3-2-2019 DOMINGO IV
TIEMPO ORDINARIO (C)
En
el día de hoy quisiera comentar algunas cosas sobre el tema de la segunda
lectura: el amor. Es ese bello texto que está impregnado de ternura, de
sabiduría y de Dios. Porque solo Dios puede amar de ese modo y el hombre que
esté lleno de Dios.
Quiero
hablar hoy de este tema de la mano de la M. Teresa de Calcuta. ESCUCHAD:
- En el muro de Shishu
Bhavan, la Casa Infantil
que las Misioneras de la
Caridad de la
M. Teresa tienen en esa ciudad están escritas estas palabras:
“Las
personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas, ámalas de todos modos.
Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos
egoístas. Haz
el bien de todos modos.
Si tienes éxito y te ganas amigos falsos y enemigos
verdaderos, lucha
de todos modos.
El
bien que hagas hoy será olvidado mañana, haz
el bien de todos modos”.
-
La M. Teresa de Calcuta en un retiro que dio en Roma a sacerdotes en 1984 contó
que, en cierta ocasión, un hombre entró en una casa de las hermanas Misioneras
y pasó por delante de la M. Teresa sin decir ni una sola palabra y fue hasta
una religiosa joven que en ese momento estaba atendiendo a una persona que había
sido recogida por una ambulancia de las calles de Calcuta. La persona estaba
llena de suciedad y de gusanos, que le estaban comiendo el cuerpo. La religiosa
joven limpiaba en silencio a esta persona. El hombre miraba la escena, pero
sobre todo se fijó en los ojos de la religiosa, en sus manos, en su rostro, en
su postura y, al cabo de un tiempo, salió este hombre de allí y se dirigió a
donde estaba la M. Teresa y le dijo: “Cuando
yo llegué a esta casa hace unos minutos venía incrédulo, ateo, lleno de ira y
de rabia. Ahora me voy de esta casa con un conocimiento de la presencia de Dios
en mi corazón. Sé que Dios nos ama. He visto ese amor de Dios en el tacto de
esa hermana. He visto ese amor de Dios en los ojos de esa hermana, y cómo
miraban a aquella persona sucia y llena de gusanos creyendo que era el mismo
Jesús a quien servía”.
- También en este
retiro, contó la M. Teresa que en otra ocasión el ministro de bienestar social
de la India le dijo a ella: “M. Teresa,
Vds. y nosotros hacemos la misma labor social, pero hay una gran diferencia
entre Vds. y nosotros. Vds. lo que hacen, se lo hacen a Alguien. Nosotros lo
hacemos por algo”. Por eso, la M. Teresa decía a los sacerdotes que ese
hombre, esa mujer o ese niño que vienen a ellos son Alguien. “Necesitamos de vosotros, sacerdotes, que
nos enseñéis a darnos cuenta de la presencia de ese Alguien, de Jesús en cada
persona. Necesitamos que nos enseñéis cómo ser santos. Pero antes de eso
necesitamos que nos enseñéis cómo rezar, pues el fruto de la oración es un
corazón limpio. Y un corazón limpio puede ver a Dios. Y el fruto de la oración
es una fe cada vez más profunda. Y el fruto de la fe es el amor. Y el fruto del
amor es el servicio. Pero no podéis dar nada de esto si antes no lo tenéis
vosotros”.
- Igualmente narra la
M. Teresa que una vez sacó a una señora de un cubo de la basura. La mujer
estaba ardiendo de fiebre y no hacía más que decir: “Mi hijo me ha hecho esto. Mi hijo me ha hecho esto”. En realidad
se estaba muriendo aquella mujer. Ella no reparaba en aquello: ni en sus
dolores, ni en su fiebre, ni en que se moría. Solo le importaba que su hijo la
había sacado de casa y la había tirado a un cubo de la basura. La M. Teresa se
la llevó a su casa. Y le llevó un gran tiempo antes de que muriera aquella mujer
diciendo: “Perdono a mi hijo”. Decía
la M. Teresa que esta mujer “tenía una
herida tan grande, porque su hijo la había echado fuera de casa. Esto lo he
visto en Londres, en Nueva York. No en la India o en África, pero sí que lo he
visto en otros muchos lugares. Merece la pena dar este consuelo, ayudar a que
perdone una persona así herida”.
- Contó también la M.
Teresa que una niña de Estados Unidos le había escrito y le había mandado
dinero. Esta niña estaba a punto de hacer su 1ª Comunión. Y le dijo a sus
padres: “Por favor, no compréis el
vestido de mi 1ª Comunión, no me compréis nada, ni hagamos una fiesta en
nuestra casa para mí. (Ella era la hija única en su familia). Dadme ese dinero. Se lo daré a M. Teresa
para sus niños. Y yo haré mi 1ª Comunión con mi uniforme del colegio”. “¡Qué valor la de esta niña!”, decía la
M. Teresa. “Todas las demás niñas
vestidas bellamente y esta pequeña niña, por amor de los pobres de Dios, por
los pequeños de Calcuta, fue en su uniforme de colegio. Esto tocó mucho a sus
padres. Su madre dejó de fumar y él de beber; así que los tres hicieron un
fruto de amor. ¿Dónde está Calcuta y dónde está Estados Unidos? Lejos, pero la
ternura del amor de Dios ha tocado a esa pequeña y, a través de esa niña, a sus
padres y ahora ha traído la unidad y la paz a esta familia por medio de ese
pequeño acto”.
- En otra ocasión la
M. Teresa encontró en África a una niña con mucho hambre y le dio un trozo de
pan y le dijo que comiera. La niña empezó a comer miga a miga. La M. Teresa le
instó a que comiera sin miedo y la niña contestó: “Tengo miedo de que se acabe”. Decía la M. Teresa: “Tanta experiencia de hambre tenía esta
pequeña niña en tantos días de su vida, que temía que aquel pan se acabara
enseguida y desapareciera de entre sus manos, de entre sus dientes, de entre su
boca y volviera a sentir hambre de nuevo. Ahí, decía la M. Teresa, ahí veremos
a Dios. Pero esa falta de pan también la encuentro, no solo entre los pobres,
sino en las casas de los ricos, en las que falta el calor humano, y hay tanta
soledad…”
Termino
leyendo otra vez palabras de la segunda lectura de san Pablo: “Ambicionad
los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.
Si hablara
las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tengo amor, no sería más
que un metal que resuena o un címbalo que aturde.
Si tuviera
el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera
fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada.
Si
repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las
llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría.
El amor es
paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es
indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de
la injusticia, sino que goza con la verdad.
Todo lo
excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasa nunca”.
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