jueves, 29 de agosto de 2019

Domingo XXII del Tiempo Ordinario (C)


1-9-2019                     DOMINGO XXII TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía en vídeo.
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            Seguimos otro día más hablando sobre el Símbolo de la Fe, y hoy hablaremos un poco de Jesús y de su Madre, María.
Párrafo 2º: …concebido por obra y gracia del Espíritu Santo y nació de santa María Virgen.
- Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Han pasado muchos años desde el primer pecado de los hombres, desde que los hombres perdieran la amistad con Dios propia del paraíso, desde la promesa de salvación de Dios al género humano (Gn. 3, 15). Con la Anunciación del ángel Gabriel a la Virgen María se inaugura el cumplimiento de las promesas divinas de salvación de los hombres.
“María es invitada a concebir a aquel en quien habitará ‘corporalmente la plenitud de la divinidad’ (Col 2, 9). La respuesta divina a su ‘¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?’ (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti’ (Lc 1, 35)” (n. 484).
- Jesús nació de la Virgen María.
* María estaba predestinada por Dios para ser la Madre de su Hijo. “Desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una hija de Israel, una joven judía de Nazaret en Galilea, a ‘una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María’ (Lc 1, 26-27)” (n. 488).
“A lo largo de toda la Antigua Alianza, la misión de María fue preparada por la misión de algunas santas mujeres. Al principio de todo está Eva: a pesar de su desobediencia, recibe la promesa de una descendencia que será vencedora del Maligno (cf. Gn 3, 15) y la de ser la madre de todos los vivientes (cf. Gn 3, 20). En virtud de esta promesa, Sara concibe un hijo a pesar de su edad avanzada (cf. Gn 18, 10-14; 21,1-2). Contra toda expectativa humana, Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1 Co 1, 27) para mostrar la fidelidad a su promesa: Ana, la madre de Samuel (cf. 1 S 1), Débora, Rut, Judit, y Ester, y muchas otras mujeres” (n. 489).
* Inmaculada Concepción. “A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado conciencia de que María ‘llena de gracia’ por Dios (Lc 1, 28) había sido redimida desde su concepción. Es lo que confiesa el dogma de la Inmaculada Concepción, proclamado en 1854 por el Papa Pío IX: «... la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano» (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus: DS, 2803)” (n. 491).
“Los Padres de la tradición oriental llaman a la Madre de Dios ‘la Toda Santa’ (Panaghia). Por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida” (n. 493).
* “Hágase en mí según tu palabra...”
“Al anuncio de que ella dará a luz al ‘Hijo del Altísimo’ sin conocer varón, por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 28-37), María respondió por ‘la obediencia de la fe’ (Rm 1, 5), segura de que ‘nada hay imposible para Dios’: ‘He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra’ (Lc 1, 37-38). Así, dando su consentimiento a la palabra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús y, aceptando de todo corazón la voluntad divina de salvación, sin que ningún pecado se lo impidiera, se entregó a sí misma por entero a la persona y a la obra de su Hijo. Ella, como dice san Ireneo, ‘por su obediencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano’. Lo que ató Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe” (n. 494).
* La maternidad divina de María.
“Llamada en los Evangelios ‘la Madre de Jesús’ (Jn 2, 1; 19, 25), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como ‘la madre de mi Señor’ desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquel que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su Hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia confiesa que María es verdaderamente Madre de Dios [Theotokos] (cf. Concilio de Éfeso, año 649: DS, 251)” (n. 495).
* La virginidad de María.
“Desde las primeras formulaciones de la fe (cf. DS 10-64), la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María únicamente por el poder del Espíritu Santo, afirmando también el aspecto corporal de este suceso: Jesús fue concebido sin semilla de varón, por obra del Espíritu Santo” (n. 496).
“Los relatos evangélicos (cf. Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38) presentan la concepción virginal como una obra divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas. La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías: ‘He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo’ (Is 7, 14)” (n. 497).
* María, la ‘siempre Virgen’.
“La profundización de la fe en la maternidad virginal ha llevado a la Iglesia a confesar la virginidad real y perpetua de María (cf. Concilio de Constantinopla II: DS, 427) incluso en el parto del Hijo de Dios hecho hombre. La liturgia de la Iglesia celebra a María como la Aeiparthénon, la ‘siempre-virgen’” (n. 499).
“A esto se objeta a veces que la Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús (cf. Mc 3, 31-55; 6, 3; 1 Co 9, 5; Ga 1, 19). La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de otra María; en efecto, Santiago y José ‘hermanos de Jesús’ (Mt 13, 55) son los hijos de una María discípula de Cristo (cf. Mt 27, 56) que se designa de manera significativa como ‘la otra María’ (Mt 28, 1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento (cf. Gn 13, 8; 14, 16;29, 15; etc.)” (n. 500).
* La maternidad virginal de María en el designio de Dios.
“La virginidad de María manifiesta la iniciativa absoluta de Dios en la Encarnación. Jesús no tiene como Padre más que a Dios (cf. Lc 2, 48-49)” (n. 503).
“Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María porque él es el Nuevo Adán (cf. 1 Co 15, 45) que inaugura la nueva creación […] Jesús, el nuevo Adán, inaugura por su concepción virginal el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. La participación en la vida divina no nace ‘de la sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios’ (Jn 1, 13)” (nn. 504s).
“María es a la vez virgen y madre porque ella es la figura y la más perfecta realización de la Iglesia: La Iglesia [...] se convierte en Madre por la palabra de Dios acogida con fe, ya que, por la predicación y el bautismo, engendra para una vida nueva e inmortal a los hijos concebidos por el Espíritu Santo y nacidos de Dios. También ella es virgen que guarda íntegra y pura la fidelidad prometida al Esposo” (n. 507).

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