En el día de hoy encontré un artículo
de un sacerdote agustino recoleto sobre el cierre de los templos católicos en
Italia. Voy a reseñarlo ahora aquí, en el blog, y el audio lo 'colgaré' el viernes próximo para que podáis escucharlo a partir de entonces.
Recojo algunas de sus reflexiones, y pongo la referencia del artículo
completo[1]: “Estas circunstancias (del coronavirus) pueden suponer una oportunidad para reflexionar sobre tres temas que,
también, están de fondo en estos días: los
ancianos, la enfermedad y la solidaridad.
En primer lugar,
estamos viendo cómo los más vulnerables ante este virus son las personas
ancianas. ¿Somos conscientes
de la cantidad de personas de avanzada edad que viven en soledad en nuestros
barrios, pueblos o ciudades? ¿No será una oportunidad para interesarnos por
ellos? Siempre es triste acordarnos de alguien cuando ya no está junto a
nosotros y con la cercanía a nuestros mayores tenemos la oportunidad de
devolverles algo de lo mucho que ellos nos han regalado.
En segundo lugar,
seguramente habremos escuchado muchas veces que una de las cosas que iguala a
todos los seres humanos es la enfermedad, pues todos pasamos por ella.
Y en estos días es algo que se constata en unos y otros lugares del mundo. Las
grandes potencias internacionales se están viendo azotadas por igual por algo
minúsculo como es un virus, pero que hace que toda aparente seguridad se
tambalee. ¿No será una oportunidad para replantearnos qué es lo verdaderamente
importante en nuestras vidas? ¿En qué, en quiénes tenemos puesta nuestra
confianza, nuestra esperanza?
Por último,
todavía no tenemos elementos de juicio suficientes para valorar si todas estas
medidas para evitar la expansión del virus son exageradas o justas. Será algo
que sólo podremos constatar con el paso de las semanas, aunque sí llama la
atención la doble vara de medir que va desde un alarmismo extremo a una
pasividad inquietante. Lo que sí se
constata -o al menos es mi impresión desde la ciudad de Roma en la que vivo-
que situaciones como esta hacen aflorar lo mejor del ser humano. No son
pocas las personas que se han interesado por los ancianos cercanos para
preguntarles si necesitan algo; no son pocas las personas que se han ofrecido
para atender a los hijos -estos días sin clase- de padres que trabajan; y no
son pocos los sanitarios y miembros de fuerzas de seguridad que estos días refuerzan
horarios y se empeñan en su labor no solo por cumplir con su profesión sino
desde una verdadera vocación de servicio”.
[1]
https://www.agustinosrecoletos.com/2020/03/un-domingo-de-iglesias-cerradas/
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