3-6-2018 CORPUS
CHRISTI (B)
Queridos hermanos:
Celebramos
hoy la festividad del Cuerpo y Sangre de Jesús. Nunca podremos agotar la
riqueza que se encierra en este tesoro. Cada año os comento algún aspecto de la
Eucaristía y hoy quisiera hablaros sobre la Adoración
que debemos y podemos tributar al Santísimo Sacramento del altar, es decir, a
Jesús mismo, que realmente está presente bajo las especies de pan y vino.
La
adoración eucarística es el acto por el cual los católicos, antes de la Misa o
después de ésta o en otros momentos, nos situamos ante el sagrario y
establecemos una comunicación de amor con Jesús, el cual padeció, murió y
resucitó por todos y cada uno de nosotros. Esta
“comunicación” se realiza mediante la petición y la acción de gracias a Jesús
Eucaristía, pero sobre todo mediante la escucha atenta y la contemplación del
Amado: Contemplando a Jesús, el Amado, podemos contemplar también al Padre
y al Espíritu Santo. Escuchando a Jesús, el Amado, podemos escuchar también al
Padre, al Espíritu Santo, a María, a la Iglesia y a todos los hombres de todos
los lugares y de todos los tiempos. En
efecto, el sagrario es la puerta cósmica que nos pone en contacto con Dios y
con todos los hombres: presentes, pasados y futuros, y también con toda la
creación.
Esta
contemplación y adoración se ha de realizar en el mayor silencio posible, tanto
exterior como interior. El silencio es el esposo de la adoración. Contemplar y adorar
es establecerse intuitivamente en la realidad divina y gozar de su presencia.
En la meditación prevalece la búsqueda de la verdad; en la contemplación y en
la adoración, en cambio, el goce la Verdad encontrada. Un buen ejemplo de esta
adoración eucarística la tenía aquel campesino de la parroquia de Ars, que
pasaba horas y horas inmóvil, en la iglesia, con su mirada fija en el sagrario
y cuando el santo cura de Ars le preguntó que qué hacía así todo el día,
respondió: ‘Nada, yo lo miro a él y él me mira a mí’. Ante el sagrario son
siempre dos miradas las que se encuentran: nuestra mirada sobre Dios y la
mirada de Dios sobre nosotros. Si a veces se baja nuestra mirada o desaparece,
nunca ocurre lo mismo con la mirada de Dios. La contemplación eucarística es
reducida, en alguna ocasión, a hacerle compañía a Jesús simplemente, a estar
bajo su mirada, dándole la alegría de contemplarnos a nosotros que, a pesar de
ser criaturas insignificantes y pecadoras, somos, sin embargo, el fruto de su
pasión, aquellos por los que dio su vida.
La adoración
eucarística no es impedida de por sí por la aridez que a veces se puede
experimentar, ya sea debido a nuestra disipación o sea en cambio permitida por
Dios para nuestra purificación. Basta darle a ésta un sentido, renunciando
también a nuestra satisfacción derivante del fervor, para hacerle feliz a Él y
decir, con palabras de Charles de Foucauld: ‘Tu felicidad, Jesús, me basta’. A
veces nuestra adoración eucarística puede parecer una pérdida de tiempo pura y
simplemente, un mirar sin ver, pero, en cambio, ¡cuánto testimonio encierra!
Jesús sabe que podríamos marcharnos y hacer cientos de cosas mucho más
gratificantes, mientras permanecemos allí quemando nuestro tiempo, perdiéndolo
‘miserablemente’.
La adoración es
anticipo de lo que haremos por siempre en el cielo. Al final de los tiempos ya
cesará la consagración y la comunión eucarísticas; pero nunca se acabará la
contemplación del Cordero inmolado por nosotros. Esto, en efecto, es lo que
hacen los santos en el cielo (Ap.5, 1ss.). Cuando estamos ante el sagrario,
formamos ya un único coro con la Iglesia de lo alto: ellos delante y nosotros,
por decirlo así, detrás del altar; ellos en la visión, nosotros en la fe. En el
libro del Éxodo leemos que cuando Moisés bajó del monte Sinaí no sabía que la
piel de su rostro se había vuelto radiante, por haber hablado con Él (Ex
34,29). Quizás nos suceda también a nosotros que, volviendo entre los hermanos
después de esos momentos, alguien vea que nuestro rostro se ha hecho radiante,
porque hemos contemplado al Señor. Y éste será el más hermoso don que nosotros
podremos ofrecerles.
A continuación quisiera apuntaros aquí algunos testimonios
de personas que adoran a Jesús ante el sagrario y lo que sucede:
-
Una madre de tres niños pequeños que adora a Jesús ante el sagrario le
preguntaron si no era lo mismo rezar en su casa que llegarse hasta el Santísimo
expuesto, respondió: ‘No, no es lo mismo; realmente no es lo mismo. Es verdad
que el Señor está en todas partes, que le podemos descubrir en el rostro de
todos los que nos rodean, que vemos su mano en todo lo que nos pasa, nos
acontece y lo que vemos, pero el ponerse delante de su presencia es algo
realmente especial. En este mundo en que vivimos, me parece escuchar a Jesús
como dijo entonces: las raposas tienen su madriguera y las aves del campo sus
nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar, donde reclinar su
cabeza. Pues creo que eso es la Adoración. El decir, pues, aquí estoy yo:
reclina tu cabeza sobre mí’.
-
Un matrimonio que hace la adoración conjuntamente dice que ‘estábamos alejados
de nuestra fe por el ajetreo de la vida. La adoración nos está sirviendo para
unirnos más, retomar la fe que teníamos adormecida, centrar nuestra oración y
sobre todo es una experiencia de recogimiento muy intensa con el Señor’.
-
Una señora nos dice: ‘Soy creyente y practicante de toda la vida, pero las
visitas al sagrario me ha hecho ver que lo era por costumbre, por tradición,
pero que no había experimentado la ternura y el amor misericordioso de Dios en
mí. Yo no le había dejado; me había limitado a cumplir sus normas. Ahora desde
que hago adoración diaria ante el sagrario, mi fe se ha enardecido. Sobre todo
para mí ver siempre la capilla con gente, me llena de gozo. ¡¡¡Gracias por este
regalo, Señor!!!’
-
‘Soy empresaria; tengo 38 años y una vida siempre muy ocupada. Muchas veces no
tengo tiempo de hacer todo lo que querría hacer y, sin embargo, una hora
semanal de adoración para el Señor me la he regalado. Mi fe era vacilante, sino
inexistente. Desde cuando comencé a participar en la hora de adoración
eucarística algo ha cambiado, yo misma he cambiado y en torno a mí muchos han
cambiado. No puedo expresar en pocas palabras lo que pruebo permaneciendo en
silencio sola con el Señor. He elegido mi hora en la noche tarde, y la alegría
y la paz que encuentro estando ante su Presencia no tienen parangón. La luz que
he encontrado así, siento que es importante y necesaria en mi vida de cristiana
y estoy convencida que no podría dejarla más’.
Alguien
puede preguntar: ¿Cómo hay que hacer
para adorar? Esto es tema de otro día, pero hoy apunto dos cosas muy
breves: 1) A adorar se aprende adorando.
2) Es necesaria la constancia. Todos los días un poco. El Espíritu os irá
enseñando.
Buenos días ..... la adoración es un momento único de la relación con Dios .... el silencio ,la mirada puesta en El .... es una sensación muy difícil de definir ... solo que en mi caso mi corazón se llena de paz de una paz que me llena de fortaleza ...para continuar es un Silencio 7nico lleno de amor y fe
ResponderEliminarUn abrazo desde Argentina Ana
Preciosa homilía, Pater! Gracias.
ResponderEliminarLa adoración es el encuentro con el Amado en quien se refleja lo mejor de uno mismo.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias D Andres y se que la adoración Eucaristica, aunque no la practique mucho, es si hay silencio y nadie te molesta con saludos , despedidas, .......algo especial y muy recomendable , a veces hay aridez si , pero también puedes entrar con ella y en el silencio ,en el olvido de todo y de todos menos de El sientes.....digamos esa paz que él te regala y si no sabes que su mirada te embellece, embellece tu alma y cuánto tiempo y esta vez de verdad pierden las personas, más las mujeres cuidando su belleza física .
ResponderEliminarPractico más oracion en mi cuarto cuando el silencio reina y buscas Su Paz, Su Fuerza, Su Amor y su Palabra y contemplar Su Majestad y su Grandeza algo abismal y .......tan diferente a la que en este mundo se quiere.
Gracias y un saludo
En el pueblo donde yo nací,se celebra la fiesta del Corpus Christi.Ayer fue la celebración,fui a misa y a la procesión.Me vinieron muchos recuerdos de mi niñez.La procesión,como siempre en el recorrido, las espadañas por la carretera,y la bandera de España en las ventanas de las casas.
ResponderEliminarEs algo increíble lo que se siente,cuando el Santísimo Sacramento se pone en la Custodia,el cuerpo se paraliza,y las rodillas se doblan solas,ante el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
En mi pueblo le llamamos el Festón, quiere
decir la fiesta más grande e importante.
Pues felicidades a los que recibamos su cuerpo y su sangre,que fue derramada pos nosotros.Un abrazo,y que el Señor nos bendiga.