jueves, 16 de enero de 2020

Domingo II del Tiempo Ordinario (A)


19-1-2020                   DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO (A)

            Litúrgicamente hablando, hemos terminado, con el Bautismo del Señor, el Tiempo de Navidad y estamos ya de lleno en el Tiempo Ordinario. Ahora las vestiduras que se ceñirá el sacerdote para la Misa serán verdes y estaremos así hasta el Miércoles de Ceniza, 26 de febrero en que comenzará la Cuaresma.
            - En este domingo la Iglesia nos propone algo fundamental para los cristianos. La propuesta se resume en la contestación al Salmo: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. El cristiano no se puede conformar con no hacer daño a nadie y con no robar ni matar... Ha de hacer en todo la voluntad de Dios o, por mejor decir, dejar que la voluntad de Dios se haga en él. ¿Hacemos nosotros la voluntad de Dios? ¿Dejamos que la voluntad de Dios se haga en nosotros? Pero, ¿cuál es la voluntad de Dios? Y esto puede resultar complicado en determinados momentos. Os pongo dos ejemplos:
1) “Os cuento la protesta de una mujer negra ante Dios... Se trata de Vyry. Casada con un hombre valiente y trabajador. Han construido su casa y han sembrado sus campos. Pero una noche, racistas, enemigos de los negros, incendian la casa... Muy de mañana, sofocado el fuego, sobre las cenizas de lo que fue la casa de sus sueños, Vyry se dirige al Señor: ‘Señor, tendría que estar contenta porque todos estamos vivos. Tendría que estar contenta porque ninguno de mis hijos quedó abrasado por el fuego... Sin embargo, Señor, no estoy contenta esta mañana; ¡no estoy nada contenta! ¡Y tú, Señor, sabes que no estoy contenta! Esta mañana sólo veo un día gris; no veo el sol sobre la tierra... ¿Por qué, Señor?... Estamos sin casa, sin saber a dónde ir, con tres hijos y esperando además otro. ¿Por qué, Señor? ¿Qué he hecho? Si tú me lo dices, intentaré comprender’”. ¿Cuál es en esta situación la voluntad de Dios? ¿Que Vyry se resigne y no proteste? NO ES LA VOLUNTAD DE DIOS QUE LE QUEMARAN A VYRY LA CASA. NO ES LA VOLUNTAD DE DIOS QUE ELLA, SU MARIDO Y SUS HIJOS ESTEN A LA INTEMPERIE, PERO TAMPOCO ES LA VOLUNTAD DE DIOS QUE EL ODIO (EL MISMO ODIO DE LOS RACISTAS) SE INSTALE EN EL CORAZON DE VYRY. Recuerdo que hace unos años, cuando estaba de canónigo en la catedral de Oviedo, un domingo bajaba por la tarde desde la catedral hasta mi casa y pasé por medio de un grupo de chavales. Como voy siempre vestido de cura, ellos me reconocieron y me insultaron y me gritaron: “Cura…”, y otra serie de cosas. Entonces yo empecé a ‘ferver’ e iba contestarlos de la misma manera, pero, gracias a Dios, Jesús me paró y me dijo: “Calla la boca, Andrés”. Yo le contesté a Jesús: “Pero mira lo que me dicen”. A lo que Jesús me replicó que, si yo les contestaba y les reñía, iba a tener dentro de mí la misma ira y el mismo odio que ellos te tienen a ti. Yo le respondí: “Pero, Señor, si ellos empezaron primero”. A lo que me dijo Jesús. “Es lo mismo, tendrás la misma ira, la misma rabia, el mismo odio. ¡Bendícelos”. Y me alejé de aquel lugar bendiciéndolos: “Señor, bendice al del pendiente. Señor, bendice al de la perilla. Señor, bendice al de la chupa de cuero”. Y, según iba bendiciéndolos, la paz volvía otra vez a mi corazón. Y aprendí que el odio es el mismo que lo tuvieran aquellos chavales o que lo tuviera el cura. Es el mismo odio, porque San Pablo nos dice: “No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien” (Rm 12, 21). Y el mismo Jesús: “Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos” (Mt. 5, 44-45).
            2) Vyry solo quiere comprender y le pide ayuda a Dios para ello. La persona que “comprende” de este modo, y esto es solo posible con la gracia de Dios, enseguida alcanza la santidad. ¿Recordáis aquella poesía de Sta. Teresa de Jesús?
“Dadme muerte, dadme vida:/ dad salud o enfermedad,/ honra o deshonra me dad,/ dadme guerra o paz cumplida,/ flaqueza o fuerza a mi vida,/ que a todo diré que sí. ¿Qué queréis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,/ dad consuelo o desconsuelo,/ dadme alegría o tristeza,/ dadme infierno o dadme cielo,/ vida, dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí. ¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté holgando,/ quiero por amor holgar,/ si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando. Amén”.
Santa Teresa de Jesús entró en Dios y desde Él podía afrontar, vivir y alegrarse con todo lo que la vida le deparaba. Ya no se trataba de que ella cumpliera la voluntad de Dios, sino que se trataba de que Dios y su santa voluntad estaban en ella.
            - Como os he dicho más arriba, en este domingo de un plumazo la Iglesia nos presenta algo fundamental en la vida del cristiano de cada día: cumplir su voluntad. Y aquí el Demonio nos engaña con mucha facilidad: * El otro día me decía un cura: “-¡Qué difícil es ser cura aquí! ¡Si fuera en tal sitio donde se cuida más a los curas…!” * Hay gente casada que dice: “-¡Si yo estuviera soltero/a como tú! ¡Si mi marido/mujer fuera de otra manera! ¡Si tuviera otro trabajo!”
            Tenemos la vida que tenemos; tenemos las circunstancias que tenemos; nos rodean las personas que nos rodean; estamos aquí y no en otro sitio; tenemos esta edad y no otra… Sí, hay personas que añoran el pasado, o anhelan un futuro y todo a costa de no vivir el presente. Dios desea que cumplamos su voluntad en el momento y circunstancias que nos rodean, porque eso es lo que ha querido o permitido para nosotros, para nuestra salvación y para bien de toda su Santa Iglesia. Por ello, debemos decir como el salmista con todas nuestras fuer­zas: “AQUÍ ESTOY, SEÑOR, PARA HACER TU VOLUNTAD”.
- (Vamos ya con la última idea de la homilía de hoy). Desde mi experiencia de la vida veo que, en tantas ocasiones, lo que hay que hacer no es tanto cambiar esta cosa u otra, añadir esto o lo otro, sino que en muchas ocasiones la solución consiste en mirar las cosas con los ojos de Dios, como hizo una niña. Y entonces todo cambia. Sí, en tantas ocasiones, la voluntad de Dios es mirar nuestra realidad con sus ojos: “Una niña estaba intentando conseguir actuar en una obra de teatro en la escuela. Su mamá contaba que la niña había puesto su corazón en ello y la mamá temía que no fuera elegida. El día que los actores de la obra fueron elegidos, la mamá estaba en la escuela. La niña salió corriendo con los ojos brillantes con orgullo y emoción: ‘Adivina qué mamá’, gritó y luego dijo las palabras que permanecieron como una lección para la madre: ‘¡¡¡He sido elegida para aplaudir y animar!!!’”

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