19-4-19 SERMON
DE LA SOLEDAD
En
los años 2016 y 2017, en el sermón de la Soledad, prediqué algunas ideas en
base al himno del “Stabat Mater dolorosa”.
Entonces comenté los números 1 al 5 del himno. Hoy predicaré un poco sobre los números
9 y 10.
James Tissot
(1886-1894)
El
compositor de este himno-oración miraba a Jesús y miraba a su madre, María, y
de su corazón salieron estas palabras:
1
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Stabat Mater
dolorosa
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Estaba la Madre
dolorosa
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-
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juxta crucem
lacrimosa,
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junto a la Cruz llorosa
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-
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dum pendebat filius.
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en que pendía su
Hijo.
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-
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Cuyus animam
gementem
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Su alma gimiente,
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-
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contristantem et
dolentem
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contristada y
doliente
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-
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pertransivit gladius
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atravesó la espada.
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2
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O quam tristis et
afflicta
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¡Oh, cuán triste y
afligida
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-
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fuit illa benedicta
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estuvo aquella
bendita
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-
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Mater unigeniti.
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Madre del Unigénito.
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-
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Quae moerebat et
dolebat.
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Languidecía y se
dolía
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-
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Pia Mater, cum
videbat
|
la piadosa Madre que
veía
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-
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Nati poenas incliti
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las penas de su
excelso Hijo.
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3
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Quis est homo qui
non fleret,
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¿Qué hombre no
lloraría
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Matrem Christi si
videret
|
si a la Madre de
Cristo viera
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In tanto supplicio?
|
en tanto suplicio?
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-
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Quis non posset
contristari,
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¿Quién no se
entristecería
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Piam matrem
contemplari
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a la Madre
contemplando
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-
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Dolentem cum filio?
|
a su doliente Hijo?
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4
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Pro peccatis suae
gentis
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Por los pecados de
su gente
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-
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vidit Jesum in
tormentis
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vio a Jesús en los
tormentos
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Et flagellis
subditum.
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y doblegado por los
azotes.
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-
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Vidit suum dulcem
natum
|
Vio a su dulce Hijo
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-
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Morientem desolatum
|
muriendo desolado
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Dum emisit spiritum.
|
al entregar su
Espíritu.
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5
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Eia mater, fons
amoris,
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Ea, Madre, fuente de
amor,
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-
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Me sentire vim
doloris
|
hazme sentir tu
dolor,
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-
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Fac, ut tecum
lugeam.
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contigo quiero
llorar.
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-
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Fac
ut ardeat cor meum
|
Haz que mi corazón
arda
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-
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In amando Christum
Deum,
|
en el amor de mi
Dios
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-
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Ut sibi complaceam.
|
y en cumplir su
voluntad.
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6
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Sancta mater, istud
agas,
|
Santa Madre, yo te
ruego
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-
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Crucifixi fige
plagas
|
que me traspases las
llagas
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-
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Cordi meo valide.
|
del Crucificado en
el corazón.
|
-
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Tui nati vulnerati
|
De tu Hijo malherido
|
-
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Iam
dignati pro me pati,
|
que por mí tanto
sufrió
|
-
|
Poenas mecum divide!
|
reparte conmigo las
penas
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7
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Fac me vere tecum
flere,
|
Déjame llorar
contigo
|
-
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Crucifixo condolere,
|
condolerme por tu
Hijo
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-
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Donec ego vixero.
|
mientras yo esté
vivo.
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-
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Juxta crucem tecum
stare
|
Junto a la Cruz
contigo estar
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-
|
et me tibi sociare
|
y contigo asociarme
|
-
|
In planctu desidero.
|
en el llanto es mi
deseo.
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8
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Virgo virginum
praeclara,
|
Virgen de Vírgenes
preclara
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-
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Mihi iam non sis
amara,
|
no te amargues ya
conmigo
|
-
|
Fac me tecum
plangere.
|
déjame llorar
contigo.
|
-
|
Fac
ut portem Christi mortem,
|
Haz que llore la
muerte de Cristo
|
-
|
Passionis fac sortem
|
hazme socio de su
Pasión,
|
-
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Et plagas recolere.
|
haz que me quede con
sus llagas.
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9
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Fac me plagis
vulnerari,
|
Haz que me hieran
sus llagas
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-
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fac me cruce
inebriari
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haz que con la Cruz
me embriague
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-
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et cruore Filii.,
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y con la Sangre de
tu Hijo.
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-
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Flammis ne urar
succensus
|
Para que no me queme en las llamas
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-
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Per te virgo, sim
defensus
|
defiéndeme tú, Virgen santa,
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-
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In die judicii.
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10
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Christe,
cum sit hinc exire,
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Cuando, Cristo, haya de irme,
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da per matrem me
venire
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concédeme que tu Madre me guíe
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-
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ad palmam victoriae
|
a la palma de la victoria.
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-
|
Quando corpus
morietur
|
Y cuando mi cuerpo muera,
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-
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Fac ut animae
donetur
|
haz que a mi alma se conceda
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-
|
Paradisi gloria.
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|
-
|
Amen.
|
Amén.
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[1] Los hombres de fe sabemos, porque
Dios mismo nos lo ha dicho, que vamos de tener una retribución por lo que hemos
hecho durante esta vida. Tendremos una
retribución de salvación y de felicidad, si hemos hecho el bien. Tendremos una
retribución de apartamiento eterno de Dios, si hemos hecho el mal. Así nos
lo dice Jesús en la famosa parábola de las ovejas y de las cabras, y esta parte
de la oración del Stabat Mater dolorosa
nos lo recuerda. Decía Jesús: “Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado
de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán
reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa
las ovejas de los cabritos, y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su
izquierda. Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: ‘Venid, benditos
de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue preparado desde el comienzo
del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; estaba de paso, y me alojasteis; desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me
visitasteis; preso, y me vinisteis a ver’. Los justos le responderán: ‘Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de
beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo
te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?’ Y el Rey les responderá: ‘Os
aseguro que cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, lo
hicisteis conmigo’. Luego dirá a los de su izquierda: ‘Alejaos de mí, malditos;
id al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve
hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; estaba de
paso, y no me alojasteis; desnudo, y no me vestisteis; enfermo y preso, y no me
visitasteis. Estos, a su vez, le preguntarán: ‘Señor, ¿cuándo te vimos
hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?’
Y él les responderá: ‘Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con el más
pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicisteis conmigo’. Estos irán al castigo
eterno, y los justos a la Vida eterna” (Mt. 25, 31-46).
Por
lo tanto, el juicio y la posterior sentencia no recae tanto en Dios como en
nosotros mismos. Dios hará de simple
notario: te has preocupado de los demás, estuviste pendiente de las necesidades
de los otros y no solo de las tuyas y las de tu familia, entonces Dios te
abrirá la puerta del Reino de los Cielos. Sin embargo, si has mirado solo para ti y has pasado con el corazón endurecido al
lado de hombres dolientes, hombres hambrientos, sedientos, desnudos, enfermos,
caídos en las cunetas de la vida y no has hecho nada por ellos, entonces Dios
te pondrá ante el espejo de tu propio egoísmo, de tu ira, de tu rencor, de tu
codicia, de tu soberbia…, y verás que no es Dios el que te aparta, sino que has
sido tú mismo el que te has apartado de Dios y de los hermanos.
En
esta oración del Stabat Mater dolorosa
le pedimos a la Virgen María, no solo que nos ayude en el día del juicio
divino, tras nuestra muerte, sino que también le pedimos a la Virgen María que
nos ayude ahora, en nuestra vida terrena, ahora que aún estamos a tiempo de
cambiar de vida. Así, si la Virgen María nos ayuda ‘ahora y en la hora de
nuestra muerte’, Dios igualmente nos dirá, a la hora de nuestra muerte, pero
también ahora mismo: “Venid, benditos de mi Padre, y recibid en herencia el Reino que os fue
preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; estaba de paso, y me alojasteis;
desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y me vinisteis a
ver”.
[2] Este último párrafo nos recuerda
la certeza de la muerte. Es una de las pocas cosas seguras que sabemos en esta
vida: que vamos a morir. Nuestro cuerpo crece, se desarrolla, pero también
envejece, pierde energías y vitalidad. Nuestro cuerpo camina hacia la muerte
desde el mismo día de nuestro nacimiento.
El mundo que pueda
existir después de la muerte es desconocido para nosotros. No existen pruebas
empíricas de una vida después de la muerte. Es cierto que hay algún libro
escrito en base a testimonios de personas dadas por muertas mediante un
certificado médico. Estas personas hablan de haber visto sus espíritus, sus
conciencias, sus ser más íntimo (como se quiera nombrar) salir de sus cuerpos,
de sobrevolar sobre la habitación y la cama en la que reposaba su cadáver, de
entrar por un túnel que conducía a una luz, de una sensación de bienestar, de
una indicación recibida por parte de alguien para volvieran a su cuerpo y a la
vida terrena, de no tener ya miedo a la muerte a partir de esta experiencia…
Pero es verdad que estas experiencias son simplemente unos instantes después de
la muerte. No existen evidencias científicas de estar muertos un año o dos y
luego regresar. La vida después de la muerte es algo desconocido para nosotros.
Solo sabemos que vamos a morir.
¿Qué sucede después de
la muerte? Aquí solo podemos elucubrar, filosofar, teorizar o hacer teología.
Básicamente, unos dirán que tras la muerte no hay nada. Todo se acabó. Otros decimos que tras la muerte hay vida,
pero VIDA con mayúscula. Y a esta certeza solo podemos acceder por la fe.
¿Por la fe en qué o en quién? Por la fe en Jesucristo, en Dios. Él nos ha dicho
que hay VIDA ETERNA después de la vida terrena. Unos lo rechazan, pero nosotros
lo aceptamos, porque nos fiamos de quien nos lo dice.
Solamente desde esta
fe en la VIDA después de esta vida tienen sentido las últimas palabras de esta
oración que estamos comentando: “Cuando,
Cristo, haya de irme, concédeme que tu Madre me guíe a la palma de la victoria.
Y cuando mi cuerpo muera, haz que a mi alma se conceda del Paraíso la gloria”.
Sí, cuando nos vayamos de esta tierra, te pedimos, Señor, que tu Madre, María,
nos guíe, pues no sabemos el camino, pues desconocemos hacia dónde hemos de ir,
pues queremos seguir caminando en la VIDA ETERNA como caminábamos en la vida
terrena, de la mano de nuestra Madre, la Virgen María. Ella nos llevará de su
mano, ella limpiará nuestras mejillas de tantas lágrimas, ella nos consolará de
nuestros dolores y desconciertos, ella nos llevará al triunfo de la luz.
Sí,
cuando nuestros cuerpos mueran, cuando se vayan deshaciendo y convirtiendo en
polvo, cuando ya desaparezcan para siempre en esta tierra…, salva nuestras almas
y llévalas al Paraíso contigo, Jesús, y con tu Madre, María.
Que así sea. Amén.
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