viernes, 1 de febrero de 2019

Domingo IV del Tiempo Ordinario (C)


3-2-2019                                DOMINGO IV TIEMPO ORDINARIO (C)
Homilía en vídeo
Homilía de audio
Queridos hermanos:
            En el día de hoy quisiera comentar algunas cosas sobre el tema de la segunda lectura: el amor. Es ese bello texto que está impregnado de ternura, de sabiduría y de Dios. Porque solo Dios puede amar de ese modo y el hombre que esté lleno de Dios.
            Quiero hablar hoy de este tema de la mano de la M. Teresa de Calcuta. ESCUCHAD:
- En el muro de Shishu Bhavan, la Casa Infan­til que las Misioneras de la Caridad de la M. Teresa tienen en esa ciudad están escritas estas palabras:
“Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas, ámalas de todos modos.
Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoís­tas. Haz el bien de todos modos.
Si tienes éxito y te ganas amigos falsos y enemigos verdade­ros, lucha de todos modos.
El bien que hagas hoy será olvidado mañana, haz el bien de todos modos.
            - La M. Teresa de Calcuta en un retiro que dio en Roma a sacerdotes en 1984 contó que, en cierta ocasión, un hombre entró en una casa de las hermanas Misioneras y pasó por delante de la M. Teresa sin decir ni una sola palabra y fue hasta una religiosa joven que en ese momento estaba atendiendo a una persona que había sido recogida por una ambulancia de las calles de Calcuta. La persona estaba llena de suciedad y de gusanos, que le estaban comiendo el cuerpo. La religiosa joven limpiaba en silencio a esta persona. El hombre miraba la escena, pero sobre todo se fijó en los ojos de la religiosa, en sus manos, en su rostro, en su postura y, al cabo de un tiempo, salió este hombre de allí y se dirigió a donde estaba la M. Teresa y le dijo: “Cuando yo llegué a esta casa hace unos minutos venía incrédulo, ateo, lleno de ira y de rabia. Ahora me voy de esta casa con un conocimiento de la presencia de Dios en mi corazón. Sé que Dios nos ama. He visto ese amor de Dios en el tacto de esa hermana. He visto ese amor de Dios en los ojos de esa hermana, y cómo miraban a aquella persona sucia y llena de gusanos creyendo que era el mismo Jesús a quien servía”.
- También en este retiro, contó la M. Teresa que en otra ocasión el ministro de bienestar social de la India le dijo a ella: “M. Teresa, Vds. y nosotros hacemos la misma labor social, pero hay una gran diferencia entre Vds. y nosotros. Vds. lo que hacen, se lo hacen a Alguien. Nosotros lo hacemos por algo”. Por eso, la M. Teresa decía a los sacerdotes que ese hombre, esa mujer o ese niño que vienen a ellos son Alguien. “Necesitamos de vosotros, sacerdotes, que nos enseñéis a darnos cuenta de la presencia de ese Alguien, de Jesús en cada persona. Necesitamos que nos enseñéis cómo ser santos. Pero antes de eso necesitamos que nos enseñéis cómo rezar, pues el fruto de la oración es un corazón limpio. Y un corazón limpio puede ver a Dios. Y el fruto de la oración es una fe cada vez más profunda. Y el fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es el servicio. Pero no podéis dar nada de esto si antes no lo tenéis vosotros”.
- Igualmente narra la M. Teresa que una vez sacó a una señora de un cubo de la basura. La mujer estaba ardiendo de fiebre y no hacía más que decir: “Mi hijo me ha hecho esto. Mi hijo me ha hecho esto”. En realidad se estaba muriendo aquella mujer. Ella no reparaba en aquello: ni en sus dolores, ni en su fiebre, ni en que se moría. Solo le importaba que su hijo la había sacado de casa y la había tirado a un cubo de la basura. La M. Teresa se la llevó a su casa. Y le llevó un gran tiempo antes de que muriera aquella mujer diciendo: “Perdono a mi hijo”. Decía la M. Teresa que esta mujer “tenía una herida tan grande, porque su hijo la había echado fuera de casa. Esto lo he visto en Londres, en Nueva York. No en la India o en África, pero sí que lo he visto en otros muchos lugares. Merece la pena dar este consuelo, ayudar a que perdone una persona así herida”.
- Contó también la M. Teresa que una niña de Estados Unidos le había escrito y le había mandado dinero. Esta niña estaba a punto de hacer su 1ª Comunión. Y le dijo a sus padres: “Por favor, no compréis el vestido de mi 1ª Comunión, no me compréis nada, ni hagamos una fiesta en nuestra casa para mí. (Ella era la hija única en su familia). Dadme ese dinero. Se lo daré a M. Teresa para sus niños. Y yo haré mi 1ª Comunión con mi uniforme del colegio”. “¡Qué valor la de esta niña!”, decía la M. Teresa. “Todas las demás niñas vestidas bellamente y esta pequeña niña, por amor de los pobres de Dios, por los pequeños de Calcuta, fue en su uniforme de colegio. Esto tocó mucho a sus padres. Su madre dejó de fumar y él de beber; así que los tres hicieron un fruto de amor. ¿Dónde está Calcuta y dónde está Estados Unidos? Lejos, pero la ternura del amor de Dios ha tocado a esa pequeña y, a través de esa niña, a sus padres y ahora ha traído la unidad y la paz a esta familia por medio de ese pequeño acto”.
- En otra ocasión la M. Teresa encontró en África a una niña con mucho hambre y le dio un trozo de pan y le dijo que comiera. La niña empezó a comer miga a miga. La M. Teresa le instó a que comiera sin miedo y la niña contestó: “Tengo miedo de que se acabe”. Decía la M. Teresa: “Tanta experiencia de hambre tenía esta pequeña niña en tantos días de su vida, que temía que aquel pan se acabara enseguida y desapareciera de entre sus manos, de entre sus dientes, de entre su boca y volviera a sentir hambre de nuevo. Ahí, decía la M. Teresa, ahí veremos a Dios. Pero esa falta de pan también la encuentro, no solo entre los pobres, sino en las casas de los ricos, en las que falta el calor humano, y hay tanta soledad…”
            Termino leyendo otra vez palabras de la segunda lectura de san Pablo: Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Si hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más que un metal que resuena o un címbalo que aturde.
Si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario