30-3-18 SERMON
DE LA SOLEDAD
En este sermón de esta Semana Santa de 2018 querría fijarme en el relato de
la Pasión, según san Juan, en que se nos dice: “Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre,
María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella
al discípulo a quien el amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo».
Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el
discípulo la recibió en su casa”.
Hemos de tener en cuenta que en tiempos de Jesús no había pensión de viudedad, ni de
jubilación. Los ancianos y las viudas tenían que trabajar toda su vida; hasta
su muerte o hasta que se acabara su salud. Cuando ellos no podían trabajar para
alimentarse, es ahí cuando la familia cumplía una labor muy importante. Los
ancianos y las viudas tenían la protección de la familia. Si no había familia,
les quedaba sólo la indigencia y la muerte inmediata.
En el caso de María,
le había muerto su marido. Gracias a Dios le quedaba un hijo varón, Jesús. Él
se casaría, tendría esposa e hijos, y María viviría con ellos. Trabajaría en el
hogar y a la vez estaría protegida por su hijo, por su nuera y por sus nietos.
Sin embargo, Jesús no se casó. Esto sirvió de habladurías en el pueblo, en
Nazaret: ‘Ninguna de las chicas de este
pueblo y de los alrededores es buena para Jesús. Él se debe creer de una
condición social mejor que los demás’. Esto debió hacer sufrir a su madre,
María. Pero lo más terrible sucedió cuando Jesús ‘abandonó’ a su madre para
irse por el mundo a predicar el evangelio y a hablar de Dios. María ya no tenía
quien la sostuviera y no le quedó más remedio que irse a casa de sus hermanos y
cuñados. Allí seguramente tuvo que oír de todo: ‘Es primero la obligación que la devoción’; ‘dices que tu hijo es muy bueno, pero te ha dejado abandonada’; ‘si comes, es gracias a lo que te damos
nosotros y no a lo que te da tu hijo’… Además, pronto llegaron noticias a
Nazaret que Jesús iba haciendo y diciendo cosas extrañas; incluso hubo quien
dijo que si estaría loco. Para encima de abandonar a su madre y dejar una carga
a sus tíos y primos, encima echar mala fama sobre la familia. Por eso, nos
cuenta el evangelio que los parientes convencieron a María para que fueran a
buscar a Jesús[1]
y traerlo para el pueblo, para casa y encerrarlo para que no siguiera haciendo
locuras. ¡Cuánto tendrá que haber sufrido María por las cosas terribles que oía
contra su hijo de tantas gentes, e
incluso de sus propios familiares. Es verdad que ella tampoco entendía a su
hijo en tantas ocasiones, pero su hijo no estaba loco, su hijo no era malo, su
hijo no la había abandonado, aunque lo pareciera.
El ambiente en casa de
su familia debió volverse irrespirable para María, y seguramente que prefirió
estar cerca de su hijo, como una discípula más. Conocidos de Jesús la
recibirían en su casa, y así pasó algunos meses.
Finalmente, sucedieron los hechos terribles de
la Pasión y ahora su hijo iba a morir. Ella se iba a quedar sola: sin marido,
sin hijo, sin nuera, sin nietos. También Jesús pensaría en su madre. Tanto veló
Jesús por los demás, por las cosas de Dios… Y ahora, ¿qué iba a ser de su
madre? Por eso, in extremis, allí en
la cruz, en su ‘lecho de muerte’ Jesús se la entregó a Juan, su discípulo
amado, para que velase por ella, y Juan lo hizo hasta el último aliento terreno
de María.
Hoy, María, queremos
acompañarte en tu dolor:
* Dolor de
incomprensión al sentirte abandonada por tu Hijo. No te dio una nuera, no te
dio unos nietos, no se cuidó de darte un cobijo, un alimento, sino que te dejó
sola.
* Dolor por la
incomprensión de tus hermanos y cuñados, de tus sobrinos, que a tus espaldas o
abiertamente pusieron ‘pingando’ a tu Hijo por no cumplir sus deberes filiales
para con su madre y pasar dicha responsabilidad a otros.
* Dolor por oír que tu
Hijo era tenido por loco, por revolucionario, por hereje, por alborotador.
* Dolor por tener que
abandonar a tu familia (hermanos y sobrinos). La situación se había vuelto
insostenible; sobre todo desde que fuisteis a buscarlo, porque daba mala fama
al nombre de la familia y Jesús ‘os despreció’ delante de todos. Aquella
humillación la pagaron contigo hasta que tuviste que marcharte de allí.
* Dolor porque
palpaste el odio contra tu Hijo en esos meses anteriores a su muerte. Querían
matarlo.
* Dolor porque te han
matado a tu Hijo, te lo hemos matado nosotros con nuestros pecados.
* Dolor porque, aunque
Juan te recibió con todo su cariño, él no era tu Hijo, sino el amigo de tu
Hijo. Y la diferencia fue mucha.
[1] “Cuando sus parientes se enteraron, salieron para
llevárselo, porque decían: «Está loco». […] Entonces llegaron su madre y sus
hermanos y, quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba sentada
alrededor de Jesús, y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos te buscan ahí
fuera». El les respondió: «¿Quién es mi
madre y quiénes son mis hermanos?» Y
dirigiendo su mirada sobre los que estaban sentados alrededor de él, dijo:
«Estos son mi madre y mis hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese
es mi hermano, mi hermana y mi madre»” (Mc. 3,
21.31-35).
HOY quiero contaros lo que el SEÑOR me puso en mí mente: estaba reflexionando sobre el JUEVES SANTO, y ÉL me hizo ver el regalo tan grande que nos dejaba en sú ultima cena. La institución de la EUCARISTÍA: tomad y bebed todos de ÉL. ¡Qué regalo, Dios mio! ¡Cómo se entrega por nosostros! Después lavó los pies a todos. ¡Qué enseñanza tan grande de humildad!
ResponderEliminarMe puse a pensar en esto: en el amor tan grade que nos tiene, y me inundé de alegria. Tanto es así, que me puse a escribirlo, porque esta alegría no puedo guardarmela para mí sola. ¡Gracias, Dios mio! Ojalá sepa reconocerlo toda mí vida.
Un fuerte abrazo para todos. OS QUIERO
Gracias tu palabra me ayudó tanto ! En este momento que tengo una tristeza profunda x uno de mis hijos .... que sentí a Nuestra Madre sosteniéndome y dándome sus fuerzas , muchas gravias
ResponderEliminarAna