6-12-2015 DOMINGO II DE ADVIENTO (C)
En
el día de hoy, segundo domingo de Adviento, quisiera predicar dos ideas en la
homilía:
1)
San Juan Bautista nos dice en el evangelio a todos nosotros: “Preparad el
camino al Señor”, y de este modo “todos
verán la salvación de Dios”. El
otro domingo os decía que era conveniente hacer un plan para vivir este
Adviento y así prepararnos mejor para vivir la Navidad (es decir, la llegada de
Jesús a nuestras vidas). Espero que algunos de vosotros, o casi todos, o todos
los hayáis hecho. Sin embargo, hemos de saber que el que sí que ha hecho un
PLAN para nosotros en este tiempo de Adviento, y en toda nuestra vida, es Dios.
Sí, en efecto, tenemos que estar muy atentos al PLAN de Dios para nosotros.
Nuestro plan y el PLAN de Dios nos ayudan a ‘preparar el camino de Dios’ y, de
esta forma, ‘todos podemos ver la salvación que Dios tiene destinada para
nosotros’.
Así
como el domingo pasado os explicaba algunas posibilidades del plan de Adviento
que podemos hacer. Hoy me detendré en el PLAN que Dios nos puede tener hecho.
En cualquier esquina puede estar Dios esperándonos. Pongo un ejemplo:
“Recibí una llamada
telefónica de un muy buen amigo. Me dio mucho gusto su llamada y lo
primero que me preguntó fue: -¿Cómo estás?
Y sin saber por qué
le contesté: -Muy solo.
-¿Quieres que
hablemos?- me dijo.
Le respondí que sí y
me dijo: -¿Quieres que vaya a tu casa?
Y
respondí que sí. Colgó el teléfono y en menos de quince minutos él ya
estaba tocando a mi puerta. Yo hablé por horas de todo, de mi
trabajo, de mi familia, de mi novia, de mis deudas, y él, atento siempre,
me escuchó. Se nos hizo de día; yo estaba totalmente cansado mentalmente.
Me había hecho mucho bien su compañía y sobre todo que me escuchara,
que me apoyara y me hiciera ver mis errores. Me sentía muy a gusto y
cuando él notó que yo ya me encontraba mejor, me dijo: -Bueno, me voy,
tengo que ir a trabajar.
Yo
me sorprendí y le dije: -¿Por qué no me habías dicho que tenías que ir a
trabajar? Mira la hora que es. No dormiste nada. Te quité tu tiempo toda
la noche.
El sonrió y me dijo:
-No hay problema; para eso estamos los amigos.
Yo
me sentía cada vez más feliz y orgulloso de tener un amigo así. Lo acompañé
a la puerta de mi casa... y, cuando él caminaba hacia su automóvil,
le grité desde lejos: -Y a todo esto,
¿por qué llamaste anoche tan tarde?
El regresó y me dijo
en voz baja: -Es que te quería dar una noticia...
Le
pregunté: -¿Qué pasó?
Y
me dijo: -Fui al doctor y me dijo que estoy muy enfermo.
Yo
me quedé mudo... Él me sonrió y me dijo: -Ya hablaremos de eso. Que tengas un
buen día.
Se dio la vuelta y se fue. Pasó un buen rato
para cuando asimilé la situación y me pregunté una y otra vez, por
qué cuando él me preguntó cómo estaba me olvidé de él y solo hablé de mí. ¿Cómo
tuvo la fuerza de sonreírme, de darme ánimos, de decirme todo lo que me
dijo, estando él en esa situación? Esto es increíble... Desde entonces mi vida
ha cambiado. Suelo ser menos dramático con mis problemas y disfrutar más
de las cosas buenas de la vida. Ahora aprovecho más el tiempo con la gente que
quiero...”
Moraleja de la historia: observemos más a nuestro alrededor. No nos
detengamos sólo en nuestros problemas, en nuestras soledades, en nuestras
vidas. Los demás también existen y necesitan de nosotros. Si lo hacemos así,
entonces estaremos haciendo caso a lo que nos dice hoy san Juan Bautista en el
evangelio: “Preparad el camino al Señor”, y de este modo “todos
verán la salvación de Dios”.
Además, estaremos cumpliendo el PLAN que Dios tiene para nosotros y para
nuestra vida.
2) En el
funeral que tuve el miércoles 25 de noviembre en Mántaras prediqué sobre ‘la
crisis de los 40’. Decía en aquella homilía que en torno a los 40 o a los 50
años algunas personas, tanto hombres como mujeres, se plantean su vida. Han
conseguido con esfuerzo una preparación, un trabajo, una familia, pero…
consideran que están en la mitad de su vida y que ésta está llena de mucha
rutina y que el tiempo se les está escurriendo de entre los dedos. Por eso,
algunas de estas personas dejan su familia y cortan con todo para aprovechar
los últimos ‘rayos de juventud’. (Si pincháis en este enlace [en mi blog], podréis escuchar
la homilía del funeral que prediqué ese día).
Sin
embargo, en ningún momento dije, ni quise decir, que la ‘crisis de los 40’ es
sinónimo o igual a la crisis matrimonial. NO. Esta crisis de los 40 se puede
dar en varones y en mujeres, en casados y en solteros, en sacerdotes y en
monjas. De hecho, la mayoría de mis compañeros sacerdotes que ‘han colgado los
hábitos’ lo han hecho en torno a esta edad.
Si
buscáis en Internet sobre esta realidad (‘crisis de los 40’), veréis que hay
una abundante bibliografía sobre ello. Os reseño a continuación algunas de las
cosas que he encontrado en la red: “El
término crisis de la mediana edad o crisis de los 40 se usa para
describir un período de cuestionamiento personal, que comúnmente ocurre al
alcanzar la mitad de la edad que se tiene como expectativa de vida. La persona
siente que ha pasado la etapa de su juventud y la entrada a la madurez. En
ocasiones, las transiciones que se experimentan en estos años, como el
envejecimiento en general, la menopausia, el fallecimiento de los padres o el
abandono del hogar por parte de los hijos pueden, por sí solas, disparar tal
crisis. Otros estudiosos apuntan diversos motivos: inseguridad, responsabilidad
excesiva, rutina desde hace mucho tiempo, parejas conflictivas, darse cuenta de
los errores cometidos, aburrimiento, falta de objetivos claros, etc. El
resultado puede reflejarse en el deseo de hacer cambios significativos en
aspectos clave de la vida diaria o situación, tales como la carrera, el
matrimonio o las relaciones románticas.
En
cualquier caso, no es una enfermedad; sino una fase de transición personal, que
se puede vivir con mayor o menor intensidad”.
En la
homilía de Mántaras decía (y digo) que este momento puede y debe ser superado.
Si uno se para únicamente en sí mismo y se mira al ombligo, tomará una serie de
decisiones que puede afectar de modo negativo a los que tiene a su alrededor:
esposo/a, pareja, hijos, padres, amigos, feligreses, monjas de la misma
comunidad… Si uno reflexiona, pide ayuda, acepta su vida tal y como es, y
piensa en los que le rodean, puede superar este momento de crisis de la mediana
edad.
Como
testimonio personal, puedo deciros que en algún momento de mi vida, hace ya
algunos años, he pensado si merecía la pena seguir siendo sacerdote, si había
merecido la pena no haber comenzado una relación con una mujer y tenido unos
hijos, no haber desempeñado otro trabajo, no haber vivido aquí o allí como
sacerdote (en Suiza, en Salamanca, en el Vaticano, en Italia, en Alemania…), y
pensé (y pienso) que no todo lo podía vivir, que no soy perfecto, que tampoco
lo hubiera sido si hubiera elegido cualquiera de las otras posibilidades, que
acepto mi situación y que soy feliz en ella, y que Dios me quiere tal y como
soy, y en donde ahora mismo estoy.
Bonita homilia,claro esta para vivirla,es cierto el relato que cuenta en primer lugar,a veces tenemos tanta necesidad de desahogarnos que no pensamos en el otro,Es un buen ejemplo para ponerlo en practica en este Adviento. En cuanto al segundo caso pienso que los que hemos rebasado los 40 nos hemos encontrado en esa situacion.al menos yo.y he llegado a la conclusion de que Dios lo dispuso asi para mi bien.en otra situacion igual no me hubiera encontrado con El.un abrazo y feliz adviento
ResponderEliminarBuenos dias ... Por aquí es buen témprano y he desayunado con tu palabra y escuchado la homilia del funeral ..... Padre Andrés que claridad .... Sabes yo no he tenido la crisis de los 40 y hoy escuchándote me dije !es que no tuve tiempo....Pues mis hijos estaban en la adolescencia Mi esposo y yo tirando como quien dice de la carreta para sacarlos hombres de bien ..pagar dos estudios. .. Agrandar la casa etc etc y no me ha dado tiempo y creo que a mi esposo tampoco .HOY MIRANDO PARA ATRÁS POR MOMENTOS ME SGARRA LA CRISIS DE LOS 60 pues el nido vacío se diente ..pero cuando pasa que el camino se nubla el Señorme hace ver lo que nuestro esfuerzo ha logrado con estos hijos que puso a mi lado y sonrío miro al cielo doy gracias y siento el abrazo del Señor como diciendo tan mal no lo has hecho .....
ResponderEliminarSabes de niña me han enseñado a no ser el ombligo del mundo ...al ser única hija muchos se pueden pensar A única hija pues lo tiene todo en bandeja z, y no ha sido así me han enseñado a compartir .. A dar ..escuchar y la importancia que tiene el otro ! Mi abuela siempre me decía que no hay que creerse el ombligo del mundo ..sino mirar a nuestro alrededor ...a quién necesita de nosotros
En este segundo tiempo de adviento lo tendré muy presente ...pues aveces uno es egoísta y no se da cuenta que hay otro cerca que necesita más de nosotros ...
Hermosas tus palabras ... Muchas gracias Andrés me has acompañado ha comenzar este día llenaste mi espíritu !
Tod@s tenemos más o menos tenemos problemas en nuestra vida,la mayoría de las veces pensamos que los nuestros son los peores,y solo miramos para nuestro ombligo,y después cuando nos llega un problema fuerte nos damos cuenta de lo que sufrieron los demás ,y que los nuestros no eran para tanto.Hay mucha soledad sobre todo en las personas mayores,muchos problemas familiares de convivencia,mucha pobreza en muchos hogares,sin poner las enfermedades,que ya llegan y no podemos hacer nada,pero en lo demás si,podemos visitar,escuchar,ayudar.Yo padre,quiero hacer unas visitas,y voy hacer todo lo posible por escuchar,ya sabes que hablo mucho,y eso para mí es un sacrificio.Un abrazo hermanos,y que la navidad nos dure todo el año.
ResponderEliminarMi querdo D. Andres. tiene Ud, razón. Ese amigo que visitó al otro amigo, lo era de verdad. Nos consideramos el ombligo del mundo, miramos a los demás por encima del ombro y no nos damos cuenta, que somos poquita cosa, mas bien nada,Y si nos falta el AMOR,nada de nada,
ResponderEliminarEn la homilía de VíctorD.E.P. cuando habló de crisis de los cuarenta, parece ser que alguna persona, hizo algún mohín, como de desagrado,Pero el AMOR, cuando es de verdad,no hay edad que tumbe,ni a los 40, ni a los 80, seguro que mas de uno conoce mucho y muy variados ejemplos de gente mayor y de no tan mayor, que se han jurado amor eterno y no hay mas. Si el amor es de verdad,y cada uno de los esposos, aporta la mitad del amor, para hacer un todo no hay duda.Un problema añadido es cuando hay hijos de por medio, que son los que pagan el problema, por que si no los hay, cada uno puede coger su maleta y otra cosa. Gracias, D. Andrés " Ud si que sabe ".