martes, 13 de agosto de 2019

Asunción de la Virgen María (C)


15-8-2019                   ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA (C)

Homilía en vídeo
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            Seguimos otro día más hablando sobre el Símbolo de la Fe. Terminamos hoy de explicar la primera verdad del Credo: “Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”.
Párrafo 7º: La caída.
- El pecado original. “Dios creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. El hombre no puede vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios” (n. 396).
“El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador[1] (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre (cf. Rm 5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad” (n. 397).
“En este pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente ‘divinizado’ por Dios en la gloria. Quiso ‘ser como Dios’ (cf. Gn 3,5), pero ‘sin Dios, antes que Dios y no según Dios’” (n. 398).
- Consecuencias del pecado original: “La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera desobediencia. (1) Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia de la santidad original (cf. Rm 3,23). (2) Tienen miedo del Dios (cf. Gn 3,9-10)” (n. 399). (3) La armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original, queda destruida; (4) el dominio de las facultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn 3,7); (5) la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn 3,16). (6) La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (cf. Gn 3,17.19). (7) El hombre ‘volverá al polvo del que fue formado’ (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad (cf. Rm 5,12)” (n. 400).
“Desde este primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo: el fratricidio cometido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y como transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf. 1 Co 1-6; Ap 2-3)” (n. 401).
- Consecuencias del pecado de Adán para la humanidad. “Todos los hombres están implicados en el pecado de Adán. ‘Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron...’ (Rm 5,12). A la universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol san Pablo opone la universalidad de la salvación en Cristo: ‘Como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo (la de Cristo) procura a todos una justificación que da la vida’ (Rm 5,18)” (n. 402).
“¿Cómo el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Por la unidad del género humano, todos los hombres están implicados en el pecado de Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender plenamente. Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la santidad y la justicia originales no para él solo sino para toda la naturaleza humana: cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana. Es un pecado que será transmitido por propagación a toda la humanidad. Por eso, el pecado original es un pecado ‘contraído’, ‘no cometido’, un estado y no un acto (n. 404).
“El pecado original “es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual” (n. 405).
“Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn 3,9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha sido llamado ‘Protoevangelio’, por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta” (n. 410).

[1] Del episodio en el libro del Génesis sobre nuestro primer pecado debemos aprender que nunca tenemos que dialogar con Satanás. Él es el príncipe de la mentira, como le llama Jesús (Jn. 8, 44). El gran error de Eva fue el dialogar con la serpiente. Satanás es más listo que nosotros. Veamos el diálogo de Eva y Satanás:
“La serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer: ‘¿Así que Dios os ordenó que no comierais de ningún árbol del jardín?’. La mujer le respondió: ‘Podemos comer los frutos de todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha dicho: «No comáis de él ni lo toquéis, porque de lo contrario quedareis sujetos a la muerte»’. La serpiente dijo a la mujer: ‘No, no moriréis. Dios sabe muy bien que cuando comáis de ese árbol, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal’. Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y descubrieron que estaban desnudos” (Gn. 3, 1-7). En este relato vemos que es Satanás quien inicia el diálogo, vemos que es él quien conduce la conversación. Satanás empieza con la mentira y la sospecha hacia Dios (Dios les dijo que no comieran de ningún árbol), y Eva se deja envolver y va al terreno que Satanás la lleva, es decir, quería que se fijara en ese árbol concreto. Vemos cómo Satanás mete cizaña a Eva contra Dios y le hace sospechar de Dios. Lo deja por mentiroso. Y es que Satanás dice medias verdades: “se os abrirán los ojos”, pero acompañadas de mentiras: “seréis como dioses, conocedores del bien y del mal”. Los ojos de Eva quedan empañados por la codicia, por la soberbia, por la envidia, por la desobediencia, y ve el árbol con unos ojos nuevos; ve algo apetitoso y agradable, no porque sea ‘apetitoso y agradable’, sino porque lo ve así inducida por Satanás, pues antes no había reparado en el árbol. Eva coge del fruto, come y hace a los demás partícipes de ese fruto. Lo mismo que el bien es contagioso, también lo es el mal. Efectivamente, a Adán y a Eva se les abren los ojos, pero… no son como dioses. ¡¡Simplemente están desnudos!! Han sido desvestidos de su inocencia, de su confianza en Dios, de su paz, de su aceptación de la vida tal y como Dios les ha regalado y… lo que ven… no les gusta nada y les queda un regusto amargo. El ‘compañero’, la serpiente-diablo que les indujo al pecado y a la desobediencia… ahora les deja solos. Adán se distancia de Eva: “la mujer que me diste por compañera me ofreció el fruto del árbol y comí” (Gn. 3, 12). Eva se distancia de Adán: “desearás a tu marido, y él te dominará (Gn. 3, 16).

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