1-1-2020 SANTA MARIA, MADRE DE DIOS (A)
LA
EDUCACION CRISTIANA (II)
Seguimos
con el mismo tema del domingo pasado, es decir, con los valores que deben de
estar presentes en la educación que ha de existir en las familias. El primer
valor al que aludí fue el del amor y el cariño. Continuamos…
*
Libertad y responsabilidad. Educar
en libertad no puede separarse nunca de educar en responsabilidad. Libre no es aquel que siempre puede hacer
lo que quiere, sino aquel que, sopesando las circunstancias y lo que desea
alcanzar, opta por emprender un determinado camino, y procura ser fiel y
constante con la decisión adoptada. Vivir en libertad y educar en libertad
es difícil, pues implica -por ejemplo, por parte del hijo- una capacidad de
escucha a lo que se le diga; también implica un decir, por parte de los padres,
y permitir que los hijos se equivoquen. Uno
de los frutos inmediatos de vivir en libertad es la adquisición de la
responsabilidad, lo cual supone crecer como personas y asumir las consecuencias
de los propios actos. Por tanto, a mí entender es una pésima educación
“tapar los agujeros” que hacen los hijos, sin enseñarles a ver la gravedad de
sus actos y las consecuencias de los mismos. Voy a poner un ejemplo de esto
último. El ejemplo es parcial, pero puede ser ilustrativo de lo que trato de
decir: un hijo, que tiene un trabajo más o menos estable y un sueldo
suficiente, decide independizarse y vivir aparte de sus padres. Se va a vivir
solo o con su pareja. Entiendo que este hijo no debería venir por casa de sus
padres de modo sistemático para comer, o llevar la compra que le hace y le paga
su madre, o para dejar la ropa sucia y llevársela limpia y planchada… Cuando
uno toma una decisión libremente, ha de asumir las consecuencias y
responsabilidades propias de su decisión, y de este modo podrá crecer como
persona.
*
Otro de los valores en que se ha de educar en la familia es en la laboriosidad. En la familia cada uno tiene sus propias tareas, adecuadas a la edad y
a las circunstancias propias de cada miembro. No podemos educar ni permitir
que haya vagos en nuestras familias. No podemos permitir que las tareas
recaigan sobre una sola persona y los demás se dejen “servir”. En la casa cada
uno ha de recoger sus propias cosas (zapatillas, libros, papeles, ropas…); cada
uno ha de hacer su propia cama y habitación; cada uno ha de recoger sus propios
platos, tazas y vasos una vez que ha terminado y posarlos en el fregadero y
lavarlos; cada uno ha de hacer su propia tarea de estudiar, de atender el
hogar, de llevar la administración económica…
* Hay que educar en
la honestidad. Ser honrado con los de casa, pero también con los de fuera sin buscar
el provecho personal por encima de cualquiera y a cualquier precio.
Recuerdo que, cuando un niño de unos 11 años, cogió dos o tres cosas de un quiosco.
En cuanto su padre lo supo, le cogió de la mano con aquellas cosas y le
acompañó hasta el quiosco para que las devolviera. Nunca más se le ocurrió
coger nada que no fuera suyo, que no se lo dieran, o que no lo comprara.
*
Otro valor es la servicialidad. Esto
significa estar pendiente de los demás y de sus necesidades. Aprende uno
esto cuando ve a sus padres que se vuelcan con los demás para ayudarles a
atender a los niños, para acompañarlos al hospital, para hacerles la compra o
la comida. En este sentido –perdonad que os cuente cosas que yo he vivido en mi
casa- he visto cómo mi padre, después de venir reventado de trabajar, se iba a
ayudar a construir una casa a un vecino (mi padre era albañil); he visto cómo
mi madre, al ir al economato de la ENSIDESA, aprovechaba las ofertas y traía
dichas ofertas para sí y para una vecina, y venía “cargada como una burra”. Por
cierto, en el tiempo de Navidad una vez vio una oferta de cava, a 13 pts. la
botella, y trajo para nosotros y para la vecina. Luego se extrañó del enorme
coste al ir a pagar y revisando en casa el tique cayó en la cuenta que la
oferta del cava no era de 13 pts., sino de 130 pts. Quiso mi madre ir a
devolver las botellas: las que había comprado para nosotros y las que había
comprado para la vecina, pero el marido de la vecina no la dejó. Dijo que
nosotros también podíamos beber como los demás de ese cava.
*
Evitar la murmuración es otro valor
que se ha de cultivar en la familia. Como dice un refrán indio, para comprender
a una persona hay que andar con sus propias zapatillas, es decir, hay que estar
en las mismas circunstancias que esa persona. Quizás, si nosotros pasáramos por
lo mismo, lo haríamos igual o peor que esa persona. Es muy importante aprender a disculpar y a no “cebarnos” sobre los
errores ni las desgracias de los demás.
*
En toda relación humana, y la familia lo es, existen siempre situaciones de
fricción y de disputas. Si no perdonamos, es fácil que los problemas se
enquisten y el resentimiento se adueñe de todos. Por ello, el perdón es un valor que hemos de practicar y que ha de ser enseñado
en la familia. Conozco una persona que procura no herir en su casa, pero,
cuando lo hace, pide humildemente perdón a todos, incluso a sus hijos más
pequeños.
*
La familia ha de enseñar también a utilizar buenas palabras. No quiero decir simplemente con esto que se han de
evitar las blasfemias y los tacos, sino incluso las voces y los gritos, las
palabras hirientes o despectivas. Hace un tiempo en el tribunal eclesiástico
decía una chica cómo su marido la hacía de menos y se mofaba de ella
constantemente delante de los amigos e invitados y, por supuesto, delante de
los hijos. Así los hijos, de corta edad, han perdido el respeto a su madre. Lo
que no sabe el padre es que también se lo perderán a él…, en cuanto crezcan y
le dejen de tener miedo. Con buenas
palabras quiero decir el respeto y la amabilidad que ha de presidir la relación
familiar. Recuerdo que un amigo mío decía que en su casa le enseñaron enseguida
tres palabras: ‘gracias’, ‘perdón’ y ‘por favor’.
*
De igual modo en la familia se ha de educar a vivir en la austeridad. Pienso que no es
nada bueno poseer tantas cosas como tenemos, ni para mayores ni para pequeños.
Ya nos decía Jesús que “no sólo de pan
vive el hombre…” Con esto se refería Jesús a las cosas materiales. Recuerdo
que una vez habló conmigo un chico de unos 35 años con novia, con empleo fijo,
con 1.800 € de ingresos mensuales, con un buen coche, con una moto de gran
cilindrada, con un piso a su nombre, con vacaciones a sus espaldas en sitios
paradisíacos…, pero no era feliz. Algo le faltaba.
*
Una familia ha de educar en el compartir
y no aferrarse a lo de aquí. Sin ello
vinimos a este mundo y sin ello nos marcharemos. Pienso ahora en las peleas
familiares por herencias. No merece la pena. ¿No recordáis aquellas palabras de
Jesús?: “Uno de la gente le dijo:
‘Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo.’ Él le respondió:
‘¡Hombre! ¿Quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?’ Y les
dijo: ‘Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida
de uno no está asegurada por sus bienes’” (Lc. 12, 13ss).
*
Una familia ha de educar en los grandes
valores de la fe en Dios y en su Santa Iglesia. Como me decía una madre un
día: ‘será lo más grande que puedo dar a mis hijos y les valdrá para siempre y
en todas las circunstancias de la vida.’ Todos los demás valores de los que he
hablado antes son preparatorios para este valor, el valor de la fe y del amor a
Dios y a su Iglesia.
Esto
es lo que pedimos al Señor, por intercesión de la Sagrada Familia y de María,
la Madre de Dios. ¡Que así sea!
No hay comentarios:
Publicar un comentario