Deuteronomio 8, 7-18; 1º Crónicas 29, 10-12;2ª Corintios 5, 17-21; Mateo 7, 7-11
Homilía de Témporas de acción de gracias ypetición
Gálatas 1, 13-24; Salmo 138; Lucas 10, 38-42
Homilía del martes XXVII Ordinario
Gálatas 2, 1-2. 7-14; Salmo 116; Lucas 11,1-4
Homilía del miércoles XXVII Ordinario
Gálatas 3, 1-5; Lucas 1, 69-75; Lucas 11, 5-13
Homilía del jueves XXVII Ordinario
Gálatas 3, 7-14; Salmo 110; Lucas 11, 15-26
Homilía del viernes XXVII Ordinario
"Lo único necesario para que
triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada".
(Edmund Burke –1729-1797–, escritor, filósofo, político irlandés, padre del
liberalismo conservador británico)
Ese breve axioma tiene un profundo sentido universal: las terribles consecuencias de la indiferencia humana.
Dante Alighieri, en el tercer canto de la Divina comedia, le pregunta a Virgilio, su guía hacia el Infierno, "¿Qué son esos suspiros, gritos y llantos que retumban el en aire sin estrellas?", y éste le responde que "vienen del Antiinfierno, donde son castigadas las tristes almas que vivieron sin infamia y sin honor. Son los ignavos, almas que en vida no hicieron ni el bien ni el mal, por su elección de cobardía".
En el Museo Memorial del Holocausto de los Estados Unidos está grabado este poema:
"Primero vinieron por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí"
El autor fue el pastor luterano alemán Martin Niemöller (1892-1984), y fue dirigido como una flecha al corazón de los intelectuales alemanes, cuya cobardía –entre otros factores– permitió la llegada de los nazis al poder y sus pavorosas consecuencias.
Pero Niemöller no se limitó a esas únicas palabras: con la misma cadencia sumó a los comunistas, a los pacientes incurables, a los Testigos de Jehová, y a los civiles de los países ocupados por el nazismo que nada hicieron por impedirlo, salvo el honroso y sacrificado rol de los movimientos de resistencia.
Niemöller, en 1937, fuera arrestado y confinado a los campos de Schsenhausen y Dachau hasta 1945, cuando lo liberaron las tropas aliadas.
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