26-5-2019 DOMINGO VI DE
PASCUA (C)
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Hace años un turista fue a visitar en un país lejano a un hombre famoso por su
santidad de vida y por su sabiduría. Al turista le sorprendió mucho que la casa
de aquel hombre fuera solo una habitación, limpia y ordenada, y que únicamente
contenía un catre, una mesa, dos sillas y unos libros.
‘¿Rabino’, le preguntó el
turista, ‘dónde están los muebles?’
El sabio le contestó con la siguiente pregunta: ‘¿Y dónde están los suyos?’
‘¿Mis
muebles? Yo solo soy un turista; estoy aquí de paso’. Y entonces a su
vez el sabio le contestó: ‘Yo también
estoy de paso’.
El sábado pasado
celebré la Misa de san Isidro en la parroquia de Campos y Salave. Una de las
ideas que prediqué en la homilía fue la siguiente: Os voy a contar un secreto,
y es que sufre lo mismo el hombre que tiene fe que el que no la tiene, padece
un cáncer el hombre creyente y el ateo, pierde el trabajo el hombre creyente y
el ateo, fracasa en su matrimonio, con sus hijos… el hombre que tiene fe y el
que no la tiene, no aprueban las oposiciones lo mismo los hijos y nietos de los
que tienen fe que los familiares de los que no la tienen. Nadie puede tener o
buscar la fe para que no le venga algo malo en la vida. Cuando terminó la Misa,
vino a la sacristía un hombre que no es de esta parroquia ni del concejo, y me
decía que con mis palabras tenía para una semana de reflexión. Asimismo me
contaba este hombre el caso de una sobrina suya de 52 años, a la que acababa de
enterrar, y que dejaba marido y una hija. Y el marido le preguntaba a este
hombre que cómo Dios hacía estas cosas.
Sí, para entender todo
esto que acabo de decir hemos de verlo desde la perspectiva del hombre sabio
del principio: Estamos de paso, debemos
considerarnos como turistas que hemos de llevar a cuestas lo imprescindible y,
sobre todo, hemos de saber que en cualquier momento podemos ser llevados de
este mundo. Hace pocos días moría un sacerdote en Gijón con 62 años. Era
compañero de curso del obispo de Astorga. Este habló esa misma mañana del
fallecimiento con la familia del sacerdote difunto y les dijo que al día
siguiente los vería en persona y asistiría al funeral en Gijón. No pudo ser…,
porque a las 17 horas de ese mismo día moría el obispo de un infarto. Sí,
estamos de paso.
Las personas del mundo
oriental ven la muerte como algo natural. Siempre la tienen presente. Sin
embargo, las personas de nuestro mundo occidental vemos la muerte como una
desgracia tremenda. Por ello, a nosotros nos cuesta morir, nos cuesta dejar
este mundo, y echamos sapos y culebras contra ese Dios que permite o fabrica la
muerte de niños, de padres, de personas inocentes. Ante la muerte, nos quejamos
y protestamos, pues en realidad no creemos que haya otro mundo después de este.
Por eso absolutizamos la vida, la salud, la juventud, la fuerza, el pasarlo
bien, el tener cosas. Como consecuencia de todo esto somos codiciosos (queremos
tener siempre más y más); estamos llenos de miedos a que nos quiten las cosas,
a caer en la enfermedad, a morir; dudamos de Dios o directamente vivimos de
espaldas a Él.
- El domingo pasado os
decía que Jesús había comenzado en el evangelio de entonces a despedirse de sus
discípulos. Hoy Jesús sigue con sus palabras de despedida. Jesús también estaba
de paso y ahora está de mudanzas. Cumplida su misión deja la casa de la tierra
y se muda a la casa del cielo, a la derecha del Padre.
Dice Jesús en el
evangelio de hoy: “El que me ama guardará
mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”.
Hoy el Señor te da la oportunidad, una vez más, de decorar tu casa, tu morada,
tu corazón con los muebles que desees:
+ Puedes ir a IKEA y
coger muebles baratos y funcionales. Amuebla tu vivienda por poco dinero.
+ Puedes ir a otra
mueblería de más postín y coger muebles de madera buena y no de conglomerado.
Puedes coger muebles baratos que te duren un tiempo o puedes elegir muebles
mejores que te duren para siempre.
+ O también puedes
amueblar tu casa y tu corazón de Dios y de sus Palabras. Dios siempre fue
nómada, compañero de camino de su pueblo. Dios sigue viajando en busca de una
morada en el corazón de los hombres.
Conclusiones que
podemos sacar en el día de hoy:
1) Nosotros, los
hombres, nos instalamos y nos acomodamos tan profundamente, que ya no queremos
movernos; ni siquiera la promesa del cielo y la tierra nueva nos interesan.
Este es un peligro muy real y que nos afecta a todos en nuestro mundo
occidental.
2) Nuestra fe en
Jesucristo resucitado no nos hace ilusos; sí nos hace hombres esperanzados. No
nos quita la ansiedad ante la mudanza final, pero sí nos da valor para ese
tránsito final. No elimina las turbulencias que sufrimos en este mundo
cambiante, pero sí nos da la paz. “La paz
os dejo, mi paz os doy. No os la doy como la del mundo. Que no tiemble vuestro
corazón ni se acobarde”.
3) Si Dios ocupa
realmente nuestro corazón, si Dios hace morada en nosotros, si nuestros muebles
son las Palabras de Dios y no las cosas materiales, entonces sabremos de verdad
que estamos de paso y no sentiremos tanto nuestra partida de este mundo ni la
de los que nos rodean. Es mucho mejor el
otro mundo que este. En el otro mundo ya no estaremos de paso, porque es la
meta final de toda la humanidad y de cada hombre en particular.
¡Que el miedo y la
cobardía huyan de nosotros!
¡Que la paz de Jesús,
no la del mundo, llene completamente nuestro ser!
Esta homilía me ha hecho pensar las cosas de modo diferente, cómo lo importante no es tener, acumular, atesorar muebles, bienes,...Lo verdaderamente importante es escuchar y CREER la palabra de Dios, fiarnos de Él, y no dudar sobre la vida que hay después de la muerte, que tanto nos cuesta aceptar. Quizás porque esa verdad, es tan grande y maravillosa que nos parece increíble, y nos resistimos a creer ciegamente en su existencia.
ResponderEliminarOjalá la Paz del Señor venga a nosotros y sepamos atesorar buenas obras y vivir con la alegría de la fe, sabiendo que aquí sólo estamos de paso, y que nuestra meta es la Vida eterna.
Gracias por su maravillosa homilía.