5-1-2020 DOMINGO SEGUNDO DESPUES DE NAVIDAD (A)
Homilía en vídeo.
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
En
estos días recibimos muchas felicitaciones de Navidad. Unas contienen los
mensajes tradicionales y otras con algún mensaje no demasiado habitual. Yo he
recibido una de estas últimas felicitaciones con una poesía de un autor
anónimo. La poesía se titula: “Navidad
es...”. Os leo la poesía:
“Si
tienes enemigos, reconcíliate con ellos.
Navidad
es Paz.
Si
en tu corazón tienes soberbia, sepúltala.
Navidad
es Humildad.
Si
tienes deudas, págalas antes de gastar todo.
Navidad
es Justicia.
Si
tienes pecados, arrepiéntete y conviértete.
Navidad
es nacer al Espíritu.
Si
tienes pobres a tu lado, ayúdalos.
Navidad
es un Don.
Si
en tu mente tienes sombras y dudas, ilumina tus pensamientos.
Navidad
es Luz.
Si
tienes errores, piensa y reflexiona.
Navidad
es Verdad.
Si
tienes tristezas y preocupaciones, alégrate.
Navidad
es Gozo.
Y
si sientes odio y resentimiento, arrepiéntete, perdona a todos,
y
perdónate a ti mismo, porque entonces Dios ya te ha perdonado.
Navidad
es Amor”
Os
propongo que cojáis esta oración-poesía y trabajarla durante unos cuantos días.
Ciertamente la Navidad
es sobre todo don y regalo de Dios. La Navidad nos es ofrecida completamente gratis.
Pero también es verdad que la
Navidad ha de ser “trabajada” por nosotros para tener una
serie de frutos dentro de nosotros y a nuestro alrededor, pues, de lo contrario,
quedaría reducida a una mera parafernalia o a una celebración vacía de
contenido.
Por
lo tanto, si la Navidad es paz, tendré
que pensar quiénes son mis enemigos y para quién soy yo enemigo, y buscaré la
paz y la reconciliación con todos ellos, al menos en lo que de mí dependa.
Si la Navidad es humildad, procuraré esconder mi
enorme y gran ego detrás de los demás y de Dios. Buscaré que no se me vea
tanto, que no se me oiga tanto, no presumir tanto, no hacerme tanto la víctima,
no vanagloriarme tanto de mis virtudes y de mis éxitos. Desapareceré yo para
que aparezcan más Dios y los demás.
Si la Navidad es justicia y don, buscaré reconocer
lo bueno de los demás y disculpar lo malo ajeno, pues del mismo modo Dios hace
siempre conmigo. Procuraré devolver las cosas prestadas que están meses y meses
en mi casa. Haré lo posible por compartir mis bienes, pues son primero de Dios
que míos, y Él quiere que también los entregue (al menos parte de ellos) a
otras personas mucho más necesitadas que yo.
Si la Navidad es nacer al Espíritu, procuraré ir
dejando atrás mis pecados sempiternos, mis vicios y defectos omnipresentes (con
la ayuda de Dios, de su Santo Espíritu). Empezaré este mes de enero por uno
solo de ellos; por el más fácil, y haré como decía el Papa Juan XXIII: “Solo por hoy procuraré…”
Si la Navidad es luz, aunque yo no pueda disipar
mis propias dudas e incertidumbres, procuraré ser luz, certeza, compañía y
comprensión para quien está a mi lado y duda. Quizás no logre ahuyentar mis
dudas, pero habrá un poco más de luz en el mundo, si logro despejar una sola
duda del que está cerca de mí, aunque solo sea para decirle: “No sé darte ninguna razón de por qué te
suceden esas cosas; solo sé que estoy a tu lado y que te quiero”.
Si la Navidad es verdad, procuraré no vivir en la
mentira, no mentir a lo tonto o para justificarme o para sobresalir o por
cobardía. Soy como soy, y Dios me ama así. Vivir en verdad significa aceptarse
tal y como soy, presentarme tal y como soy ante los demás. Si los demás nos
aceptan así, ¡enhorabuena! Si no nos aceptan como somos, mejor así… que estar
siempre sobreactuando para caer bien al otro y estar roto por dentro entre lo
que soy y lo que aparento ser.
Si la Navidad es gozo, buscaré dicho gozo en lo
profundo de mi vida, de la vida de los demás y en Dios. No dejaré que mi
alegría dependa solo y exclusivamente de las cosas externas a mí o de las
circunstancias que me rodean. No maldeciré la oscuridad, sino que encenderé una
vela; no pondré gestos hoscos, sino que mostraré la sonrisa que Dios me ha dado.
Si la Navidad es amor, procuraré que el odio, el
resentimiento, el egoísmo y la distancia respecto a los demás no ahogue mi
espíritu, mi ser más íntimo. No dejaré que la amargura y el egocentrismo
aniquilen la semilla del amor que Dios ha sembrado en mí al crearme. Si un
hombre no ama o tiene el corazón endurecido como una piedra, no es hombre; es
un monstruo. El hombre está hecho para ser amado, pero también está hecho para
amar. El hombre es el ser para el amor: amor que se da y amor que se recibe.
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