sábado, 29 de julio de 2023

Homilías semanales EN AUDIO: semana XVI del Tiempo Ordinario

Éxodo 14, 5-18; Éxodo 15,1-2.3-4.5-6; Mateo 12, 38-42

Homilía lunes XVI del Tiempo Ordinario



Hechos 4,33;5,12.27-33;12,2; Salmo 66; 2ª Corintios 4,7-15; Mateo 20, 20-28

Homilía de Santiago Apóstol



Éxodo 16,1-5.9-15; Salmo 77; Mateo 13, 1-9

Homilía miércoles XVI del Tiempo Ordinario



Éxodo 19,1-2.9-11.16-20b; Daniel 3,52.53.54.55.56; Mateo 13, 10-17

Homilía jueves XVI del Tiempo Ordinario



Éxodo 20, 1-17; Salmo 18; Mateo 13, 18-23

Homilía viernes XVI del Tiempo Ordinario

Domingo XVII del Tiempo Ordinario (A)

30-7-23                        DOMINGO XVII TIEMPO ORDINARIO (A)

1 Re. 3, 5.7-12; Slm. 118; Rm. 8, 28-30; Mt. 13, 44-52

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

Os recuerdo que el texto de san Pablo a los Corintios dice así: “El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1ª Co 13,4-7).

3.- Sanando la envidia.

“En el amor no hay lugar para sentir malestar por el bien de otro. La envidia es una tristeza por el bien ajeno, que muestra que no nos interesa la felicidad de los demás, ya que estamos exclusivamente concentrados en el propio bienestar. Mientras el amor nos hace salir de nosotros mismos, la envidia nos lleva a centrarnos en el propio yo[1]. El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza, y se libera del sabor amargo de la envidia. Acepta que cada uno tiene dones diferentes y distintos caminos en la vida. Entonces, procura descubrir su propio camino para ser feliz, dejando que los demás encuentren el suyo[2] (n. 95).

4.- No hace alarde ni es arrogante.

Hacer alarde “indica la vanagloria, el ansia de mostrarse como superior para impresionar a otros con una actitud pedante y algo agresiva. Quien ama, no sólo evita hablar demasiado de sí mismo, sino que además, porque está centrado en los demás, sabe ubicarse en su lugar sin pretender ser el centro” (n. 97). Tampoco el verdadero amor es arrogante. “Literalmente expresa que (el que ama) no se ‘agranda’ ante los demás, e indica algo más sutil. No es sólo una obsesión por mostrar las propias cualidades, sino que además se pierde el sentido de la realidad. Se considera más grande de lo que es, porque se cree más ‘espiritual’ o ‘sabio’ […] Es decir, algunos se creen grandes porque saben más que los demás, y se dedican a exigirles y a controlarlos, cuando en realidad lo que nos hace grandes es el amor que comprende, cuida, protege al débil” (n. 97). “A veces ocurre lo contrario: los supuestamente más adelantados dentro de su familia, se vuelven arrogantes e insoportables. La actitud de humildad aparece aquí como algo que es parte del amor, porque para poder comprender, disculpar o servir a los demás de corazón, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad[3] […] En la vida familiar no puede reinar la lógica del dominio de unos sobre otros, o la competición para ver quién es más inteligente o poderoso, porque esa lógica acaba con el amor” (n. 98).


[1] El gran pecado es el EGO. Nuestro apellido es “egocéntrico”. Galileo decía que el centro del universo es el sol, Ptolomeo que era la tierra, Jesús que era Dios. Se equivocaron. El centro del universo soy YO. El envidioso tiene terror de que alguien le arrebate ese centro. Si logramos “descentrarnos”, todo estará solucionado.

[2] Alégrate de los dones de los otros. Reconoce y acepta los dones de los demás, a los demás como son, a ti como eres.

[3] Ejemplo de Mireya con otros niños monaguillos.

miércoles, 19 de julio de 2023

Domingo XVI del Tiempo Ordinario (A)

23-7-23                         DOMINGO XVI TIEMPO ORDINARIO (A)

Sab. 12, 13.16-19; Slm. 85; Rm. 8, 26-27; Mt. 13,24-43

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Durante unos cuantos fines de semana, y de la mano del Papa Francisco, hablaré un poco de lo dicho por san Pablo a los corintios en el capítulo 13. Se trata del famoso himno de la caridad, que se lee en tantas bodas. Aprovecharé este verano para impartir algo de formación religiosa.

Vamos a profundizar un poco en este bello texto de la Palabra de Dios, que dice así: El amor es paciente, es servicial; el amor no tiene envidia, no hace alarde, no es arrogante, no obra con dureza, no busca su propio interés, no se irrita, no lleva cuentas del mal, no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1ª Co 13,4-7). Sí, aquí el Señor, por la pluma de san Pablo, nos habla de amor y los esposos lo utilizan en tantas ocasiones para acompañar su consentimiento matrimonial. En la Exhortación Postsinodal Amoris Laetitia (nn. 90-119) el Papa Francisco explica el significado de cada palabra de san Pablo. Vamos a escuchar lo que nos dice el Papa: En este himno se ven “algunas características del amor verdadero” (n. 90).

Hemos de escuchar todo lo que se dice hasta el final. No podemos formarnos ya una idea por una sola de las palabras. Esto es como un puzle, que sólo tiene sentido cuando se termina. Lo que percibimos ahora, lo que entendemos ahora… es cierto, pero es parcial. Esperemos hasta el final para tener una visión completa.

Descubramos con estas palabras cómo tenemos que amar y cómo no tenemos que amar, cómo nos aman bien y cómo nos aman mal. Tan importante es saber lo que debe de ser, como saber lo que NO debe de ser.

Amamos bien y amamos mal. La persona que te pega, no te quiere. La persona que te falta al respeto, no te quiere. La persona que te da todo, todo, todo, todo, todo, no te quiere. La persona que no te deja crecer y madurar, no te quiere. La persona que te hace sentir culpable, no te quiere. La persona que te manipula, no te quiere. La persona que no te deja en libertad, no te quiere. La persona que te toma en posesión, no te quiere. La persona que no te ve feliz con ella, y no te deja ser feliz con otros, no te quiere. La persona que te controla, no te quiere. Y si tú haces eso con los demás, tampoco los quieres. Por eso es muy importante que revisemos de qué forma queremos, de qué forma nos quieren, y descubriremos grandes sorpresas... Esto a mí me lo enseña mi Señor Jesucristo. Es Él el que me enseña a respetar, querer, aceptar, a no manipular, a no hacer sentir culpable, a dejar que la persona crezca y madure. Es Él el que nos enseña, y es eso el buen amor.

No tengamos miedo a lo que descubramos aquí. Estamos siempre escondiéndonos y mostrándonos de un modo u otro, según a quien, para ser aceptados y con miedo a ser rechazados. Podemos descubrir que nuestro matrimonio, amistad… no es verdadera según este relato del amor. No tengamos miedo. Vamos a partir de esta la realidad que descubrimos en julio de 2023, y desde ahí podemos cambiar, mejorar, transformar, avanzar...

            Durante varios domingos profundizaremos en este texto y haremos trece paradas para descubrir un poco más qué es y cómo es el amor.

1.- Paciencia

2.- Actitud de servicio

3.- Sanando la envidia

4.- No hace alarde ni es arrogante

5.- Amabilidad (no obra con dureza)

6.- No busca su propio interés

7.- No se irrita (sin violencia interior)

8.- No lleva cuentas del mal (perdón)

9.- Alegrarse con los demás

10.- Disculpa todo

11.- Confía

12.- Espera

13.- Soporta todo

1.- Paciencia.

La paciencia la tiene Dios, que es “lento a la ira” (Ex 34,6; Nm 14,18). Dios da tiempo al arrepentimiento. Por eso, la paciencia de Dios es signo de su misericordia con el pecador. A partir de la paciencia de Dios, el Papa saca una serie de indicaciones muy prácticas de cómo hemos de vivir la paciencia con los demás: La paciencia “se muestra cuando la persona no se deja llevar por los impulsos y evita agredir” (n. 91). “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos[1]. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la propia voluntad. Entonces todo nos impacienta, todo nos lleva a reaccionar con agresividad. Si no cultivamos la paciencia, siempre tendremos excusas para responder con ira, y finalmente nos convertiremos en personas que no saben convivir, antisociales, incapaces de postergar los impulsos, y la familia se volverá un campo de batalla […] Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba. El amor tiene siempre un sentido de profunda compasión que lleva a aceptar al otro como parte de este mundo, también cuando actúa de un modo diferente a lo que yo desearía” (n. 92).

2.- Actitud de servicio.

“Pablo quiere aclarar que la ‘paciencia’ nombrada en primer lugar no es una postura totalmente pasiva, sino que está acompañada por una actividad, por una reacción dinámica y creativa ante los demás. Indica que el amor beneficia y promueve a los demás. Por eso se traduce como ‘servicial’” (n. 93).  “Pablo quiere insistir en que el amor no es sólo un sentimiento, sino que se debe entender en el sentido que tiene el verbo ‘amar’ en hebreo: es ‘hacer el bien’” (n. 94).


[1] Un día en Covadonga: “Señora que de malos modos me dice: ¡coge eso!... ¡extiende esto!” Pensaba que estaba hablando con su marido.

jueves, 13 de julio de 2023

Domingo XV del Tiempo Ordinario (A)

16-7-2023                               DOMINGO XV TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 55,10-11; Slm. 64; Rm. 8, 18-23; Mt. 13, 1-23

Homilía en video.  

Homilía en audio.

Queridos hermanos:

            Cuando llega el verano, suelo coger una serie de temas para predicar los domingos. De esta manera predico las homilías y a la vez doy una formación cristiana, que ¡buena falta nos hace a todos! Pues bien, este año he pensado en repetir lo dicho en unos ejercicios espirituales que impartí hace ya un tiempo. Hablé entonces sobre la siembra que hacemos en nuestras vidas y también expliqué el himno de la caridad de san Pablo de la mano del Papa Francisco. Es lo que voy a hacer en estos domingos siguientes.

Vamos ya con la primera parte aprovechando que las lecturas de hoy nos hablan de sembrar. Hay unas palabras de san Pablo en la carta a los Gálatas que dicen así: “No os engañéis: nadie se burla de Dios. Se recoge lo que se siembra: el que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción; y el que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna. No nos cansemos de hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos” (Ga 6, 7-9).

- Un labrador va a un campo de su propiedad. En él, y según la época del año y el lugar en donde esté, puede dejarlo tal y como está, o prepararlo para que dé hierba para el ganado, o plantar maíz, o plantar patatas, o plantar trigo, o… Según lo que plante y trabaje en el campo, eso cosechará. Si no siembra, si no trabaja, ni riega, ni cuida lo sembrado, entonces… no cosechará nada o casi nada.

Esto mismo se puede decir en otros ámbitos de la vida: un estudiante tiene que matricularse, asistir a clase, recoger notas de las explicaciones del profesor, completar lo impartido en clase con lecturas y trabajos en casa y en la biblioteca, estudiar… y presentarse a los exámenes. Sólo, después de ‘sembrar’ todo lo anteriormente dicho, podrá ‘cosechar’ los frutos de su esfuerzo: un título, unos conocimientos, unas capacidades, una posibilidad de entrar con la debida preparación y titulación en el mundo laboral. Si no hace esto, no puede después pretender tener un determinado puesto en una empresa o cobrar una determinada cantidad de dinero. Siempre recuerdo que hace ya unos cuantos años una sobrina mía dejó los estudios con 16 años. En aquel momento traté de convencerla para que siguiera estudiando. Me contestó que no, que quería trabajar y ganar dinero. No hubo manera de que diera marcha atrás. Cuando pasados unos 7 años, y como quiera que sólo conseguía trabajos precarios, mal remunerados y con muchas horas trabajadas, me decía que no iba a consentir que la siguieran explotando. A esto le respondí que, con la ‘preparación’ que ella tenía, podía aspirar a trabajos con remuneraciones de 2.000 € a la semana. Mi sobrina, para su desgracia, estaba recogiendo… lo que había sembrado.

Lo mismo podemos decir en el ámbito de las relaciones afectivas: noviazgo, matrimonio, amistades, hijos… En gran medida recogemos… lo que hemos sembrado o, lo que es peor aún, en muchas ocasiones incluso recogemos los que otros a nuestro lado han sembrado. Pienso ahora en las decisiones[1] que toman otros (por ejemplo, los hijos) y las consecuencias las tienen que pagar los padres.

- SIEMBRA CARNE. Dice san Pablo en su carta a los Gálatas: “El que siembra para satisfacer su carne, de la carne recogerá sólo la corrupción (Ga 6, 8a).

Sí, siembra codicia por los bienes materiales y cosecharás riqueza, pero a costa de machacar a otros hermanos tuyos, hijos de Dios. Les maltratarás, les engañarás, les robarás, envidiarás a los que tienen más que tú, y estarás temeroso de que te puedan quitar lo que tienes.

Siembra codicia por los bienes materiales y cosecharás, quizás, pobreza, pues te puedes arruinar y eso te destrozará a ti mismo, aparte de los cadáveres que has ido dejando por el camino (hermanos por la herencia, familia por el juego…).

Siembra ira y violencia, y cosecharás soledad, terror, rechazo, amargura, desconfianza…

Siembra mentiras, disimulos, falsedades, y nadie se fiará de ti, y tú tampoco te fiarás de nadie.

Siembra soberbia, amor propio, orgullo, y nadie cabrá dentro de tu corazón, pues sólo tú lo estarás ocupando.

Siembra egoísmo y no te ocupes de nadie, y nadie se ocupará de ti (‘Manos que no dais, qué esperáis’).

Siembra materia y no te ocupes de lo espiritual, y tendrás una vida plana y vivirás en la superficie (lo que ves, lo que oyes, lo que tocas) y, cuando llegue el momento de tu muerte, sólo verás un muro o un precipicio horroroso por el que te despeñarás irremediablemente, porque no existe para ti nada después de la muerte.

- SIEMBRA ESPIRITU. Dice san Pablo en su carta a los Gálatas: El que siembra según el Espíritu, del Espíritu recogerá la Vida eterna” (Ga 6, 8b).

O lo que es lo mismo, haz caso del Señor y siembra oración, y recogerás paz a tu corazón, crecimiento de Dios en ti, luz para ver a los demás como hijos del mismo Padre, esperanza en el Señor, soledad acompañada…

Siembra lectura y meditación de la Palabra de Dios, y cosecharás inteligencia y sabiduría divinas, conocerás la voluntad de Dios, encontrarás la Verdad que no se acaba…

Siembra perdón, y recogerás el perdón de Dios, la comprensión de los demás, la paciencia con los defectos del prójimo y con los tuyos propios, la alegría de recibir a los hermanos en la casa del mismo Padre.

Siembra alegría, y recogerás contento interior, risas y agradecimiento de los que te rodean, gozo eterno, ganas de cantar.

Siembra compartir lo que tienes: tus bienes, tu tiempo, tus talentos, y tendrás un milagro maravilloso: ¡Cuánto más des, más tendrás! ¡Cuánto más te entregues y más entregues a los demás, más rico serás!

Siembra Iglesia, ama a la Iglesia, y la sentirás como tu madre, como tu vida, como tu cuidadora en todos los momentos de tu vida.

            Como dice Jesús al terminar el evangelio de hoy: “El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos, ciento; otros, sesenta; otros, treinta. El que tenga oídos que oiga”.


[1] Droga, deudas, malas elecciones de compañías o de pareja, temeridades con el coche o la moto y los consiguientes accidentes y minusvalías…

jueves, 6 de julio de 2023

Domingo XIV del Tiempo Ordinario (A)

9-7-23                           DOMINGO XIV TIEMPO ORDINARIO (A)

Zac. 9, 9-10; Slm. 144; Rm. 8, 9.11-13; Mt. 11, 25-30

Homilía en video.

Queridos hermanos:

            El evangelio de hoy es precioso y sólo de los labios de Dios pudo haber salido. Se podía comentar cada frase, o más bien, saborear cada frase. En esta homilía de hoy cogeré dos de éstas para saborearlas:

            - Dice Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor”. Veamos un ejemplo de esto a través de un escrito que recibí de Internet hace un tiempo. Lo escribió un niño de 8 años de edad, Danny Dutton de Chula Vista, California, como tarea para una de sus clases de tercer grado. Debía de realizar una redacción cuyo título era: ‘Explica a Dios’. Sería difícil hacerlo mejor; helo aquí:

El principal trabajo de Dios es el hacer la gente. Los hace para reemplazar a todos los que mueren, para que así siempre haya suficientes personas que cuiden este mundo. Él no hace gentes mayores. Creo que los pequeños deben ser más fáciles de hacer. De esa forma no pierde su valioso tiempo enseñándolos a caminar y a hablar. Eso se lo deja a las mamás y a los papás.

El segundo trabajo más importante de Dios es el escuchar nuestras oraciones. Un montón de tiempo se le va en esto, ya que las personas rezan a todas horas y no sólo antes de acostarse. Dios no tiene tiempo de escuchar la Radio o ver la TV. Dios ve todo y escucha todo y está en todos lados, por eso siempre está muy ocupado. Por eso no debemos ocupar su tiempo pidiéndole cosas que papá y mamá dicen que no podemos tener.

Los ateos son personas que no creen en Dios. No creo que haya muchos en Chula Vista. Por lo menos, no hay ninguno que venga a Misa.

Jesús es hijo de Dios y hace todo el trabajo pesado: como caminar sobre el agua y realizar milagros. La gente finalmente se cansó de su predicación y lo crucificaron. Pero Él era bueno y amable como su Padre  y le dijo a su Padre que los perdonara, porque ellos no sabían lo que hacían y Dios dijo ‘O.K.’ Su Padre (Dios) agradeció todo lo que él hizo y todo su trabajo en la tierra y le dijo que ya no tenía que volver para acá nunca más. Que se podía quedar en el cielo. Y así lo hizo. Y ahora le ayuda a su Papá escuchando nuestras oraciones y viendo cosas que son importantes para que Dios las resuelva y cuales puede resolver él sin molestar a Dios.

Se puede rezar a cualquier hora y ten por seguro que te ayudarán, ya que entre ellos (Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo) arreglaron las cosas de tal forma que siempre uno está de guardia.

Debemos ir a la iglesia todos los domingos, porque eso hace feliz a Dios y, si hay alguien a quien debes hacer feliz, es a Dios. No faltes a la iglesia sólo porque piensas que hay cosas más divertidas que hacer, como ir a la playa. Eso está mal. Además, de todos modos, aquí en California el sol no sale en la playa hasta mediodía.

Si no crees en Dios, aparte de ser un ateo, te la pasarás muy solo, porque tus papis no pueden estar siempre contigo, como cuando estás en el campo, pero Dios sí puede. Es bueno saber que Él está junto a ti en esos lugares obscuros que asustan o cuando los niños grandes te tiran al agua muy profunda y no sabes nadar.

Pero.... no sólo debes pensar en las cosas que Dios puede hacer para ti. Me imagino que Dios me puso aquí y me puede llevar con Él cuando quiera. Y... por eso creo en Dios”.

            - Dice Jesús: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. La soberbia se opone a la humildad y es el primer-mayor pecado que tenemos los hombres y de él nacen todos los demás:

La soberbia consiste en ponernos nosotros como centro de todo y de todos, en querer todo para nosotros. Nosotros podemos hacer lo que nos venga en gana, cuando nos venga en gana y donde nos venga en gana, sin atender a las necesidades y creencias de los demás.

Así, soy soberbio cuando me alaban y "engordo" con ello.

Cuando me critican con razón o sin ella, cuando me difaman y yo me revuelvo como una víbora y no soy capaz de perdonar y contesto hablando mal de los que hablaron mal de mí; eso es soberbia.

Cuando hablan bien de otro y yo siento envidia de ello, eso es soberbia.

Cuando yo hago cosas o dejo de hacer cosas por el que dirán o para que los demás me vean y no las hago sola­mente por Dios, eso es soberbia.

Cuando trato de justificarme ante otras personas por lo que he hecho o le echo las culpas a otro, tanto exterior como inte­riormente, eso es soberbia.

Cuando tengo pensamientos en los que yo me invento historias con las que yo quedo de vencedor, rico, guapo, listo, etc., eso es soberbia.

Cuando intento hacer algo bien por mis propias fuerzas y no me apoyo en Dios, eso es soberbia.

Si eso que quiero hacer me sale bien y me recreo en lo que he hecho, eso es soberbia.

Si eso que quiero hacer me sale mal y me insulto a mí mismo o me desprestigio a mí mismo, eso es soberbia.

¿Qué es la humildad? La humildad es Cristo: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón”. Cristo es el ejemplo de humildad al que tenemos que imitar; o mejor dicho, he de dejar que Cristo entre en mí para que Él sea humilde en mí, porque yo soy radicalmente soberbio y por mis propias fuerzas nunca lograré la humildad.

Humildad es reconocerse pobre, limitado, necesitado de los demás y de Dios. Humildad es aceptar en todo momento la voluntad del Padre. En cierta ocasión leí una entrevista que hicieron a un ciego diabético brasileño. Él era muy creyente y todo lo veía desde este prisma. Decía así en su entrevista: ‘Soy diabético gracias a Dios, porque yo no sé lo que quiero y Él sabe lo que es bueno para mí’. ¿A que es duro esto?

CRISTO SIENDO DIOS, SE HIZO HOMBRE. SIENDO INMORTAL MURIÓ EN UNA CRUZ COMO UN LADRÓN Y ASESINO. Imitemos su humildad y así alcanzaremos a Dios y seremos enaltecidos por Él.