31-12-2017 SAGRADA
FAMILIA (B)
En
el día de hoy celebramos la festividad de la Sagrada Familia. El miércoles
antes de Nochebuena (20 de diciembre) se leyó en el evangelio este pasaje de
san Lucas: “Concebirás en tu vientre y
darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Lc. 1, 31). Era un
pasaje del episodio de la anunciación del arcángel Gabriel a María. El arcángel
le estaba diciendo a ella cuál sería su cometido: concebir a Jesús, dar a luz a
Jesús e imponer el nombre de Jesús al recién nacido. Después de leído el
evangelio explicaba entonces en la homilía que, aunque no se decía en el texto,
también María tuvo el cometido de educar a su Hijo.
En
el día de hoy, día de la festividad de la Sagrada Familia, voy a explayarme un
poco más en esta idea: la educación que
María, como madre, dio a su Hijo Jesús. Podemos preguntarnos qué tenía que
enseñar María al Hijo de Dios, a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
Él, como Dios, ya lo sabía todo y una criatura mortal (María), por muy perfecta
que fuera, nada podía enseñarle. Y esto es totalmente cierto, pero… Sí, en
cuanto Dios, María no podía enseñar nada a su Hijo, pero es que Jesús era perfecto
Dios y perfecto hombre:
A) En cuanto hombre, Jesús no sabía y Jesús
tenía que aprender. Éste es un auténtico misterio: que Jesús, en cuanto
Dios sepa todo y pueda todo, pero que, en cuanto hombre, necesite aprender, sea
débil y esté sujeto al hambre, al miedo, a los dolores, a las dudas, al frío,
al sueño, a la muerte…
B) Igualmente Jesús, en cuanto hombre, además de
necesitar aprender, estuvo sujeto a la
autoridad de dos seres humanos: María y José. ¿Cómo puede ser esto, que
Dios se someta en obediencia a dos criaturas suyas?
Estos dos hechos son
un misterio, pero también fueron realidad. Así nos lo dice san Lucas en su
evangelio por dos veces: “ ” (Lc. 2, 40) y “Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre
conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura
y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2, 51-52).
Veamos todo esto de un
modo más concreto:
-
María educó a su Hijo, porque Éste,
aunque era Dios, le estaba sujeto y le daba obediencia y respeto. Dios se
encarnó en un hombre, nació como hombre, tuvo padres como cualquier hombre y
les obedecía como cualquier hombre. Esta obediencia de Dios a los hombres no
fue algo que simplemente pasó en el caso de María y de José. También hoy Jesús
obedece a cada sacerdote que consagra el pan y el vino y, por las palabras del
sacerdote, Jesús mismo las convierte en su Cuerpo y su Sangre. También hoy
Jesús obedece a cada sacerdote que absuelve los pecados de los demás: cuando un
sacerdote dice que perdona en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, en realidad ese perdón divino desciende sobre el hombre pecador y
arrepentido. No es algo del pasado el sometimiento de Dios a los hombres, sino
que está presente hoy en día. Asimismo, cada vez que un hombre ora ante Dios,
Dios se para a escucharlo y a actuar en su alma y en su ser.
-
Jesús, en cuanto hombre, no sabía
hablar, no conocía el arameo[1]
(el idioma que hablaban entonces entre los judíos), no conocía el oficio de carpintero, no sabía los modales ni costumbres
de aquel momento, y María y José tuvieron que enseñarle. Así, hemos visto
más arriba cómo, por dos veces, dice san Lucas que Jesús se iba llenando de
sabiduría. Si se iba llenando, es que no estaba lleno; si iba progresando en
sabiduría, es que había cosas que no sabía y que iba aprendiendo, porque
alguien le iba enseñando.
-
Desde la autoridad que da la maternidad,
una madre siempre puede educar y llamar la atención a su hijo. Lo vemos
principalmente en dos momentos de los evangelios. El primero se refiere a las bodas de Caná, en que María le dice a
Jesús: “”
(Jn. 2, 3b). Y, aunque su Hijo, en un primer momento parece no hacerle caso,
sin embargo, María que lo conoce muy bien, indica a los sirvientes que sigan
las instrucciones de Jesús: “Haced lo que
él os diga” (Jn. 2, 5) sabiendo que va a ser escuchada y obedecida por su
Jesús, cosa que sucede inmediatamente: “Llenad
las tinajas de agua” (Jn. 2, 7). El
segundo momento está cuando a Jesús lo tomaban por loco durante su vida
pública al anunciar el evangelio: (“” Mc. 3, 21) y la familia convenció a María para que
fueran a buscar a su Hijo, que tantas tonterías estaba haciendo y diciendo. Los
parientes de Jesús sabían que Éste siempre había sido muy obediente, que
respetaba y quería a su madre, y que sólo ella tenía la autoridad suficiente
sobre Jesús para sacarlo de allí y llevárselo al pueblo: “” (Mc. 3, 31). Sin embargo, en este caso Jesús no se dejó
llevar por lo que su madre pretendía, inducida por otros, sino que le indicó
cuál debía ser la verdadera relación entre la madre y el Hijo: “” (Mc. 3, 35).
-
Pero una madre nunca termina de serlo.
Es madre cuando tiene al hijo en su vientre, es madre cuando da a luz, es madre
cuando crece su hijo, es madre cuando enferma su hijo[2],
es madre cuando se muere su hijo. María estuvo con su Hijo al inicio de su
vida, pero también al final de ésta: “
[1] Una de las palabras que aprendió Jesús
fue la de ‘Abba’ (Mc. 14, 36), que significa ‘papaíto’. Y con ella se dirigió a
san José, pero sobre todo Jesús se dirigió más adelante a Dios, su Padre.
[2] Hace unos días salió en los
periódicos la noticia de una madre de 98 años que se mudó a una residencia de
ancianos a cuidar a su hijo de 80 años. Vivían juntos, pero el hijo estaba
enfermo y la madre no podía darle la atención médica en la casa en la que
residían, por eso el hijo tuvo que ser llevado a una residencia, a la que le
acompañó la madre:
http://www.abc.es/recreo/abci-madre-mudo-residencia-para-cuidar-hijo-80-anos-201710300900_noticia.html
[3] Lo mismo que Jesús respetó a sus
padres, éstos también le respetaron a Él, a pesar de no entender en tantas
ocasiones a su hijo, como cuando se perdió en el Templo con 12 años (Lc. 2, 48),
como cuando su Hijo le dio aquel aparente desplante al decirle que la auténtica
madre era la que cumplía la voluntad de Dios y no tanto la que lo había parido,
como cuando María no se opuso a la muerte de su Hijo, el cual fue obediente al
Padre incluso hasta la cruz…
Pensar que tenemos dos familias la del cielo y la de la tierra,y todo junto hace una,que es el amor. La Virgen, como comprendió a su Hijo,con cuanto dolor lo ha visto nacer en un pesebre con frío y persecución,y morir en una cruz. Pues demos amor,gratitud,comprensión y perdón.Os deseo un feliz año Nuevo,que nos colme de paz y gracia. A la Sagrada familia,gracias por la valentía de aceptar lo que Dios les pidió.Y Jesús llegar a nuestros corazones y darnos la felicidad.Un abrazo.
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