29-3-2018 HORA
SANTA
Audio 1ª parte.
Audio 2ª parte.
En este año y para esta Hora Santa del Jueves Santo pensé en meditar sobre algunas de las frases de san Juan de la Cruz, que están recogidas en una pequeña obra que se titula: ‘DICHOS DE LUZ Y AMOR DE SAN JUAN DE LA CRUZ’. Se trata de frases o pensamientos que el santo escribía a las monjas de clausura, de las cuales él era el confesor. Las mismas le pedían que le escribiera algún pensamiento para ayudarles en su vida de fe. Así lo hacía el santo y, después de su muerte, fueron recogidos estos manuscritos de san Juan de la Cruz y editados bajo el título que arriba se dice.
Audio 2ª parte.
En este año y para esta Hora Santa del Jueves Santo pensé en meditar sobre algunas de las frases de san Juan de la Cruz, que están recogidas en una pequeña obra que se titula: ‘DICHOS DE LUZ Y AMOR DE SAN JUAN DE LA CRUZ’. Se trata de frases o pensamientos que el santo escribía a las monjas de clausura, de las cuales él era el confesor. Las mismas le pedían que le escribiera algún pensamiento para ayudarles en su vida de fe. Así lo hacía el santo y, después de su muerte, fueron recogidos estos manuscritos de san Juan de la Cruz y editados bajo el título que arriba se dice.
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“Si un alma tiene más paciencia para sufrir
y más tolerancia para carecer de gustos, es señal que tiene más aprovechamiento
espiritual”, Con frecuencia podemos caer en la tentación o en el error de
pensar que la ganancia espiritual o el signo de que vamos por el buen camino se
da cuando en el tiempo de oración o en la Misa no tenemos ningún tipo de
distracción, o cuando tenemos grandes gozos de Dios en estos ratos de estar con
Dios. Como, con frecuencia, esto no sucede, sino más bien al contrario, nos
sentimos llenos de tristeza pensando, o que Dios nos ha abandonado, o que algo
estamos haciendo mal en nuestra relación con Dios. Entonces perdemos el ánimo y
caemos en la desgana o directamente abandonamos las cosas de Dios y nuestra fe
se va enfriando o languideciendo hasta caer en la mediocridad o directamente
desaparecer de nuestra vida. Seguramente esto es lo que le pasaba a la monja a
la que san Juan de la Cruz escribió esta nota. El santo quiere darle ánimos y
sobre todo le da la luz del Espíritu para que sepa reconocer dónde y cuándo está
Dios en su vida. En efecto, le dice a la monja: ‘Si Vd. está más distraída en
la oración y en las cosas de Dios, si se ve llena de tentaciones y de pereza,
si ve que le cuestan mucho trabajo y esfuerzo las cosas espirituales, NO SE
DESANIME, hermana. Observe más bien si nota en Vd. que hay más paciencia en el
trato con las hermanas del monasterio, si lleva con más serenidad y sin
alterarse las contrariedades de la vida ordinaria, si es más comprensiva con
los defectos de los demás, si prefiere contentar más los gustos de los otros
que los propios… Si observa en Vd. todo esto, entonces dé gracias a Dios,
porque todo ello indica que va adelantando y mucho en el camino de Dios’. Y
esto que valía para aquella monja, vale también para nosotros casi 500 años después
de haber sido escrito por san Juan de la Cruz.
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“Mejor es vencerse en la lengua que
ayunar a pan y agua”. En ocasiones se piensa que a Dios le contentan
exclusivamente los sacrificios de tipo material: no comer, dormir en el suelo,
ponerse un garbanzo en el zapato, ponerse un cilicio… Todo eso puede estar
bien, según en qué circunstancias y en qué personas, pero san Juan de la Cruz
le dijo a una monja que no se contentara con comer poco o con no comer esto o
lo otro; le dijo que hiciera algo mejor y que agradara más a Dios y metiera
menos guerra en el monasterio o entre las hermanas: que se venciera en la
lengua, es decir, que no comentara cosas de ésta o de aquélla, que no se
quejara de esto o de lo otro, que no dijera palabras ociosas u ocurrentes para
quedar bien o de graciosa, que no hiriera con sus palabras a otras personas al
insultar o al llamar la atención o corregir sin ningún tipo de caridad. Con
frecuencia, hacen más daño una palabra que una bofetada. ¿De qué nos sirve no
probar el chocolate, el pescado o la carne, el café o el vino, si luego usamos
la lengua como si fuera una espada afilada para herir, o una metralleta para
disparar en todas las direcciones? ¿De qué nos sirve no comer o beber, si
constantemente nos estamos quejando de todo y de todos, y a nuestro alrededor
el ambiente está envenenado o se vuelve irrespirable con nuestras palabras? Por
eso, dice san Juan de la Cruz que es mejor “vencerse
en la lengua que ayunar a pan y agua”.
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“Mira que no te entristezcas de repente
en los casos adversos del mundo, pues que no sabes el bien que traen consigo
ordenado en los juicios de Dios para el gozo sempiterno de los escogidos”.
Había algunas monjas u otras personas que se confesaban con el santo que, ante
los problemas y dificultades de la vida, caían en la tristeza y el decaimiento.
San Juan de la Cruz quiere elevar las miras de estas personas y ‘darles’ los
ojos de Dios, es decir, querían que mirasen y juzgasen todo, no según los
criterios mundanos, sino con la mente de Dios. La cruz fue algo horrible;
significó el fracaso de Dios en la tierra y, sin embargo, gracias a ella vino
la redención del mundo y el perdón de todos nuestros pecados. Una chica
abandonada por su novio queda destrozada, pero con el paso del tiempo reconoce
que aquello fue una bendición, pues su entonces novio la habría hecho muy
infeliz y no habría podido conocer al hombre maravilloso con el que después se
casó; tantas personas que pasaron penalidades con los estudios, con el tener
que marcharse de su pueblo, o que perdieron este trabajo…, con el tiempo se dan
cuenta de que aquello fue una bendición para ellos. Lo que no vieron entonces,
lo ven ahora. Lo que entonces consideraban una desgracia, hoy piensan que fue
la mayor fortuna que pudieran tener. De este modo, san Juan de la Cruz da
esperanza a los entristecidos, a los apenados, a los derrotados por los
avatares de la vida. Más aún: las desgracias de ahora, son en realidad una
predilección de Dios, pues nos han hecho más humildes y nos ha evitado pecados
mayores, como la soberbia o la ira. Pero la inmensa mayoría de esto lo
descubriremos tras nuestra muerte y luego nos diremos: ‘¿Por qué sufrí
inútilmente, por qué no me fie de Dios, por qué no tuve aquella visión de fe
para entregarme en sus brazos y no en los brazos de la queja y de la amargura?’
En efecto, con estas palabras quiere el santo que miremos más allá de la
niebla, de las montañas que nos impiden ver el horizonte, de las nubes que nos
impiden ver el sol. Recordemos las sabias palabras de san Pablo en su carta a
los romanos: “Para los que aman a Dios,
TODO les sirve para el bien” (Rm. 8, 28).
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“Quien huye de la oración, huye de todo
lo bueno”. ¿Qué difícil es mantener la oración constante? ¿Cuánto nos
cuesta dedicar un tiempo diario al Señor? ¿Por qué encontramos tiempo para
nuestro ocio, para comer, para dormir, para dar un paseo, para estar con los
amigos, para nuestras cosas…, pero siempre regateamos el tiempo para Dios? ¿Por
qué nos aburrimos de estar a solas con Dios unos minutos y, sin embargo, se nos
pasa el tiempo volando cuando estamos con nuestras aficiones, con nuestras
amistades, con la televisión, con…? ¿Por qué nos apegamos a lo que no nos da, y
nos apartamos de lo que realmente nos hace mejores y nos acerca a Dios? Algo de
esto debía de estarle pasando a la persona a la que san Juan de la Cruz
escribió este pequeño billetito: ‘Sacas mil excusas, y todas razonables, para
no hacer oración o para hacerla deprisa y corriendo, pero luego te quejas de
que Dios no te hace caso, de que Dios no te escucha. Huyes de Dios, de la
oración, de todo lo bueno, pero corres sin parar a lo que no te da, a lo que te
deja vacío, a lo que te consuela un instante, pero luego… nada’. Sí, pienso
ahora en aquellas bellas y sabias palabras del libro del Apocalipsis: “ ” (Ap. 10, 10). Las
cosas que no son de Dios nos saben a miel en la boca, pero luego amargan las
entrañas. Las cosas de Dios pueden parecernos sosas o con mal sabor en la boca,
pero en las entrañas nos sabrán a miel y nos alimentarán y nos llevarán a la
Vida Eterna.
A Dios rezando y con el mazo dando.Para mí, una cosa sin la otra no me llena. lo digo sinceramente,quizás esté equivocada,Dios me juzgará,pero me llena mucho el acercamiento.Creo que hoy más que nunca,necesitamos orar y caminar.Mucha gente nos está esperando.Jesús lo hacía,hablaba con Dios,pero no paraba de un lado para otro.Si estamos junto al que sufre,ahí está Él.Jesús muere por todos nosotros.un abrazo.
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