de asperezas en su vida, el Señor le dio cita en la encrucijada de una plena y dolorosa purificación. Esta última temporada, cuando iba a visitarla y le preguntaba qué tal se encontraba, me contestaba: ‘Mal, muy mal’; pero inmediatamente añadía: ‘Sólo quiero la voluntad de Dios. Deseo que mi vida sea una expresión de su voluntad’. Y, efectivamente, mientras su cuerpo se iba deshaciendo a causa de un cáncer de lo más agresivo, su alma se iba hermoseando y su ser dulcificando. Una noche, poco antes de morir, me quedé a velarla junto con otras cuatro hermanas; sólo quería que le habláramos de cosas espirituales y que de vez en cuando le mojáramos los labios con un poco de agua. Sólo despedía paz, placidez; estaba a la espera de la llegada del Esposo. La recomendación del alma sonaba en la noche, como un canto de desposorios eternos. Así continuó otros dos días. La noche en que falleció su rostro adquirió una dulzura especial; todo él despedía serenidad y pureza. El funeral fue solemnísimo. Era día de bodas. Ahora su cuerpo espera tranquilo el momento de la resurrección. Tenía 84 años y era una de las fundadoras de la comunidad. La encomiendo a sus oraciones. Ella que ya se ha sumergido como pequeña llama en la infinita hoguera del amor divino nos espera, pues su vida no se ha terminado, se ha transformado, vive en la alegría más pura de los que han triunfado en el estadio. En las horas de la noche que pasé junto a ella le pedía al Señor que, cuando me llegue ese momento, todo en mí sea serenidad, placidez del enamorado que sale en busca de su Dios. Para Él anhelo vivir, por Él me quiero entregar minuto a minuto, por Él deseo morir un poco todos los días; y en la hora de la gran verdad entregarle lo último que me quede. Esta misma gracia la deseo para Vd.”.

            - Y ahora os transcribo el testamento espiritual de José Luis Martín Vigil, exjesuita, y fallecido a principios de 2012: “Bueno, al fin muero cristiano como empecé. Creo en Dios. Amo a Dios. Espero en Dios. No conozco el odio, no necesito perdonar a nadie. Pero sí que me perdonen cuantos se sientan acreedores míos con razón, que serán más de los que están en mi memoria. Amé al prójimo. No tanto como a mí mismo, aunque intenté acercarme muchas veces. No haré un discurso sobre mi paso por la vida. Cuanto hay que saber de mí lo sabe Dios. En cuanto a mis restos, sólo deseo la cremación y consiguiente devolución de las cenizas a la tierra, en la forma más simple, sencilla y menos molesta y onerosa. Pasad pues de flores, esquelas, recordatorios y similares. Todo eso es humo: Sólo deseo oraciones. De este mundo sólo me llevo lo que me traje, mi alma. Consignado todo lo cual, agradecido a todos, deseo causar las mínimas molestias. Dios os lo pague”.

            Este tipo de muerte no se improvisa. Normalmente uno muere como ha vivido. Estemos preparados para el día de nuestra muerte en el ámbito de las finanzas, de las relaciones con los otros y, sobre todo, en la relación con Dios.

jueves, 26 de octubre de 2023

Domingo XXX del Tiempo Ordinario (A)

29-10-23                      DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO (A)

Ex. 22, 20-26; Slm. 17; 1 Tes. 1, 5c-10; Mt. 22, 34-40

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            El evangelio de hoy nos habla del amor. Pues bien, hoy quisiera reflexionar en la homilía sobre una de las formas de amor entre los seres humanos: la amistad.

            ¿Tenéis vosotros amigos? No hablo simplemente conocidos, sino personas a las que consideráis amigos de verdad. ¿Cuántos amigos tenéis? Hagamos ahora la pregunta desde la perspectiva del otro. ¿Alguien os considera realmente amigo suyo?

            En el libro del Eclesiástico hay unos cuantos capítulos que tratan sobre la amistad. Fijaros lo que dicen: “Amigo fiel: refugio seguro, el que lo encuentra, encuentra un tesoro; un amigo fiel no tiene precio ni se puede pagar su valor” (Eclo. 6, 14s). Realmente esto es así y lo saben quienes lo experimentan o lo han experimentado. En efecto, “aunque hayas empuñado la espada contra el amigo, no pierdas la esperanza, que aún hay remedio; aunque hayas abierto la boca contra el amigo, no temas, puedes reconciliarte [...] No me avergüenzo de saludar a un amigo ni me escondo de su vista” (Eclo. 22, 21-22.25). Sin embargo, la amistad hay que cuidarla y no podemos maltratarla o herirla, pues “el que descubre secretos destruye la confianza y no encontrará amigo íntimo [...] se puede vendar una herida, se puede remediar un insulto; el que revela un secreto no tiene esperanza” (Eclo. 27, 16-21). Asimismo el libro sagrado nos advierte contra las falsas amistades: “Hay amigos de un momento que no duran en tiempo de peligro; hay amigos que se vuelven enemigos y descubren tu pleito vergonzoso; hay amigos que acompañan en la mesa y no aparecen a la hora de la desgracia; cuando te va bien, están contigo; cuando te va mal, huyen de ti” (Eclo. 6, 8-11).

            En el Antiguo Testamento se nos narra la historia de dos amigos: Jonatan y David. Jonatan, el hijo de Saúl (primer rey de Israel), quería a David como a sí mismo. Se nos dice en una ocasión que aquél se quitó el manto, la espada, la ropa, el arco, el cinturón y se lo dio a David (1 Sam. 18, 4). Jonatan quería a David con toda su alma (1 Sam. 20, 18). Saúl, que tenía miedo que David le quitara el reino, quiere meter cizaña en el corazón de su hijo Jonatan: lo insulta, lo quiere avergonzar y le dice que, mientras David esté vivo, ni él ni su reino estarán a salvo[1]. Saúl le habla a Jonatan de la posibilidad de perder su vida, su riqueza y el poder, si continúa su relación con David. ¿Quién no hubiera temblado y dudado? Pero Jonatan sigue defendiendo a su amigo David, incluso ante su padre Saúl. Cuando se separan David y Jonatan lo hacen llorando. Este sabe que Dios ha elegido a David para ser rey y Jonatan está dispuesto a renunciar a todo, porque quiere ser fiel a Dios y a su amistad con David. Os aconsejo que leáis el capítulo 20 del libro primero de Samuel, en el Antiguo Testamento, y veréis cómo es una amistad auténtica, la cual no puede ser deshecha ni por la ira, ni por la riqueza, ni por la cizaña, ni por la intervención de las familias.

            De igual modo contamos con el bello texto del amor de S. Pablo en la primera carta a los corintios y que se lee mucho en las bodas, pero que, por supuesto, también vale para ilustrar cómo debe de ser el amor y la relación entre los amigos. El verdadero amigo es paciente con los errores y defectos de su amigo; es amable con él y no se muestra grosero o irónico; no busca lo suyo y su interés, sino que busca el del amigo (como hacía Jonatan con David); no se irrita, ni lleva cuenta del mal, ni de los agravios, ni se los restriega por la cara una y otra vez; el verdadero amigo disculpa siempre, confía siempre, espera siempre, aguanta siempre. No me extiendo más aquí, puesto que esto ya lo había explicado durante las homilías del verano.

            De la misma manera Jesús nos habla de la amistad y nos muestra cómo debe de ser ésta. De hecho, San Pablo llama a Jesús “amigo de los hombres” (Tit. 3,4). En efecto, Jesús aparece en el evangelio como un verdadero amigo: con Lázaro y sus hermanas (Jn. 11) a los que quiere, por los que llora cuando mueren, a los que llama la atención como a Marta; con los apóstoles cuando dice que no les llama siervos, sino amigos[2]; cuando comparte con ellos sus secretos, como en el monte Tabor, o cuando los lleva consigo en Getsemaní, o cuando confía a su madre a uno de sus amigos.

            Después de este breve repaso a algunos datos aportados por la Palabra de Dios, me atrevo a apuntar algunas características que ha de tener la verdadera amistad:

            - La amistad es un tesoro, es un don y regalo de Dios y del otro.

- La amistad significa estar dispuesto a perder la vida por el otro, pues “amistad” viene de AMOR. Permitidme que os narre una historia que ilustra esta afirmación: “-Mi amigo no ha regresado del campo de batalla, señor. Solicito permiso para salir a buscarlo. -Permiso denegado, replicó el oficial.- No quiero que arriesgue usted su vida por un hombre que probablemente ha muerto. El soldado, haciendo caso omiso de la prohibición, salió y una hora más tarde regresó mortalmente herido, transportando el cadáver de su amigo. El oficial estaba furioso: ‘¡Ya le dije yo que había muerto¡ Ahora he perdido a dos hombres. Dígame, ¿merecía la pena salir allá para traer un cadáver?’ Y el soldado, moribundo, respondió: ‘¡Claro que sí, señor¡ Cuando lo encontré, todavía estaba vivo y pudo decirme: Jack...,  estaba seguro de que vendrías’”.

            - El amigo respeta al otro y no trata de dominarlo, ni de imponerle sus ideas.

            - Y es que la verdadera amistad se basa en la libertad. El amor es siempre en libertad: Libertad para decir las cosas, para escuchar, para callar…

            - La verdadera amistad es fiel ante todo y ante todos. El amigo lo es para todas las ocasiones (para lo bueno y para lo malo) y ante todas las personas, por eso nunca se avergüenza del amigo, ni éste se avergüenza del otro. Existe una confianza total y este sentimiento es recíproco.

            - Los amigos conocen todo lo del otro, pues no hay secretos entre ellos. En efecto, sus ilusiones, temores, dudas, anhelos, esperanzas, sucesos pasados y presentes…, todo es conocido por el amigo y esto de un modo mutuo.

- La amistad verdadera está a salvo de cizañas, y pasa por encima de la propia vida, de la riqueza, pues la amistad está entre lo más valioso que posee el hombre.

            - La amistad debe ser cuidada y hemos de procurar no herirla. No obstante, somos humanos y fallamos, por eso el perdón tiene que estar siempre presente en toda amistad. Siempre herimos o somos heridos, y el perdón es bálsamo para renovar el amor entre los amigos.

            Lo que digo sobre la amistad vale, con sus distinciones y peculiaridades propias, para cualquier tipo de relación humana: esposo-esposa, novio-novia, compañeros de trabajo, jefe-subordinado, párroco-feligrés, etc.


[1] “¡Hijo de mala madre! ¡Ya sabía yo que estabas de acuerdo con David, para vergüenza tuya y de tu madre! Mientras David esté vivo sobre la tierra, ni tú ni tu reino estarán seguros” (1 Sam. 20, 30s).

[2] Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

jueves, 19 de octubre de 2023

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (A)

22-10-23                     DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 45, 1.4-6;Slm. 95; 1 Tes. 1, 1-5b; Mt. 22, 15-21

DOMUND

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

- Un año más celebramos el Domund. El LEMA de este año es: ‘Corazones ardientes. Pies en camino’.

¿Por  qué ‘corazones ardientes’? Solo el encuentro con el Resucitado ilumina nuestra vida y hace arder nuestro corazón. Es lo que han experimentado los misioneros y misioneras, quienes, con su corazón ardiente, nos muestran el camino hacia los hermanos más pobres y necesitados, y la presencia del Señor vivo en medio de ellos.

            ¿Por qué ‘pies en camino’? Ese encuentro personal con Cristo provoca un cambio en las personas: hace que sus ojos se abran y mueve a la acción.

            Voy a traer aquí el testimonio de un sacerdote. Nos narra con su vida cómo llevó a cabo este lema: “Fui nombrado para  una parroquia rural de 2.800 habitantes de la cual ya habían salido dos sacerdotes amenazados por un grupo subversivo; Los  primeros meses se  me hacía  difícil aceptarlos, era para mí un JESUS CRUCIFICADO Y ABANDONADO y sentía en mi corazón un rechazo, porque sembraban el miedo, el terror, la corrupción moral, la extorsión del campesinado exigiéndoles cuotas en dinero en medio de la pobreza de nuestros agricultores, la violación de los derechos humanos, el asesinato, desplazamientos, el control total con sus maldades sobre la población, situaciones estas que a la comunidad y a mí nos afectaban profundamente, llenándonos de angustia, dolor, temor, miedo, pobreza….

Al mismo tiempo que esto pasaba, yo predicaba sobre el respeto y amor por la vida, y los seres humanos, los valores morales y espirituales, la vivencia de la Palabra de Vida, que yo personalmente llevaba permanentemente casa por casa, en el caserío y en las montañas, en agotadoras jornadas, a la vez que trabajaba mi espíritu. Hasta que una vocecita interior me dijo: que estos muchachos subversivos también eran hijos de Dios, equivocados y descarriados por quienes tenía que orar, y comencé, al menos, a saludarlos cuando me daban la cara, de pronto una que otra palabra, y luego el respeto en las predicaciones y comentarios que yo hacía, sin maldiciones o frases hirientes sino con todo el amor que me daba Dios Padre para con estos hijos extraviados.

Muchas veces cuando iba a las escuelas de la montaña ellos estaban por allí y me decían  a veces: ‘¿podemos escuchar?’, y entraban y se sentaban en el piso a poner atención. Otras veces yo estaba en la Eucaristía en otro lugar y ellos con mucho respeto estaban por ahí cerca; una vez dos subversivos iban a bautizar cada uno a su hijo. Yo les exigí lo normal para estos casos, a lo cual ellos se sometieron. Luego el Domingo,  durante el Bautismo con Misa, ellos respondían y cantaban; la gente los miraba asombrada. Observaba yo en estos subversivos una alegría radiante, una sonrisa que jamás habían tenido, pues siempre estaban haciendo mala cara, y yo pensaba son las semillas del Reino o sea el germen de la verdadera fe, aún en esta situación subversiva.

Después cuando los Domingos se celebraba la Eucaristía en el centro de la parroquia, los dueños de bares y cantinas colocaban la música a muy alto volumen, en el parque donde quedaba el templo; y ellos les exigieron apagar los equipos de sonido mientras se celebraba la Misa y cuando obligaban a la gente a reunirse para exigirles algo decían los jefes de ellos: ‘nosotros admiramos mucho al párroco y ordenamos para él, todo el respeto porque es la máxima autoridad de la Iglesia aquí’”.

- ¿Quiénes son los misioneros? Son esos paisanos que han abandonado su tierra, su familia, sus seguridades, sus comodidades para ser lo que son–, no podemos olvidar que no se trata de aventureros –aunque algo de ello sí tienen– ni de expatriados –enviados por sus organizaciones a trabajar fuera de España– ni de románticos altruistas. Se trata de hombres y mujeres enamorados. Hombres y mujeres que, como aquellos dos de Emaús, han estado escuchando a Jesús cuando les hablaba a través de la Sagrada Escritura y han quedado transformados.

Los misioneros son personas que se han alimentado con la Palabra de Dios y, como la Virgen María, la han “rumiado” en su corazón (cf. Lc 2,19), llegando a identificarse con ella. Son cristianos...; son hombres de oración y de contemplación, que han dejado que el Espíritu Santo les ilumine con su fuerza y su amor para transformarles en apóstoles, no de una causa, no de una teoría, no de una ideología, no de una doctrina, sino de una Persona, de Jesús de Nazaret, verdadero Dios y verdadero hombre.

            - Gracias a lo que se recauda en el Domund, la Jornada Mundial de las Misiones, el Papa puede apoyar el crecimiento de todas y cada una de las Iglesias que están brotando en todo el mundo. La ayuda del Domund se convierte así en un riego por goteo constante, que apoya a las diócesis misioneras en sus gastos ordinarios y que permite que el Evangelio siga siendo proclamado en los confines de la tierra. Los territorios de misión son así acompañados por todos los católicos del mundo, que, con su colaboración a través del Domund, han podido participar en la misión que la Iglesia realiza en esos lugares.

Veamos algunos ejemplos de primera evangelización: 1) Aunque hubo misioneros en Mongolia en la Edad Media, no fue hasta 1992, a la caída del régimen comunista, cuando la Iglesia pudo nacer allí. Con solo 30 años de historia, su gran reto es la primera evangelización. Sus esfuerzos están dando los primeros frutos: ya hay 1.400 católicos y se acaba de ordenar su segunda vocación nativa. Al frente de la prefectura de Ulán Bator, que ocupa todo el país –con una extensión de tres veces España–, está monseñor Giorgio Marengo. Tras 17 años como misionero allí, fue nombrado obispo en 2020. En el mes de agosto de 2022 fue elegido cardenal, el más joven del mundo.

2) En el norte de Kenia hay una tribu seminómada de pastores que viven en zonas muy áridas: los samburu. No hay agua ni luz, ni siquiera una radio para informarse. Sin embargo, la Iglesia está presente anunciando el Evangelio y defendiendo el valor de la vida ante tradiciones ancestrales como la mutilación femenina o el matrimonio infantil.

jueves, 12 de octubre de 2023

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario (A)

15-10-23                    DOMINGO XXVIII TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 25, 6-10a;Slm. 22; Flp. 4, 12-14.19-20; Mt. 22, 1-14

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            - En la segunda lectura aparecen estas palabras de san Pablo a los filipenses: Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo: la hartura y el hambre, la abundancia y la privación. Todo lo puedo en aquel que me conforta”. A propósito de estas palabras y de la realidad que nos rodea se me ocurren algunas reflexiones. Y es que el cristiano tiene que tener una serie de principios y de criterios claros sobre los bienes materiales:

+ La adquisición de los mismos ha de ser realizada desde la honradez, el esfuerzo, el trabajo y la responsabilidad. No caben las mentiras, los robos, los engaños, las corruptelas, los ‘pelotazos’ como medios para conseguir bienes materiales.

+ El cristiano sabe que los bienes materiales son instrumentos y medios, y nunca se pueden convertir en fines ni en ‘señores’ de nuestra vida. Por lo tanto, el cristiano usará de ellos de un modo que no se cree una dependencia ni una esclavitud de ellos, ni tampoco que se conviertan en dioses, a los que hay que adorar.

+ El cristiano vivirá de modo digno y austero con esos bienes materiales. No consumirá más de lo que necesite, aunque los tenga. No dilapidará ni hará gastos sin control, pero tampoco el cristiano buscará acaparar bienes materiales por encima de todo.

+ Es legítimo que un cristiano busque y procure un ahorro con los bienes materiales sobrantes, pero el ahorro no tiene el fin de satisfacer la codicia ni el amontonamiento de dichos bienes sin más. El ahorro será buscado para satisfacer las necesidades que pueda tener en el futuro él mismo, su familia, sus amigos… Se ha de repetir que el ahorro no es ni debe ser sinónimo de acaparamiento ni de amontonar sin más propiedades y dineros.

+ Es totalmente necesario que el cristiano comparta los bienes materiales (no los suyos), sino los que Dios le ha puesto en sus manos. Para un cristiano los bienes materiales no son de su propiedad. La propiedad de los bienes materiales le pertenece exclusivamente a Dios. El hombre, el cristiano es sólo administrador de dichos bienes. Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allí. El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor! (Job 1, 21). Por lo tanto, si sólo el Señor es dueño de los bienes materiales y el hombre es sólo su administrador, éste debe administrarlos según la voluntad del Propietario. Y Dios quiere que nosotros compartamos con otros hombres necesitados lo que es de Dios.

+ Podría decir más cosas, pero quiero finalizar estar parte con una idea recurrente en mí y que ya me habéis escuchado en varias ocasiones. Somos administradores de unos bienes. Sí. Pero, cuando sabemos que la muerte nos puede llegar, entonces es conveniente, y es un acto de caridad para con nuestros familiares, el realizar un testamento. A continuación voy a reseñar aquí una serie de pautas o criterios que, desde mi punto de vista, se han de hacer: 1) Siempre hay que hacer testamento. Hacer ESTE testamento, no quiere decir que no se pueda cambiar. Siempre se puede modificar. Se pueden hacer tantos testamentos como se quieran. 2) El testamento que se hace en un determinado momento mira a las circunstancias de ese tiempo concreto. Cambiadas las circunstancias, se cambia el testamento. 3) En el testamento se pueden dejar algunas cantidades para la celebración de Misas por el que otorga testamento y por sus familiares ya difuntos. También se pueden dejar algunas cantidades para que sean entregadas a personas u organizaciones a modo de donativos. Finalmente, se pueden dejar diversos legados a los familiares, según las circunstancias de los bienes y de las personas. Por ejemplo, quizás no sea conveniente dejar una vivienda al 50 % a dos hijos, que ya se llevan mal y con esa propiedad en su poder, mitad por mitad, acabarían ‘como rosario de la aurora’. A veces, es mejor dejar bienes o propiedades separadas con la plena propiedad para cada hijo, aunque alguno de ellos reciba menos que otros. Mejor poco en paz, que más en guerra.

Se podrían decir más cosas sobre el testamento, pero prefiero dejarlo aquí. Solamente me reafirmo en lo primero que dije sobre esto: SIEMPRE HAY QUE HACER TESTAMENTO.

            - En el evangelio de hoy se nos habla de un banquete de bodas. La relación entre Dios y el hombre, en lugar de ser concebida como una especie de alianza diplomático-política, o de sometimiento de la criatura al Creador, del pequeño al grande, del pobre al rico…, es presentada como una relación de amor, personal, viva, libre, pero también marcada por la infidelidad y el egoísmo del hombre para con Dios.

            Imaginaros que para el año que viene se va a casar un hijo o una hija. Con esmero preparáis las invitaciones para vuestros familiares y para vuestros amigos. Se las lleváis en mano o las mandáis por correo y… recibís la misma respuesta que el padre del evangelio: “Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. El padre volvió a mandar más criados para que les dijeran lo que iban a comer y a beber, y les rogaban que vinieran a la boda: “’Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.’ Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. ¿Cómo os quedaría el cuerpo y el alma si los familiares y amigos, que invitaseis a la boda de vuestro hijo o de vuestra hija, os respondiesen de esta manera?

            Al leer este evangelio siempre me acuerdo del tiempo que estuve de párroco en Taramundi y en ocasiones preparaba Cursillos de Cristiandad. Invitaba a los jóvenes y a no tan jóvenes al Cursillo. De cada vez invitaba a unas 100 personas, pero sólo iban, finalmente, 4 ó 5 personas. Todos tenían muchas razones para no ir y para quedarse: exámenes, atender el ganado, la cosecha, un viaje, que esperaban visita, que les daba vergüenza… En definitiva, no querían ir al banquete de bodas del Hijo de Dios.

            Nos sigue contando el evangelio que el padre no se quedó con los brazos cruzados. No quería que las mesas del banquete se quedaran vacías. Dejó de lado a aquellos ingratos y mandó a sus criados que fueran, no a las casas, no a las ciudades, no a los conocidos, sino a los cruces de caminos e invitasen, a todos los que pasaran por allí, al banquete de bodas de su hijo.

            ¿En qué grupo estamos nosotros: en el primero o en el segundo? Personalmente soy consciente que en muchas ocasiones el Señor, como sacerdote, como familiar y como amigo, me ha invitado al banquete de bodas de su Hijo y yo le he dicho que NO y no he hecho caso de su invitación. Igualmente os invito a que penséis en las numerosas veces en que el Señor, bien directamente a vuestro corazón, bien a través de otras personas os ha invitado al banquete de su Hijo Jesús, y le habéis dicho que NO.

            Pero, para mí, el evangelio de hoy no es un evangelio de condena, sino de esperanza. Esperanza porque HOY sigue siendo Dios mismo quien sale a nuestro encuentro. Tantas veces estamos perdidos por caminos y montes, y Él nos envía llamadas para que entremos en el banquete de bodas de su Hijo. Dios es el Buen Pastor del salmo de hoy, que nos busca y recoge sobre sus hombros. Como dice el profeta Isaías hablando del banquete del cielo: “El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. Aquel día se dirá: ‘Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación’”.