2-12-2018 DOMINGO I DE
ADVIENTO (C)
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Iniciamos hoy el tiempo de Adviento. Tiempo de preparación para la venida de
nuestro Señor, Jesucristo. En estos días los cantos que aluden a la venida de
Jesús o que la piden son abundantes: “Ven,
ven, Señor, no tardes. Ven, ven, que te esperamos”. “Ven, ven Salvador, tu pueblo santo esperando está”. “El pueblo gime de dolor: Ven y sálvanos”.
Y una larga lista de cantos similares.
Os
recuerdo las últimas palabras de la
Biblia, es decir, de su libro último: El Apocalipsis, en
donde se dice: “El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que
oye, diga: Ven [...] Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús”
(Ap. 22, 17.20). Sí, necesitamos que el
Señor venga a nosotros, a nuestros corazones endurecidos y egoístas en tantas
ocasiones. Pues necesitamos que, lo que dice el salmo de hoy, se cumpla en
nosotros: que el Señor nos enseñe sus caminos, que nos instruya en sus sendas,
que nos haga caminar en fidelidad a su Palabra, que nos enseñe, ya que Él es
nuestro Dios y Salvador.
Veamos ahora en
nuestra vida ordinaria si es verdad que Jesús viene a nosotros y entre
nosotros. Veamos si es verdad que nos enseña a seguir sus caminos y nos hace
ser fieles a su Palabra. Hace un tiempo celebraba en Santullano de Las Regueras
un funeral por Tere, madre de un amigo mío, y ella misma... amiga mía.
Fallecida cerca de los 60 años de un cáncer con metástasis múltiple. Más tarde
celebraba en la parroquia de La
Merced de Oviedo el sacramento de la confirmación de unos
chicos. Parecen cosas tan distintas y, sin embargo, son dos caras de la misma
moneda: 1) Cuando supe lo de la enfermedad de Tere, me acerqué al hospital y
hablamos. Enseguida surgió la confesión sacramental, surgió el imponerle el
sacramento de la Unción
de Enfermos (sacramento que Cristo nos da en las situaciones de enfermedad, de
dolor). Después volví a hablar con ella en diversas ocasiones. La última en el
hospital del Naranco y decía ella que había quedado con paz. La paz que Dios le
transmitía y ella lo sabía; y anhelaba y deseaba esa paz, que sólo Él le podía
dar. Pues bien, Cristo Jesús vino a Tere y la quiso llevar a su Reino de amor y
de paz, y quiso también ese mismo Jesús besar las lágrimas que corrían por las
mejillas de sus familiares. 2) Cristo Jesús que vino con su Santo Espíritu a
estos chicos para que fuesen portadores de su Reino, del Reino de Dios aquí y
ahora.
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“Levantaos, alzad la cabeza; se acerca
vuestra liberación”. Hace unos años, un mes de julio fui a celebrar la boda
de unos amigos míos. Hubo después una fiesta familiar de no más de 30
invitados. Había allí un chico, que era un ‘comecuras’. Me estuvo poniendo
verde y no por ser yo, sino por ser… ‘de los curas’. Mis amigos le pararon los
pies, él se enfadó y dejó de ir por aquella casa un tiempo. Pero en octubre de
aquel mismo año me escribieron estos amigos míos y me dijeron: “Fulano estaba saliendo con Mengana, la que
fue con él a la fiesta de la boda. Eran novios, pero sólo para pasar una buena
noche los fines de semana. Ahora fulano se ha enamorado perdidamente de otra
chica y ésta no le hace caso. Total que esta chica le está volviendo loco.
Porque está enamorado de ella hasta la médula. De tal manera que no se ha
vuelto a acostar con ninguna otra mujer y está pensando en casarse con ella por
la Iglesia. Fulano está todos los días por casa pidiéndonos ayuda. Nos dice que
ya habla a diario con Jesús, que nunca lo necesitó, ni creyó en él, pero que
ahora sí que cree. Que a sus hijos los criará como cristianos y que ya les
procurará él que alguien les enseñe bien la religión. Hasta ha dicho antes de
salir hoy de casa que no le importaría tener un hijo cura. La verdad es que
está desconocido”.
¿Qué
quiero decir con esto? Que necesitamos ayuda, si no lo percibimos ahora, lo
percibiremos algún día. Que cuando necesitemos ayuda y nos demos cuenta de que
nada ni nadie puede ayudarnos, entonces sólo quedará el recurso de volvernos a
Dios y clamar. Cuando llegue ese día, entonces “levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”, porque
ya no estaremos llenos de soberbia, de suficiencia. Este tiempo de Adviento tiene esta finalidad: la de descubrir que la
salvación, la solución de nuestros problemas no viene del PP, ni del PSOE, ni
de aprobar unas oposiciones, ni de casarse, ni de separarse. Sólo viene de Dios.
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Desde hace varios años, al llegar este tiempo de Adviento, procuro predicar que
hemos de hacer un plan para este tiempo anterior a Navidad. Ya hay gente que lo
está confeccionando. Es decir, en el plan se dice cómo quiere uno vivir estos
días, del 1 al 24 de diciembre para mejor preparar la venida de Cristo Jesús, la Navidad. Yo os animo a
que confeccionéis dicho plan, si es que no lo habéis hecho aún.
Os
transcribo un plan de Adviento que una persona desea hacer y que puede servir
de modelo, no para hacerlo igual, sino para animarnos a hacerlo.
“-Ir
a visitar a dos personas mayores.
-No
justificarme.
-Comer
dulce solo el día 24.
-Lectura
espiritual diaria.
-Ir
a misa siempre que pueda, porque voy a trabajar todo el mes.
-Llamar a
alguna persona que tengo olvidada”.
Todo
esto está muy bien, pero no puede faltar la oración personal. Hace un tiempo me
llamaba una persona y al insistirle yo en este punto, esa persona me decía que
todas las noches dedicaba un rato largo a la oración. En ocasiones hasta dos
horas. Mucho de ese tiempo no era destinado a hablar con Dios, a pedir a Dios,
a dar gracias a Dios, a leer cosas de Dios, sino… al silencio. “Él está conmigo y yo estoy con Él”.
El
evangelio de hoy nos pone otras pistas: “Tened
cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del
dinero”. A este respecto, hace unos días me escribía una persona y me decía
esto: “Te voy a comentar lo que pienso
estos días en los que se acerca la
Navidad, y se habla de la lotería y de tantas
compras que se hacen. Yo pienso: ‘Pues a mí la lotería ya me ha tocado;
para mí ha sido conocer a Dios’. Lo comenté con mi marido, porque me preguntó
si iba a comprar lotería. Le dije: ‘No la compro ni la voy a comprar,
porque ya me tocó’. Mi marido me preguntó que cuándo me tocara. Yo le
respondí que para mí la lotería fue conocer a Dios. Es la mejor y más segura
que hay”.
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