5-7-20 DOMINGO
XIV TIEMPO ORDINARIO (A)
Queridos
hermanos:
-
Dice el salmo 144 que acabamos de escuchar: “Día
tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás”. También en este domingo quiero yo bendecir
a mi Dios y alabarle. Para hacerlo pido a Dios mismo que me dé su Santo
Espíritu, que me llene de su alegría, de su fuerza y esperanza; sí, pido a Dios
que llene de gozo mi boca, mi lengua y mi garganta para bendecirlo y alabarlo.
¿Qué es bendecir? Es alabar,
exaltar a una
persona o cosa
para expresar una
gran satisfacción y felicidad. En latín, la palabra ‘bendecire’, por lo general, significa trasmitir
vida o expresar buenos deseos a otra persona. También puede significar dar
gracias a alguien o reconocer la bondad de otros. Bendecir puede igualmente
significar la alabanza a Dios.
¿Qué
es alabar?
La alabanza a Dios es, principalmente, un
acto de gratitud por todo lo que Dios hace, pero más aún, porque Él es digno de
ella. Alabar a Dios implica un acto de reconocimiento de su grandeza
y señorío, así como de lo excelso, único, admirable y grandioso que es Él.
Al alabarle, proclamamos sus poderosos hechos, sus maravillas, su grandeza, su
poder y su gloria. Le ensalzamos, enaltecemos, honramos, glorificamos, y
exaltamos con admiración y gratitud; recordamos victorias pasadas y declaramos
triunfos futuros.
La alabanza es la puerta de entrada que nos conduce hacia aguas aún más
profundas y hermosas con Dios: la
alabanza nos lleva a sumergirnos en las aguas de la adoración.
-
El hombre que cree en Dios, le pide y le suplica ante sus necesidades y miedos.
El
hombre que cree en Dios y que ha recibido alguna respuesta de Él, le da
gracias.
El
hombre que cree en Dios y que siente cómo Este entra en lo más profundo de su
ser y se siente amado por Él, este hombre bendice y alaba a Dios. Y, al
bendecirle, le adora.
La
bendición a Dios, la alabanza a Dios, la adoración a Dios no son obras del
hombre, sino que son obras del Espíritu de Dios en el hombre. Son grandes dones.
Quien alguna vez ha tenido esta experiencia, sabe de qué estoy hablando. Quien
no ha tenido aún esta experiencia, no lo entenderá, pero podrá desearlo con
todas sus fuerzas.
La forma más rápida
de crecer en la fe, en la alegría, en la esperanza… es experimentar la
bendición, la alabanza y la adoración de Dios dentro de sí.
- Jesús es quien
mejor ha sentido esa presencia de Dios Padre sobre Él mismo y así, en el
evangelio de hoy, se nos narra lo que surgió de su corazón a través de sus
labios al bendecir y alabar a Dios: “Te
alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los
sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”.
En este “te alabo” de Jesús se contiene una
explosión de gozo y de alegría. Jesús bendice, alaba y adora a Dios. Lo bendice por las cosas buenas que
Dios hace. Lo alaba por la gratitud
y admiración que siente por las acciones de Dios. Y lo adora con dos expresiones que pueden parecer indicar cosas
contradictorias.
1) En efecto, al llamar Jesús a Dios: “Padre”, indica la cercanía tan grande
que siente de Él en su corazón. El padre es el que está cerca, el que cuida, el
que protege, el que alimenta, el que enseña, el que da vida… Cuando estaba
destinado en Tapia de Casariego, los domingos por la tarde iba para Oviedo a
atender a mi madre, que estaba impedida y con la cabeza muy ‘perdida’. Por la
noche tenía que levantarme para cambiarla de posición y que no se llagase.
Cuando lo hacía, ella no se daba cuenta; cuando la acompañaba durante el día,
ella casi no se daba cuenta. Sin embargo, la ternura que Dios ponía en mi corazón
hacia mi madre, la cual era ya solo una mera apariencia de lo que fue, no tenía
comparación alguna con otros sentimientos de bienestar material. Ella ya casi
no conocía, no hacía nada en casa, era un ‘estorbo’ y, sin embargo, seguía
siendo mi madre, la esposa de mi padre, la madre de mis hermanos, la abuela de
mis sobrinos. Ella por sí sola, y no por lo que hacía, era quien era y quien
siempre había sido. Y todo esto se expresa con la palabra ‘madre’. Y, sin
embargo, este sentimiento y esta experiencia sigue siendo un pálido reflejo de
lo que Dios suscita en nuestro espíritu cuando toma posesión de él.
2) Cuando, a continuación, Jesús llama a Dios:
“Señor de cielo y tierra”, lo que
está indicando es que ese Dios, además de cercano a nosotros, es grandioso,
omnipotente, creador, lleno de sabiduría y de amor providente.
En definitiva, Jesús
bendice, alaba y adora al Dios cercano, cariñoso, tierno, sensible, mimoso… y,
al mismo tiempo, a ese Dios grande, todopoderoso, sabio, lleno de santidad y de
gloria… Pero, repito, esto lo dice Jesús, no porque lo piense, sino porque LO
SIENTE en lo más hondo de su ser.
- Para terminar
usaré algunas de las frases del salmo 144, que acabamos de escuchar al leer la
Palabra de Dios. Bendigamos, alabemos y adoremos a Dios con estas mismas
palabras usadas por el salmista hace ya más de 2.500 años:
“Te
ensalzaré, Dios mío, mi rey;
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas”.
bendeciré tu nombre por siempre jamás.
Día tras día, te bendeciré
y alabaré tu nombre por siempre jamás.
El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad;
el Señor es bueno con todos,
es cariñoso con todas sus criaturas.
Que todas tus criaturas te den gracias, Señor,
que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas”.
Asimismo
quiero repetir aquí una bendición que escribí en una ocasión a una persona. La
escribo aquí porque entiendo que va en sintonía con lo explicado más arriba.
“Beso
tu frente y te bendigo en nombre de Dios que es nuestro Padre.
Beso
tu frente y te bendigo en el nombre de Jesús,
que es su Hijo y nuestro Hermano mayor.
Beso
tu frente y te bendigo en el nombre del Santo
Espíritu, que es calor en el invierno y brisa fresca en el verano.
Y
beso tu frente y te bendigo en nombre de la Hija de Dios Padre, de la Madre del
Hijo y de la Esposa del Espíritu, María”.
Practiquemos
en nosotros con frecuencia esta bendición, alabanza y adoración hacia Dios.
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