27-12-2020 SAGRADA FAMILIA (B)
Eclo. 3, 3-7.14-17a; Slm. 127;Col. 3, 12-21; Lc. 2, 41-52
Queridos hermanos:
Hoy, día de la Sagrada Familia, me gustaría hablaros de los esposos, de la relación esponsal. ¿Es oportuno que un cura hable sobre esto? Bastante gente dice que no, pues, como el cura no está casado, pues no sabe del tema. Y esto es verdad... en parte.
Yo creo que un cura sí que puede hablar del matrimonio: Primero, porque el sacerdote nació y se crió en una familia, como casi todo el mundo, y aquí vivió el matrimonio de sus padres. Segundo, porque habla de aquello que Dios dice en la Biblia sobre el matrimonio, y sobre esto me concederéis que sabe más un cura que la gente de la calle, en general. Tercero, a un cura le viene mucha gente con problemas familiares y de matrimonios y, aunque no sea más que por eso, el cura va adquiriendo una gran experiencia.
Bien, con este preámbulo vamos a meternos de lleno en el tema.
- Ante todo he de decir que la vida matrimonial es una vocación a la que Dios llama… a algunos hombres y a algunas mujeres. No todo el mundo vale para casado. No vale para casado quien se casa para huir de algo o de alguien (de su madre, de sus miedos, de que los demás lo señalen como solterón o solterona). No vale para casado quien lo hace, pero con la intención de seguir viviendo como de soltero con sus libertades en salidas y entradas, con falta de compromisos en el hogar, con no dar cuenta a nadie de lo suyo... No vale para casado quien solo busca recibir y no, sobre todo, el dar (ejemplo de Laurentino, ‘este no me hace feliz, esta no me hace feliz’). No vale para casado quien solo mira para sí mismo y es un egoísta o un narcisista redomado.
- Por eso, para casarse (canónica o civilmente, o solo para convivir) es indispensable contar con una base humana indispensable, con una madurez humana suficiente. Quien no tiene una serie de cualidades humanas ‘normales’ no puede aún casarse. ¿Cuáles son estas cualidades humanas ‘normales’? Comprensión, saber dialogar, aceptar los puntos de vista del otro, generosidad, laboriosidad, humildad, respeto, sensibilidad, responsabilidad, ser sacrificado... Y sobrará egoísmo, palabras hirientes, encerrarse en uno mismo, caprichos, pereza, soberbia y amor propio, rencores y resentimientos... ¡Cuántas veces he oído: yo tengo tres hijos: Fernando, Rosa y mi marido o mi mujer! ¡El peor es este/a último/a y lo malo es que no se le puede dar un azote!
- El amor no puede faltar en la vida matrimonial, pero no solo durante el noviazgo, sino y sobre todo durante la vida conyugal. Hace un tiempo vino una mujer de unos 35 años con una revista de Pronto, Semana, Hola o de éstas y me enseñó un artículo en el que se indicaban algunos signos del enamoramiento: palpitaciones, sudoración en las manos, insomnio, etc. Me decía que ella tenía algunos de estos signos, pero que otros no; me preguntaba sí estaría enamorada de verdad. Frente a esto os puedo contar el caso de una mujer muy enferma y en la UCI que me mandó llamar. Se veía muy mal y quería descargar su conciencia. Se había casado muy enamorada; se había casado para toda la vida. El marido la engañaba y desaparecía con unas y con otras. Cuando volvía a casa, la mujer siempre lo aceptaba, porque lo amaba. Lo aceptaba aún en contra de la opinión de sus familiares e hijos, pues el marido le prometía siempre cambiar y ser otro, pero el marido una y otra vez la dejaba en la estacada. Pasaron hambre los hijos y ella; trabajó ella en lo que pudo. Esta mujer logró mantener siempre unida la familia: ella y sus hijos, pero en su interior siempre suspiraba por su marido al que amaba en secreto. En secreto, porque no podía decírselo a sus hijos, pues les parecía mal. Ni a sus familiares, porque la reñían. Ni a una amiga, porque no la entendía. Ni a su marido, porque no estaba ni la correspondía. ¡Qué triste es el amor de una persona que no es correspondido por la persona amada! Ahora en el lecho de muerte esta mujer descargaba su conciencia de lo que hizo mal en su vida, pero sigue confesando su amor por su marido. ¿Es esto amor o es el de la sudoración de las manos y las palpitaciones de la revista Semana?
- Yo siempre digo que una relación matrimonial es el acercamiento entre un hombre y una mujer. Son personas muy distintas entre sí, por el género diverso, pero también por la cultura, por la educación recibida, por las experiencias tenidas, etc. Estas dos personas tan distintas tienden PUENTES entre sí, que les unen y les acercan. ¡Cuántos más puentes mejor! Esos puentes pueden crecer a lo largo de la vida y pueden ir rompiéndose. Estos puentes son los hijos, el amor, las aficiones, las finanzas, la hipoteca, las amistades, la fe…
- La fe en el matrimonio. Una de las lecturas que se usan en las bodas es la de Tobías y Sara. Tobías le dijo a su mujer Sara la noche de bodas: “Levántate, Sara; vamos a rezar a Dios hoy, mañana y pasado; estas tres noches las pasamos unidos a Dios, y luego viviremos nuestro matrimonio. Somos descendientes de un pueblo santo y no podemos unirnos como los paganos, que no conocen a Dios” (Tob. 8, 4b). Recuerdo que en 1996, en la parroquia que tenía entonces, comencé una catequesis del sacramento de la Confirmación. Hacía más de 30 años que no lo había. En el grupo había gente casada y soltera. Pregunté: ¿Es importante que los esposos tengan, vivan y practiquen la fe al unísono? Todos los solteros dijeron que no, que eso no era importante. Todos los casados dijeron que sí.
Sí, Dios está en medio de todos nosotros y de nuestras vidas, también en medio de todos los matrimonios. Cuando una pareja se casa, se dan las manos, y Dios pone su mano sobre las suyas. Puede ser que el marido retire su mano, pero permanecen las manos de la mujer y de Dios. Puede ser que la mujer retire su mano, pero permanecen las manos del marido y de Dios. Puede ser que los esposos retiren sus manos, pero permanece la mano de Dios. El siempre está y permanece.
En definitiva, quiero pediros en el día de hoy a los
esposos esto: construid puentes en vuestro matrimonio; construid más de los que
derribáis o derriban las circunstancias; y pasad con mucha frecuencia, por esos
puentes, a vuestra mujer y a vuestro marido. La Sagrada Familia os ayudará,
¡seguro!
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