26-4-20 DOMINGO
III DE PASCUA (A)
El
evangelio de hoy nos narra el episodio de los discípulos que huían de Jerusalén
a Emaús. Jesús había muerto de mala manera y estos dos discípulos tenían miedo
que a ellos también les tocara algún golpe. Por eso escapaban de aquella zona…
Hoy,
el evangelio tiene varias claves, pero yo me voy a fijar solo en estas: 1) Desilusión y frustración de los dos
discípulos: “Nosotros esperábamos que
él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió
esto”. 2) La explicación de Jesús
hace que sus corazones ‘ardan’ de emoción: “Ellos comentaron: ¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por
el camino y nos explicaba las Escrituras?” 3) Al reconocer a Jesús, regresaron inmediatamente a Jerusalén y se convirtieron en mensajeros de lo que
habían visto y oído.
También
hoy quiero buscar si estas claves del relato evangélico se dan en nuestros
días. Y voy a hacer esta tarea de la mano de los Papas que hace pocos años
fueron canonizados: Juan XXIII y Juan Pablo II. A ellos les tocó vivir en épocas muy duras: la segunda guerra
mundial, millones de muertos, odios, hambre, divisiones, persecución…, y fueron capaces de hacer ‘arder’ los
corazones y los espíritus de tantos seres humanos dándoles un sentido a sus
vidas y haciéndoles sentir amados y queridos de Dios. Estos Papas fueron
mensajeros de Cristo, de Dios con sus palabras y con sus hechos. Vamos a
recordar algunos de ellos para que también ‘arda’ ahora nuestro corazón y
nuestro espíritu y tengamos ilusión, ganas de vivir y de hacer vivir a otros
hombres a nuestro lado.
-
El Papa Juan XXIII fue un hombre que
siempre se fijó más en lo bueno que en lo malo de las gentes y de las situaciones;
se fijaba más en lo que unía que en lo que separaba. En cierta ocasión, cuando
era nuncio en Francia tuvo que asistir a una comida y para ponerlo a prueba lo
sentaron al lado de un hombre de izquierdas y anticlerical acérrimo. Todos los
miraban de reojo y esperaban que, en cualquier momento, ‘saltaran chispas’
entre ellos. Pero todo el mundo se quedó muy sorprendido, porque estuvieron en
animada conversación durante toda la comida. Al terminar y despedirse el futuro
Juan XXIII del compañero de mesa, le dijo a este: ‘Total, que lo único que nos
separa es la fe, porque en todo lo demás estamos Vd. y yo de acuerdo’.
- En otra ocasión,
siendo nuncio en París, lo llevaron a un campamento militar a bendecir unas
instalaciones. Luego le presentaron a un grupo de paracaidistas a quienes les
habló un rato, terminando con estas ingeniosas palabras: ‘No quisiera, muchachos,
que olvidaran esto: que a fuerza de bajar del cielo, se olvidaran de subir a
él...’
- Pero no pensemos que el futuro papa era un hombre simple. Al
contrario, al llegar de nuncio a Francia tuvo que enfrentarse a una situación
muy dura. El país había salido de la ocupación militar alemana, que había
durado casi cinco años. Había habido muchas muertes, sufrimiento, traiciones,
colaboraciones con los nazis. Incluso se acusaba por parte de mucha gente a
unos 80 obispos que habían sido muy complacientes con los nazis. Ahora se
exigía su destitución. El nuncio tuvo que mediar con caridad y firmeza entre
unos y otros y, al final de su estancia en Francia, su labor fue reconocida por
ambos bandos. Había sido un hombre de paz y de reconciliación en la Francia
dividida y herida
-
Era el Papa Juan XXIII un hombre muy humano y sensible a las necesidades y
problemas de los demás. Regresaba un día al Vaticano con su secretario después
de haber visitado un asilo de ancianos y de haberles obsequiado algunos
regalos. Al pasar por delante de una casa, el secretario, señalándola, le dijo:
‘Santidad, en esta casa vive el
profesor Lolli, redactor de L´Osservatore Romano (el periódico del Vaticano).
Tiene a su mujer muy enferma. ¿No podría enviarle una bendición?’ El
papa le contestó: ‘Es difícil mandar
una bendición por el aire, don Loris. ¿No es mejor llevársela personalmente?’
Sin avisar, como tantas veces hacía, estaba llamando a la puerta del
redactor del diario para llevarle la bendición en persona...
-
Su sentido del humor eran de sobra conocidos y, a diferencia de sus
antecesores, le gustaba ser cercano y bromear con la gente a la que conocía.
Hijo de campesinos, a menudo bromeaba con sus orígenes. Solía decir: ‘Hay tres
maneras de perder el dinero en la vida: mujeres, apuestas y la agricultura. Mi
padre eligió la más aburrida de las tres’.
- Una de las
características del Papa fue su cercanía con el hombre común. Un hombre que no
se acostumbraba a su posición. Según cuentan, durante sus primeros días como Papa,
solía despertarse durante la noche con un problema en mente. Entonces, se decía
a sí mismo ‘Lo hablaré con el Papa’, pensando que seguía siendo cardenal. Hasta
que se daba cuenta: ‘¡Pero si soy yo el Papa! Muy bien, entonces lo hablaré con
Dios’.
- Una sencillez que
se reflejó en otra ocasión, cuando un niño le dijo que de mayor quería ser o
policía o Papa. Juan XXIII le dijo ‘Si yo fuera tú, me metería a policía.
Pueden nombrar Papa a cualquiera, ¡mírame a mí!’
- Ya para terminar
con los ejemplos del Papa Juan XXIII escribiré a continuación algunos
pensamientos suyos: * ‘Todos los días son buenos para nacer, todos los días son
buenos para morir. Yo sé de Quién me he fiado’. * Poco antes de morir Juan
XXIII dijo a su secretario particular: ‘Hemos trabajado juntos, hemos servido
a la Iglesia. No nos hemos parado a recoger las piedras que, de una y otra
parte, nos lanzaban, y no las hemos vuelto a lanzar a ninguno’. * ‘Solo por
hoy trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de
mi vida todo de una vez. Solo por hoy dedicaré diez minutos de mi tiempo a una
buena lectura; recordando que, como el alimento es necesario para la vida del
cuerpo, así la buena lectura es necesaria para la vida del alma. Solo por hoy
haré una buena acción y no lo diré a nadie.
Solo por hoy haré por lo menos una cosa que no deseo hacer; y si me
sintiera ofendido en mis sentimientos procuraré que nadie se entere’.
-
El Papa Juan Pablo II, siendo aún el
cardenal Wojtyla haciendo la visita pastoral a su archidiócesis, llegó a una
parroquia, cuando el párroco estaba explicando el catecismo a un grupo de
niños. Después de saludar a Cristo en el Sagrario, se dirigió a los niños y les
preguntó: ‘¿Sabéis por qué he venido?’
Y un chavalín de siete años contestó con toda espontaneidad: ‘Sí, yo lo sé. Para aprender algo’.
Entonces el cardenal Wojtyla dijo: ‘Tienes
razón’. Y se sentó al lado del niño e indicó al sorprendido párroco que
continuara con la explicación del catecismo.
-
En otra ocasión el gobierno comunista de Polonia, viendo que muy
mayoritariamente los habitantes del país se declaraban católicos y practicaban
en un porcentaje muy alto, quisieron impedir o al menos dificultar mucho la fe
de los católicos y, entre las varias leyes que sacaron a la luz, una de ellas
prohibía hacer procesiones por las calles detrás de imágenes de crucifijos, de
la Virgen y de santos, so pena de fuertes multas y cárcel. En Polonia se
veneraba con mucho amor a la Virgen Negra de Częstochowa. A los católicos
(quizás al cardenal Wojtyla) se les ocurrió sacar en procesión no el cuadro de
la Virgen Negra de Częstochowa, que estaba prohibido por el gobierno comunista,
sino el marco del cuadro. Eso no estaba prohibido por la ley y en aquella
procesión presidida por el futuro Juan Pablo II acudieron muchísimos más fieles
que si les hubieran permitido sacar la imagen de la Virgen.
-
Asimismo sucedió que el gobierno polaco creó una ciudad nueva (Nowa Huta),
moderna, con muchas casas nuevas y en donde no figuraba la presencia de ninguna
iglesia o parroquia. Querían ejemplificar cómo sería una ciudad atea, sin Dios,
y en donde todo funcionara maravillosamente. Allí que llevaron a los nuevos
habitantes, quienes, al no ver iglesia alguna, fueron al obispo Wojtyla a
comentarle el caso. Este habló con el gobierno, pero estos se mantuvieron
firmes en su negativa. Entonces el obispo Wojtyla celebraba cada año la misa de
Nochebuena en los campos cerca de Nowa Huta. Obtenida la autorización en 1967,
el mismo arzobispo Wojtyla abre la primera zanja de la nueva iglesia, que será
edificada por los obreros en sus tiempos libres durante 10 años.
-
Termino con unas palabras del propio Juan Pablo II: “El día 13 de mayo de 1981, el día del atentado al Papa durante la
audiencia general en la Plaza San Pedro, la Divina Providencia me ha salvado en
un modo milagroso de la muerte. Aquel que es único Señor de la vida y de la
muerte, Él mismo me ha prolongado esta vida, en cierto modo me la ha dado de
nuevo. Desde este momento -mi vida- le pertenece aún más a Él. Espero que Él me
ayude a reconocer hasta cuándo debo continuar este servicio, al cual me llamó
el día 16 de octubre de 1978. Le pido que me llame cuando Él mismo lo quiera.
'En la vida y en la muerte pertenecemos al Señor... somos del Señor' (cf. Rm
14, 8). Espero también que, hasta que me sea dado cumplir el servicio de Pedro
en la Iglesia, la Misericordia de Dios quiera prestarme las fuerzas necesarias
para este servicio”.
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