miércoles, 14 de octubre de 2020

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario (A)

 18-10-20                     DOMINGO XXIX TIEMPO ORDINARIO (A)

Is. 45, 1.4-6; Slm. 95; 1 Tes. 1, 1-5b; Mt. 22, 15-21

DOMUND

Homilía en vídeo

Homilía de audio.

Queridos hermanos:

            - Un año más celebramos el Domund. El lema de este año es: ‘Aquí estoy, envíame’.

            Ya sabéis que en la homilía siempre quiero transmitir pocas ideas, pero que sean claras, concisas y precisas, y que nos lleguen a todos. A ver si en esta ocasión también se logra este objetivo.

            * La primera idea para el día de hoy me la hizo ver claramente Pablo Seco, que está de misionero en Japón desde 2002. Pablo nos da su testimonio de este modo: “Japón es diferente en muchos aspectos. El sustrato filosófico no es griego; a la hora de razonar no se mueven con las categorías de abstracción, la lógica y el pensamiento que tenemos nosotros. La moral no tiene sustrato cristiano. Todo eso hace interesante y a la vez complicado el acercamiento a la cultura. Supone muchos retos, y te invita y fuerza a plantearte la misión y tarea evangelizadora desde otra perspectiva. Lo que uno tiene que plantearse es: «¿Qué quiero trasmitir, qué he venido a comunicar a Japón?» Entonces, el Evangelio se vuelve sencillo y directo. No trae una moral; ellos ya tienen la suya, y les va bien. Tampoco trae una filosofía; ellos tienen una filosofía milenaria. El cristianismo viene a traer una persona, y esa persona es Jesús. Y eso solo lo trae el cristianismo. Ahí empieza una tarea de evangelización muy interesante. No venimos a competir con el budismo ni las tradiciones asiáticas. Nosotros queremos presentarles a Jesús, porque Jesús es especial, único, es alguien digno de ser conocido. Los misioneros nos planteamos que todas las personas tenemos el derecho de conocer a Jesús, y hay que darles la oportunidad de conocerlo. Si nadie les anuncia el Evangelio es difícil que lo puedan llegar a conocer”.

            En efecto, en Japón, en África, en América, en Europa… nosotros no predicamos liturgias, ni morales o modos de comportarse, ni filosofías… Predicamos y anunciamos a una persona: a Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador de todos y de cada persona. Quien te quiere, te acepta, te escucha, te abraza… a ti, y a todos.

            * La segunda idea trataré de explicarla desde el cartel que el Domund nos ha regalado este año.


           En este cartel se ve a una religiosa española que lleva muchos años en Angola. La misionera está situada entre dos mundos: el mundo rico y europeo, y el mundo más pobre y africano. Arriba hay unas palabras que todo misionero dice en un momento de su vida, cuando siente la llamada de Jesús: “Aquí estoy, envíame”. Estas palabras nos recuerdan a las mismas palabras que el profeta Isaías dijo al Señor (Is. 6, 8). Este cartel puede tener varios significados:

1) Vivimos en Europa y tenemos grandes casas, avenidas, coches, comodidades y los misioneros sienten la llamada de Dios para ser enviados a anunciar el evangelio de Jesús, a quien no les conocen. A donde son llamados y enviados está representado por un mundo distinto: sin calzado, sin asfalto, sino con polvo y barro…, pero también un mundo donde la gente no conoce a Jesús. No se trata, por lo tanto, de un cartel estático, sino dinámico. Hay movimiento desde la izquierda: el mundo rico y que ‘conoce’ a Jesús, hacia la derecha: un mundo más pobre y que no conoce a Jesús.

2) Sin embargo, también este cartel puede tener otro significado distinto, no excluyente. En efecto, el misionero, el llamado y enviado por Dios, tiene como lugar de misión los dos mundos, pues cada uno de ellos, el rico y el pobre, el de la izquierda y el de la derecha necesita de Dios, necesitamos a Dios. El misionero, el instrumento de Dios, está en medio de los dos mundos, está en los dos mundos y anuncia a Jesús a todos.

3) Asimismo, este cartel tiene otro significado, que puede no ser tan evidente a primera vista, pero que la realidad nos lo va imponiendo. Veréis: estamos acostumbrados a que el movimiento va desde la izquierda hacia la derecha, desde los países ricos hacia los países pobres y, sin embargo, lo vemos en muchas partes de Europa, en España y en Asturias, igualmente hay un movimiento desde la derecha hacia la izquierda, desde los países pobres hacia los ricos para enviarnos a sus misioneros. Gentes nacida en los países de la derecha que han conocido a Jesús, que se han bautizado, que se han consagrado al Señor, que ven que en nuestro mundo, de los países de la izquierda, estamos vacíos de fe y quieren volver a predicarnos a ese Jesús que es nuestro Salvador y que nos ama.

            * Ya, para ir terminando, quisiera reseñar aquí algunas convicciones fuertes que debemos grabar en nuestros espíritus. Hoy, como siempre, Dios sigue llamando a muchas cristianos para que sean instrumentos suyos en el anuncio de Jesús y de su evangelio. Hoy, como muchas veces antes, esta llamada no encuentra eco en tantos cristianos que no la escuchan o no la quieren escuchar, o, aunque la oigan, no dan el paso para decir: “Aquí estoy, envíame”.

            Pero hemos de saber que hay muchas formas de ser enviado, hay muchas formas de ‘ir’ a la misión de Dios, y algunas de ellas nos son recordadas en esta jornada del Domund: la oración, la reflexión y la ayuda material son oportunidades que se nos dan para participar activamente en la misión de Jesús en su Iglesia, es decir, para responder a esa llamada de Dios y decir, a través de la oración, de la reflexión y de la ayuda material, “Aquí estoy, envíame”. La caridad, que se expresa en la colecta de este día, tiene como objetivo apoyar la tarea misionera realizada en mi nombre por tantos cristianos que han dejado sus casas y sus familias para ir a otros lugares a anunciar a Jesús. Así, nuestras ayudas sirven para hacer frente a las necesidades espirituales y materiales de los pueblos y las Iglesias del mundo entero y para salvación de todos.

En este tiempo en que estamos de pandemia por el Covid-19 hemos experimentado la imposibilidad de reunirnos como Iglesia para celebrar la Eucaristía y compartir la fe con nuestros hermanos. Y ello nos ha hecho compartir igualmente la condición de muchas comunidades cristianas que no pueden celebrar la Misa cada domingo. Esto sucedía en tantos lugares ya antes, cuando no había pandemia. Vamos a ayudar a esos hermanos nuestros en la fe, a compartir lo que somos y lo que tenemos, para que ellos, como nosotros, vivan su fe y su amor a Jesús en esta Iglesia que Dios nos ha dado a todos.

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