13-12-2020 DOMINGO III DE ADVIENTO (B)
Is. 61, 1-2a.10-11; Lc. 1, 46-50.53-54; 1ª Tes. 5, 16-24; Jn. 1, 6-8.19-28
Queridos hermanos:
- El tercer domingo de Adviento está dedicado a la ALEGRÍA. Hoy no quisiera deciros qué es la alegría ni quién la tiene, sino cómo conseguirla, al menos, cómo conseguir un poco de alegría. Como tantas veces lo haré a través de una historia que pasó ya hace unos años.
“Había un hombre que se llamaba Jerry. Jerry siempre estaba de buen humor y siempre tenía algo positivo que decir. Tenía un restaurante y los empleados estaban encantados con él, porque siempre les hacía ver el lado positivo de las cosas, de las situaciones y de las personas. Un amigo suyo, que observaba este comportamiento, le preguntó un día: ‘Jerry, no entiendo; no es posible ser una persona positiva y alegre todo el tiempo. ¿Cómo lo haces?’ Jerry le respondió: ‘Cada mañana me despierto y me digo a mí mismo: Jerry, tienes dos opciones hoy: puedes escoger estar de buen humor o puedes escoger estar de mal humor. Escojo estar de buen humor. Cada vez que sucede algo malo, puedo escoger entre ser una víctima o aprender de ello. Escojo aprender de ello. Cada vez que alguien viene a mí para quejarse, puede aceptar su queja o puedo señalarle el lado positivo de la vida. Escojo el lado positivo de la vida’. El amigo le contestó: ‘Ya, Jerry, pero no es tan fácil’. Y Jerry me replicó: ‘Sí lo es. Todo en la vida es una elección. Cuando quitas todo lo demás, cada situación es una elección. Tú eliges cómo reaccionas a cada situación. Tú eliges cómo la gente afectará a tu estado de ánimo. Tú eliges estar de buen humor o de mal humor. En resumen: tú eliges cómo vivir la vida’. Tiempo después este amigo se enteró que unos hombres habían entrado en el restaurante de Jerry para atracarlo y le habían disparado. Lo llevaron muy grave al hospital. Cuando estuvo mejor, el amigo fue a visitarlo al hospital y le preguntó cómo había sido todo. Jerry le dijo: ‘Los médicos fueron geniales. No dejaban de decirme que iba a estar bien. Pero, cuando me llevaron al quirófano y vi las expresiones de las caras de los médicos, realmente me asusté. Podía leer en sus ojos: ¡es hombre muerto! Supe entonces que debía hacer algo’. El amigo le preguntó: ‘¿Qué hiciste?’ Entonces Jerry le contestó: ‘Bueno, uno de los médicos me preguntó si era alérgico a algo y le dije: ¡Sí, a las balas! Mientras se reían, les dije: Estoy escogiendo vivir; opérenme como si estuviera vivo, no muerto’. Jerry vivió por la maestría de los médicos, pero sobre todo por su asombrosa actitud. Cada día tenemos la elección de vivir plenamente. La actitud lo es todo. Dios no dio la libertad de elegir. Elige la mejor parte. Él siempre estará contigo”.
Hasta aquí la historia de Jerry. Creo que nos puede ser provechosa para todos nosotros, ya que nos puede enseñar mucho. En tantas ocasiones no podemos cambiar las cosas, ni las personas, ni las circunstancias que nos rodean. Solo podemos hacer una cosa: decidir el modo de enfrentarnos a ello: podemos protestar, ‘retolicar’, quejarnos, hacernos las víctimas, reaccionar con agresividad, huir, esconder la cabeza bajo el ala, vivir amargados, tener miedo… Pero también podemos enfrentarnos a ello cogiendo el toro por los cuernos y tener una actitud positiva de superación o, al menos, que esa situación, esa cosa o esa persona no nos aplasten. Así lo hizo Jerry.
- Ya estoy oyendo a alguien que dice o que piensa: ‘Ya, Andrés, eso suena muy bonito, pero es imposible o, al menos, es imposible para mí. Ya quisiera yo ver a Jerry en mi situación. ¡A ver cómo lo solucionaba!’ Ante todo he de decir que esta historia de Jerry está sacada de un libro de autoayuda. Es decir, en estos libros o en esta filosofía se nos enseña a enfrentarnos a la vida y a los problemas cotidianos desde nosotros mismos. Nosotros sufrimos los problemas y en nosotros podemos –dicen estos libros- encontrar las soluciones. Pero vamos a dar un paso más.
Nosotros los cristianos, los hombres de fe, no vivimos simplemente con los libros de autoayuda (y no dejo de reconocer todo lo bueno que hay en ellos); pero nosotros damos un paso más. Y es que los cristianos contamos con un as en la manga: TENEMOS A JESUS, QUE ESTA A PUNTO DE LLEGAR, para ayudarnos en todas las circunstancias. En efecto, Jesús ha sido enviado, como bien dice la primera lectura, “para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor”.
Esta Palabra produce en nosotros ESPERANZA. Sí, nuestra ESPERANZA no descansa en lo bien que nos salen las cosas, en nuestros éxitos, en nuestros logros, en nuestras cosas materiales, en nuestra fuerza, en nuestra salud y autonomía. Nuestra ESPERANZA descansa solo en Dios. Él es nuestro éxito, Él nuestro bien más preciado, Él nuestra fuerza y nuestra salud.
Y además, por otra parte, el resultado de experimentar la acción maravillosa de Jesús en nosotros, como nos dice el profeta Isaías, es la ALEGRÍA. Así se nos dice en las lecturas de hoy: “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios” (primera lectura). “Me alegro con mi Dios” (respuesta del salmo). “Estad siempre alegres” (segunda lectura).
En el día de hoy os pido a vosotros y a mí mismo, que seamos como Jerry para los demás y demos un sentido positivo a sus vidas. Pero sobre todo, os pido que nos dejemos vendar nuestros corazones desgarrados por Jesús, que dejemos abrir las puertas de nuestras prisiones por Jesús, que dejemos que Jesús nos dé esa buena noticia de ESPERANZA y de ALEGRÍA. Os pido que seamos también para los demás, para los que nos rodean, esa fuente de sanación, de libertad, de seguridad, de enfrentarse y no huir de los problemas. Sí, que seamos fuente de ESPERANZA y de ALEGRÍA y de alegría para todos.
¡Ven, Señor Jesús, y hazlo en nosotros y enséñanos a nosotros a hacerlo con los demás!
Así sea (Amén)
Esta homilia me recuerda el curso Dale Carnegie, que hice hace tiempo, sobre cómo suprimir las preocupaciones, etc. Recuerdo que en cierta ocasión, después de indicar varios remedios, decía, y si lo anterior falla, entonces RECE. Yo pensé, empiezo por lo último y gano tiempo. Y ese es el mejor remedio, ponerse en contacto con Dios, expresarle tus temores, preocupaciones, ....Esa es la mejor oración y el mejor remedio.
ResponderEliminarWillian James dijo: La cura soberana para la preocupación es la fe religiosa.
El doctor Carrel dijo: La oración es la más poderosa forma de energía que cabe generar.
Como bien dice el padre Andres, los cristianos tenemos la compañía de Jesucristo, el mejor amigo y consejero. En mi época de Interventor en el complejo hospitalario de Residencia, hospital General, maternidad, Silicosis, iba al trabajo tranquilo, sabiendo que estaba conmigo Jesus, y con él a mi lado se difuminaban todos los temores ante lo complicado de mi trabajo. Ese es mi veraz testimonio.
Son palabras de tu homilía, pater, y doy gracias a Dios porque las predicas haciéndolas realidad en ti primero..Te has dejado "vendar el corazón desgarrado por Jesús" y "Le has abierto las puertas de tus prisiones" al Señor, sólo así nos has podido llenar de Esperanza y Alegría, porque estas desbordan tu corazón y tu vida también en estos momentos duros que vives. Gracias por tu Coherencia. Dios te bendiga! Tus padres desde Él, lo hacen.
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