martes, 22 de diciembre de 2020

Navidad (B)

25-12-2020                                        NAVIDAD (B)

Is. 52, 7-10; Slm. 97; Hb. 1,1-6; Jn. 1, 1-18

Homilía en vídeo

Homilía de audio

Queridos hermanos:

            Una año más celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, del Niño Jesús. Ésta es una historia tan antigua y, sin embargo, una historia nueva y real para tantas personas hoy día.

Voy a fijarme en la homilía en dos frases del evangelio y hacer un pequeño comentario de ellas:

            - Navidad es ser poseído por la luz de Dios. “La Palabra (Jesús) era la luz verdadera”. En diversos pasajes de la Biblia se define y se describe la presencia de Dios como algo luminoso frente a la oscuridad de la lejanía de Dios. Dios es realmente la fuente de la luz; así, podemos asegurar que la luz verdadera procede únicamente de Jesús, pero, sobre todo, el evangelio nos dice que es Jesús mismo esa luz verdadera.

Sí, necesitamos la luz de Jesús para ser capaces de ver y reconocer a Dios a nuestro alrededor y en nuestro interior. Cuando un hombre dice que no cree en Dios, que no ve a Dios, de lo que está hablando no es de la existencia o no de Dios, sino de su propia ceguera por no verlo.

Necesitamos la luz de Jesús para que nos alumbre y nos haga ver las cosas tal y como son, por ejemplo, que los otros no son tan perversos ni nosotros tan buenos. Decía Fr. Luis de Granada que los hombres tenemos un corazón de siervo para con Dios, un corazón de juez para el hermano y un corazón de madre para nosotros mismos. Si Jesús nos da su luz, entonces cambiaremos esta visión y tendremos un corazón de hijo para con Dios, un corazón de madre para el hermano y un corazón de juez para con nosotros.

            - Navidad es la cercanía de Dios con el hombre, sobre todo con el que sufre. Y Jesús “se hizo carne y acampó entre nosotros”, dice el evangelio de hoy. ¿Qué significa que el Hijo de Dios haya tomado nuestra propia carne y se quede con nosotros para siempre? Porque esto es lo que representa la Navidad realmente. Después de la caída del régimen comunista en la URSS, dos americanos fueron invitados en 1994 por el Ministerio de Educación de Rusia para enseñar en algunos lugares moral y ética, pero que estuvieran basadas en principios bíblicos. Uno de los lugares a donde acudieron los americanos aquellos fue a un orfanato con casi 100 niños, que habían sido abandonados por sus padres y estaban bajo la tutela del Estado. Cuando estos dos americanos fueron a este orfanato estaba ya cerca la fiesta de la Navidad y les contaron a los niños la historia del nacimiento de Jesús: Les contaron que María y José llegaron a Belén, que no encontraron lugar en las posadas, que por ello tuvieron que irse a un establo, en donde finalmente nació el niño Jesús y fue puesto en un montón de pajas por su madre, que poco después unos pastores trajeron regalos para el niño y también hicieron lo mismo unos magos venidos de oriente. A lo largo de la historia, los niños y los empleados del orfanato no podían contener su asombro. Algunos estaban sentados al borde de la silla tratando de captar cada palabra. Una vez terminada la narración los americanos plantearon a los niños la idea de hacer entre todos un “belén” con trapos, cartones, papeles…, y todo el mundo se puso a ello. Mientras los huérfanos estaban atareados armando todo aquello, paseaba uno de los americanos por entre los niños hasta que llegó a Misha, que tenía unos seis años y que había puesto en el establo dos niños. El americano llamó al intérprete para que preguntara a Misha por qué había puesto dos bebés, si en la narración se hablaba de un solo bebé. Entonces Misha repitió toda la historia del nacimiento de Jesús, pero, cuando llegó a la parte en donde María colocaba a su hijo en la cuna, Misha inventó su propio final, y dijo así: “Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá ni papá y que no tenía un lugar para estar. Entonces Jesús me dijo que yo podía estar allí con él. Le dije que no podía, porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé qué cosa tenía que pudiese darle a él como regalo; y se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor. Por eso le pregunté a Jesús: ‘Si te doy calor, ¿ese sería un buen regalo para ti?’ Y Jesús me dijo: ‘Si me das calor, ese sería el mejor regalo que jamás haya recibido’. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que podía quedarme allí para siempre”. Cuando el pequeño Misha terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas; se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño huérfano había encontrado a alguien que jamás lo abandonaría ni abusaría de él. ¡Alguien que estaría con él para siempre!

            Misha entendió lo que significa realmente la Navidad: el nacimiento de Jesús, el cual se pone siempre al lado de los niños abandonados por sus padres; el nacimiento de Jesús, el cual acepta consigo a los que pierden sus trabajos; el nacimiento de Jesús, el cual está con los que mueren de coronavirus, o están en los hospitales (enfermos o trabajando), o volvieron para casa, pero se quedaron con secuelas; el nacimiento de Jesús, el cual se queda con tres niños menores (de 10 años el mayor) que están sufriendo mucho, porque sus padres, que trabajan los dos y que tienen buenos sueldos, que tienen dos casas y que tienen dos coches…, se están separando ahora mismo y cada uno tira de los hijos para sí; el nacimiento de Jesús…

¡Nos ha nacido el Salvador! ¡Aleluya! ¡Santa Navidad!

 

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