15-8-2019 ASUNCION DE LA VIRGEN MARIA (C)
Seguimos otro día más hablando sobre
el Símbolo de la Fe. Terminamos hoy de explicar la primera verdad del Credo: “Creo
en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra”.
Párrafo 7º:
La caída.
- El pecado original. “Dios
creó al hombre a su imagen y lo estableció en su amistad. El hombre no puede
vivir esta amistad más que en la forma de libre sumisión a Dios” (n. 396).
“El
hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su
creador[1] (cf. Gn 3,1-11) y, abusando de su
libertad, desobedeció al
mandamiento de Dios. En esto consistió el
primer pecado del hombre (cf. Rm
5,19). En adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de
confianza en su bondad” (n. 397).
“En este
pecado, el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció
a Dios: hizo elección de sí mismo contra Dios, contra las exigencias de su estado
de criatura y, por tanto, contra su propio bien. El hombre, constituido en un
estado de santidad, estaba destinado a ser plenamente ‘divinizado’ por Dios en
la gloria. Quiso ‘ser como Dios’ (cf. Gn
3,5), pero ‘sin Dios, antes que Dios y no según Dios’” (n. 398).
- Consecuencias del pecado original: “La Escritura muestra las consecuencias dramáticas de esta primera
desobediencia. (1) Adán y Eva pierden inmediatamente la gracia
de la santidad original (cf. Rm
3,23). (2) Tienen miedo del Dios (cf. Gn
3,9-10)” (n. 399). “(3) La
armonía en la que se encontraban, establecida gracias a la justicia original,
queda destruida; (4) el dominio de las facultades espirituales
del alma sobre el cuerpo se quiebra (cf. Gn
3,7); (5) la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (cf. Gn 3,11-13); sus relaciones estarán
marcadas por el deseo y el dominio (cf. Gn
3,16). (6) La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para
el hombre extraña y hostil (cf. Gn
3,17.19). (7) El hombre ‘volverá al polvo del que fue
formado’ (Gn 3,19). La muerte hace su entrada en la historia de
la humanidad (cf. Rm
5,12)” (n. 400).
“Desde
este primer pecado, una verdadera invasión de pecado inunda el mundo: el
fratricidio cometido por Caín en Abel (cf. Gn 4,3-15); la corrupción universal, a raíz del pecado (cf. Gn 6,5.12; Rm 1,18-32); en la historia de Israel, el pecado se manifiesta
frecuentemente, sobre todo como una infidelidad al Dios de la Alianza y como
transgresión de la Ley de Moisés; e incluso tras la Redención de Cristo, entre
los cristianos, el pecado se manifiesta de múltiples maneras (cf. 1 Co 1-6; Ap 2-3)” (n. 401).
- Consecuencias del pecado de Adán para la humanidad. “Todos los hombres están implicados en el
pecado de Adán. ‘Como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el
pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron...’ (Rm 5,12). A la
universalidad del pecado y de la muerte, el apóstol san Pablo opone la
universalidad de la salvación en Cristo: ‘Como el delito de uno solo atrajo
sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno
solo (la de Cristo) procura a todos
una justificación que da la vida’ (Rm
5,18)” (n. 402).
“¿Cómo
el pecado de Adán vino a ser el pecado de todos sus descendientes? Por la
unidad del género humano, todos los hombres están implicados en el pecado de
Adán, como todos están implicados en la justicia de Cristo. Sin embargo, la
transmisión del pecado original es un misterio que no podemos comprender plenamente.
Pero sabemos por la Revelación que Adán había recibido la santidad y la
justicia originales no para él solo sino para toda la naturaleza humana:
cediendo al tentador, Adán y Eva cometen un pecado personal, pero este pecado afecta a la naturaleza humana. Es un pecado que
será transmitido por propagación a toda la humanidad. Por eso, el pecado original es un pecado
‘contraído’, ‘no cometido’, un estado y no un acto” (n. 404).
“El
pecado original “es la privación de la santidad y de la justicia originales,
pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus
propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al
imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada
"concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo,
borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias
para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo
llaman al combate espiritual” (n. 405).
“Tras la
caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (cf. Gn 3,9) y le anuncia de modo
misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (cf. Gn 3,15). Este pasaje del Génesis ha
sido llamado ‘Protoevangelio’, por ser el primer anuncio del Mesías redentor,
anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de
un descendiente de ésta” (n. 410).
[1] Del episodio en el libro del
Génesis sobre nuestro primer pecado debemos aprender que nunca tenemos que dialogar con Satanás. Él es el príncipe de la
mentira, como le llama Jesús (Jn. 8, 44). El gran error de Eva fue el dialogar
con la serpiente. Satanás es más listo que nosotros. Veamos el diálogo de Eva y
Satanás:
“La
serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que el Señor Dios
había hecho, y dijo a la mujer: ‘¿Así que Dios os ordenó que no comierais de
ningún árbol del jardín?’. La mujer le respondió: ‘Podemos comer los frutos de
todos los árboles del jardín. Pero respecto del árbol que está en medio del
jardín, Dios nos ha dicho: «No comáis de él ni lo toquéis, porque de lo
contrario quedareis sujetos a la muerte»’. La serpiente dijo a la mujer: ‘No,
no moriréis. Dios sabe muy bien que cuando comáis de ese árbol, se os abrirán
los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal’. Cuando la mujer
vio que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para
adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego se lo dio a su marido,
que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los
dos y descubrieron que estaban desnudos” (Gn. 3, 1-7). En este relato vemos
que es Satanás quien inicia el diálogo,
vemos que es él quien conduce la
conversación. Satanás empieza con la mentira y la sospecha hacia Dios (Dios
les dijo que no comieran de ningún árbol), y Eva se deja envolver y va al terreno que Satanás la lleva, es
decir, quería que se fijara en ese árbol concreto. Vemos cómo Satanás mete cizaña a Eva contra Dios y le
hace sospechar de Dios. Lo deja por mentiroso. Y es que Satanás dice medias verdades: “se os abrirán los ojos”, pero acompañadas de mentiras: “seréis como dioses, conocedores del bien y
del mal”. Los ojos de Eva quedan empañados por la codicia, por la soberbia,
por la envidia, por la desobediencia, y ve el árbol con unos ojos nuevos; ve
algo apetitoso y agradable, no porque sea ‘apetitoso y agradable’, sino porque
lo ve así inducida por Satanás, pues antes no había reparado en el árbol. Eva
coge del fruto, come y hace a los demás partícipes de ese fruto. Lo mismo que el bien es contagioso, también
lo es el mal. Efectivamente, a Adán y a Eva se les abren los ojos, pero… no
son como dioses. ¡¡Simplemente están desnudos!! Han sido desvestidos de su
inocencia, de su confianza en Dios, de su paz, de su aceptación de la vida tal
y como Dios les ha regalado y… lo que ven… no les gusta nada y les queda un
regusto amargo. El ‘compañero’, la serpiente-diablo que les indujo al pecado y
a la desobediencia… ahora les deja solos. Adán se distancia de Eva: “la mujer que me diste por compañera me ofreció el fruto del árbol y comí”
(Gn. 3, 12). Eva se distancia de Adán: “desearás
a tu marido, y él te dominará”
(Gn. 3, 16).
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