14-6-20 CORPUS
CHRISTI (A)
Queridos
hermanos:
Celebramos
hoy la festividad del Corpus Christi, es decir, del Cuerpo y de la Sangre de
Nuestro Señor Jesucristo. Esta fiesta del Corpus Christi es un Misterio muy
rico y que tiene muchos matices: orígenes e historia de la fiesta, Adoración
eucarística, ritos y significado de los mismos, comunión con Dios y comunión
con los hermanos, sacrificio... En el día de hoy quisiera fijarme en Jesús como alimento.
1) Alimento-Presencia: Este aspecto
escandalizó hace dos mil años a muchos discípulos de Jesús y, por eso, lo
abandonaron. Nos lo dice el evangelio de San Juan: “‘Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá
eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo’. Los judíos discutían entre sí, diciendo:
‘¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?’ Jesús les respondió: […]
‘Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El
que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él’. Después de
oírlo, muchos de sus discípulos decían: ‘¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo?’ Desde ese momento, muchos
de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo” (Jn. 6,
51-53.55-56.60.66). Durante siglos muchos cristianos tampoco aceptaron estas
palabras de Jesús y pensaron (y piensan) que en el pan y el vino consagrados no
estaba (ni está) realmente Jesús, sino que era SOLO una especie de signo o
símbolo, que nos recordaba a Jesús. En esta línea están, por ejemplo, la
mayoría de los protestantes e incluso muchos católicos de hoy en día. Nosotros
los católicos creemos y debemos creer en la presencia de Cristo en el pan y en
el vino después de la consagración. ¿Por qué lo debemos creer? Pues porque es
el mismo Jesús quien nos lo dice: “Tomad
y comed, esto es mi Cuerpo […] Bebed
todos de la copa que es mi Sangre”
(Mt. 26, 26-28). O también lo que nos dice Jesús en el evangelio de hoy: “Yo
soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá
para siempre. Y el pan que yo daré es mi
carne para la vida del mundo” (Jn. 6, 51).
2) Alimento-Nutrición. La alimentación
consiste en el conjunto de actos voluntarios y conscientes que van dirigidos a
la elección, preparación e ingestión de los alimentos. Una vez que metemos los
alimentos en nuestra boca comienza la nutrición, la cual consiste en los actos
mediante los cuales se asimilan los alimentos y los líquidos necesarios para el
funcionamiento, el crecimiento y el mantenimiento de las funciones vitales del
hombre.
Necesitamos
alimentarnos de cereales, de legumbres, de frutas, de hortalizas, de carne y
pescado, de productos lácteos…, pues ellos nos dan vida, fuerza, y nos permiten
trabajar, movernos y actuar. Sin los alimentos nos morimos; con pocos alimentos
nos enfermamos y estamos débiles. Pues lo
mismo que nuestro cuerpo y nuestra mente necesita alimentos para sobrevivir y
llevar una vida normal, también nuestra alma necesita alimentarse. Lo dice
la Biblia: “El hombre no vive solamente
de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4, 4).
Dice Jesús en el
evangelio de hoy: “Mi carne es verdadera
comida y mi sangre es verdadera bebida”. Por eso decimos que la Misa, que
la Eucaristía es un banquete. Sí Jesús está realmente presente en el pan y en
el vino consagrados en la Misa y si nosotros comemos realmente el Cuerpo de
Jesús, entonces Jesús nos nutre y nos transforma. Somos nosotros quienes nos
acercamos al templo, quienes escuchamos la Palabra de Dios, quienes estamos con
el resto de hermanos en la fe y quienes nos ponemos en fila ante el sacerdote
para que ponga en nuestras manos o en nuestra boca el Cuerpo de Jesús. Una vez
que lo tenemos en nuestra boca y lo tragamos pasa a nuestro estómago y comienza
la nutrición espiritual. El Cuerpo de Cristo alimenta y hace crecer nuestra fe,
nuestra paciencia, nuestro amor a Dios y a los hermanos, nuestra ansia de Dios,
nuestra felicidad, nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia, nuestra
santidad de vida…[1]
Y
es el mismo Jesús quien parte y quien reparte su Cuerpo entre todos nosotros
para que nos alimentemos y nos nutramos de Vida Divina.
3)
Alimento-Vida. Dice Jesús al final
del evangelio de hoy: “El que come este
pan vivirá para siempre”. El fiel que come a Cristo, y lo come bien y con
sentido, con devoción y fe puede seguir viviendo, pero, no sólo en el sentido
de respirar, caminar, hablar, trabajar…, sino y sobre todo en el sentido de
tener a Dios en él, de tener un porqué y para qué en su vida… Y todo esto es
VIDA.
Una persona que
siempre iba a Misa, escribió una carta al director de un periódico quejándose
de que no tenía ningún sentido ir a Misa todos los domingos. “He ido a la Iglesia por 30 años,
escribía, en ese tiempo he escuchado algo
así como unos 3.000 sermones. Pero juro por mi vida, que no puedo recordar uno
solo de ellos. Por eso pienso que estoy perdiendo mi tiempo y los padres están
perdiendo su tiempo dando sermones”. Para deleite del director, esto empezó
una verdadera controversia en la columna de ‘Cartas al Director’. Esto continuó
durante semanas hasta que alguien escribió esta nota: “He estado casado por 30 años. Durante ese tiempo mi esposa me ha
cocinado unas 32.000 comidas. Pero juro por mi vida, que no puedo recordar el
menú entero de todas esas comidas. Pero sé una cosa: Esas comidas me nutrieron
y me dieron la fuerza necesaria para hacer mi trabajo. Si mi esposa no me
hubiera dado todas esas comidas, estaría físicamente muerto hoy. Igualmente, si no hubiera ido a la Iglesia para nutrirme,
¡estaría espiritualmente muerto hoy! Cuando tú no estás en nada....
¡Dios sí está en algo! ¡La fe ve lo invisible, cree lo increíble y recibe
lo imposible! Da gracias a Dios por nuestra nutrición física y simplemente di:
Jesús, ¿podrías atender la puerta por favor? Creo en Dios como un ciego cree en
el sol, no porque lo ve, sino porque lo siente”.
[1] Me estoy encontrando con niños
que no quieren hacer la primera Comunión. Algunas de las razones que tienen
para ello son el evitar los años de catequesis y también, como me decía el otro
día una niña, porque, habiendo probado una oblea, no le gustó el sabor y por
eso dice que no quiere hacer la primera Comunión. Desde luego en la base de
este rechazo en los niños está, con mucha frecuencia, la falta de ejemplo y de
experiencia de vida cristiana y eucarística de sus padres.
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