19-5-2019 DOMINGO V DE
PASCUA (C)
Todos
hemos asistido en alguna ocasión a un acto de despedida, donde generalmente la
persona homenajeada hace un pequeño discurso de lo que ha sido su vida laboral
o artística, deportiva o cultural, subrayando aquellos aspectos, hechos o
personas que más han marcado su vida en ese aspecto. Igualmente tengo la
experiencia repetida de gentes que me dejan cartas o mensajes para sus familiares;
quieren que se los entregue cuando hayan fallecido. Unas veces no se atreven a
decirles estos mensajes antes de la muerte por vergüenza, otras para no
hacerlos sufrir ante la proximidad de la muerte y de la separación, y otras
porque piensan que no se van a sentir escuchados, y creen que, lo que van a
decirles, tendrá mucha más fuerza, para sus familiares, tras su muerte.
-
Imaginaros cada uno de vosotros que vais a marcharos del lugar habitual en
donde vivís y no vais a volver nunca más, que vais a dejar de ver y tratar a
vuestros amigos, a vuestros familiares. Imaginaros cada uno de vosotros que la
semana que viene os llega la muerte. Imaginaros cada uno de vosotros que podéis
dejar unas palabras escritas o habladas a vuestras familias, amigos y
conocidos. ¿Qué diríais?
Si
yo me fuera a morir la semana que viene y pudiera escribir o decir algo, hay
dos palabras que me asaltarían inmediatamente y que se solaparían una a la
otra: GRACIAS y PERDÓN.
GRACIAS
por todo lo bueno que he recibido de la vida, de mi familia, de mis amigos, de
los conocidos, de tantas personas que han pasado a mi lado. Me han enseñado lo
que no sabía, me han cuidado cuando yo no podía devolverles el favor, me han
dado tanto gratis y sin esperar nada a cambio, me han corregido, me han llamado
la atención, me han amado. Han compartido conmigo su tiempo, su presencia, su
hogar, sus seres queridos, sus bienes y, sobre todo, su FE. GRACIAS por haberme
escuchado y por haberme hablado, por haberme aguantado y soportado. PERO TAMBIÉN
GRACIAS A DIOS, DE QUIEN VENGO Y A QUIEN VOY. ÉL ME ENVIÓ AQUÍ Y AHORA ME
ESPERA ALLÍ.
PERDÓN
por todo lo malo que he hecho, que he dicho. PERDÓN por todo lo bueno que he
dejado de hacer y de decir. PERDÓN por mis palabras de más, y de menos, debido a
mi cobardía; pero también PERDÓN por mis silencios de más, igualmente debido a mi
cobardía. Por el daño infligido, por haber escandalizado a muchos, por haber
rechazado a muchos, por no haber sido sensible a las necesidades, de cualquier
tipo, de tantos. Por el tiempo perdido, por mi egoísmo, por mi soberbia, por la
mentira y la hipocresía de una vida que no se parece demasiado a lo digo.
PERDÓN por tantas cosas que tantas personas saben y que yo no sé aún. Sé que me
las va a decir todas el Señor, cuando lo vea.
-
Diría o escribiría más cosas, pero no es este el objeto de la homilía de hoy.
El objeto de la homilía es la despedida de Jesús. Pues bien en el evangelio de
hoy Jesús hace un discurso de despedida. Es un largo discurso, del que hoy
hemos oído las primeras frases. Ha terminado la última Cena, ha tenido lugar el
lavatorio de los pies, se ha anunciado la traición de Judas y este ya ha salido
del Cenáculo…, y Jesús se despide de sus amigos y discípulos. Es verdad que los
que quedan no son unos santos; en efecto, a continuación de estas palabras que acabamos de
escuchar, Jesús predice a Pedro sus negaciones y que otros huirán como
cobardes. Todos protestan diciendo que van a ser fieles a Jesús hasta la
muerte. Jesús sabe todo esto, sabe que se muere, sabe que lo matan e inicia el
discurso de despedida. Y Jesús en este comienzo de su discurso nos deja dos
ideas:
1)
“Ahora es glorificado el Hijo del hombre,
y Dios es glorificado en él”. Jesús es glorificado porque va a morir, y
muere de una forma horrible: crucificado. ¿Qué tiene de glorificación la
muerte? Y más aún: ¿Qué tiene de glorificación una muerte en cruz, que es una
salvajada? La glorificación no consiste
en lo que sucede, sino en por qué sucede. Y sucede por amor. Dios Padre ama
a los hombres y quiere sacarlos de la oscuridad, del pozo de la ignorancia, del
pozo de la muerte, del pozo de una vida sinsentido y quiere sacarlos a la luz,
a la sabiduría, a la felicidad completa y eterna, al perdón, a la salvación, al
Reino de Dios. Y Dios Padre está dispuesto a todo por ese amor sin medida que
tiene hacia los hombres. Además, su Hijo Jesús participa de este mismo amor.
Teniendo todo esto en cuenta, podemos decir que la glorificación no es la
muerte ni la forma de la muerte. La
glorificación es el amor de Dios Padre y de Dios Hijo que se va a realizar en
pocas horas. Jesús lo sabe, y Jesús se lo dice a sus amigos y discípulos.
2)
“Os doy un mandamiento nuevo: que os
améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal
por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a
otros”. Por ello, cuando Jesús a
continuación les pida que se amen unos a otros, es que Él ya lo está haciendo y
lo va a hacer de un modo sublime. Porque sublime es dar la vida, que es lo más
precioso que tenemos, por aquellas personas a las que amamos. ¿Os acordáis
que hace poco os contaba aquí el caso de una madre y de su hijo? El niño le
preguntó a la madre por qué era tan fea, pues las madres de los otros niños
eran más guapa que ella, y la madre le dijo: ‘Porque, cuando eras muy pequeño, hubo fuego en tu habitación y las
llamas ya lamía tu cuna. Entonces yo entré te cogí y te protegí con mis brazos,
con mi pecho y con mi cara. De este modo me quemé la cara, los brazos y toda mi
espalda’. A lo que le niño respondió: ‘Mamá,
para mí eres la mujer más guapa de este mundo’.
Como
veis las dos primeras cosas que dice Jesús en su despedida son lo mismo: el
amor. El amor que tiene Él y su Padre a todos los hombres, y pide a sus amigos
que se amen del mismo modo para que este amor sea el distintivo de sus
discípulos. Este amor de unos para otros es lo mejor que pueden hacer por Dios,
es lo mejor que pueden hacer al resto de la humanidad y es lo mejor que pueden
hacer por sí mismos. Nunca un hombre es más y mejor hombre como cuando ama,
como cuando se olvida de sí por los otros, como cuando se entrega a los otros,
como cuando no cuida de sí y sí cuida de los otros.
Pensemos
y reflexionemos en este trozo de la despedida de Jesús. Pensemos y
reflexionemos también en nuestra despedida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario