15-7-2018 DOMINGO XV
TIEMPO ORDINARIO (B)
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El miércoles de la semana pasada predicaba a unas monjas en Madrid que,
fundamentalmente, hay dos formas de relacionarse el hombre con la parte
espiritual que existe en el universo. La primera forma de relacionarse es a
través de la magia y la segunda a través de la religión. Todos los que estamos
ahora mismo en este templo somos creyentes, es decir, sabemos que no existe
sólo lo que vemos y lo que tocamos, sino que, además de las cosas materiales
existentes, hay también realidades espirituales. Nosotros nos relacionamos con esas realidades espirituales, pero
–repito- podemos hacerlo a través de la MAGIA o a través de la RELIGIÓN.
Básicamente,
en la MAGIA[1]
existen estos elementos: 1) es el hombre quien toma la iniciativa de
dirigirse a lo espiritual; 2) el hombre realiza una serie de actos (ritos
determinados) o dice una serie de palabras determinadas 3) a fin de conseguir
la protección de esa parte espiritual, o un favor de esa parte espiritual. Es
decir, el hombre procura manipular en su favor a esa realidad espiritual, ya
que busca un interés egoísta con su comportamiento o con su acción. Por
supuesto, 4) en la magia el hombre no tiene por qué cambiar su comportamiento o
pensamiento; puede seguir actuando y hablando del mismo modo que antes.
Religión
es una palabra que proviene del latín ‘religare’, que significa unir. Por lo
tanto, la religión sería la unión del hombre con esa parte espiritual, que
nosotros llamamos Dios, el cual, para nosotros, es un ser personal; Dios no
sería una fuerza cósmica ni serían unos espíritus inmateriales. En la RELIGIÓN existen estos elementos:
1) es Dios quien toma la iniciativa de dirigirse, acercarse y hablar al hombre;
2) es Dios quien entrega todo su amor, su perdón, su salvación… al hombre; 3)
esa unidad entre Dios y el hombre conlleva que éste ha de cambiar de
comportamiento y de concepción de la vida, y esto es lo que se llama una
conversión, de tal manera que, dejando de hacer el mal, comienza a actuar el
bien; 4) los ritos del hombre no tienen la finalidad de conseguir de Dios una
serie de frutos por un interés egoísta del hombre, sino que esos ritos son
expresión de la relación de amor entre Dios y el hombre, y de la relación entre
el hombre y Dios.
En
las lecturas de hoy vemos cómo el profeta Amós nos cuenta que él era un pastor,
y fue Dios mismo quien se dirigió a él y le pidió que fuera profeta suyo en
medio del pueblo de Israel. Dios entregó su Palabra, su fuerza, su mensaje de
salvación a Amós para que éste trasladase todo esto a sus hermanos israelitas a
fin de conseguir una conversión, es decir, un cambio de vida según la voluntad
de Dios. O sea que vemos claramente que
la relación entre Dios y Amós era una relación de religión y no de magia.
Asimismo nos narra el evangelio cómo es Jesús quien se dirige a los apóstoles,
los escoge y los elige para vayan a las gentes de Israel a salvarles de las
enfermedades y de los demonios, pero sobre todo (y esto lo pone en primer
lugar) a exhortarles a la conversión, al cambio de vida. Por eso vemos que estamos nuevamente en una
relación de religión y no de magia entre Jesús y los apóstoles.
Según
esta descripción que acabo de hacer más arriba hemos de reflexionar si nuestra relación con Dios es de magia o es de
religión:
*
¿Percibimos cómo es Dios mismo quien nos busca, nos protege, nos abraza, nos
perdona, nos enseña, nos guía…?
*
Con los ritos sagrados que hacemos (oraciones, Misas, funerales, procesiones,
peregrinaciones, sacrificios…), ¿buscamos conseguir una serie de objetivos que
convienen a nuestros intereses, o más bien son fruto del amor que tenemos a
Dios o del amor que percibimos que Dios nos tiene?
*
Esta relación que tenemos con Dios, ¿nos está ayudando poco a poco a
convertirnos, es decir, a cambiar de vida, de comportamientos, de pensamientos,
en lo que decimos? ¿O la relación con Dios no nos sirve para cambiar nada
nuestra vida, ya que una cosa es lo que rezamos y otra lo que vivimos, una cosa
es en lo que creemos y otra cosa es lo que vivimos en nuestra vida ordinaria?
¿Procuro adecuar mi vida a lo que me dice el evangelio con el perdón, con la
generosidad, con el compartir, con la paciencia…?
Repito:
Hemos de mirar y reflexionar bien sobre nuestras respuestas, porque así podemos
llegar a alguna conclusión. Por ejemplo, si la relación que establecemos con
Dios es de magia o de religión.
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En la segunda lectura de este domingo se dice: “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha
bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y
celestiales”. Fijaros en la exclamación de san Pablo. Él pasó hambre, sed,
le lapidaron, le apalearon, le escupieron, naufragó y le mataron cortándole la
cabeza y, sin embargo, dice: ‘Bendito sea Dios que nos ha bendecido con toda
clase de bienes...’
Cuando
uno se encuentra con Dios, no importa si tiene que trabajar mucho o poco, si
está sano o enfermo; no importa si uno tiene problemas o no. Importa sólo Dios.
Quien encuentra a Dios tiene problemas, más que antes, pero Dios los lleva con Él;
por eso los problemas se hacen ligeros como plumas. Quien encuentra a Dios
vive, ya aquí, en el cielo. Por eso surge la exclamación de san Pablo: “Bendito sea Dios...” Pero fijaros que
todo esto nos viene por Jesucristo. Sólo por Cristo podemos encontrar a Dios.
Cuando
preparaba esta homilía y, al llegar a esta parte de bendecir a Dios, me acordé
de la ‘última que armó’ Michel al finalizar su curso escolar. Tengo que contar
algunos antecedentes. En su aldea, cuando uno suspende en la escuela o en el
instituto, toda la gente se coloca en dos filas y el que ha suspendido tiene
que pasar entre ella mientras todos le golpean. Es como un castigo por no haber
aprovechado el tiempo. Así, Michel sentía una gran responsabilidad de aprobar
este curso que hizo en el Seminario de Oviedo. Le costó muchísimo, tanto por el
idioma español, como por los conceptos filosófico-teológicos tan extraños para
él. De hecho, suspendió algunas asignaturas y tuvo que repetir exámenes, que
fue aprobando… hasta que llegó a una asignatura que fue incapaz de aprobar, él
y otros compañeros de curso. De repente, todos estos ‘suspensos’ tuvieron la
oportunidad de conocer algunas preguntas que podían caer en el examen de
recuperación. Todos se aprovecharon de dichas preguntas, menos Michel. Él se
negó en redondo, porque eso iba en contra del esfuerzo personal y de su
honestidad. Al final, Michel fue el único que suspendió. Conclusión: cuando yo
lo supe exclamé una bendición al Señor por su comportamiento y hoy digo una vez
más, y refiriéndome a Michel: “Bendito
sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona
de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales”.
[1] Conjunto de conocimientos y
prácticas con los que se pretende conseguir cosas extraordinarias con ayuda de
seres o fuerzas sobrenaturales
Querido cura de Tapia,
ResponderEliminarMagistral la plática. Bendito sea Dios!
Feliz Carmen marinero!!!!.
Un abrazo para cada un@