miércoles, 20 de febrero de 2019

Domingo VII del Tiempo Ordinario (C)


24-2-2019                              DOMINGO VII TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía en vídeo
Homilía de audio.
Queridos hermanos:
            ¡Menudo evangelio que acabamos de escuchar! Parece esto el ‘más difícil todavía’. Sin embargo, aquí Jesús establece una limitación, pues este evangelio no es para todos, sólo para los que lo escuchan. Dice Jesús: “A los que me escucháis os digo...” Jesús se dirige… no a los que oyen y no retienen, no a los que oyen, comprenden y rechazan por ser imposible de cumplir o por no estar de acuerdo con esto. Este evangelio es para los que escuchan, aceptan, se fían de la persona que se lo dice (Jesús), porque saben que no les va a engañar.
            - En el evangelio de hoy Jesús habla de enemigos. Pero, ¿qué enemigos tenemos nosotros? Y ¿qué tenemos que hacer con nuestros enemigos? Hace un tiempo los árabes mataron a tres soldados israelíes; éstos lanzaron un ataque y mataron a algunas personas, entre ellas a un jefe espiritual de un grupo radical; a su vez los árabes en represalia volvieron a lanzar bombas y mataron a una niña judía de 5 años; a su vez los judíos lanzaron bombas a los campos de refugiados palestinos; a su vez... Como dice el refrán: “Al enemigo ni agua y en el desierto bacalao”.
Lisias, un ateniense del siglo V antes de Cristo, decía: “Considero como norma establecida que uno tiene que procurar hacer daño a sus enemigos y ponerse al servicio de sus amigos”. Pero ya Shakespeare dijo: “Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo, no sea que te chamusques a ti mismo”.
            - Preguntamos: “Señor, pero ¿quién puede amar a los enemigos, hacer el bien a los que nos odian, bendecir a los que nos maldicen, rezar por los que nos injurian, hacer el bien sin esperar nada a cambio, ser bueno con los malvados y desagradecidos? ¿Quién?” Respuesta: “Nadie”. Hemos de ser así de sinceros. De otro modo, la Iglesia, yo… os estaríamos engañando. Este evangelio nunca podrá ser cumplido... desde uno mismo, SOLO PODREMOS CUMPLIRLO DESDE DIOS:
En efecto, nadie podrá amar a los enemigos, si antes no se ha visto como enemigo de Dios y, A PESAR DE ELLO, amado por Dios.
Nadie podrá hacer el bien al que lo odia, si antes no se ha visto odiando y rechazando a Dios con su vida y sus obras, y, A PESAR DE ELLO, uno percibe claramente por toda respuesta que Dios le sigue haciendo el bien.
Nadie podrá bendecir a los que le maldicen, si antes no se ha visto bendecido por Dios, cuando ha maldecido él mismo a ese mismo Dios directamente o a través de sus amados hijos.
Nadie puede hacer el bien sin esperar nada a cambio, si antes no ha tenido la experiencia en su vida de que Dios le ha hecho (y sigue haciendo) el bien una y otra vez, a pesar de su miserable respuesta.
¿Cuántas veces nos hemos confesado y hemos sigo acogidos por Dios con cariño y paciencia, y no hemos sentido sus gritos y sus recriminaciones diciéndonos que ya estaba bien, que a ver cuándo espabilábamos o nos reformábamos de una vez?
            POR ESO, TODO ESTO SOLO LO PUEDE HACER CON LOS DEMÁS QUIEN HA TENIDO EXPERIENCIA DE QUE DIOS LO HA HECHO PRIMERO CON ÉL MISMO. Así es como han funcionado los santos.
- Sí, el creyente en Cristo no puede hacer de la venganza parte de su equipaje de vida; su respuesta a las acciones de los otros, aunque sean dolorosas y malignas, han de proceder desde la bendición, desde el amor, desde la oración, al igual que Jesús. Si no, como nos dice el evangelio de hoy: ¿qué mérito tendríamos?
“Ocurrió durante la última guerra mundial. En el campo de batalla, un joven soldado encontró a un enemigo que estaba herido en el suelo. Por un momento dudó en acercarse a él. No se fiaba. Apuntándole con su fusil, fue acercándose poco a poco. El enemigo le pidió ayuda. Después de ver que no estaba armado, le ayudó. Lo cargó a sus espaldas y lo sacó de aquel lugar. Le llevó a un bosque cercano. Allí intentó ayudarle como pudo. Le hizo un vendaje y le dijo: ‘Creo que con esto podrás aguantar. Cuando recuperes las fuerzas, podrás volver con los tuyos. Espero no luchar nunca contra ti’.
El enemigo no le dijo nada. Se llevó la mano a un bolsillo, sacó una cadenita de oro y se la dio en agradecimiento. Y el joven soldado se marchó.
Pero a la mañana siguiente, se produjo una fuerte batalla y el joven soldado quedó herido gravemente en una pierna. Fue tomado prisionero por el enemigo. Lo llevaron a un campo de concentración. Y allí fue atendido por una enfermera enemiga, que hizo todo lo posible por curarlo. Le atendió con mucho cariño, porque en él veía reflejado a su hijo que también estaba luchando en la guerra.
El joven soldado no sabía cómo darle las gracias. Ni su propia madre le hubiera cuidado tan bien. Buscó en uno de sus bolsillos y sacó aquella cadenita de oro para dársela en agradecimiento. Cuando la enfermera vio aquello, con voz temblorosa le preguntó: ‘¿Cómo has conseguido esto?’
El joven se lo explicó todo, y al instante, la enfermera comenzó a llorar de alegría, porque aquella cadenita de oro que le entregaba, pertenecía a su querido hijo”.
            - Vamos a escuchar de nuevo las palabras del evangelio de hoy: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: ‘A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros’”.
Resumiendo: Los principios del evangelio que acabamos de escuchar se basan en dos grandes pilares: 1) Ya lo dicen muchas religiones, hay que tratar a los demás como queremos que ellos nos traten a nosotros. 2) El segundo pilar va mucho más allá. Al ser hijos de Dios tenemos que actuar con la misma generosidad de Dios, es decir, Jesús nos pide que seamos tan santos como Dios, que es la fuente de toda santidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario