19-1-2020 DOMINGO II DEL TIEMPO
ORDINARIO (A)
Litúrgicamente
hablando, hemos terminado, con el Bautismo del Señor, el Tiempo de Navidad y
estamos ya de lleno en el Tiempo Ordinario. Ahora las vestiduras que se ceñirá
el sacerdote para la Misa serán verdes y estaremos así hasta el Miércoles de
Ceniza, 26 de febrero en que comenzará la Cuaresma.
-
En este domingo la Iglesia nos propone algo fundamental para los cristianos. La
propuesta se resume en la contestación al Salmo: “Aquí estoy, Señor, para
hacer tu voluntad”. El cristiano no
se puede conformar con no hacer daño a nadie y con no robar ni matar... Ha de
hacer en todo la voluntad de Dios o, por mejor decir, dejar que la voluntad de
Dios se haga en él. ¿Hacemos nosotros la voluntad de Dios? ¿Dejamos que la
voluntad de Dios se haga en nosotros? Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios? Y
esto puede resultar complicado en determinados momentos. Os pongo dos ejemplos:
1) “Os cuento la protesta
de una mujer negra ante Dios... Se trata de Vyry. Casada con un hombre valiente
y trabajador. Han construido su casa y han sembrado sus campos. Pero una noche,
racistas, enemigos de los negros, incendian la casa... Muy de mañana, sofocado
el fuego, sobre las cenizas de lo que fue la casa de sus sueños, Vyry se dirige
al Señor: ‘Señor, tendría que estar contenta porque todos estamos vivos.
Tendría que estar contenta porque ninguno de mis hijos quedó abrasado por el
fuego... Sin embargo, Señor, no estoy contenta esta mañana; ¡no estoy nada
contenta! ¡Y tú, Señor, sabes que no estoy contenta! Esta mañana sólo veo un
día gris; no veo el sol sobre la tierra... ¿Por qué, Señor?... Estamos sin
casa, sin saber a dónde ir, con tres hijos y esperando además otro. ¿Por qué,
Señor? ¿Qué he hecho? Si tú me lo dices, intentaré comprender’”. ¿Cuál es en esta
situación la voluntad de Dios? ¿Que Vyry se resigne y no proteste? NO ES LA
VOLUNTAD DE DIOS QUE LE QUEMARAN A VYRY LA CASA. NO ES LA VOLUNTAD DE DIOS QUE
ELLA, SU MARIDO Y SUS HIJOS ESTEN A LA INTEMPERIE, PERO TAMPOCO ES LA
VOLUNTAD DE DIOS QUE EL ODIO (EL MISMO ODIO DE LOS RACISTAS) SE INSTALE EN EL
CORAZON DE VYRY. Recuerdo que hace unos años, cuando estaba de canónigo en
la catedral de Oviedo, un domingo bajaba por la tarde desde la catedral hasta
mi casa y pasé por medio de un grupo de chavales. Como voy siempre vestido de
cura, ellos me reconocieron y me insultaron y me gritaron: “Cura…”, y otra
serie de cosas. Entonces yo empecé a ‘ferver’ e iba contestarlos de la misma
manera, pero, gracias a Dios, Jesús me paró y me dijo: “Calla la boca, Andrés”.
Yo le contesté a Jesús: “Pero mira lo que me dicen”. A lo que Jesús me replicó
que, si yo les contestaba y les reñía, iba a tener dentro de mí la misma ira y
el mismo odio que ellos te tienen a ti. Yo le respondí: “Pero, Señor, si ellos
empezaron primero”. A lo que me dijo Jesús. “Es lo mismo, tendrás la misma ira,
la misma rabia, el mismo odio. ¡Bendícelos”. Y me alejé de aquel lugar
bendiciéndolos: “Señor, bendice al del pendiente. Señor, bendice al de la
perilla. Señor, bendice al de la chupa de cuero”. Y, según iba bendiciéndolos,
la paz volvía otra vez a mi corazón. Y aprendí que el odio es el mismo que lo
tuvieran aquellos chavales o que lo tuviera el cura. Es el mismo odio, porque
San Pablo nos dice: “No te dejes vencer
por el mal, antes bien vence al mal con el bien” (Rm 12, 21). Y el mismo
Jesús: “Amad a vuestros enemigos y rezad
por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que
hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos”
(Mt. 5, 44-45).
2)
Vyry solo quiere comprender y le pide ayuda a Dios para ello. La persona que
“comprende” de este modo, y esto es solo
posible con la gracia de Dios, enseguida alcanza la santidad. ¿Recordáis
aquella poesía de Sta. Teresa de Jesús?
“Dadme muerte, dadme
vida:/ dad salud o enfermedad,/ honra o deshonra me dad,/ dadme guerra o paz
cumplida,/ flaqueza o fuerza a mi vida,/ que
a todo diré que sí. ¿Qué queréis hacer de mí?
Dadme riqueza o
pobreza,/ dad consuelo o desconsuelo,/ dadme alegría o tristeza,/ dadme
infierno o dadme cielo,/ vida, dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí. ¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté
holgando,/ quiero por amor holgar,/ si me mandáis trabajar, morir quiero
trabajando. Amén”.
Santa
Teresa de Jesús entró en Dios y desde Él podía afrontar, vivir y alegrarse con
todo lo que la vida le deparaba. Ya no se trataba de que ella cumpliera la
voluntad de Dios, sino que se trataba de que Dios y su santa voluntad estaban
en ella.
-
Como os he dicho más arriba, en este
domingo de un plumazo la Iglesia nos presenta algo fundamental en la vida del
cristiano de cada día: cumplir su voluntad. Y aquí el Demonio nos engaña
con mucha facilidad: * El otro día me decía un cura: “-¡Qué difícil es ser
cura aquí! ¡Si fuera en tal sitio donde se cuida más a los curas…!” * Hay
gente casada que dice: “-¡Si yo estuviera soltero/a como tú! ¡Si mi
marido/mujer fuera de otra manera! ¡Si tuviera otro trabajo!”…
Tenemos
la vida que tenemos; tenemos las circunstancias que tenemos; nos rodean las
personas que nos rodean; estamos aquí y no en otro sitio; tenemos esta edad y
no otra… Sí, hay personas que añoran el pasado, o anhelan un futuro y todo a
costa de no vivir el presente. Dios desea que cumplamos su voluntad en el
momento y circunstancias que nos rodean, porque eso es lo que ha querido o
permitido para nosotros, para nuestra salvación y para bien de toda su Santa
Iglesia. Por ello, debemos decir como el salmista con todas nuestras fuerzas: “AQUÍ
ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD”.
- (Vamos ya con la última idea de la homilía de hoy). Desde mi experiencia de la vida veo que,
en tantas ocasiones, lo que hay que hacer no es tanto cambiar esta cosa u otra,
añadir esto o lo otro, sino que en muchas ocasiones la solución consiste en
mirar las cosas con los ojos de Dios, como hizo una niña. Y entonces todo
cambia. Sí, en tantas ocasiones, la voluntad de Dios es mirar nuestra realidad
con sus ojos: “Una niña estaba
intentando conseguir actuar en una obra de teatro en la escuela. Su mamá
contaba que la niña había puesto su corazón en ello y la mamá temía que no
fuera elegida. El día que los actores de la obra fueron elegidos, la mamá
estaba en la escuela. La niña salió corriendo con los ojos brillantes con
orgullo y emoción: ‘Adivina qué mamá’, gritó y luego dijo las palabras que
permanecieron como una lección para la madre: ‘¡¡¡He sido elegida para aplaudir
y animar!!!’”
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