miércoles, 8 de abril de 2020

Viernes Santo (A)


10-4-2020                               VIERNES SANTO (A)

            En el día de hoy, Viernes Santo, la Iglesia, los fieles cristianos celebramos la muerte de Cristo en la cruz. Fue a las 3 de la tarde cuando Jesús murió. Y en el día de hoy quisiera hablar de la muerte.
            - En estos momentos hay casi 16.000 muertos en España (aunque sabemos que son más de lo que se nos da en la cifras oficiales), en el mundo son muchos más que los casi 96.000 apuntados por las cifras oficiales, pues tantos países no pueden hacer las pruebas para saber de qué han muerto sus conciudadanos o directamente se nos es ocultado. Ante tantas muertes por esta epidemia de coronavirus ya he oído hablar de que se está produciendo una selección natural: Sí –se dice–, están muriendo los más débiles (siempre fue así), y quedan los fuertes (siempre fue así); están muriendo de todas las edades, pero sobre todo mueren los ancianos y quedan los más jóvenes…; pero débiles o fuertes, jóvenes o ancianos… todos somos criaturas de Dios, todos somos hijos de Dios, y mueren, morimos… y moriremos.
            El domingo de Ramos, en la homilía que prediqué entonces, hacía referencia a los ancianos que llegan a los hospitales con coronavirus y allí temen que les hagan el famoso triaje: se dice que ya no son de utilidad; se dice: total para lo que van a vivir…; se dice: mejor buscar la salvación y la vida de los jóvenes. Es verdad que los hoy ancianos levantaron familias, empresas, trabajos, ciudades y naciones, pero ahora… ya no sirven. Además, son muchas pensiones de jubilación que nos ahorramos. Además, es tiempo perdido el que usamos en unos ancianos que ya les queda poco de vida y es mejor dedicar el esfuerzo y los medios a salvar a aquellos más jóvenes de los que sacaremos más frutos para el futuro; los frutos del pasado ya no sirven… Y así estos ancianos se quedan inservibles, desvalidos, como material de desecho y esperando su muerte.
            Tantas vidas truncadas en estos pocos días de primeros de año. Ha muerto gente que no pensaba que moriría ahora, tan pronto. Ha muerto gente dejando un gran vacío y un gran dolor. Y los que hemos quedado, también hemos muerto un tanto:
Hemos muerto, pues la ausencia de familiares y amigos nos ha matado un poco. Y quedamos heridos, atemorizados y vacíos.
Hemos muerto, pues la muerte de tantos y en tan poco tiempo, y por un ‘bichito’ que ni se ve; nos recuerda nuestra fragilidad, nuestra temporalidad en este cuerpo y en esta tierra; nos recuerda que, todo lo que tenemos aquí, hemos de dejarlo, todo lo que hemos conseguido con tanto esfuerzo (cosas, conocimientos, objetivos, planes…) en un instante se pierden.
            - De alguna forma, esta situación de muerte no solo nos ha tocado en este año 2020 a nosotros. Toca a todos los hombres, antes o después. Hace varios siglos el poeta Jorge Manrique perdió a su padre. Para Jorge fue un golpe muy duro y compuso sus famosas coplas (recojo únicamente algunas de ellas):


“Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.

Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor
aun primero que muramos
las perdemos.

Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

Por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa,
como sueño.

Así que no hay cosa fuerte,
que a Papas y Emperadores
y Prelados,
así los trata la Muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

Tú que por nuestra maldad
tomaste forma servil
y bajo nombre;
Tú que en tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como es el hombre;
Tú que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia,
me perdona”
.

Sin embargo, (esta es mi opinión) el problema no es la muerte en sí, ni la vida en sí. El problema es por qué morimos y/o por qué vivimos. Y, sobre todo, el problema tiene que ser para qué morimos y/o para qué vivimos. Sí, lo más terrible no es la vida en sí, sino una vida sin sentido. Lo más terrible no es la muerte en sí, sino una muerte sin sentido.
- Nos relata la Pasión, según el evangelista san Juan, el suplicio y la muerte de Jesús. En la homilía del Domingo de Ramos hice una reseña exhaustiva de los sufrimientos físicos, psicológicos y espirituales que Jesús sufrió durante su Pasión. Él murió, pero no por su avanzada edad. Él murió, pero no por un accidente. Él murió, pero no por una enfermedad sobrevenida ni, es claro, por coronavirus. Pero Él sí que murió injustamente acusado, apaleado, insultado, burlado, ajusticiado. Sí, Jesús murió asesinado.
Pero, lo mismo que su vida tuvo sentido: tuvo un por qué y un para qué. Su muerte también tuvo un por qué y un para qué. Tuvieron sentido su vida y su muerte. Como dice el poeta. “Tú que tan grandes tormentos sufriste sin resistencia en tu persona, no por mis merecimientos, mas por tu sola clemencia, me perdona”. Jesús vivió… para nosotros; tomó carne de hombre… para nosotros; nos dio un mensaje de salvación… a todos nosotros; nos dio su perdón… a nosotros.
JESÚS VIVIÓ PARA NOSOTROS Y JESÚS MURIÓ… POR NOSOTROS. Por lo tanto, la muerte de tantas personas en este tiempo de coronavirus no es (mirado desde la fe en Jesús) una muerte sin sentido. Él está ahí: con los que murieron, pero también Jesús está ahí con sus familiares que se quedan vacíos, perdidos, enfadados, derrotados y solos. Jesús está acompañando a los que mueren y muriendo con los que mueren. Jesús está acompañando y sufriendo con los que se quedan huérfanos de sus familiares y amigos muertos. Jesús está con todos nosotros, que estamos asustados de tanta muerte, de tanta enfermedad, de tanta fragilidad, de tanto destrozo en la convivencia de muchas familias y personas, de tanto destrozo que se avecina en los ámbitos económicos y laborales.
ESTE ES EL SENTIDO DE LA MUERTE DE JESÚS Y, POR TANTO, DE LA VIDA DE JESÚS, Y ESTO LO QUE HOY CELEBRAMOS EL DÍA DE VIERNES SANTO: QUE JESÚS ESTÁ, Y VIVE Y MUERE EN NOSOTROS, CON NOSOTROS Y POR NOSOTROS.

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